Ranma no me pertenece pertenece a Rumiko Takahashi.

La canción "Entre flores" tampoco es mía, pertenece al grup Efecto mariposa. Si no sabéis cual es la canción sólo os diré que es muy triste y os recomiendo que no la escuchéis.

Aquí vuelvo con otro fic, otra vez con una canción y otra vez con mis niños Ranma y Akane, espero que os guste pero os advierto que será triste ya que por ahí en un review me pidieron algo con drama y es lo que estoy intentando. ¡Pero no os preocupéis porque el romanticismo sigue asegurado! Y dicho esto...


*** ENTRE FLORES ***


Te llevas mi sonrisa,

te dejas todo lo demás.

Y entre tú y yo tan sólo flores.

Sigo sin entender qué hago aquí todas las tardes – comenta Ranma poniendo el pie derecho sobre su pierna izquierda, harto de estar sentado en esa silla tarde tras tarde. Vaya silla incómoda.

Si ella está así es por tu culpa y lo sabes – le reprocha Nabiki des del umbral de la puerta de la habitación de Akane. La mirada de Ranma se dirige rápidamente hacia ella. ¿Cómo es posible que Nabiki lo sepa?

¡Nabiki! – la regaña Kasumi mientras recoge el termómetro de una Akane dormida – Eso no es así. Vaya, la fiebre sólo ha bajado unas décimas, habrá que tener paciencia – sonríe tristemente Kasumi –. Llamaré a Tofú para decírselo, Ranma quédate aquí por si despierta y necesita algo.

Ranma asiente, a Kasumi no se le puede negar nada. Ahora ya sabe lo que hace ahí y se lo tiene merecido. Lleva tres días así. Otra tarde larga y aburrida viendo dormir a Akane. Pero como dice Nabiki es culpa suya y se lo tiene merecido. Con esos cinco días hace ya dos semanas que Akane no le dirige la palabra.

Las dos muchachas salen de la habitación cerrando la puerta y dejando a un Ranma culpable mirando a Akane. Se la ve tan pálida. Tan frágil. Más delgada. Muy inmóvil. Demasiado blanca. Sin vida. Casi como si estuviera…

Zarandea su cabeza queriendo quitar esos pensamientos de su cabeza. Da un vistazo hacia Akane y con el dedo meñique se quita una gotita que amenazaba salir de su ojo. ¡No! Akane nunca lo abandonará y menos por culpa de una simple pulmonía.

Mira por la ventana. Otro frío día de febrero, caen algunos copos de nieve. No sabe si le gusta la nieve, antes le gustaba, no se convierte en chica con la nieve, con la lluvia sí, detesta la lluvia. El verbo detestar se queda corto, sería más apropiado el verbo odiar. Quizás la nieve también la odie, hace que haga más frío y Akane está así por coger frío. Se levanta y la arropa, le entran ganas de besar su frente. Lo hace, al fin y al cabo nadie lo ve y ella sigue siendo su prometida. Está muy caliente.

Ponte buena marimacho, todo es más aburrido sin ti – le susurra y se vuelve a sentar en la silla recordando porque Akane se encuentra en esas condiciones.

Estaba estudiando muy concentrado en su habitación. Aquella charla que tuvo con Nabiki antes de empezar la universidad caló muy hondo dentro de él. "Llevar el dojo no es sólo cuestión de ser un buen maestro de artes marciales y sino mira al maestro Happosai o a nuestros padres. Esto es una empresa familiar y tú tendrás que ser responsable con ella. Piensa en el futuro de mi hermanita cuñado, ella será infeliz con un hombre que no sepa llevar las cuentas…" Condenada Nabiki, vaya lavado de cerebro le hizo.

Desde entonces estudiaba todos los días como un jabato, pero el sonido del teléfono lo distrajo. Al ver que nadie lo cogía se levantó decidido a hacerlo para acabar con ese sonido estridente. Al salir vio a Kasumi limpiando sus manos en el delantal que iba directa al teléfono. Estaría fregando los platos por eso tardaba.

Casa de los Tendo – dijo al descolgar – claro que sí, tú tranquila Kane que alguien te lo llevará. Hasta luego cariño, nos vemos en la cena.

Pensó que Akane estaría en la facultad haciendo uno de esos trabajos en grupo para la clase de organización escolar. Pensó que se había dejado algún libro importante. Pensó que alguien se lo llevaría. Pensó que él no porque hacía días que no se hablaba con Akane. Pensó en aquel maldito San Valentín. Pensó que si no hubiera sido por aquel examen de economía que le robaba el sueño no se habría olvidado de comprar aunque sólo fuera una flor para ella. Pensó que con una simple flor ella hubiera sido feliz. Pensó, pensó, pensó y pensó sin saber que todo aquello eran simples suposiciones.

Se colocó los cascos de nuevo, hacía tiempo que había descubierto que la música le ayudaba a concentrarse. La música amansa a las fieras. Entre canción y canción oyó a alguien hablando. Retiró los cascos y reconoció la voz de Kasumi.

– … y deberías ordenar la habitación, no se cómo te concentras con tanto desorden. ¿Harás lo que te he pedido verdad? – preguntó dándole un paraguas.

Lo haré. – Dijo cogiendo el paraguas, no sabía que fuera suyo pero si Kasumi se lo daba era porque quería que lo guardara.

Volvió a ponerse los auriculares y ordenó antes de seguir estudiando. Necesitaba descansar un rato para poner en orden su habitación y sus pensamientos. No creía que él debiera pedir perdón. En San Valentín el bofetón se lo dio ella a él. Se tenía que disculpar ella.

El mp3 se había quedado sin batería y hacía rato que el único sonido que acompañaba a Ranma era el de la lluvia. La noche había llegado trayendo con ella una gran tormenta. Decidió que ya llevaba demasiado tiempo encerrado y se dirigió al comedor cuando le llegó aquel aroma a cena recién hecha gentileza mamá Nodoka y Kasumi. Al salir vio entrar a Akane por la puerta principal mojada de pies a cabeza. Lo miró y emitió una especie de gruñido mientras tiritaba.

Akane, Ranma ¿ya habéis llegado? – gritó Kasumi des del comedor – la cena ya está lista.

¿Habéis llegado? ¿De dónde se supone que tenían que llegar los dos juntos? Entonces su cerebro encajó las piezas: el paraguas, el "¿Harás lo que te he pedido?", la gran tormenta y las ropas mojadas de Akane. Entendió el malentendido y supo que ese "alguien te lo llevará" en realidad era que él le llevaría un paraguas.

Quiso disculparse por el malentendido pero su cerebro siguió montando el puzzle y le recordó el bofetón de Akane cuando se enteró que los bombones de San Valentín no los había comprado él sino Ryoga.

Él no quiso mentirle, pero se la veía tan feliz con aquella caja en forma de corazón que él no había comprado. Akane creyó que su prometido había tenido por fin un detalle con ella y se la veía tan radiante.

No quería herirla por eso se lo explicó a Ryoga y le pidió que no le dijera nada a Akane. Ryoga que seguía medio enamorado de Akane y quería lo mejor para ella aceptó. Ranma le pagó los bombones y sintió un gran alivio. Alivio que duró poco ya que esa misma noche Akane supo la verdad.

Su "gran amiga" Ukyo le había explicado todo a Akane porque no soportó la idea de que Ranma y Akane pudieran dar un paso más en su relación. Hacía unos meses que Ryoga vivía con ella y escuchó toda la conversación y le faltó tiempo para decírselo a Akane.

Desde entonces Akane no le hablaba y él a ella tampoco. Pero él no tuvo la culpa. En el fondo lo que quería era lo mejor para ella. Él había pagado los bombones. En el fondo él no tuvo la culpa y todos esos pensamientos lo hicieron hablar.

Te lo tienes merecido – dijo con una sonrisa entre dientes. Incluso puso la cara esperando el bofetón y algún que otro insulto. Al menos así Akane le hablaría. Y esperó…

Un bofetón e insulto que nunca llegaron porque Akane se sorprendió al pensar que él lo había hecho adrede. Subió las escaleras tan rápido como pudo, con esa ropa mojada que pesaba una tonelada. Entró en su habitación a coger ropas limpias y se metió un baño sin que nadie la viera.

Aquella noche no bajó a cenar y al día siguiente no bajó a desayunar. Él fue a la facultad pensando que ella estaba enfadada y sintiéndose mal porque no quería estar así con ella. Por eso a la vuelta le compró un ramo de flores y en menos de diez segundos escribió una preciosa tarjeta. Era muy tarde ya que se había apuntado al club de básquet de la universidad, no es que le entusiasmara ese deporte pero de daba becas.

Aquel día no llovía pero quedaban charcos del día anterior casi congelados por el frío. Imaginó a Akane corriendo bajo la lluvia y apretó con fuerza el ramo. Esperaba que aquello la hiciera recapacitar. Aquello y la tarjeta por supuesto. Iba a pedir perdón y eso no era habitual en él por eso Akane debería apreciarlo.

Al entrar al dojo Tendo se quitó la chaqueta, la bufanda, los guantes y el gorro. Notó un ambiente enrarecido. Sólo silencio y personas hablando en susurros. Vio al doctor Tofú de la mano de su prometida Kasumi en el salón y no quiso molestar. Se estarían diciendo secretitos de amor, pensó risueño y se dirigió a la habitación de Akane.

Al abrir la puerta un escalofrío recorrió su cuerpo y su mejor sonrisa cayó al suelo junto a su ramo de flores. La habitación de Akane estaba ordenada, pero no ordenada como siempre, estaba "extrañamente ordenada".

No había ropa en el suelo como era habitual a esas horas en la habitación de Akane. Después de un día de clases lo primero que hacía era quitarse la ropa y dejarla en el suelo, ponerse su gi y entrenar un rato. Después de un baño subía a hacer los deberes pero no había libros abiertos ni apuntes por el escritorio. Cuando se cansaba de la silla (que como Ranma había podido comprobar esos últimos días era muy incómoda) se estiraba en la cama para seguir estudiando. Pero la cama estaba hecha sin la forma de Akane encima de ella después de haber pasado horas estudiando.

Notó una mano en su hombro que hizo que se girara.

Ranma creo que debemos hablar – le dijo el doctor Tofú.

¿Qué está pasando? – Preguntó, no hubo respuesta porque ni Kasumi ni Tofú sabían como decírselo. Él sintió algo en su estómago que pudo identificar como miedo – ¡Akane! ¡Akaneeee! – gritó como aquel día que tuvo a Akane entre sus brazos pensando que la había perdido entrando en todas las habitaciones.

Ranma, Akane no está aquí – le informó Kasumi, él la miró con una interrogación en sus ojos entrecerrados – está en el hospital.

¿Qué le ha pasado? – dijo notando que su voz se había quebrado.

No lo sabemos aún, esta mañana se ha levantado con mucha fiebre y aunque le he puesto una inyección la fiebre no ha cesado y no hemos tenido otro remedio más que llevarla al hospital – le explicó el doctor.

Akane estuvo dos días en el hospital. No fue capaz de ir a verla porque el sentimiento de culpabilidad no se lo permitió. La fiebre cada día iba disminuyendo lentamente y los médicos decidieron que la cama que ocupaba ella en el hospital la necesitarían para gente más enferma. Se excusaron diciendo que en su casa estaría mejor ya que su hermana Kasumi era enfermera e iba a hacer lo mismo en el hospital que en su casa.

Le diagnosticaron una pulmonía aguda causada por un frío intenso al que la joven había sido sometida. Debía estar un mes en casa sin corrientes de aire y sin pasar frío. Nadie entendía qué podría haber pasado. Él no tuvo el valor de explicar la verdad. Se sentía ruin, ruin y muy cobarde. Esa era la palabra: cobarde.

Akane pasó días enteros durmiendo alimentada con suero. La llevaron a casa con una ambulancia y él la subió en brazos dormida desde la ambulancia hasta su cama. Sólo le vio los ojos abiertos en una ocasión en esos días. Cuando la trajeron del hospital. Al recostarla en la cama y romper el abrazo ella abrió los ojos y lo miró, detrás de él pudo ver unas flores con una tarjeta donde se podía leer un simple: "Perdón".

Alguien las había recogido del suelo y se había encargado de ponerlas en la mesita de Akane de manera que se pudiera leer bien la tarjeta. Akane supo que el perdón era de él y le sonrió con esa sonrisa que sólo ella sabía darle. Él le devolvió la sonrisa con una culpabilidad enorme en su mirada. Ella cerró los ojos de nuevo y la sonrisa murió en sus labios. Él sólo pensó "me lo tengo merecido por decirte lo que te dije".

Y pasaron dos días más.

Y allí se encontraba Ranma en la habitación de Akane como las últimas tres tardes al lado de unas flores que empezaban a marchitar y esperando a que ella le hablara de nuevo.


Bueno... espero vuestros comentarios. A ver qué os parece. Explicadme si he conseguido crear un buen ambiente de drama o no. Yo espero haber conseguido mi propósito ;) ya me diréis...