Dolce

"Una confianza atrevida no desagrada a las mujeres". –Lord Byron.

Capítulo I:

"Atracción"

Shaoran salió del baño luego de una larga ducha. Se sorprendió al ver que la pelinegra seguía en la misma posición en la que la había dejado al levantarse de la cama.

Una sonrisa perversa se le dibujó en el rostro mientras el bombillo de la maldad se encendió sobre su cabeza.

La venganza es dulce como la miel, pensó.

Bajó las escaleras con paso rápido pero sin hacer mucho ruido. Cuando estuvo en la cocina, tomó dos cubos de hielo. Volvió a la habitación y sonrió al ver que su prima seguía profundamente dormida, sin sospechar absolutamente nada.

¡Ja, ja, ja!

Se acercó a la cama con mucho sigilo y se sentó en el borde. Su mano traviesa se deslizó hasta llegar al vientre de ella, para así introducir uno de los hielos en su ropa interior. El otro se lo pasó por la espalda lentamente. ¡Qué suerte que ayer se hubiera acostado con tan sólo una camiseta!

Meiling no tardó en despertar al sentir sintió una sensación fría y húmeda en sus partes bajas, y una parecida –aunque no tan desagradable- en su espalda. Abrió los ojos y se incorporó. Y antes de entrar en pánico, la risa de su primo la hizo terminar de despertar y comprender la situación.

Hijo de puta.

-¡Xiao Laaaaang, eres un estúpidoooo!

La carcajada retumbó las paredes del loft y Meiling se puso de pie luego de deshacerse del hielo que le había enfriado los sueños y la entrepierna. Tomó el hielo que había congelado su espalda y persiguió a Shaoran.

-¡Te voy a matar, pedazo de imbécil!

Pero él ya había comenzado a correr escaleras abajo, muerto de risa, para huir de una encolerizada y divertida Meiling.

-Lo siento, primita, ¡pero es que no pude evitarlo! –Dijo mientras esquivaba uno de los tacones que Meiling le había lanzado-, ¡te veías tan apacible y angelical durmiendo!

-¡Qué gracioso! –Lo interceptó en la cocina-. ¿Sabes qué es lo que más me molesta? ¡Qué no se me ocurrió hacerlo antes!

-¡Oh, menos mal, suficiente con haberme maquillado antes de ayer!

Shaoran corrió hacia un lado, pero Meiling fue más rápida y lo tumbó de un empujón, para luego sentarse a horcajadas sobre él.

-¡Auch! –Se quejó Shaoran sin dejar de reír-, veo que sigues siendo rápida, Mei.

Ella sonrió y aprovechó el atolondramiento de su primo para introducirle el hielo que amenazaba con derretirse en sus manos dentro de los pantalones. Él gimió ante la sensación.

-¿Qué tal se siente? –Preguntó con una sonrisa triunfante, mientras se incorporaba.

Shaoran introdujo su mano en sus pantalones para sacarse el hielo.

-No sabes cuánto te extrañaba, belleza.

-Lo sé –Dijo ella poniéndose de pie-, ¡tu vida es miserable sin Meiling la magnífica Li!

Ambos rieron.

Aquella, por más extraña que pudiera parecer, era una mañana habitual en la vida de Shaoran y Meiling Li. Quien los viera a estas alturas de su vida jamás hubiera imaginado que esos dos no se soportaban en el pasado, y que no fue sino hasta los doce años que su relación dio un giro inesperado cuando la familia viajó a Florida. A partir de ese momento, cuando ambos descubrieron su amor por las montañas rusas y su rechazo por los espectáculos de animales marinos, se hicieron inseparables.

A los diecisiete años, Meiling recibió una beca en el conservatorio de Tokio por sus perfectas habilidades de bailarina, pero sus padres no querían dejar que se marchase sola a un país extranjero; no era correcto que una jovencita hiciera eso, por supuesto que no, ¡sola en un país ajeno! Imagínese usted, ¿dónde se ha visto aquello? No señor, imposible. Además, ella era una Li, una señorita de la mejor familia de todo Hong Kong.

Y en medio de un caos infernal lleno de lágrimas y de ustedes no me entienden-mi vida es miserable-nunca podré ser feliz, Shaoran tuvo un súbito arranque altruista y se ofreció a acompañar a su talentosa prima a Tokio, alegando que estudiaría su carrera de arquitectura en aquella ciudad. Meiling le estuvo eternamente agradecida por aquel hermoso y filantrópico gesto.

Pronto se mudaron al lujoso penthouse que Clow, el padre de Meiling, tenía en Tokio. Allí aprendieron a divertirse sin tapujos ni padres que les prohibieran hacer las cosas que en Hong Kong no hubieran podido hacer ni soñando. Se olvidaron del protocolo y crearon un código para saber cuándo alguno de ellos estaba con alguien en su habitación: Shaoran colocaba una corbata en la perilla y Meiling una cinta para el pelo.

También tenían una pequeña pizarra que utilizaban para dejarse recados cuando alguno tuviera que salir o recordarse de hacer cosas. Y más de una vez se olvidaron de borrar los mensajes obscenos y dibujos pornográficos antes de invitar a alguna novia o a un familiar a la casa.

Como una vez que Shaoran escribió por pura diversión: A Meiling le gusta por detrás en marcador rojo, y estuvieron una hora intentando explicarles a la tía Ieran y el tío Liang –los padres de Shaoran-, quienes habían ido de visita, que aquello se trataba de una canción nueva de una banda de Indie Rock. O la vez que Meiling le escribió a Shaoran: Esta vez no te olvides de ponerte el condón, cuando Shaoran llevó por primera vez a una chica con la que planeaba tener una relación estable, y que era sumamente conservadora y hasta algo mojigata.

Se la pasaban de maravilla juntos y se gastaban bromas casi todos los días. Luego de cuatro años de convivencia, al terminar la universidad, Meiling se mudó a Francia para formar parte del ballet del Conservatoire d'Paris. Shaoran regresó a China para hacerse cargo de ciertas acciones que le correspondían de las empresas de su familia, y así poder invertir en su propia empresa de bienes raíces, ya que su único sueño era convertirse en un arquitecto renombrado.

Y lo había logrado. Había edificaciones hechas por él en Hong Kong, Shanghái y Tokio.

Ya con veintiséis años, y ahora que Shaoran se había mudado a Tokio, Meiling había corrido a los brazos de su primo favorito en busca de consuelo luego de descubrir a su novio francés en la cama con una mujer casada de cuarenta años. De eso hacía ya un mes. Y Meiling estaba viviendo en el loft de Shaoran.

-Entonces, ¿qué vas a hacer hoy, Mei? –Preguntó Shaoran mientras bebía un poco más de su té.

-Voy al Conservatorio, quiero ver qué tanto han avanzado o retrocedido desde que los abandoné.

-Oí que ahora es bastante difícil entrar allí, porque han subido sus estándares.

-Pero yo soy Meiling Li, y si con eso no me contratan, pues, hay otros métodos. –Sonrió de forma pícara y le guiñó el ojo. Shaoran se estremeció.

-Espero que eso no signifique lo que creo que significa.

-Te voy a dar el beneficio de la duda. –Y con eso se puso de pie y corrió escaleras arriba, para darse un baño.

Shaoran negó con la cabeza y rió.

¡Cómo había extrañado a su prima!

-.-

Sakura abrió los ojos con pesadumbre e identificó el lugar donde se encontraba postrada como la cama de Tomoyo. Parpadeó confundida y atolondrada. ¿Qué hacía allí? No había bebido tanto anoche como para no recordar las cosas.

Vamos, Sakura, tú no eres una alcohólica, piensa un poquito, recuerda…

Jacuzzi, sushi, bebidas, baile y una ronda de preguntas. A partir de allí el disco duro de su memoria se había borrado. Lo último que recordaba era a Naoko intentando jugar fútbol americano con un jarrón de porcelana muy cerca de ella…

Ah. Naoko.

Se llevó las manos a la cabeza y sintió un dolor en la sien. Había perdido el conocimiento luego de que una muy borracha Naoko le arrojara un jarrón. Y la cereza en el pastel, le había salido un chichón muy elegante.

Se desperezó y salió en busca de Tomoyo. Mientras caminaba por el pasillo, se imaginó el panorama que iba a encontrarse en el salón: vasos, copas, platos, gorritos y collares de fiesta tirados por doquier; tremendo desorden que ella no tenía ganas de ver. Pero se sorprendió al ver que el lugar estaba limpio. Probablemente Tomoyo se había encargado de limpiarlo, porque la mucama no iba sino hasta dentro de dos días.

Su prima estaba en el comedor.

-Buenos días, bella durmiente, ¿cómo has dormido? –La saludó Tomoyo, colocando unos platos sobre la mesa.

Sakura se llevó las manos a la cabeza instintivamente y tocó su chichón. La verdad no había dormido nada mal, probablemente el golpe la había noqueado por completo. Al menos había tenido una buena noche.

¡Gracias, chichón!

-Bastante bien. ¿Qué hora es?

-Las dos de la tarde, dormiste bastante. Yo en cambio me desperté relativamente temprano, hice la limpieza y salí a comprar la comida.

Ella se fijó en la caja de pizza que estaba sobre la mesa y su estómago rugió. Se sentaron a comer y Sakura quiso aclarar su duda.

-¿Por qué estaba durmiendo en tu cama?

Tomoyo se rió.

-¿No te acuerdas de nada?

-Me acuerdo de todo antes del golpe de Naoko

-Oh, ¡pobre Naoko!

¿Pobre Naoko? Era ella quien tenía el mega chichón en la cabeza y Tomoyo sólo podía decir ¿pobre Naoko?

-Estaba tan apenada, Sakura. No lo hizo a propósito, sólo estaba…

-Ebria, lo sé, no estoy molesta. –Bebió un sorbo de su lata de Sprite.

-Bueno, Kero te cargó hasta mi habitación y allí te quedaste hasta hace un ratito.

-¿A qué hora se fueron todos?

-A las cuatro y media.

Sakura tomó un pedazo de pizza y lo mordió.

-Teníamos tiempo sin divertirnos así –Dijo luego de tragar.

Tomoyo asintió-. Es cierto, ¡había que celebrar el cumpleaños de Kero y que tú estuvieras cumpliendo con la apuesta! Aunque claro, sólo Kero sabía que celebrábamos eso.

Le guiñó un ojo y Sakura rodó los ojos.

-¿Sabes algo? Aunque no lo creas, no es tan malo. –Volvió probar su bebida-. En serio, la paga no es tan mala y me dan buenas propinas.

-¿Estás diciéndome que te gusta? –Inquirió la pelinegra, incrédula.

-Ni gusta ni disgusta –Se encogió de hombros-, sólo te digo que no me parece ningún castigo.

Semanas atrás, Sakura había conocido a Yoshiro, un hombre guapísimo, inteligente y sumamente interesante. Le había encantado desde el primer momento. Era un gran conversador y un increíble conocedor de la moda. Pero Tomoyo dudaba sobre sus preferencias sexuales. Decía que Yoshiro la trataba como a una hermana, y que aquel interés suyo por la moda era poco normal. Sakura le había refutado aquello mil veces, hasta entrar en arduos debates sobre quién tenía la razón y por qué. Generalmente, era Tomoyo quien poseía los mejores argumentos.

Le había apostado a Sakura que Yoshiro era homosexual. Cualquiera que perdiera la apuesta tenía que trabajar en algún empleo que la otra eligiera, y que no tuviera nada que ver con lo que hacían. Tomoyo había elegido el oficio de mesera en Dolce, un restaurante caro y lujoso que tenía fama por su excelente comida y un personal joven y atractivo.

Una noche, mientras caminaban por la playa, luego de que finalizara una fiesta que había dado la revista donde Yoshiro trabajaba, luego de mucho champagne, Sakura se inclinó para besarlo y él la apartó con tanta delicadeza, que no pareció estar rechazándola, sino retrasando el tan anhelado momento. Allí le confesó que, efectivamente, era homosexual, pero casi nadie lo sabía porque él era un hombre discreto. Le explicó que aquello no era un secreto para él ni para nadie, simplemente no sentía la necesidad de decírselo a la gente si no se lo preguntaban.

Así fue como Sakura terminó trabajando en Dolce, con una gran decepción encima. Y no porque el oficio de mesera le pareciera poco digno, sino porque le parecía increíble que Yoshiro, con lo masculino que se veía, hubiera resultado gay.

Tomoyo Daidouji y Sakura Kinomoto eran primas hermanas, y pertenecían a la lista de las mujeres más exitosas de Japón. Ganaban muchísimo dinero, inclusive cuando estaban allí sentadas, conversando. Tenían tan sólo veinticinco años y sus cuentas bancarias estaban por los cielos.

Eran las dueñas y fundadoras de Lucy in the Sky, una tienda de lujo cuya elegante y sofisticada ropa era diseñada por ambas, y Lucy in the Sky with Diamonds la joyería más famosa de todo Japón, con sucursales en algunas ciudades importantes. Vivían juntas en un lujoso piso en la mejor zona de Tokio.

Ricas, hermosas y jóvenes, Sakura y Tomoyo eran las solteras más codiciadas de todo Japón.

-¿A qué hora entras a trabajar hoy?

Sakura pareció pensarlo-. A las seis y media, más o menos. Por cierto, ¿cuándo vas a decirles a los chicos que se pasen por allí?

Los chicos, como a ellas les gustaba llamarles, eran los pretendientes y admiradores de cada una, pero ninguno cumplía con sus expectativas del todo. La cuales, a diferencia de lo que todo el mundo pensaba y según ellas, no eran muchas.

Tomoyo buscaba un hombre emocionalmente estable, al que le gustara viajar, la música clásica y que no temiera experimentar tanto fuera como dentro del dormitorio. Que fuera maduro y decidido, con metas claras y con una situación económica estable. Que se comportara como un caballero y la tratara como a una dama, con respeto y galantería. Un hombre apasionado y dedicado en lo que hacía. Que siempre tuviera ganas de divertirse.

Sakura quería a un hombre que supiera ser eso, un hombre, su sexo opuesto. Capaz de hacerla suspirar con tan sólo mirarla, que la tomara de la cintura con firmeza y no titubeara al hablarle. Que no tuviera miedo en decirle las cosas. Que la mirara como sólo él supiera hacerlo y que fuera interesante. Un hombre al que le gustara la aventura y la buena literatura, con un buen sentido del humor y que la hiciera reír siempre.

Pero por sobre todas las cosas, ambas buscaban hombres maduros. No como muchos que física y cronológicamente ya habían entrado a la adultez, pero seguían en la adolescencia mental y emocional.

¿Era mucho pedir? Se preguntaban las amigas. Al parecer sí, ya que ninguno de los chicos tenían esas características. Por eso los llamaban chicos y no hombres. Además de que la mayoría de ellos, cuando se daba cuenta de que no podía con una, intentaba con la otra.

Lo cual terminaba de convencer a las primas acerca de la inmadurez de aquellos individuos.

-¿Crees que te sigan queriendo después de eso? –Preguntó Tomoyo, divertida.

Sakura se encogió de hombros.

-Me da igual. Yo sólo sé que Kero siempre me querrá. –Le dio un sorbo a su Coca-Cola-. Por cierto, ¿qué era aquello tan importante que tenía que hacer hoy?

-Tenía una entrevista o reunión con una bailarina muy importante.

Kero Mizuki era el mejor amigo de Sakura y Tomoyo desde que se conocieron en el Instituto. Era el director del Conservatorio de Arte de Tokio. Un excelente bailarín y músico, además de poseer un talento culinario increíble.

-Hablando de entrevistas, ¿ya hablaste con las nuevas modelos? Recuerda que mañana tienen que presentarse a primera hora como se les pidió, y no quiero que pase lo de la última vez que…

-Todo está en orden. –Comentó Tomoyo-. Oh, antes de que se me olvide, mañana tienes la cita con el nuevo socio –arrugó la nariz como si la simple mención del nombre le causara asco-: Eriol Hiragizawa.

A Sakura le hacía gracia que Tomoyo se refiriera a él como un completo desconocido, o quizá como un conocido desagradable, cuando lo cierto era ella y Eriol habían sido novios durante el penúltimo año del colegio. Pero las cosas habían terminado bastante mal entre ellos, y al perecer Tomoyo seguía guardándole cierto rencor.

-¿No crees que ya es hora de dejar a un lado tus diferencias con Eriol? El otro día me preguntó por ti muy amablemente y hasta me dijo que te enviara saludos. Lo vi muy cambiado, Tomoyo.

La pelinegra se puso de pie y comenzó a recoger la mesa tranquilamente.

-Te recuerdo que fue él quien le dijo a todos que usaba sujetador con relleno. ¡Ese desgraciado! –Su rostro adquirió una coloración rojiza-. ¡Fue tan humillante, Sakura!

Ella se mordió el labio inferior para no reírse. Era increíble que su prima aún le guardara rencor luego de ocho años.

-¡Por su culpa me llamaban la pequeña Tomoyo!

-Lo sé, yo estuve allí.

-¿Quieres saber algo? ¡Yo no era la única pequeña en la relación!

Sakura no pudo evitar carcajearse ante aquel comentario.

-Oh, vamos Tomoyo, eso fue hace mucho tiempo. Te juro que Eriol no es el mismo. Enfoquémonos en el presente, tú ya no tienes ese problema y él ya no es un idiota.

Su prima la ignoró. Sakura se encogió de hombros mientras reía. Mañana no podría presentarse a la cita con Eriol, y aquello supondría un problema, ya que aquel encuentro significaba mucho para su empresa. Y si Sakura no podía ir… Tomoyo tomaría su lugar.

Sólo esperaba que Eriol saliera con vida de aquel encuentro.

-.-

Shaoran se las ingenió para no llegar tan tarde a la cita que tenía con Meiling, en Dolce. Le entregó las llaves de su auto al valet parking y entró corriendo al establecimiento. Por suerte, él no necesitaba ningún tipo de reservación, así que no tuvo problemas al entrar.

Al llegar a la mesa, se dejó caer en la silla como si su vida dependiera de ello. Resopló.

Le extrañó que hubiera llegado con quince minutos de retraso y Meiling aún no estuviera allí. Su conversación con un cliente de Hong Kong se había extendido más de la cuenta y eso le había retrasado.

Sacó su móvil y la llamó. Ella tardó en contestar.

-¿Xiao Lang?

-Sí, ¿dónde estás, Mei? –Preparó su mejor tono de voz dramático para mentir-: Llevo quince minutos esperándote.

-Eh, Xiao, no voy a poder ir, ¿lo dejamos para mañana?

Shaoran parpadeó confundido y frunció el ceño. ¿En qué andaría su prima?

-¿Por qué?

Ella bufó-. Porque estoy haciendo algo importante.

-¿Y qué es eso tan importante que estás haciendo, Meiling?

-Luego te digo, adiós. –Colgó.

Un muchacho de unos veinte años se acercó a Shaoran y le sirvió agua. Tenía la piel bronceada y los ojos del color de las aceitunas. Era Pedro, el mesero español que siempre lo atendía.

-Buenas noches, señor Li, ¿espera a alguien?

-Esperaba, esta noche soy solo yo, Pedro.

Pedro asintió con la cabeza.

-¿Alguna señorita amiga del señor que no pudo venir?

-Mi prima, en realidad.

-Entiendo.

-¿Cuál es el especial del chef para hoy, Pedro? –Preguntó.

-Pues, la especialidad del día incluye…

Shaoran giró la cabeza, sin muchas ganas de prestarle atención a la lista de manjares que el muchacho describía. Y dejó de escucharlo completamente en el bienaventurado momento en que vio a aquella mujer pasar frente a él con su paso marcado y sensual. Momentáneamente dejó de respirar.

Y, por un instante, creyó haber visto un ángel.

Aquella era, sin duda, la mujer más espectacular que Shaoran había visto en toda su vida.

Exquisita. Hermosa. Sublime.

-¿Qué es lo que va a ordenar, señor?

-La quiero a ella. –Dijo Shaoran sin pensárselo dos veces, y señaló a la ninfa.

El joven lo miró sumamente extrañado, luego de echarle un vistazo a la dirección que señalaba.

-¿Hay algún problema conmigo, señor?

-Ninguno, Pedro, pero quiero que sea ella quien me atienda hoy. ¿Es nueva? No la había visto antes.

El joven asintió y se excusó para retirarse, dispuesto a cumplir la petición del señor Li. Después de todo, era el cliente más especial que tenían. Buscó a la mesera que el señor Li había solicitado, y le comentó que un cliente muy especial requería de sus servicios.

Shaoran sintió que su corazón se detenía por un momento, para luego acelerarse de golpe cuando ella, que tenía puesto un vestido negro sencillo y unos tacones del mismo color, se paró frente a él. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos de gata.

Verdes, como su color favorito.

-Buenas noches, señor.

Y su voz.

-Hola, ¿cómo te llamas? –Preguntó él, ansioso por saber el nombre de aquella diosa de una mitología tan mágica que aún no había sido inventada

-Sakura. –Dijo ella con una leve sonrisa-. ¿Sabe ya lo que va a ordenar, o desea que le traiga la carta, señor?

-Pues –se inclinó hacia adelante, para estar más cerca de ella-, iba a pedir el filet mignon, ya que es el plato que más me gusta, pero acabo de fijarme que tienen algo mucho mejor.

Sakura lo miró curiosa e interesada.

-Acabo de darme cuenta que las castañas de ojos verdes son lo mejor que hay en este sitio.

Esbozó su mejor sonrisa y notó el ligero sonrojo que apareció en las mejillas de ella, claramente aludida.

-Me temo –Sakura intentó disimular la sorpresa que aquella frase le había generado-, que eso no está en el menú, señor.

Shaoran fingió decepción.

-Es una lástima.

Sakura pensó inclusive en seguirle el juego, pero no lo hizo. No debía coquetear con los clientes, pues no le parecía profesional. No importaba qué tan atractivo fuera el hombre, qué tan bonitas fueran sus cejas.

-¿Qué le parece una copa de vino para acompañar su filet mignon? –Preguntó, obviando lo sugestivo del comentario anterior.

-Me parece bien.

Sakura asintió y se retiró para entregar el pedido y buscar el vino. Shaoran no apartó su vista de ella en ningún momento.

Chiharu, una de las compañeras de Sakura, se le acercó emocionada cuando ésta se acercó a la vinoteca.

-¿Qué tanto hablabas con Shaoran Li, picarona? Te he visto desde aquí.

-¿Con quién?

-¡Con Shaoran Li! –Señaló la mesa del hombre que había coqueteado con ella segundos antes-. Dime si no es un bombón.

Sakura lo pensó. En verdad lo era. Tenía unos ojos muy bonitos, de un color bastante peculiar, parecido al whisky, pero más profundo; y una sonrisa deslumbrante. Su pelo ligeramente revuelto le daba un toque sexy. Y tenía una voz muy masculina y penetrante.

Un rico bombón de caramelo.

-La verdad está como para comérselo, pero, ¿tú cómo sabes su nombre?

-Todos lo saben. Lo que pasa es que él fue quien...

Sakura dejó de escucharla y miró a través del vidrio de la puerta. De repente la expresión de Chiharu cambió a una divertida.

-Vi que estaban conversando. Él no es muy hablador, sólo habla con Pedro cuando lo atiende.

-¿No es conversador? –Preguntó Sakura y Chiharu negó con la cabeza-. ¿Y no suele coquetear con todas las meseras?

-Con ninguna, en realidad.

-Pues, esa no fue la impresión que me dio cuando me dijo que yo era lo mejor que tenía Dolce.

Chiharu abrió los ojos desmesuradamente y su boca formó una o.

-¿¡Te dijo eso!?

Sakura sonrió. Tomó la botella de vino que había ido a buscar y las dos copas y se dirigió a la mesa de Shaoran, animada por Chiharu. Él sonrió complacido al ver a Sakura. Le sirvió el vino en su copa y Shaoran le dijo que quería brindar.

-¿Por qué brindamos, señor?

-No me llames, señor, por favor, dime Shaoran.

Ella sonrió-. Está bien, pero, ¿por qué desea brindar?

-Por habernos conocido, por supuesto. El placer es todo mío.

-Enseguida vuelvo con su pedido, señor.

Shaoran sonrió divertido y asintió. No pudo evitar enfocar su mirada en el bien formado trasero de ella, y en el vaivén de sus caderas al caminar con ese paso felino. Suspiró. Qué mujer.

Quiso saber todo de ella. Desde cuál era su apellido, su edad, dónde vivía, y su estado civil, hasta su comida favorita, su posición sexual preferida, la música que le gustaba y cualquier otro dato interesante sobre ella.

Sakura no tardó en regresar con su pedido y él tembló de la emoción al verla.

-¿Eres nueva aquí, verdad? –Preguntó mientras ella colocaba el plato sobre la mesa.

Ella asintió con la cabeza.

-Es el destino, entonces. –Dijo. Sakura lo miró curiosa-. Por alguna razón, yo había dejado de frecuentar Dolce, y justo hoy decido volver a retomar mi costumbre de venir. ¿No te parece una obra del destino el que tú comenzaras a trabajar aquí y que yo haya decidido volver?

Sakura se encogió de hombros y sonrió.

-Es posible. Que disfrute su comida, señor Li.

Antes de retirarse, le regaló una sonrisa la cual Shaoran no pudo quitarse de la cabeza durante toda la noche.

Y estaba dispuesto a ir todos los días a Dolce, con tal de conocerla completamente.

-.-

Sakura se sintió relativamente aliviada luego de que Shaoran Li se fuera. Y no lo decía por la jugosa propina que le había dejado, si no por los comentarios que había hecho durante la cena. No era que aquello le molestara, no viniendo de él; en realidad, era todo lo contrario. Pero no le parecía correcto coquetear con un cliente.

Una vez dentro del Mercedes blanco de Kero, reclinó un poco el asiento y suspiró.

-¿Cómo te fue hoy, Saku? –Preguntó el rubio sonriéndole cariñosamente.

-Bien. –Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro-. Hoy fue una noche muy interesante.

Kero la miró de reojo-. ¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?

-Un cliente estuvo toda la noche coqueteando conmigo. –El rostro de Shaoran se proyectó en su mente, mostrándole sus hoyuelos al sonreír-. Pero no era cualquier cliente; según todos era el cliente. Shaoran Li, se llama; un encanto de hombre.

Suspiró al recordar su sonrisa pícara y su mirada curiosa.

-Así que… Li. –Kero rió por lo bajo y Sakura lo miró. Se veía divertido y contento.

-¿Lo conoces? –Preguntó curiosa, incorporándose.

Él negó con la cabeza-. Oh, no, no, es sólo que la mujer con la cual estuve hoy se apellida Li. –Sonrió de oreja a oreja-. Es una excelente bailarina, justo lo que el ballet necesitaba.

Sakura frunció el ceño.

-¿Le conseguiste un puesto en el ballet?

-Así es.

-Guao, debe ser buena, Tomoyo me dijo que era bastante difícil entrar.

-Pues, es una mujer muy especial, imposible decirle que no. –Hizo una pausa y dibujó una sonrisa pícara-. ¿Quieres saber algo gracioso? Cuando le pregunté qué estaba dispuesta a hacer por entrar al ballet, me malinterpretó completamente.

-¿De qué forma dices, querido Kero? –Inquirió Sakura divertida.

-Te lo voy a dejar así: el sexo oral nunca me había parecido tan maravilloso hasta hoy.

La boca y los ojos de Sakura se abrieron en estupefacción. Kero solo rió.

-No me digas que…

-A buen entendedor… pocas palabras. «Experiencia religiosa» serviría perfectamente para describirlo.

Ella no pudo evitar reírse-. ¡Eres de lo peor, Kerberos!

-¿Yo? ¡Fue ella quien…!

-¡Y tú molestísimo, me imagino! Pobrecillo, cuánto te habrás opuesto a semejante barbaridad. –Comentó entre divertida y sorprendida-. ¡No puedo creer que la hayas puesto a hacer eso para que entrara!

Kero la miró cuando se detuvieron en el semáforo.

-¡Mi pregunta no tenía absolutamente nada que ver con eso! Es una pregunta que siempre les hago a todos los estudiantes que quieren entrar por becas y eso, para conocerlos mejor. –Explicó-. Además, iba a entrar igual de cualquier manera. –Alzó los brazos en forma de asombro-. No tienes idea del increíble talento que tiene esa mujer, Sakura. Fue parte del Ballet de París y cuando estaba en la universidad perteneció al ballet de Tokio; ¿cómo iba a decirle que no?

Sakura alzó la ceja-. ¿Cómo ibas a decirle que no podía entrar o que no te hiciera un blowjob?

Kero puso los ojos en blanco.

-La primera –Aceleró cuando el semáforo se puso en verde-, y bueno, la segunda también. ¡Pero eso fue porque ella se ofreció y lo hizo muy gustosa, para que sepas!

Sakura lo miró incrédula de que aquello fuera cierto.

-¿Estás diciéndome que te lo propuso directamente, así sin más?

-Bueno, no directamente. En realidad me dijo que podíamos llegar a un acuerdo y luego se sentó en mi escritorio y me miró de arriba abajo como si yo fuera…

-¿Una paleta?

Ambos se rieron de la ocurrencia de la castaña. Aquella semejanza se aplicaba perfectamente a la situación.

-O sea que esta noche los Li hicieron de las suyas con nosotros, querido Kero. –Comentó divertida-, la diferencia es que a mí no me hicieron ningún tipo de trabajito.

Kero rió-. Ya te hubiera gustado.

-¿Crees que sean familia? –Preguntó obviando el comentario.

-No lo sé, no creo. Ella es de Hong Kong, acaba de llegar de París así que no creo que esté relacionada con tu cliente. –Una sonrisa se dibujó en su rostro-. ¿Uno más para tu lista de pretendientes?

Ojalá fuera cierto, pensó Sakura. Aunque dudaba que lo volviera a ver.

Después de todo, ¿cuáles eran las probabilidades? Chiharu había dicho que Li era un hombre reservado.

Así que, seguramente las probabilidades eran pocas.

-.-

Cuando Shaoran llegó al loft, Meiling ya se encontraba allí. Estaba sentada en el sofá comiéndose un helado de fresa y viendo una película donde aparecía Tom Cruise. Shaoran la reconoció segundos después como Vainilla Sky.

-Primita, estás viva. –La saludó.

Meiling suspiró. El tono de voz de su primo era la clara antesala del interrogatorio fastidioso que le caería encima. Lo miró de reojo, para ver su expresión, mientras metía la cuchara en el bol para tomar un poco más del helado.

-Sí, llegué hace un rato.

Estaba concentrada viendo la película. En esta escena, el personaje de Cameron Díaz discutía con el de Tom Cruise en el auto.

-¿Se puede saber por qué me dejaste vestido y embarcado en el restaurante, Mei?

Ella bufó-. Tenía la entrevista con el director del conservatorio, ¿recuerdas?

Shaoran frunció el ceño mientras se sentaba en el sofá, junto a ella.

-¿Y duró tanto?

-Bueno, no debió haber durado tanto, ya que yo soy lo máximo y todos me conocían.

Shaoran le quitó el bol de las manos y tomó varias cucharadas, haciendo caso omiso al ego de su prima.

-Pero luego me emocioné y comencé hablarle de mi espectacular experiencia y currículum, él notó mi entusiasmo y me preguntó qué estaba dispuesta a hacer para entrar, como probando si en verdad quería el puesto.

Shaoran dejó la cuchara en el aire al escuchar eso. Ya sabía por dónde iba el asunto.

-El punto es que estoy adentro, ¿no es genial? –Dibujó una sonrisa de satisfacción.

Él notó que su prima había desviado el tema, y eso sólo podía significar una cosa.

-¿Qué, exactamente, estuviste dispuesta a hacer, Meiling Li? –Preguntó ceñudo.

-No me acosté con él, si es lo que estás pensando. –Shaoran la miró expectante, mientras tomaba otra cucharada-. Pero si le alegré el día, y quién sabe, a lo mejor hasta la semana.

Ella, al ver que su primo no adivinaba, rodó los ojos y señaló el televisor. Ahora pasaban la escena donde Cameron Díaz le reclamaba a Tom Cruise que él no la amaba, ni siquiera después de que ella le hubiera practicado sexo oral y se hubiera tragado sus fluidos.

Shaoran se quedó atónito durante unos segundos. Su primera reacción fue la de sacarse la cuchara que tenía en la boca y tirársela a Meiling.

-¡Puaj! ¡No puedo creer que haya compartido la cuchara contigo luego de que…!

Corrió hacia el baño para cepillarse los dientes. Meiling se rió. Eso era tan Xiao Lang. Qué exagerado. Lo siguió y se recostó del marco de la puerta con los brazos cruzados.

-Ay, no es para tanto, Xiao Lang.

Él gruñó, enjuagándose la boca.

-¡Espero que al menos te hayas lavado la boca luego de eso!

-Pues claro que lo hice –comentó con una sonrisa-, con tu cepillo de dientes.

Shaoran se giró para encontrarse con el rostro sonreído y maquiavélico de su prima. Sintió que un calor le invadía el cuerpo y ganas de asesinarla se apoderaron de él. Soltó el cepillo, se limpió la boca con el revés de la mano y se acercó a ella.

-Meiling… yo sólo espero que no estés hablando en serio, porque juro que voy a degollarte lentamente con un cuchillo de carnicería.

-Podría decirte que sí, y podría estar mintiendo. Podría negártelo, y también podría estar mintiendo. Nunca lo sabrás. Te voy a dar el beneficio de la duda. –Dijo por segunda vez en el día. Shaoran abrió los ojos ante el descaro de su prima-. Eso sí, si yo fuera tú compraría un cepillo nuevo, por si acaso.

Le guiñó un ojo y se dio la vuelta, dispuesta a continuar con su película.

-Corre. –La voz de Shaoran fue filosa, como un cuchillo de carnicería-. Corre, si no quieres que te alcance y cumpla mi promesa.

Ella captó el mensaje y corrió escaleras arriba, con Shaoran pisándole los talones.


Este es el primer capítulo de Dolce. Pueden conocer la vida de los personajes y un poco de la personalidad de cada uno. La historia se irá desarrollando rápidamente, y no será muy larga. Dolce significa dulce en italiano.

Espero que me dejen su opinión, nos leemos en el próximo capítulo. :)