La había odiado en aquel entonces, y volvió a hacerlo mientras miraba sin mirar el gran altar que la humanidad había decidido dedicarle en honor a su nombre y su gran sacrificio.
"Amy Rose.
Científico y miembro del Escuadrón Especial de Defensa Nacional.
Reina y salvadora de Möbius."
Una vida a cambio de la de miles es lo suficientemente justo, quizo conversarlo su lado diplomático, el rey y gobernante. Pero el erizo, su lado egoísta, ahora desamparado y cegado por el dolor y la amargura no veía la hora para que aquel acto conmemorativo terminase. Quería mandar todo y a todos al mismísimo infierno junto con sus estúpidos discursos esperanzadores.
Esa inútil esperanza hacia hervir su sangre porque había sido obtenida a cambio del horror y el sufrimiento físico y mental del amor de su vida, a quien vió morir de la peor manera sin siquiera haber tenido la posibilidad de sostenerla en sus brazos y adueñarse de su último suspiro, de aferrarse a un último recuerdo suyo.
Quería gritarles que no tenían ni el derecho de pronunciar su nombre. Ni de recordarla. Ni nada. Porque ella había dado su vida sin realmente haberlo querido. Sin haber sido aquella su última voluntad.
Empecinada en salvar al mundo de la pasada invasión extraterrestre, se había dedicado fieramente a hallar la cura a la enfermedad potencialmente peligrosa que habia sido liberada con el objetivo de exterminar todo tipo de vida, y resultó ser tan malditamente buena en ello que logró su cometido aún sabiendo que implicaba tomar un camino sin retorno... a partir de su propia sangre.
Y ahora por todo eso es que su hijo tendría como último recuerdo de su madre un simple beso y un abrazo que le fueron entregados en la penumbra de un solitario laboratorio, en medio de un ambiente desolado, triste y desesperado que había logrado mimetizarse con los sentimientos que desprendía su bella esposa, quien quizo darle al hermoso bebé que sostenía en brazos la oportunidad de vivir en un mundo mejor, aún si eso significaba tener que dar su propia vida.
Ay, otra vez esa horrible mezcla de sentimientos. La amargura de saber que la odiaría por haberlos dejado solos, y la tristeza de saber que estaba condenado a amarla hasta que su último aliento abandonase su cuerpo.
Porque esa criatura terca, tenaz, decidida y fuerte se había adueñado de su corazón y de su alma, que estaba condenada a llorar hasta que vuelva a encontrarse con su compañera y amada.
Estaba seguro de que su hermoso amor estaba bien en donde fuera que estuviera, y que incluso lo estaba viendo en aquellos momentos, pero lo que necesitaba desesperadamente era mirar con sus orbes esmeralda rebosantes de lágrimas y dolor a los ojos jade que, ahora llenos de gloria, lo miraron alguna vez con amor.
¿Fin?
Buenas buenas! Traigo aquí algo un poco random... pero recién salido del horno. ¡Espero que les haya gustado!
