El rojizo sol del amanecer se colaba entre los altos edificios de la ciudad. Boston despertaba con el ajetreo de una urbe en plena hora punta, los pequeños comerciantes levantaban las verjas de sus negocios, los músicos callejeros se acomodaban en las aceras y desenfundaban sus instrumentos para deleitar a los madrugadores viandantes, la gente corrían de un lado a otro de la calle intentando no llegar tarde a sus trabajos y las bocinas de los coches empezaban a inundar las amplias avenidas.

Ajenos a todo esto, dos cuerpos desnudos se movían acompasados intentando alargar una noche que se había hecho demasiado corta. Las sábanas se arremolinaban bajo sus pies, muestra de la lucha de poderes que se había vivido en esa cama durante largas horas. El ambiente en la habitación era cargado, cada partícula de aire desprendía un inequívoco olor a sexo y los intensos gemidos que rompían el silencio reinante daban muestra de que aquella batalla todavía no había acabado.

La mujer morena se aferraba fuertemente al cabecero de la cama, intentando no darse por vencida tan pronto, no mostrar de nuevo su debilidad, pero la rubia que se escondía entre sus piernas no se lo estaba poniendo nada fácil. Su cálida lengua se hundía en lo más interno de su ser y su brazo rodeaba el muslo de la joven haciendo que sus delgados dedos acariciasen de forma experta esa perla escondida que la hacía enloquecer.

-Emma no puedo más…

La rubia abrió los ojos para mirarla desde su posición, y sonrió al descubrir la súplica de la mujer, que se movía sobre su cara buscando llegar a ese precipicio del que ya se había lanzado más de una vez esa noche.

Con sus labios todavía pegados a la entrepierna de la joven, Emma esbozó una ligera sonrisa de satisfacción. Adoraba esa sensación de poder que la embriagaba al sentirla tan delicada entre sus manos, tan dependiente, tan suplicante…Su respiración agitada, sus movimientos desesperados, las perlas de sudor resbalando por su cuerpo desnudo, su espalda curvándose para elevar al cielo eses firmes pechos con los pezones completamente endurecidos…sin poder evitarlo ante tal espectáculo, la mano libre de Emma viajó a través de su propio cuerpo hasta llegar a su centro, ese lugar que la esperaba ardiente, palpitante, deseando ser saciado del mismo modo que lo estaba siendo la joven morena.

De pronto el silencio inundó momentáneamente la habitación, los gemidos se disiparon y las palabras no dichas se quedaron encerradas en la garganta de la joven, que por un momento perdía el aire y sentía su corazón totalmente paralizado.

Emma notó como las piernas de la joven se aferraban a su cabeza con pequeños espasmos y un sabor dulzón invadió todos sus sentidos a través de sus papilas gustativas. El calor que inundaba todo su cuerpo se incrementó al observar como aquella joven llegaba al orgasmo de nuevo, y la mano que seguía en su propio interior empezó a elevar el movimiento haciendo las envestidas mucho más salvajes.

La joven, que aún no lograba recuperarse, sintió el aliento irregular de su compañera golpear en el centro de sus piernas y abriendo los ojos lentamente, se giró para observar como la rubia estimulaba su propio cuerpo. Se separó escasos centímetros para que pudiera respirar más cómodamente pero no se atrevió a ayudarla en su tarea. Estaba totalmente hipnotizada por lo que veía, la cara de placer de aquella mujer, su cuerpo moviéndose al compás de su propia mano, su pecho subiendo y bajando cada vez más acelerado hasta conseguir llegar al clímax, que hizo que todos sus músculos se tensasen para luego relajarse de golpe y caer tendida sobre la cama.

La joven se quitó entonces de encima de ella y se tumbó a lo largo de la cama, justo a su lado, sin dejar de mirar como el cuerpo de la rubia volvía a la calma.

Poco a poco, Emma fue abriendo los ojos para mirar al techo por unos instantes. El silencio se adueñó de la estancia, un silencio incómodo en el que ninguna sabía qué decir o cómo actuar.

La joven morena abrió la boca intentando hablar pero la rubia fue más rápida y se incorporó despacio, alejándose de ella hasta colocarse en el borde de la cama, dándole la espalda.

-Si quieres puedes descansar un poco, luego David te acercará a donde le pidas

Se levantó sin mirarla y se dirigió al baño sin decir nada más, dejando a la joven algo descolocada.

-¿Quién es David? –logró decir al fin, aunque en aquel momento eso era lo que menos le preocupaba.

-Mi chófer –contestó ella sin volver a girarse, internándose en su baño y cerrando la puerta tras de sí.

La morena se quedó por unos minutos en silencio, el ruido del agua corriendo en la ducha se escuchó a través de la puerta como una invitación a entrar. Quizás no habría sido mala idea pero desde luego la rubia no parecía muy animada a continuar algo a lo que ella misma acababa de poner un punto final.

En realidad no debería sentirse así, no debería sentirse desilusionada cuando sabía de antemano a qué se exponía. Ella misma la había buscado esa noche en el bar y, aunque en un principio se había mentalizado que aquello no iba a significar nada más, al final había caído en su propia trampa, como lo habían hecho muchas otras antes.

Porque Emma Swan lo conseguía siempre, conseguía que te sintieses especial, que te creyeras única, su voz, sus palabras, sus sonrisas, sus inocentes toqueteos…pero nada de eso era real, todo era un juego en el que la rubia sabía perfectamente qué fichas mover, un juego en el que ellas solo eran marionetas, y la señorita Swan marcaba los tiempos, el dónde y el cuándo.

La puerta del baño se abrió y la rubia salió completamente desnuda, con el cuerpo aún mojado y el pelo chorreando sobre sus hombros. Se paseó por la habitación sin ningún pudor, regalándole un suave guiño y una seductora sonrisa antes de abrir otra de las puertas de la habitación y perderse en su interior.

La joven suspiró desde la cama y se dejó caer en ella con fuerza. Miró con detenimiento de un lado al otro y de pronto se sintió pequeña en aquella enorme estancia.

Sin duda la fama de corazón de hielo que tenía esa mujer quedaba más que patente observando su habitación. La sala era completamente fría, quizás porque en ella no se encontraba ni un solo rastro de humanidad, ni una sola foto, ni un solo recuerdo…solo unos muebles caros, un par de cuadros que valdrían más que el apartamento entero de aquella joven y una televisión de plasma colgada de la pared.

De nuevo la puerta por la que había desaparecido Emma se abrió y la joven salió enfundada en unas mallas negras y un top de deporte que apenas cubría su pecho. Aunque pareciese increíble, con esa ropa estaba todavía más deseable que totalmente desnuda.

La joven mordió su labio y la miró de manera lasciva, recorriendo por completo su trabajado abdomen. Emma sin embargo no le prestó la más mínima atención, se dirigió a su mesilla, cogió su móvil y unos cascos y se acercó a ella para dejar un suave beso en sus labios.

-Ha estado bien eh…

-Alice –dijo ella rápida al ver su cara de confusión

-Eso Alice…sabía que empezaba por A…

La rubia le dedicó una nueva sonrisa, que ella contestó de forma más tímida

-¿No me vas a dar tu número? –preguntó algo temerosa al ver que se alejaba de la cama y se dirigía a la puerta

-Eso no va a ser posible –contestó la rubia mirándola desde el marco de la puerta

-¿Nos volveremos a ver? –dijo como último recurso, intentando impedir que la mujer se marchase de la habitación

-Puede… -contestó levantando los hombros –David te esperará abajo…

Tras decir esto, la rubia abandonó la habitación dejando a la mujer todavía tirada sobre la cama.

Bajó las escaleras dando pequeños saltos y se adentró en la cocina en cuanto llegó a la planta baja.

-Buenos días Granny –saludó a la anciana que se encontraba sentada en la mesa batiendo unos huevos.

La mujer la miró por encima de sus gafas y negó con desaprobación volviendo a su tarea.

-Oh vamos no me mires así –protestó la joven –estaba demasiado buena…

-No necesito detalles Emma Swan –la rubia sonrió ante su evidente enfado

-Y es psicóloga –añadió abrazando a la anciana por detrás y dejando un suave beso en su sien –esta vez ni modelos ni aspirantes a estrellas...

-Fuera de la cama es donde a vosotras os hace falta una psicóloga no dentro…

Emma volvió a reír y se acercó al frutero para coger una manzana.

-No metas a la pobre Ruby en esto que ahora parece que está sentando cabeza con esa nueva química de la empresa

-Sí…pobre chica –dijo la anciana negando de nuevo –no sabe en lo que se mete estando con vosotras

-Pues yo creo que esta es la definitiva Granny, estoy segura –intentó pincharla de nuevo –ve comprando la pamela que nos vamos de boda

-¡Anda tira! –protestó la mujer lanzándole un paño de cocina

-Sí, me voy, pero si baja la señorita A… -Emma se rascó la barbilla intentando recordar el nombre de la joven a la que había dejado en su cuarto

-Si baja la señorita A le ofreceré lo que quiera para desayunar y avisaré a David para que la lleve a su domicilio –concluyó la anciana sin dejar sus tareas

-¿Te he dicho ya que te quiero Granny? –sonrió la rubia mientras le lanzaba besos por el aire ante la cara de enfado de la anciana

Sin retrasarse más, Emma salió por la puerta del apartamento y llamó al ascensor, que no tardó en llegar a su planta.

Al abrirse las puertas, la rubia entró algo despistada, mientras escogía una lista de reproducción en su móvil, pero al ser consciente de que no estaba sola levantó la cabeza para encontrarse de frente con una mujer de cabello cobrizo que la miraba sin ningún comedimiento.

Emma también la examinó a ella durante unos segundos y luego le dio la espalda para colocarse frente a las puertas con una sonrisa ladeada.

-¿Al vestíbulo? –preguntó sin girarse, pulsando el botón de la última planta

-Sí claro –contestó la mujer después de carraspear levemente

Las veintitrés plantas que separaban su apartamento de la entrada del edificio transcurrieron en un silencio sepulcral y el ascensor no se detuvo en ninguna otra planta. Justo antes de llegar, cuando la voz robótica anunciaba la llegada a su destino, Emma se giró y se acercó con paso lento y seductor a la mujer, que no pudo hacer otra cosa más que retroceder hasta toparse con la pared del habitáculo.

-Tiene el lápiz de labios corrido por aquí –dijo con voz seductora a escasos centímetros de su boca

La mujer no parpadeó, ni se movió, casi se podría decir que ni se atrevía a respirar. Emma levantó su mano y pasó uno de los dedos por el bode de los carnosos labios de la mujer, limpiando el pequeño manchón que tenía en el lado derecho.

Las puertas del ascensor se abrieron y Emma dio un paso atrás, sonriendo seductora ante aquella mujer que todavía mantenía la respiración.

-Así está perfecta –dijo de nuevo en un susurro mientras se daba la vuelta y empezaba a correr colocándose los cascos en las orejas.

-Gra…gracias… -tartamudeó la mujer cuando la rubia ya había desaparecido.


Llevaba corriendo casi media hora cuando su teléfono comenzó a sonar. Emma sonrió sabiendo de antemano quien era y pulsó el botón de sus cascos que le daba paso a la llamada.

-Good morning bella

-¿Estás corriendo? –preguntó su mejor amiga al escuchar la voz entrecortada

-Sí –contestó bajando el ritmo de su trote para poder hablar con más facilidad

-¿No has tenido suficiente ejercicio con el de anoche?

-Pues la verdad es que anoche perdí muchas energías en mi cama, pero sabes que me gusta correr cuando no tengo reuniones programadas a primera hora

-Ya…entonces ¿la chica de ayer bien?

-Bueno bien…bien te lo diría ella, que perdió la cuenta de los orgasmos, pero yo tuve que acabar solita con el trabajo…

La risa de Ruby inundó sus oídos y sin poder evitarlo ella también sonrió

-Te lo dije –soltó su amiga, y Emma pudo imaginarse su cara de satisfacción –tenía pinta de inexperta

-¿Y desde cuando yo te hago caso a ti?

-Desde nunca…pero ya ves que de vez en cuando no te vendría mal

-Ya… -dijo Emma a punto de quedar sin aliento, aprovechando un semáforo en rojo para poder descansar

-Pero no te he llamado para hablar de sexo y orgasmos querida, estoy en la oficina, y es hora de que hablemos del tema del que llevas huyendo toda la semana

Emma lanzó un largo suspiro e inició de nuevo su carrera cuando el semáforo se puso en verde.

-No creo que este sea el mejor momento para hablarlo –dijo la rubia queriendo evitar de nuevo el tema –estoy corriendo, apenas puedo decir tres palabras seguidas

-No pasa nada, yo hablaré y tú escucharás –Ruby sintió el bufido de su amiga a través de la línea, pero su silencio le daba una oportunidad de seguir –La cláusula lo deja muy claro Emma, no hay nada más que podamos hacer y solo quedan seis meses…el tiempo se acaba y tú pasas de todo –dejó un momento de silencio pero lo único que escuchó de parte de Emma fueron los suspiros que le indicaban que seguía corriendo –Emms si has decidido dejarlo así pues perfecto, pero comunícamelo y no tendré que estar todos los días sacando el tema…

-No pienso dejar que ninguna monjita se quede con un dinero que es mío –saltó la rubia algo exaltada

-Pues entonces tenemos que actuar Emms…es imposible que en seis meses encuentres a alguien…

-¿Y qué propones? –preguntó su amiga, que por primera vez parecía interesada en el tema

-Hay dos opciones…

-¿Primera?

-Pagarle a alguien

-Ni hablar

-Pues yo creo que es la mejor Emms…sin compromisos, sin ataduras, un simple contrato –explicó la morena intentando convencerla –tú harías tu vida, ella la suya y en un año todo volvería a la normalidad

-Me conozco muy bien a esa clase de mujeres Rubs…una vez que ven dinero y comodidades intentan sacarte más y más –argumentó la rubia –ni hablar… ¿Cuál es la segunda?

-Lily –dijo su amiga sin más preámbulos

-Ni hablar –volvió a repetir Emma para mayor desespero de la morena

-Joder Emma así no vamos a llegar a ningún lado... –protestó

-Rubs Lily no puede ser…

-¿Por qué? –elevó la voz su amiga, que empezaba a perder la paciencia –te la follas cada vez que la ves, es la única mujer con la que repites siempre, habláis a menudo, cenas con ella…yo creo que es perfecta

-Follo con ella y repito porque es la mejor, hablo con ella porque me llevo bien con ella y si quedamos a cenar es estrictamente por negocios –rebatió la rubia –es la mejor en su trabajo Rubs, tú lo sabes y yo lo sé, no pienso perderla por esto…

Ruby se mantuvo por unos minutos en silencio, sabía que Emma tenía algo de razón y que para ella sus negocios eran lo más importante.

-Pues entonces no sé qué hacer Emms –dijo dándose por vencida

-Encontraré a la candidata perfecta no te preocupes –intentó tranquilizarla su amiga, siempre más optimista

-Pues no sé cómo lo vas a hacer…

-¿Dudas de mi encanto natural a estas alturas Ruby Lucas? –bromeó Emma para quitarle hierro al asunto

-No dudo de tu encanto querida pero las mujeres no caen del cielo…

-Pues claro que no cae…

La frase se quedó colgada en el aire cuando un golpe súbito sacudió su cuerpo de forma violenta haciéndola caer al suelo y golpeando su cabeza.

Todo ocurrió en cuestión de segundos, sus ojos se cerraron y muy cerca estuvo de ver el firmamento entero. Sentía el cuerpo entumecido por el peso que estaba soportando y su cabeza martilleaba implacable.

-¡Emma! ¡Emma! ¿Emma qué ha pasado?

Los gritos de su amiga a través de los finos cables que seguían colgados en sus orejas la hicieron volver a la realidad, aunque bastante aturdida. No sabía muy bien qué había pasado pero una corta melena castaña tapaba su campo de visión y un cuerpo no muy pesado aplastaba el suyo contra el suelo.

La mujer que tenía encima se separó rápido y parecía hablarle de forma desesperada, pero ella solo escuchaba los gritos de Ruby retronando en sus oídos.

-¡Emma contéstame por Dios!

-Una loca me ha caído encima Rubs –logró decir algo desorientada

La joven que tenía en frente hizo una mueca extraña para luego seguir hablándole.

-¿Emma estás de coña? Porque no me hace gracia…

La rubia estaba algo perdida pero seguía mirando a la joven morena que cada vez parecía más alterada.

-La loca me está hablando –dijo llevándose la mano a la cabeza, donde residía el mayor foco de dolor

-¿Qué loca? ¿Emma dónde estás? -chillaba su amiga al borde de la histeria

-No tengo ni idea pero tengo una loca…

-Ay Dios mío…dime dónde estás y…

De pronto la joven arrancó los cascos de las orejas de la rubia de un tirón. Emma miró a todos lados, las bocinas de los coches volvían a sonar, la gente hablando y acercándose a ella para ofrecerle su ayuda la devolvieron poco a poco a la realidad.

-¿Qué ha pasado? ¿Quién es usted? –dijo observando a la joven que tenía delante

-Según usted soy la loca que le ha caído encima aunque creo recordar que mi nombre es Regina, Regina Mills