Título original: Titanic, For the World Has Passed Away

Autora: bunney

Advertencias: AU no mágico. Muerte de personajes secundarios. Violencia leve. Lemmon

Nota de la autora: Esta historia se basa en Titanic la película de 1997 de James Cameron, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, pero que se apega más a la verdadera tragedia del Titanic y su primer y último viaje en 1912. Hay algunos diálogos que tomé prestados de la película, ya sea en parte o palabra por palabra.
Aunque he intentado mantener el espíritu de la época Eduardiana, y he tratado de permanecer fiel a los detalles relacionados al trágico final del transatlántico, la información es. comprensiblemente, incompleta y contradictoria. He hecho una extensa investigación, tanto de la nave, como del periodo de tiempo en el que transcurre esta historia, pero estoy segura que he cometido algunos errores, y asumo la responsabilidad por estos.

Nota de la traductora: Creo que ya quedó claro, pero por las dudas: LA HISTORIA NO ME PERTENECE. Yo sólo realicé la traducción a la obra escrita por la antes mencionada bunney. Todo mérito es completamente de ella.

Disclaimer: La propiedad intelectual y los personajes pertenecen a JK Rowling, Warner Bros, Bloomsbury Publishing, etcétera, este trabajo pretende ser una adaptación de la historia original. Este trabajo está realizado sin fines de lucro

TITANIC
POR EL MUNDO QUE ACABAMOS DE DEJAR

Capítulo 1

10 de Abril de 1912
Southampton, Inglaterra

Era el barco más grande que se haya construido jamás.

Los diarios populares de la época habían proclamado el nuevo barco de lujo de la White Star Line como "prácticamente indestructible" y, desde la perspectiva de Draco Malfoy –que permanecía observándolo desde la sombra en el muelle de Southampton- el Titanic, de hecho, parecía invencible.

El día había empezado nublado y con niebla, pero a media mañana, finalmente el Sol ya había hecho aparición y ahora estaba brillando sobre las cuatro altas chimeneas. Draco se protegió los ojos contra el deslumbramiento mientras miraba la ardua actividad en las cubiertas superiores. El barco se preparaba para la salida.

La aglomeración de gente que comenzó a inundar el muelle fue abrumadora, y a pesar de sí mismo, Draco no pudo reprimir la emoción que sentía por emprender el viaje… como si sólo se estuviera embarcando en una aventura y no a la prisión de un matrimonio a conveniencia con una mujer a la que no amaba.

La ensoñación de Draco se vio interrumpida por la voz de su padre que se encontraba junto a los maleteros que acomodaban su equipaje. Por lo menos no se quejaba delo indigno de verse obligado a mezclarse con los "sucios paganos", como tan a menudo se refería a cualquier persona que consideraba debajo de su status.

Lo que, para Lucius Malfoy, se remetía a casi todo el mundo.

En más de una ocasión, Draco se había preguntado si su padre también se referiría a él como un "sucio pagano". La respuesta podía ser un rotundo si, dado que Lucius nunca, o casi nunca, lo trataba con amabilidad.

Continuó mirando hacia la multitud que se encaminaba hacia las pasarelas del barco cuando una pequeña mano enguantada se coló por el hueco de su brazo y se sujetó a él. Miró a la joven a su lado que llevaba un vestido de seda verde y blanco a rayas, tenía el rostro ensombrecido por el ala de su sobrero, pero aún así Draco podía ver la sonrisa petulante en sus labios.

-Es bastante pequeño, ¿no? Por lo que he leído en The Times, se estaba esperando un buque por lo menos tan grande como el Lusitania –le murmuró su prometida Astoria Greengrass en el oído.

-¡Por el amor de Dios, Astoria! Titanic es cien pies más largo que el Lusitania, y es un barco no un buque. Por algo lo llaman "El barco de los sueños"… -Draco inmediatamente se arrepintió de sus palabras agudas, pero Astoria no se dio cuenta de su mal humor y afianzó el agarre sobre su brazo.

-Buque, barco… ¿a quién le importa? Mientras que sea tan lujoso como los periódicos están diciendo voy a estar conforme. Papá ha reservado las suites más exclusivas

-Eso he oído –dijo Draco, pero un fuerte golpe detrás de ellos ahogó su respuesta indiferente.

Astoria miró sobre su hombro -¡Tú! Ten más cuidado con ese baúl, vale más de lo que puedas ganar en un año –le espetó al maletero que cargaba su equipaje en un carro grande.

Para gran alivio de Draco, la preocupación de Astoria por su baúl –uno de los cinco que estaba llevando con ella a Nueva York- hizo que descuidara su deseo de ser vista de su brazo como era la voluntad de su padre. Draco suspiró. Tenía sobre sus hombros el gran peso de su futuro.

La madre de Draco, Narcissa Malfoy Black, había muerto sorpresivamente cuando él acababa de cumplir sus dieciocho años y la vida privilegiada que él había aceptado como suya había desaparecido poco después. Lucius se había mantenido reservado sobre los detalles, pero los rumores se habían extendido rápidamente y en poco tiempo, Draco comprendió que la mayoría su fortuna había desaparecido.

La historia que fue capaz de reconstruir lo llevó a la conclusión de que Lucius había dilapidado gran parte de la herencia de su esposa en una mala inversión tras otra, incluso apoyó financieramente a un controvertido candidato político que había sido polémicamente asesinado en compañía de una mujer de moral dudosa.
El escándalo subsiguiente jugó de manera sensacionalista en los periódicos, casi arruinando los dos años restantes de Draco en la escuela. Sólo su excelente trayectoria en la universidad y ser bien visto por la facultad, lo había protegido de la vergüenza que acarreó por los delitos de su padre.

En un intento por distanciarse de la incómoda situación, Lucius había llamado a su viejo conocido Wallace Greengrass para ofrecerle a su hijo como marido para su hija menor.

Draco se había graduado con el mayor promedio de su clase en Eton, más tarde se destacó en St. Andrews y ya tenía un lugar asegurado con una firma conocida de Manhattan.

Con la reputación de Narcissa Malfoy que todavía tenía su peso en libras esterlinas y, con su aspecto atractivo y aguda inteligencia, el futuro de Draco era brillante. Sería un marido admirable para cualquier joven.

Wallace Greengrass, un hombre rico, pero temeroso, había sido siempre muy intimidado por Lucius Malfoy. Por lo que por supuesto habían llevado a cabo el acuerdo, pese a la objeción de su esposa y las lágrimas de su hija.

Aunque después de su primer encuentro, Astoria ya había encontrado agradable a Draco, Verónica Greengrass se había mantenido fría con respecto a su futuro yerno. Algo que poco le interesaba su esposo, ya que en 1912 la opinión de la mujer en estos asuntos era, en el mejor de los casos, insignificante.

-Impresionante, ¿no es así, Draco?

Draco se volteó para encontrar a su mentor, Severus Snape, mirando hacia el barco con una expresión tan inescrutable como siempre.

-Impresionante, si –dijo Draco- Tan impresionante como la Torre de Londres

Los labios de Snape se torcieron en una mueca irónica –Comparando el mayor barco jamás construido, como The Times nos ha infirmado amablemente, con una prisión. Un punto de vista un tanto extremo, ¿no te parece?

Draco sonrió débilmente –Tú ya has conocido a mi carcelero, Severus. Ella es la única en un vestido de Worth llorando por su maleta

La mueca de Snape se convirtió en una sonrisa sincera, aunque breve -Draco, vivimos en una época ilustrada… a ningún hombre se le culpa por hacer valer su control sobre su esposa y la señorita Greengrass se ha dado demasiada libertad, ya que sus padres establecen un mal ejemplo tanto para ella como para su hermana mal casada, Daphne. Si Wallace Greengrass puede ser aplaudido por nada en absoluto, es por haber visto la conveniencia de casar a su hija en calidad de riqueza.

-Wallace Greengrass es lo suficientemente rico como nosotros –contestó Draco– ¡Maldita sea mi padre por tonto, Severus!

-¡Silencio! –le susurró Snape al oído- No querrás que te oigan, Draco y hay oídos por todas partes –Como para acentuar sus palabras, Snape inclinó la cabeza hacia uno de los porteros, que estaba escuchando descaradamente su conversación y cuando notó la mirada de Snape se volvió de mala gana. Snape tomó el brazo de Draco y lo apartó de su entorno- Escúchame. Tienes un futuro brillante delante tuyo, Draco. A pesar de las malas decisiones de tu padre serás capaz de comenzar una nueva vida en Estados Unidos. Es un país que le da la bienvenida a los cansados y los pobres… -Ante la última mención su labio se curvó con un toque de desprecio- Y con un poco de suerte y mucho talento, serás capaz de desprenderte de las ataduras de la locura de Lucius y ser conocido por el Gran hombre que tienes la oportunidad de llegar a ser.

-Pero Astoria…

-Astoria es una mujer típica, y si la tratas como tal va a ser una buena esposa. Dale sus gustos si así lo desea, Draco… joyas, pieles, una casa de vacaciones en la costa y la mantendrás contenta.

Draco sabía que su mentor estaba en lo correcto. Su compromiso con la joven y rica heredera era la mejor cosa que le había sucedido desde su aceptación en St. Andrews. ¿Qué derecho tenía a pretender algo más?

Una vocecita molesta le decía: ¿Y qué hay del amor? ¿Qué hay de la felicidad?, la aplastó sin piedad y enderezó los hombros justo cuando la sirena del barco sonó asustando una pequeña bandada de aves blancas. Asintió con firmeza, cuidando de ocultar su depresión de los agudos ojos de Snape

-Entonces, a los Estados Unidos partimos, Severus. ¿Vamos a bordo?

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-¿Has visto eso? –Chillaba Harry Potter con su bolso de lona al hombro- Mira, Hermione, ¡Es enorme!

Al no recibir respuesta de su compañera se giró para mirarla y no pudo evitar reír. Hermione Granger andaba todos los días con un libro en la mano, y este no fue la excepción. Como la fila para el embarque de la tercera clase se había estancado y debían esperar pacientemente a que volviera a empezar, Hermione había encontrado la oportunidad justa para ponerse a escribir.

Tenía la cabeza inclinada sobre su diario abierto con el ceño fruncido por la concentración en la grabación de sus pensamientos sobre la página en blanco.

-Hermione, cariño. Guarda eso por ahora, la cola se mueve otra vez –dijo Harry recogiendo una pequeña maleta de su prima.

Hermione alzó la mirada con una sonrisa en el rostro -¡Lo siento! Estoy asombrada de todo esto, Harry y temo olvidar algo si no lo escribo enseguida.

Cerró su diario y lo ató con unas pequeñas cuerdas de cuero para mantenerlo así y lo guardó en el bolsillo de su abrigo. Luego se tomó del brazo de Harry mientras la fila avanzaba hacia la pasarela.

-Bueno, pero si no observas a tu alrededor no tendrás nada para escribir en tu libro… ¡Joder, Hermione, mira allí!

Hermione siguió su dedo índice. Una mujer con un enorme sombrero amarillo pasaba por delante llevando por la correa a dos grandes perros afganos. Ambos perros mantenían sus cabezas en la misma pose altanera que su dueña mientras caminaban junto a ella. Hermione y Harry intercambiaron una mirada de sorpresa para luego estallar en risas como niños por esa escena tan particular.

-Hasta los perros son snobs en primera clase –bromeó Harry secándose las lágrimas detrás de sus gafas redondas –Dame tercera clase por siempre, no quiero que se me contagien los gustos de los ricos

Hermione se echó a reír con él, aunque miraba con tristeza la fila de pasajeros de primera clase. Las mujeres vestían con elegancia, con sombreros adornados con plumas y abrigos de piel, y los hombres llevaban sombreros de copa y bastones en sus manos enguantadas. Todo era sumamente encantador ante sus ojos.

Su atención fue atraída por el reflejo del Sol en el cabello muy claro de un hombre rubio. Lo acompañaba una mujer alta de cabello tan oscuro como su luz. Un enorme sombrero blanco le cubría la visión total de su rostro, pero Hermione podía ver su expresión arrogante de aburrimiento. Volvió la vista hacia el hombre, con la esperanza de ver su rostro, pero justo en ese momento se giró para hablar con la mujer que llevaba del brazo. Pronto se vieron tragados por la multitud del muelle y los perdió de vista.

La fila comenzó a moverse de nuevo cuando la sirena del Titanic sonó. Hermione apenas podía contener la emoción y apretó más estrechamente el brazo de Harry mientras subían a la pasarela de la cubierta "E"

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Draco se quitó el abrigo y lo colocó en el respaldar de un sillón cercano para luego volver a examinar curiosamente la gran habitación.

El salón estaba excesivamente decorado con muebles de madera oscura y apliques en la pared de bronce cubiertos de tonos brillantes de piedra. Había dos camarotes, ambos igualmente elegantes, al igual que el baño de la suite. Una alfombra persa cubría el suelo.

Incluso Lucius Malfoy no sería capaz de encontrar alguna falla en el Titanic.

Draco se dejó caer sobre el sofá soltando un profundo suspiro. Lucius, quien lo había seguido hasta la sala, lo fulminó con la mirada.

-Draco, estás actuando como si fuera el fin del mundo. Creía que querías ir a Estados Unidos –dijo mientras cruzaba la habitación hasta el gabinete de vinos para examinar las opciones. Se sirvió un Wiskey

Severus Snape se había buscado un asiento cerca de la ventana, por donde ahora miraba pensativo y con el ceño fruncido. Volvió ligeramente la cabeza ante la exasperación de Lucius.

-Draco es consciente de lo que se espera de él, Lucius –dijo suavemente

A Lucius no le gustaba el mentor de Draco. Hasta habría preferido que el hombre se quedara atrás, pero ante la insistencia de Draco por que los acompañara, había cedido.

-Entonces debe trasmitirle más entusiasmo a su cara, o la señorita Greengrass puede considerar que Draco no merece su afecto, y entonces, ¿qué sería de él?

Severus lo miró condescendiente –Yo presumo que sería lo mismo de él que si la señorita Greengrass no hubiese aceptado su propuesta- Dijo con una sonrisa cínica en los labios, sabiendo muy bien que tanto la señorita Greengrass como Draco no habían tenido opiniones tomadas en cuentas o alguna opción al respecto- Draco todavía tendría un lugar con Haversham Finley en Manhattan, por lo que aún estaríamos en camino a Nueva York –Miró alrededor de la suntuosa suite y su sonrisa se convirtió en una mueca de desprecio –Aunque con un alojamiento menos lujoso.

El rostro de Lucius se volvió rojo fuego por el insulto implícito –Ahora, ven aquí, Snape

-Voy a salir –Draco se levantó y cogió su abrigo- No voy a quedarme sentado aquí para escucharlos conversando sobre mi como si fuera un toro en la subasta

Mientras los dos hombres mayores lo miraban con sorpresa, Draco salió de la habitación cerrando tras sí con un portazo.

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Unos minutos después del mediodía el Titanic partía de Southampton. Las cubiertas estaban repletas de pasajeros viendo desaparecer Inglaterra a la distancia, los niños todavía se aferraban a la barandilla y saludaban con las manos a los dejados atrás a pesar de que ya estaban fuera de la vista.

Draco salió por la cubierta "A", deteniéndose para permitir que un trío de mujeres jóvenes pasara delante de él. Cada una de ellas le dirigió una mirada agradecida, incluso la más joven que parecía no tener más de doce o trece años. Le guiñó un ojo a la chica y ésta se sonrojó y alzó su nariz hacia arriba, seguramente imitando a sus hermanas mayores, mientras caminaban por el paseo marítimo esbeltas en sus vestidos de seda floreados.

Draco volteó y camino haca el arco, donde parecía que se habían congregado menos personas.

El aire del mar era fresco, aunque el Sol que salía por detrás de las nubes era muy cálido, por lo que Draco pronto se arrepintió de su abrigo de lana. Con un resoplido amargo, se apoyó contra la baranda del estribor dejando que la brisa causada por el paso rápido del Titanic despeinara su rubio cabello.

Aunque su presencia en el St. Andrews había sido la culminación de los sueños más preciados de su madre, Draco se había sorprendido por la vanidad y el esnobismo de sus compañeros de clase. Él había venido del mismo mundo que ellos, pero nunca había sido arrogante en su superioridad como ellos, tan seguros de su lugar en el mundo. Draco se había encontrada cada vez más desilusionado con aquél mundo, especialmente después que los delitos de su padre salieran a la luz.

Lucius no había dejado en manos de Draco ninguna decisión con respecto a su propio futuro. Primero asegurando su matrimonio con Astoria, y a continuación, presionándolo a aceptar un empleo en Estados Unidos que a él no le interesaba.

Cuando se quiso rebelar, Lucius, que lo conocía demasiado bien, había invocado el recuerdo de Narcissa. Ella había deseado que Draco fuera rico y exitoso, un digno sucesor de la familia Black… y la única manera de asegurarse ello era siguiendo el camino que Lucius había trazado para él.

Ahora ahí estaba, en ruta a Nueva York, en viaje a una vida que no pidió y que no quería. Iba a hacer lo que se esperaba de él, no tenía muchas opciones, pero tener que renunciar a sus propios sueños era su triste realidad. Astoria, como dijo Severus, sería una buena esposa, pero Draco sabía que no sería feliz con ella.

Sacó su reloj de bolsillo para ver la hora. Dentro de una hora el Titanic atracaría en Cherburgo. Por el dolor en su columna vertebral, decidió ponerse en movimiento y volver a su exploración por el barco… aún no estaba listo para volver con su, seguramente disgustado, padre.

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Hermione encontró fácilmente su camarote en la popa cubierta "F" a pesar de la aglomeración en varios idiomas de los pasajeros obstruyendo los pasillos. Cuando abrió la puerta lo que encontró fue una habitación pequeña, pero bien equipada, con cuatro literas, cada una con un cómodo colchón, una gorda almohada de plumas y una manta de lana caliente; un lavabo de porcelana blanca con la cisterna montada en la pared entre las dos camas y un espejo rectangular que colgaba sobre él.

La manta que cubría una de las literas estaba levantada en una de las esquinas y dejaba ver debajo un colchón desnudo. Hermione sonrió y negó con la cabeza. La insistencia de su madre por que incluyeran un conjunto de ropa de cama limpia, tanto en su equipaje como en el de Harry, se apreciaba ahora.

Como parecía no tener compañeras de cuarto, o tal vez aún no habían llegado, Hermione eligió una de las literas inferiores y después de vestir el colchón y agregar una sábana, vació el contenido de su maleta para que se ventilara.

Podría haber llevado más cosas con ella –sus circunstancias no eran tan pobres como sugería su escaso vestuario- pero se había embarcado a una nueva vida en Estados Unidos y optó por no atascarse con cosas tan frívolas como vestidos y otras fruslerías. Había traído sólo lo que necesitaba.

Para su sorpresa. Hermione encontró un chal de seda, cuidadosamente envuelto en papel, en el fondo de su maleta. Lo retiró y lo extendió sobre su regazo con un suspiro de placer.

Era color carmesí con un patrón floral que le recordaba al estilo Oriental recientemente popularizado por Poiret, con largas borlas rojas decorando cada esquina.

Al colocárselo sintió el olor del perfume a lilas de su madre envolviéndola junto al chal sobre sus hombros. Recordarla le trajo lágrimas a sus ojos.

Lo dobló de nuevo y se limpió las mejillas húmedas con el dorso de la mano. "No voy a derramar lágrimas", pensó. Harry se daría cuenta y sólo lo preocuparía.

La idea de trasladarse a América había sido suya después de todo, y él había accedido a acompañarla para que sus padres le permitieran ir. Su padre, a su manera suave y soñadora, entendió y animó su pasión por los viajes, pero su madre… Hermione era su única hija y ella hubiera deseado que se casara y formara su propia familia. La señora Granger había tratado de ocultar su dolor detrás de la ira y sus últimos días juntas habían sido tensos.

Tocó el manto suave otra vez, dejando que las borlas de seda se deslizaran entre sus dedos. Tal ves su madre no estaba tan enojada después de todo…

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11 de Abril de 1912
En camino a Queenstown, Irlanda

El desayuno era bastante animado, y por un breve lapsus tiempo llegó a aliviar la melancolía de Draco.

El comedor de Primera Clase era un espacio de lujo de sol y playa. Draco, Lucius, y la familia Greengrass estaban sentados en una mesa grande junto a las ventanas de babor. A ellos se unieron un caballero pomposo que había embarcado en Cherburgo y se dirigía a casa con su familia, una pareja de ancianos apellidados Hays que, a pesar de su actitud agradable, tenían modos arrogantes que Draco encontró insoportables, y por último, otra pasajera de Cherbourg, la señora Margaret Brown, que viajaba a su casa en Colorado.

Draco le había tomado un cariño especial a esa desvergonzada mujer, y ella a él también. Mientras Astoria y su madre conversaban amablemente con la señora Hays y los demás caballeros hablaban de negocios que no le interesaban en lo más mínimo, Draco dio a la señora Brown toda su atención y no tardó en reír en voz alta por sus entretenidas historias.

Tomó su taza de té y le sonrió a su acompañante –Le envidio su vida emocionante, señora Brown –dijo a la ligera

Ella lo miró con curiosidad -¿Porqué dices eso, hijo?

Draco miró a Lucius que estaba absorto en una discusión con el hombre que había subido en Cherburgo y cuyo nombre Draco ya se había olvidado. Astoria también estaba distraída. Se fijó en los ojos de la señora Brown de nuevo y algo en su mirada sagaz le dio que pensar, por lo que escogió con cuidado sus siguientes palabras.

-Yo… bueno, yo no he tenido en mi vida un camino de aventuras, se ve… –admitió- Esto es probablemente lo más emocionante que he hecho

-¿Cuántos años tienes, hijo? –le preguntó

-Voy a cumplir veintidós en junio, señora

Su cara redonda se arrugó con cariño y le dio unas palmaditas en el brazo –Sigues siendo un bebé –le dijo, pero Draco no podía ofenderse. La manera directa de la señora Brown lo puso contento de una manera que nunca antes había experimentado en compañía de la clase de gente preferida por su padre o Greengrass.

Espontáneamente, su mirada se desvió de nuevo a Astoria y reapareció la tristeza del principio. Ella estaba en su ámbito, cortejada como la princesa que sus padres habían criado y formado. Cada gesto, cada palabra, todo en ella fue diseñado meticulosamente para hechizar, y ella era consciente de esa capacidad para cautivar a todo aquél que conocía.

Se volvió hacia la señora Brown y vio la curiosidad en sus ojos. Se sentó un poco más recto, avergonzado por haber sido atrapado infraganti en un momento de debilidad.

-A veces pienso que mi vida ha terminado antes siquiera de comenzar –dijo con ironía

-Sin embargo, eres joven aún, Draco –la señora señaló sutilmente con la cabeza hacia Astoria -¿Es su novia de la infancia?

Él le dirigió una sonrisa amarga –No. Ni siquiera la conozco

-Entonces le voy a dar un consejo, querido. La vida es corta. Recuerde que aunque usted sea joven, la vida es demasiado, demasiado, corta. No te escondas de ella… vívela.

Draco miró a la señora Brown sorprendido por sus palabras soltadas con fiereza. Pero antes de que pudiera hablar, la fría voz de Lucius se entrometió

-Draco, debes darle a la señora Brown la oportunidad de hablar con las mujeres y dejar de monopolizar su compañía… -siseó

-Oh, señor Malfoy, su encantador hijo no hace más que ser amable y escuchar mis cuentos chinos –respondió la señora Brown con una sonrisa que se hizo eco débilmente alrededor de la mesa.

-Bueno, sea como fuere, Draco haría bien en prestar atención y aprender del consejo de los señores de esta mesa, no a las mujeres con sus chismes y consejos de moda. No tiene cabeza para los negocios por lo que necesita toda la ayuda que pueda obtener.

Draco sintió sus mejillas arder de vergüenza. Era completa e incómodamente consciente de que Mr. Hays intercambió una sonrisa con el caballero de Cherburgo. A su lado, la señora Brown se puso rígida de indignación, pero antes de que Lucius volviera a arremeter con su tarea de insultarlo, Draco empujó su silla de la mesa y se levantó.

-Perdonen, caballeros, señora. Voy a dar una vuelta por cubierta. El aire fresco producirá un cambio bienvenido –dijo con frialdad asintiendo con la cabeza a los ocupantes de la mesa, con especial atención a la señora Brown, quien le dio una sonrisa simpática. A continuación abandonó rápidamente el comedor. Detrás de él se oyeron las lastimeras objeciones de Astoria

-Sólo espero que no tenga planeado ser así de aburrido cuando estemos casados. ¡Simplemente no voy a soportarlo!

En el momento en que llegó a la puerta, Draco estaba temblando de rabia.

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Después de un abundante desayuno con Harry en el comedor de Tercera Clase, Hermione subió a cubierta y encontró un asiento cerca de la popa donde podía ver a los demás pasajeros y escribir en su diario. El día se había vuelto muy caluroso, así que Hermione había dejado su abrigo en el camarote, y en su lugar, cubierto los hombros con el hermoso chal rojo.

Estaba completamente absorta con su escritura cuando oyó la voz de Harry llamándola. Ella levantó la vista y lo vio cruzando el puente con uno de sus compañeros de camarote.

Hermione frunció el ceño, pensativa. Ron Weasley era un buen hombre y había sido más que cordial con ella desde que Harry los había presentado en el desayuno de esa mañana. Pero había hecho su interés por ella tan claro como el día y no podía dejar de sentirse incómoda por la inesperada atención.

Al acercarse, Hermione cerró su libro y cruzó las manos sobre él – ¡Hola! – gritó ella.

Harry se abalanzó a darle un beso en la mejilla y luego se unió a ella en el banco, mientras que Ron se apoyó en uno de los cabrestantes del ancla, sacando una pequeña bolsa de tabaco y una pipa.

-Entonces, señor Weasley, ¿cuáles son sus planes una vez que llegue a Estados Unidos? –preguntó cortésmente

Ron encendió su pipa y luego de dar una larga bocanada se la ofreció a Harry

-Pittsburgh, señorita. Tengo un tío que es capataz en una fábrica de acero. Mi familia no puede pagar para alimentarnos a todos ya, somos seis hermanos, por lo que estoy buscando mi fortuna en América, como usted… -le guiñó un ojo cuando Harry le devolvió la pipa

-¡Oh, Dios mio! ¡Qué maravilloso crecer con tantos hermanos! –dijo Hermione- Soy hija única, así que ha sido bonito tener tan cerca a Harry, ha sido como un hermano para mi

-Y tú una hermana para mi –respondió Harry

Ron se inclinó hacia delante, mirando con curiosidad el libro en el regazo de Hermione –¿Qué es eso que tiene ahí, señorita?

Harry gimió –No te lo recomiendo, amigo –dijo con una sonrisa

Hermione le dio un codazo en el costado y él se sostuvo allí con la mano, como si lo hubiera herido de muerte. –Es mi diario, Señor Weasley. Mi padre me lo dio para escribir todo sobre mi viaje

-Le gusta escribir, ¿entonces? –Preguntó Ron mientras reanudaba a fumar su pipa- Mi madre me enseñó a escribir mi nombre, pero eso es todo.

La boca de Hermione se abrió y miró al pelirrojo -¿No puede leer? –exclamó llevándose la mano a la boca, avergonzada de su impertinencia. Pero es que ella lo veía como una debilidad imperdonable. –Oh, Dios mío, ¡lo siento! No quise decir…

Pero Ron le quitó importancia con un gesto de mano –No importa, señorita. Leer y escribir no son tan importantes para mí. Siempre y cuando pueda usar mis manos para hacer mi camino, voy a estar bien –aseguró

-Pero… ¿y si es necesario… para… ¡leer un contrato!...o un periódico?

Ron sonrió -Entonces, yo puedo pedir que me lo lea, ¿no es cierto?

Su buen humor incontenible hizo que Hermione estuviera riendo de nuevo como antes de su torpeza. Unos minutos más tarde, la sirena del barco sonó y Ron señaló la costa de Irlanda a la vista.

-Queenstown -dijo simplemente -Me imagino que el Titanic tendrá que echar el ancla en alta mar, como lo hizo en Cherbourg. Es un barco demasiado grande para atracar en el muelle

Hermione comenzó a mirar por encima de su hombro para ver acercarse la costa… el último pedazo de tierra en la que iba a poner los ojos en los próximos ochos días. Pero un hombre que se había parado en el pasamanos de la cubierta "A" captó su atención. El brillo Sol de la tarde hizo que su platinado cabello resplandeciera como un faro, y sobresaltada se dio cuenta que era el mismo hombre que había visto en el muelle de Southampton.

No era hermoso… sus rasgos eran demasiados fuertes y era demasiado pálido para los estándares de la época, pero había algo en él… algo que hizo que su corazón aleteara en su pecho y sus mejillas se tiñeran de rosa.

-Hermione, ¿estas bien, cariño? –preguntó Harry tocándole el brazo. Ella sonrió y asintió con la cabeza, resuelta a quitar al hombre extraño de su mente. Ron estaba compartiendo una historia sobre su familia y pronto estaba riendo de nuevo.

Sin pensarlo, miró hacia atrás para ver si el rubio se encontraba aún en la barandilla, y se sorprendió al encontrarlo justo frente de ella con una pequeña sonrisa curvando sus labios carnosos.

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Draco sujetaba la barandilla con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

¿Cómo se atreve? Pensó interiormente, ¿Cómo se atreve a humillarme otra vez? Una y otra vez…

Al crecer, la relación de Draco con su padre nunca fue más que pura y fría cortesía. Lucius nunca había sido un hombre dado a las muestras de afecto casual, pero desde que la madre de su hijo había muerto, se hizo cada vez más distante y rencoroso para con él. Todo intento de Draco por llegar a su padre quedaba en el fracaso, hasta se había dirigido a Severus para que lo aconsejara al respecto, pero su mentor se limitó a decirle que Lucius había amado tanto a Narcissa que su propio dolor había congelado su corazón.

Una cosa era que Lucius lo hubiese tratado mal, era a algo a lo que ya se había acostumbrado, pero de ahí a tratar a una dama, como lo era la señora Brown, con total indiferencia, era absolutamente inexcusable.

Se obligó a respirar profundamente para calmarse. No sería correcto hacer una demostración vulgar de sus emociones, no donde había tanta gente que haría delicias en la difusión de rumores. Algo que a su padre no le había importado a la hora de mostrarse grosero con Margaret Brown, una señora que había resultado para Draco la mismísima imagen de la bondad.

Apretó sus manos contra la sien, en un intento de facilitar el inicio de un dolor de cabeza.

También estaba Astoria. Se rió con amargura de sí mismo. Su prometida, a pesar de toda su belleza y crianza, no era más que una chiquilla malcriada y él debería pasar sus días con ella "hasta que la muerte los separe".

De repente, el comentario de la señora Brown se hizo eco en su cabeza: La vida es demasiado, demasiado, corta. No te escondas de ella… Vívela

¿Y cómo se supone que voy a hacer eso, señora? –Pensó en voz alta- Atado con grilletes, no sólo a una niña mimada, sino también a mi padre oportunista -Incapaz de resolver su dilema, cerró los ojos y dejó que el aire frío con sal le golpeara la cara y aliviara la ira que aún vibraba en su interior.

Cuando los abrió de nuevo, un destello de color le llamó la atención y apartó la mirada del horizonte en busca de ello. Una mujer estaba sentada en un banco, cerca de los rieles laterales del puerto, en el paseo de la tercera clase, una cubierta debajo de la suya. Llevaba un libro abierto en el regazo y una alegre sonrisa en su cara bonita, producto de las travesuras de sus dos compañeros. En contraste con su atuendo sencillo, llevaba un brillante pañuelo rojo atado con soltura sobre los hombros, con las borlas de las puntas ondeando al viento.

Lucius se habría burlado de una escena tan acogedora, tan seguro de su superioridad con respecto a los emigrantes de tercera clase que compartían su paso. Pero había algo en esta muchacha que llamaba la atención de Draco. Se apoyó en la barandilla y la miró detalladamente, cautivado por su porte elegante, algo inusual en una mujer de su estación.

No hay absolutamente nada especial en ella, pensó. No era hermosa, o al menos no de la manera glamorosa en que Astoria lo era. Ella tenía una dulce mirada, y una abundante cabellera suelta cayendo sobre sus hombros. Era bonita, nada más.

Pero no pudo resistir la tentación de imaginar. ¿Se vería esta mujer tan hermosa como su prometida si se vistiera con sedas y terciopelos y adornara con joyas sus rizos castaños? ¿Se movería con la gracia de una bailarina en zapatos de piedras preciosas como lo hacía en las botas de cuero que podía ver debajo del dobladillo de su falda?

¿Cómo sabrían sus labios carnosos color rosa después de un sorbo del mejor champagne?

Se obligó a sacudir la cabeza, frustrado por la dirección desfavorable que estaban tomando sus pensamientos, a pesar de que tuvo un momento de humor negro imaginando a Lucius viéndolo entretenido, de un modo muy poco disimulado, con una mujer, a pesar de su falta de riqueza. Sin embargo, él seguía mirándola, aunque su imaginación lo llevara a terrenos más indecentes.

Los hombres estaban, claramente, compartiendo con ella una narración de esas anécdotas a las que se recurre para impresionar a los demás, ella sin interés había vuelto la vista a su libro, pero antes miró hacia arriba y chocó con sus ojos, ruborizándose de inmediato. Draco podía ver sus mejillas rosadas a pesar de la distancia. Ella apartó la mirada y separó los labios para tomar lo que parecía una respiración estabilizadora y presionándose con una mano el pecho. Luego, volvió a mirarlo con valentía, la expresión en su rostro sólo se podría llamar un reto.

Draco sonrió. Ella no era una muchacha ignorante en el país, aunque el libro en su regazo era una clara pista de su inteligencia, ahora podía ver esa brillantez reflejada en sus ojos. Había astucia en su mirada audaz, pero no la astucia de coquetería que se adaptaba a mujeres como Astoria. Ella lo miraba como si estuviera mirando a un igual, o incluso, podía jugarse, como si fuera superior. Curiosamente, la idea le animó.

Se tocó con la punta de los dedos la frente, y asintió con la cabeza a manera de saludo, lo que sólo hizo más profundo el rubor en la muchacha, que luego, volvió la vista a su libro y con una mano acarició inconscientemente sus rizos rebeldes por la brisa. Mantuvo los ojos firmemente en la página frente a ella, aunque Draco estaba seguro que todavía estaba pendiente de él.

-¡Ahí estás! Draco, te he estado buscando por todas partes

Draco se puso rígido por el sonido de la voz de Astoria, pero educadamente, cambió sus rasgos a una máscara de amabilidad suave y se volvió hacia ella.

-Astoria, querida –Tomó la mano que ésta le ofrecía y le besó el dorso de sus dedos enguantados- Estaba admirando la… la vista –Lanzó una mirada subrepticia a la mujer desconocida, pero seguía con la mirada fija en su regazo

-¿Vista? Son millas y millas de agua, Draco. No hay nada para ver. Creo que odiaría vivir cerca del agua –mencionó Astoria, con una expresión de aburrimiento extremo- Papá dice que hay mansiones preciosas en Park Avenue, sería un buen sitio para vivir.

-Astoria, voy a ser un socio junior en Haversham y Finley, no estoy seguro que vayamos a tener los medios para vivir en el gran ejemplo de estilo

Astoria lo interrumpió con un gesto desdeñoso de la mano –Oh, papá nos va a comprar lo que yo le pida. Si yo quiero vivir en el Park Avenue, lo haré

El mismo sentimiento enfermizo que Draco había sentido antes, rugió de nuevo. No era suficiente que Lucius lo hubiese vendido al mejor postor, el encima tener que ser manejado por su prometida, era más de lo que Draco podía aceptar.

Se mordió los labios, sabiendo que de hacer lo que deseaba enviaría a llorar con su madre a esta mujer que apenas soportaba.

-Vamos a ver, Astoria. No quiero estar aún más en deuda con tu padre desde antes del principio de nuestro matrimonio –dijo finalmente, pero Astoria se echó a reír.

-Oh, Draco, no seas absurdo. Nunca vas a liberarte de las deudas con mi padre, él te está dando a su hija menor, aún cuando sin dudas ésta se merece un marido de una posición social más alta de la que ustedes disfrutan actualmente –Ella metió la mano entre su brazo y le acarició la mejilla –No pongas esa cara, sabes que es verdad. Ahora, ven, mi padre y el tuyo quieren presentarnos al señor Straus, él es dueño de algún tipo de tienda en Nueva York y al parecer es bastante rico… ha prometido recomendarnos un agente inmobiliario que nos mostrará propiedades en los mejores barrios…

Draco sintió ganas de vomitar y fue sólo por su gran fuerza de voluntad que pudo mantener su máscara amable. Antes de que Astoria, que seguía hablando sobre Park Avenue y mansiones en los grandes barrios, pudiera llevarlo lejos, Draco miró sobre su hombro a la mujer que había capturado su imaginación.

Ella lo miraba con una expresión curiosa, pero antes de que pudiera descifrarlo, Astoria lo había apartado.

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El Titanic echó el ancla frente a la costa de Irlanda a las 11:30 am y de pronto se le unieron dos naves pequeñas de donde se transportaron algunos pasajeros más y grandes bolsas de correo con destino a Estados Unidos.

Hermione se quedó observando por largo rato, para grabar todo lo visto en su diario, pero cuando sonó el clarín para el té de la tarde, se vio obligada a dejar el libro y la pluma y a bajar de la cubierta.

Se encontró a Harry y Ron en la sala de la sección fumadores de la tercera clase, jugando a las cartas. Viendo que no podía tentar a los hombres para tomar el té con ella, se fue en busca de otras formas de entretenimiento, encontrándose con la biblioteca del barco.

Sin poder creer su buena fortuna, Hermione se detuvo antes de entrar en la habitación. A pesar de ser más liberal que la mayoría de los barcos de la época, el Titanic todavía conservaba una estricta separación entre las clases, y con su billete de tercera, Hermione estaba bastante segura que esa preciosa habitación no era para el deguste de los pasajeros de su clase.

Sin embargo, la sala estaba vacía. Hermione se acercó a una de las grandes estanterías con fachadas de vidrio. La mayor parte de los volúmenes que había eran novelas populares de la época y que ella ya había leído, para su desgracia. Pero justo cuando estaba a punto de darse por vencida, se encantó al encontrar la última novela del francés Hodgson Burnett, "El Jardín Secreto"

Felicitándose a si misma por su suerte, tomó el libro, una silla cerca de la ventana, y se dispuso a leer.

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11 de abril 1912
En el mar

La cena comenzó bastante bien.

Draco estaba sentado en una mesa grande y ovalada, cerca del centro del comedor de la Primera Clase, junto con Lucius, Severus, Astoria y sus padres, Margaret Brown, el Sr Kent y el Sr Hayses, y otra pareja de ancianos apellidado Strauss, que, como le había informado alegremente Astoria, era dueño de una tienda de departamentos de lujo en Manhattan llamado RH Macy & Co.

Todos los presentes vestían sus mejores trajes, las mujeres llevaban sedas y pieles, y gemas lo suficientemente brillantes para llenar el departamento de joyería de la tienda de Mr Straus; y los hombres completamente rígidos en sus cuellos almidonados y corbatas de arco blancas. El aire se llenó con el sonido de los corchos de champagne y el tintineo de las copas de cristal de los ricos felicitándose mutuamente por su buena fortuna.

Con su actual estado de ánimo, fue suficiente para poner a Draco enfermo.

Dio las gracias al camarero que volvió a llenar su copa de champagne, y mientras bebía se preguntaba si debía ir más despacio; era su tercera copa y estaba en camino a emborracharse completamente.

Los comensales ya iban por el cuarto bocado, pero el apetito de Draco había huido hacía tiempo, ya que la conversación se había vuelto cada vez más arrogante, con Lucius a la cabeza, con su auto clamada superioridad, dominando la discusión.

Astoria regalaba a las señoras los detalles de su boda, y, si sus matemáticas eran correctas, el precio ya estaba en las cinco cifras.

Draco levantó la mirada de su pescado intacto, y se encontró con la simpática mirada de la señora Brown. Ella puso los ojos en Lucius y le dedicó una sonrisa a Draco, que por más que lo intentó, no pudo encontrar una que darle a cambio.

Recogió el tenedor y con él cortó el tierno pescado, pero su estomagó protestó enseguida, por lo que lo empujó hacia un lado del plato. Al instante, un camarero estaba su lado para recoger el plato, y otro para ofrecerle más champagne, el cual Draco aceptó gustoso.

-Draco, ya es suficiente –Lucius hizo un gesto al camarero- No más champagne para mi hijo… tiene un estómago débil al alcohol y no quiero que se descomponga antes de que llegue el plato principal.

Antes que Draco pudiera apoderarse de su copa, el camarero ya la había retirado. Apretó los labios con fuerza, el trato ofensivo de su padre provocó la ira en su interior

-Padre, mis disculpas, pero no creo… -dijo secamente, pero Astoria eligió ese momento para hablar, interrumpiéndolo.

-Bueno, yo no toleraré los excesos una vez que nos casemos, es un mal ejemplo para los niños, y creo que…

La voz de su prometida se desvaneció en el silencio de la cacofonía de cristal, porcelana, plata y vanidad.

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La Luna recién comenzaba a aparecer sobre el horizonte, pero era tan delgada que dejaba como única luz en el cielo el arco de brillantes constelaciones. Todo estaba tranquilo en la popa de la nave, los sonidos lejanos de las risas y la música no eran suficientes para romper el silencio pacífico que se había formado en la gran nave.

Después de una cena ligera, Hermione había tomado lo que se destinaba a ser una breve siesta, pero debe haber estado más cansada de lo que había pensado, ya que había despertado a las once y cuarto. Sus tres compañeras de cuarto –una mujer italiana y sus dos hijas- se habían dormido, por lo que se vistió en silencio y salió de la cabina.

Una vez más, se encontró con Harry y Ron en la sala de fumadores, absortos en otro juego de cartas. Después de tomar una taza de té, se quedó viéndolos jugar un poco, pero pronto se aburrió y decidió salir a caminar.

Hacía frío, por lo que se alegró de haber tomado un abrigo y los guantes que su abuela le había tejido antes del viaje. Evitando las zonas de clases públicas, Hermione caminaba de regreso a la popa y se inclinó en la barandilla por algún tiempo mirando la agitación provocada por las triples hélices de bronce del Titanic.

Había varias filas de bancos de madera cerca, eligió uno que le daba una vista sin obstáculos, se sentó y sacó su diario. Escribió acerca de su exploración por el barco y de las muchas personas que había conocido, sobre todo del hombre rubio que le había sonreído tan coquetamente justamente esa tarde.

Suspiró con nostalgia, sus pensamientos se habían basado en él todo el día, hasta que incluso Harry le había bromeado por sus sueños de niña. Sin embargo, había algo en aquél hombre, un sentido de profundo misterio que había capturado su curiosidad, por lo que le había dedicado varias páginas a una historia de fantasía producto de su corazón romántico.

Se preguntó a sí misma sobre la hermosa mujer que lo acompañaba. Evidentemente se trataba de su esposa o prometida, considerando por su íntimo comportamiento para con él. Los dos eran de buena clase, a juzgar por su vestimenta y sus modales, estaban entre los privilegiados, y Hermione no podía dejar de cultivar la semilla de los celos en su pecho por la mujer de cabello oscuro que se había comprometido con ese hombre.

Cerró el cuaderno, por fin. Apretó el cuello de su abrigo y se recostó en el banco. Su padre le había enseñado las constelaciones desde muy temprana edad, y ahora las reconocía fácilmente: Cygnus, Aquila y su brillante estrella Altarir, la Osa Menor, y su favorita: la constelación de Draco.

Mientras observaba las estrellas sobre ella, oyó pasos acercándose con rapidez.

Ya sentada, se sorprendió al ver a un hombre agitado por el desgaste, con la cabeza gacha y los puños apretados a los lados. Balanceando las piernas desde el banco, ella miró con curiosidad como éste se apresuró hasta la barandilla, inclinándose al punto de dejar a Hermione sin aliento, en estado de shock, con miedo de que su impulso lo llevara por la borda.

Mientras miraba, se cubrió la boca con su mano enguantada, se enderezó y las luces del barco resplandecieron en el cabello rubio del hombre. Su corazón comenzó a latir cuando el dueño de sus pensamientos de todo el día, subió a la barandilla, balanceando una pierna y luego la otra sobre esta.

Podía ver el agarre, con los nudillos blancos, sobre la barra de hierro, pero cuando miró su cara, le sorprendió ver la resignada desesperación que reflejaba.

Antes que pudiera formar otro pensamiento, se había incorporado dejando caer su diario en la cubierta y provocando un ruido sordo.

-¡Detente!


N/T: Y he aquí el final del primer capítulo. ¿Qué les pareció?

Cuando leí esta historia y se los comenté a las chicas de mi grupo en Facebook, muchas mostraron interés en leerla en español. Así que prometí encargarme de la traducción, y con el permiso otorgado por bunney, su autora, aquí estoy cumpliendo mi promesa.

Es admirable el trabajo que ella se tomó en investigar acerca del Titanic, desde la separación de clases económicas, hasta su estructura. Espero que disfruten de la historia tanto como lo he hecho yo en su momento y ahora a la hora de traducirla.

Como en este mes, Abril, saldrá la remake en 3D de la tan famosa película, me pareció un buen momento para hacer la publicación. Son 5 capítulos y publicaré una vez por semana, abarcando así todos los domingos del mes... como si fuera una cita :P

Espero que les haya gustado el comienzo de esta adaptación, y por supuesto me lo hagan saber por medio de un review!

Un beso para todxs.

Ilwen (01/04/12)