Este fic está basado en "La aventura del cliente ilustre", pero dándole un ligero "twist" a la trama. Sherlock Holmes y sus personajes son propiedad de Sir Arthur Conan Doyle. Las situaciones y personajes provenientes de la adaptación moderna de este clásico pertenecen a Mark Gatiss y Steven Moffat.

Capítulo I

El caso parecía ser el más sencillo de todos. Un cliente se había presentado en Baker Street solicitando la ayuda de Sherlock. El hombre en cuestión, que aparentemente era de clase alta, venía representando a un amigo suyo, Ronald Merville, dueño de una empresa de exportaciones e importaciones.

Su hija, Violet, se había prendado de Adalbert Gruner, un hombre famoso por su belleza y fortuna, pero también por el misterio que siempre le rodeaba. Se rumoraba que tenía negocios ilícitos y que estaba muy bien conectado con cabezas importantes del bajo mundo criminal, además de que había estado casado en dos ocasiones anteriores, pero sus esposas habían muerto de manera misteriosa. La policía había determinado que esos decesos habían sido accidentes, pero todo mundo sospechaba que Gruner las había matado, logrando evadir a la ley con facilidad. La fama de Gruner en el ámbito criminal era extensa y según decían algunos, bien merecida. Había quienes lo catalogaban como un monstruo de hermoso aspecto, alguien peligroso con el cual era mejor no toparte nunca o no hacerlo enojar. Los pocos que habían sobrevivido a su paso habían quedado hechos una piltrafa, en especial las mujeres que habían tenido el infortunio de enamorarse de él y entregarle todo. Gruner las había usado, exprimiéndolas por completo de su auto respeto, seguridad y dignidad, dejándolas con la vida totalmente destruida… si es que las dejaba con vida.

Y ahora aquel hombre de fama terrible había puesto sus ojos en aquella ingenua chica, la cual estaba perdidamente enamorada de él, a tal grado que no escuchaba razones ni daba crédito a lo que los demás pudieran decir sobre su amado, ni siquiera si el que se lo decía era el propio padre de la joven. Por más que trataban de hacerle ver la verdad, de abrirle los ojos con respecto a quien era en realidad ese hombre, la chica simplemente les ignoraba y continuaba manteniendo su relación con él, de modo que un día ocurrió lo que todos temían, Gruner le había pedido matrimonio y la joven enamorada aceptó de inmediato, sumiendo a su padre en la más terrible depresión ante aquella alocada decisión.

Es por eso que el ilustre visitante se hallaba en Baker Street. Deseaba que Sherlock pudiera investigar a Gruner de modo que obtuviera toda la evidencia posible que lograra que la chica abriera los ojos. Casi le rogó desesperado que aceptara el caso, pues no soportaba pensar en que su amigo muriese de tristeza y la chica (que era casi una hija para él, pues la había visto crecer) se hallara en riesgo de morir en manos de aquel criminal. John consideraba que el caso debía tomarse por salvar a una joven dama, pero Sherlock lo tomó por el reto, pues Adalbert Gruner había resultado ser un hombre muy inteligente, astuto y escurridizo que sabía ocultar sus crímenes de manera magistral, no era James Moriarty, pero su fama bien valía su interés, por lo que él deseaba saber cómo lo había hecho.

Tenían un límite de tiempo, ya que la fecha de la boda estaba muy próxima, por lo tanto se habían entregado de lleno al caso. Sherlock logró contactar con viejos socios de Gruner, algunos se habían alejado de él, temiendo por sus vidas, pues la relación con "El barón", como le conocían en el mundillo, se había tornado tan turbia y peligrosa que era mejor poner tierra de por medio. También había encontrado a viejas amantes de Adalbert, chicas tan destruidas moral y espiritualmente que se notaba incluso en sus rostros ajados por la angustia y el sufrimiento. Siguiendo aquellos rastros de despojos humanos que "El barón" había dejado a su paso, pronto el detective pudo hacerse de las pruebas necesarias y de hasta más, pues incluso una de las ex amantes de Gruner, la señorita Kitty Winter, le había entregado a Sherlock una USB donde se hallaban documentos muy comprometedores y que ella había llevado consigo cuando logró abandonarlo.

Pero hombres como Adalbert Gruner son presas peligrosas y difíciles de cazar. Este había buscado a Kitty desde que notó la falta de la USB, pero cuando se enteró de que Sherlock se hallaba sobre sus pasos, se encolerizó. Consciente de la fama del detective consultor, sabía que sería solo cuestión de tiempo para que interviniera y diera con la mujer, si no es que hasta con el resto de sus enemigos, arruinando su compromiso con Violet o incluso enviándolo a prisión. No podía permitirlo, no podía ir a la cárcel y tampoco podía perder el compromiso con la hija de Merville, un matrimonio que dicho sea de paso necesitaba con urgencia, pues para el nuevo negocio que traía entre manos requería tener acceso a la empresa del padre de la chica, ¿y qué mejor manera de lograrlo que estando casado con ella? Adalbert deseaba dejar a Sherlock fuera del caso y al mismo tiempo dar un mensaje a todo aquel que pretendiera meterse en sus asuntos (como el padre de la chica o su amigo).

Por ese motivo puso sobre la pista del detective a dos de sus matones a sueldo con el fin de que se deshicieran de él, y esta oportunidad se presentó cuando Sherlock y John salían a toda prisa de Baker Street con rumbo a Scotland Yard. Faltaban cinco días para la boda. Sherlock y John iban a entregar la USB a Lestrade para lograr encerrar a Gruner y desencantar a la Señorita Merville con respecto a su prometido.

No habían ni avanzado una cuadra cuando los enviados de Adalbert les salieron al paso.

Amenazándolos discretamente con pistolas, les forzaron a dirigir sus pasos hacia un callejón cercano. Tanto Sherlock como John obedecieron, pero buscando la oportunidad de librarse de sus captores. Por fin, ambos vieron su oportunidad y haciendo uso, uno de sus conocimientos de combate militar y el otro del baritsu, lograron que los matones soltaran sus armas. Pero obviamente la gente de Gruner no era de la que salía huyendo con facilidad. Al verse despojados de sus pistolas se lanzaron contra Sherlock y John, armados ahora con navajas, dando inicio a un combate aún más feroz. Nuevamente, pero con algo de esfuerzo, el detective y el ex militar lograron despojarlos de sus armas, enfrascándose aún más en la pelea cuerpo a cuerpo, la cual se había tornado aun peor.

John molía a golpes a su oponente, cuando el otro sujeto dio un fuerte puñetazo al detective en la cara, haciéndole caer de espaldas, aturdido e indefenso. El tipo se apresuró a buscar su cuchillo para así terminar el trabajo. John, al verlo dio un apresurado golpe a su contrincante para desembarazarse de él y se lanzó a detener al otro. El fuerte pitazo de un silbato de policía hizo que ambos matones pusieran pies en polvorosa. John se debatía entre ir tras ellos o ayudar a su amigo. Al final optó por la segunda opción. El policía por su parte, llamó por radio a sus compañeros, poniéndolos sobre la pista de los matones y pidiendo el apoyo de una ambulancia. Ambos hombres habían sido llevados al hospital, pese a la negativa de Sherlock.

Lestrade, al enterarse de que Sherlock y John se hallaban en la unidad de emergencias del St. Barts se presentó en el acto, preocupado por sus dos amigos, temiendo que algo grave pudiese haberle ocurrido a Sherlock (pues la información que tenía sobre el ataque era muy vaga, solo sabía que dos tipos armados los habían atacado), claramente esperaba lo peor. Su alma descansó cuando al acercarse más a uno de los cubículos escuchó la voz del detective. Al asomarse pudo ver a Sherlock sentado en una camilla, alegando con el médico que le atendía.

-¿Podría quitarme eso de la cara? Estoy bien, ya se lo dije…-

-Lo siento, Señor Holmes.- Insistía el galeno con un dejo de impaciencia en la voz.- Es solo por rutina, debemos revisar que realmente todo esté bien.-

-Ya lo dije, estoy bien, no necesito que…-

-Sherlock.- Le llamó John con un tono de advertencia en la voz. El detective giró la cabeza para mirarlo.-Déjalo terminar.-

Sherlock bufó exasperado. Cruzándose de brazos como un chiquillo en una rabieta, volvió a girar el rostro para quedar de frente al médico y permitir que este terminara su examen.

-Me da gusto saber que se encuentran bien.- Interrumpió Lestrade con una sonrisa de alegría y alivio en el rostro. John al oírlo se giró para verlo, correspondiendo a la sonrisa y saludándole amistosamente.

-Sí, corrimos con suerte.- Dijo el ex militar. Su rostro presentaba algunos leves moretones, pues la gran mayoría de los golpes los había recibido en el resto del cuerpo, pero para su fortuna no había costillas rotas ni fracturas que lamentar. Su vasta experiencia en combate le había permitido salir bien librado del ataque.

-Sí, suerte, suerte.- Replicó el detective desde la camilla.- Es bueno que estés aquí, así me ahorras el viaje.-

Lestrade arqueó una ceja sin comprender.

-Íbamos a Scotland Yard cuando esos sujetos nos interceptaron.- Le aclaró John.-Hay algo que debemos darte.-

-Adalbert Gruner.- Añadió Sherlock.- Culpable del homicidio de sus dos esposas entre otras tantas "maravillas".-

-Es un pájaro de cuenta que ha evadido a Scotland Yard por años.- Dijo John.

-Sí, y como siempre, al final me toca hacer tu trabajo.- Agregó Sherlock. Lestrade rodó los ojos y torció la boca, definitivamente el detective ya se encontraba bien.

-¿Tienes pruebas?-Inquirió el inspector de Scotland Yard.

-No, solo íbamos a tu oficina para sacar conjeturas sin fundamento.- Replicó Sherlock, dedicándole una sarcástica sonrisa. Tomó su abrigo (pues le habían hecho quitárselo para los exámenes, dejándolo a un lado suyo) y buscó en uno de los bolsillos interiores.-Por supuesto que tenemos pruebas, no íbamos a trasladarnos hasta….-El detective abrió los ojos a todo lo que daban.

-Sherlock, ¿qué ocurre?- Preguntó John.

-No está.-

-¿Qué no está?- Quiso saber Lestrade.

-La memoria con las pruebas, ¡no está!- Exclamó el detective casi colérico. Tomó al doctor por las solapas de su bata, con fuerza.

-¡Oiga!-

-¡¿Dónde está? ¡¿Dónde la tiene?-

-¡Yo no tengo nada, lo juro!- Se defendía el médico de las acusaciones. Sherlock le observó unos segundos y lo soltó, por su rápido examen le quedaba claro que decía la verdad.

-Los paramédicos.- Aventuró, bajando de la camilla con su abrigo en la mano y encaminándose hacia la puerta del cubículo.- ¡Quiero ver a los paramédicos que nos atendieron!-

-Es imposible.- Respondió el doctor.- En cuanto les dejaron a ustedes, partieron para atender otra llamada.-

-Eso o volvieron con Gruner.- Musitó Sherlock molesto. Dio un golpe a la camilla con el puño, enfurecido.

-Sherlock, no hay ninguna prueba de que los paramédicos trabajen para Gruner.- Le trató de tranquilizar John.

-Quizá se cayó en medio de la pelea.- Dijo Lestrade, pensando en que bien podría ser una válida teoría.

Sherlock que aun parecía perdido en sus pensamientos, pareció reaccionar. Colocándose su abrigo comenzó a andar rumbo a la salida.

-¡Aun no puede irse!- Gritaba el doctor.- ¡No le he dado los medicamentos… las indicaciones!-

-No se preocupe, yo me haré cargo.- Le aseguró John, comenzando a avanzar tras su amigo.- ¡Gracias por todo!- Alcanzó a decirle a su colega para luego salir corriendo tras Sherlock. Lestrade ya había salido antes que John. Ambos lo alcanzaron afuera del hospital.

-Adalbert Gruner va a casarse con la hija del Ronald Merville en cinco días. Esas pruebas son lo único que puede evitar la boda.- Decía Sherlock a Lestrade cuando este y John lo alcanzaron.

-Bueno, si volvemos al lugar de la agresión quizá aún la encontremos.- Replicó el inspector, parando un taxi para que los llevara de vuelta al lugar del ataque.

No tardaron mucho en llegar al callejón e iniciar la búsqueda, pero era en vano. Por más que peinaron la zona no había ni rastro de la pequeña USB. El detective consultor estaba hecho una furia.

-Tiene que estar por aquí.- Insistía John, aun buscando en cada rincón del callejón.

-No, si conozco a Gruner como lo conozco ahora, no mandó a esos tipos solos. Debió enviarles un respaldo por si ellos no podían con el encargo, esos debieron recogerla si es que se cayó o quizá los paramédicos…-

-Basta con los paramédicos, ellos solo se dedicaron a atendernos.-

-¿Estás seguro?-Inquirió Sherlock con ironía.

-Hasta donde yo sé, sí… es decir, no vi que hicieran nada extraño.-

Sherlock soltó un exasperado gruñido.

-¡Pero tú solo ves, no observas!- Agregó, revolviendo después sus rizos con su mano en un gesto desesperado. ¡Si tan solo no se hubiera encontrado tan aturdido cuando esos tipos los recogieron!

-Bueno, debes tener una copia de esos archivos, ¿no es así?- Dijo Lestrade con un suspiro de desaliento ante la infructuosa búsqueda.

-Sí, lo he dejado en Baker Street, ¡pero ese no es el punto, el punto es que…!- Nuevamente el detective guardó silencio, con la mirada perdida como si hubiese caído en cuenta de algo. Tanto John como Lestrade se miraron el uno al otro para luego mirar de nuevo al detective.

-Sherlock… ¿Qué ocurre?-

-¡Gruner!- Soltó y salió corriendo sin más. El inspector y el ex militar salieron detrás de él.

-¡Sherlock! ¡¿Qué pasa?- Quiso saber John sin perder el paso.

No se hallaban lejos del 221 B de Baker Street, por lo que no tardaron en ingresar en el lugar. El piso se hallaba vuelto de cabeza, claramente alguien había estado ahí haciendo un registro. Por suerte, la señora Hudson no se encontraba presente, si no, quien sabe cómo la habría pasado.

Sherlock dio un golpe a la pared, verdaderamente enojado. Era lógico que alguien tan inteligente como Gruner no se conformara con robarle la información que el detective trajera encima, sino que sabría que había dejado una copia en algún lugar de su apartamento. Debió pensarlo antes y volver primero a Baker Street, al parecer el golpe recibido aún lo tenía aturdido de no ser así, lo habría meditado con anterioridad.

Gruner le estaba ganando la partida, y no había nada que Sherlock odiara más que perder.

-No importa, podrás volver a reunirlas todas, ¿no es así?- Trató de animarle Lestrade. John le hizo una señal al inspector con la mano, indicándole que mejor no se dirigiera al detective en ese momento. El ex militar conocía perfectamente el carácter de su amigo y sabía que en momentos como estos estaba de más el tratar de darle "consuelo", pues cuando las cosas se le ponían en contra solía volverse muy irascible y John deseaba evitarle a Greg un mal rato.

Sherlock no dijo nada, solo estaba ahí. Su espalda recargada contra la pared, junto a aquella "cara feliz" hecha a balazos, con la mirada fija en el piso y el ceño fruncido. John pudo ver que su mente se encontraba trabajando al cien por ciento, y en ese caso la recomendación de silencio hecha a Lestrade tomaba un doble valor. Era mejor dejarlo trabajar sin interrupciones.

-Sí, tengo un plan "B".- Murmuró Sherlock tras un largo rato de silencio, como si retomara una conversación que no había sido interrumpida en lo absoluto. Comenzó a andar por la habitación, recogiendo un poco de aquel desastre que los hombres de Gruner habían dejado- Me costará reunirme con los testigos nuevamente, obtener algunas pruebas perdidas… tengo algunos ocultos en un lugar seguro, pero quizá también pueda convencer a algunos de los ex socios de Gruner con los que hablé para que atestigüen en su contra si es necesario y… ¡Oh, no! ¡Kitty!-

-¿Quién?- Inquirió Lestrade. Al mismo tiempo, John abría los ojos con horror, pensando lo mismo que su compañero.

-Tienes que enviar una unidad...- Dijo Sherlock apresuradamente, garabateando una dirección en una hoja de su cuaderno de notas y entregándosela al inspector.- Esa mujer está en peligro, así como han venido aquí seguro habrán ido a buscarla, si no es que…-

Guardó silencio y se llevó la mano a la cabeza, cerrando los ojos. John y Lestrade se alarmaron.

-Sherlock, ¿Estás bien?- Inquirió el ex militar, preocupado, acercándose para atenderlo si era necesario. Era obvio que aún se resentía del golpe recibido durante la pelea.

-Sí, estoy bien, fue solo un mareo.-

-Será mejor que descanses, por ahora ya no puedes hacer nada.- Sugirió Lestrade.-Mientras tanto me haré cargo de esto.- Añadió, mostrando la hoja que Sherlock le había dado. Hizo una seña con la cabeza a John, que claramente quería decir "cuídalo", a lo que John asintió con obviedad, estaba de más que Greg le pidiera eso. El inspector salió de Baker Street.

-Será mejor que te revise, saliste corriendo antes de que el doctor de urgencias terminara el examen.- Dijo John, ayudándolo a sentarse en un espacio vacío del sofá, tras lo cual se disponía a ir por su maletín.- Los golpes en la cabeza son algo muy delicado y no deben tomarse a la ligera por…-

-John…- Murmuró Sherlock, bajando la mano que había llevado a su cabeza tras el mareo, con la mirada perdida frente a él.-

-¿Sí? ¿Qué ocurre?- Preguntó John con ligera premura, regresando sobre sus pasos.

-No veo.- Respondió el detective con sequedad.

John se quedó helado al escuchar sus palabras.