Hola, esta historia surgió entre bromas pero como no pude dejarla solo en mi cabeza pues la tuve que escribir, es gracioso porque no soy muy fan de hacer fics, a veces leo -por eso tengo cuenta- pero bueno, aquí estoy y quería compartirles esta loca historia. En fin, bienvenidos sean todos y espero que les guste.

Saludos.


Capítulo I

El Sirenito.

Makoto Tachibana tenía cuatro años y aún no iba a la escuela por lo que siempre tenía tiempo para salir a jugar y su lugar favorito era la playa. Le gustaba porque había mucho espacio para correr y le gustaba huir de las olas. Siempre tenía que alejarse de las olas, sus padres se lo decían siempre, y por esa razón, debía hacerlo. No sabía exactamente por qué, pero tampoco había razón para desobedecerlos.

Una tarde de verano mientras jugaba con su pelota con otros niños, el viento sopló muy fuerte, tanto que la pelota fue a parar muy cerca del agua pero, inmediatamente llegó una ola que rompió contra la costa y la arrastró.

Makoto quiso llorar pero se contuvo no iba a lloriquear frente a sus amguitos.

-¿Por qué no vas por ella? –preguntó uno de los niños.

-Es que… Mis papás no quieren que me acerque al agua. –fingiendo una sonrisa despreocupada.

-¡Pero qué marica eres Mako-chan! – le gritó el otro niño.

-¡Sí, por algo eres Mako-chan!

De pronto, ambos niños empezaron a gritarle marica al unísono mientras que se reían.

Makoto retrocedió un paso avergonzado. No le gustaba que le dijeran cosas así por culpa de su nombre por lo que se enfadó y se dirigió al mar. Las olas no llegaban tan de seguidas por lo que podía ir por la pelota rápidamente y volver sin que lo golpearan más de dos olas.

Se llenó de valor y entró al agua pero fue golpeado por una ola y se cayó al suelo dolorosamente. Los otros niños estallaron en risas. El pobre niño, ahora mojado, se enjugó sus lágrimas y se lanzó al agua con energía.

Era la primera vez que entraba al mar pero no la primera vez que entraba al agua, había nadado antes en una piscina y con flotadores, pero ahora estaba en el mar, era todo muy diferente. El agua sabía salada y estaba algo más fría de lo que pensaba, además el agua no era calma y tranquila sino que se movía en un vaivén irritante mientras lo arrastraba caprichosamente a él.

Notó muy tarde que las olas había llevado su pelota muy lejos y nadó con todas sus fuerzas hacia donde se encontraba, pero como el mar no se estaba quieto a cada rato lo empujaba a cualquier lado y las olas lo golpeaban haciéndole perder de vista a su balón.

Enfadado y culpable por haber desobedecido a sus padres Makoto gruñó molesto y nadó con rabia hacia su pelota hasta que al fin, la pudo tomar. Sonrió de felicidad y se giró para volver hacia la playa pero en ese mismo instante su corazón se detuvo por un instante, la playa, sus amigos, toda la tierra en general, se encontraban increíblemente lejos y, cada vez más, el agua lo alejaba de ellos.

-Ayúden… -intentó gritar pero una ola lo golpeó y lo hizo tragar mucha agua, quiso nadar pero no podía sostener la pelota y nadar a la vez, oía las risas y gritos de sus amigos a la distancia y se sintió peor.

Makoto soltó la pelota y se propuso a volver pero, de pronto, sintió un terrible dolor en la pierna, un tirón y de pronto todo se nubló y se llenó de burbujas a su alrededor. Le había dado un calambre y se agitaba intensamente en el agua sin poder calmar su dolor y sin poder salir a la superficie. Los niños de la playa se asustaron cuando vieron que Makoto se hundió y no salía del agua y salieron corriendo a pedir ayuda a un adulto.

Mientras, el otro, se hundía rápidamente y el dolor no calmaba, de pronto, vio una silueta que se acercaba en la oscuridad, un gran pez que iba hacia él, no podía pensar y dejó escapar la última bocanada de aire que tenía en sus pulmones y pudo ver cómo esa aterradora figura se acercaba más y más a él.

Quiso gritar pero no pudo, agitó las manos tratando de evitar que se le acercara pero fueron atrapadas por algo. El niño sintió un alivio al notar que eran las manos de alguien pero cuando se fijó se aterrorizó al notar que eran de una persona pero con la mitad del cuerpo de un pez. Se agitó desesperado pero se le acabaron las fuerzas por la falta de aire y se sintió caer. Sus brazos, piernas se aflojaron y se dio cuenta de que se hundía.

La monstruosa criatura lo tomó de la cintura y, sin mediar nada, posó sus labios en los del niño quien al sentir el aire entrar a sus pulmones abrió los ojos de par en par, la criatura le había dado aire, lo tenía aferrado con una mano y, de pronto, tiró de él hacia la superficie.

Cuando Makoto salió empezó a toser y escupir sin descanso mientras la extraña criatura lo miraba fijamente sin soltarlo. El niño logró recuperar el aliento y miró al extraño que aún lo tenía agarrado de la mano.

-Gracias… -logró decir con la voz ronca. –De verdad, gracias. –repitió y puso su otra mano sobre la de él. Aún temblaba, aún le tenía miedo pero el otro lo había ayudado por lo que no debía ser malo, pero no le respondía, solo lo miraba fríamente con unos profundos ojos azules, Makoto podía verse reflejado perfectamente en ellos.

Pasado unos segundos logró soltarse del hechizo de sus ojos para observarlo. Era un chico como de su edad solo que en vez de piernas tenía cola de pez, escamas en los brazos que brillaban en un azul celeste perlado.

-Eres tan… hermoso. –soltó él sin pensarlo y el niño pez se sonrojó. Al darse cuenta de lo que dijo se sonrojó también. -¡Oh, lo siento! Bueno, en todo caso, gracias nuevamente, me salvaste la vida.

-No fue nada. –respondió fríamente y esquivó su mirada.

Makoto no sabía si reír o preocuparse por semejante reacción, pero no tuvo tiempo de pensarlo porque empezaron a oírse gritos y el sonido de unos remos no muy lejanos.

-¡MAKOTO! –gritaba un hombre a la distancia.

-Vienen por mí. – dijo el niño.

-...

Makoto se sintió terriblemente cohibido, la frialdad del chico lo estaba poniendo nervioso. Además de que casi no le hablaba.

-Disculpa, ¿eeh, me podrías decir tu nombre? –pidió con amabilidad.

-No.

-El mío es Makoto, Makoto Tachibana. –respondió con una sonrisa ignorando el rechazo del otro.

-Mmm…

-Encantado de conocerte. –dijo el niño y le pasó la mano. –¡Espero que podamos volvernos a ver! –pidió entusiasmado y apretó fuertemente la mano del otro que solo se giró.

-No, no podemos. –Contestó el niño pez con una mirada severa. –Ya debo irme. –agregó y se hundió bajo el agua desapareciendo de la vista del otro niño.

-No, espera, dime al menos si nos volveremos a ver. –gritó Makoto desesperado cuando, de repente, su balón chocó contra su cabeza. -¡Auch! –miró la dirección de donde había venido y solo pudo admirar los perlados colores de la cola de la extraña criatura antes de desaparecer bajo el agua.

-¡Makoto! –soltó una voz de adulto que, de inmediato, lo tomó por la cintura y lo subió al bote. -¿Pero en qué estabas pensando cuando te metiste al mar? Tus padres estarán muy molestos cuando se enteren de lo que hiciste. –lo regañó un viejo pescador. –Pudiste haberte lastimado.

El niño quiso responder que lo sentía, que ya lo entendía, que no lo volvería hacer nunca, pero por alguna razón, no podía sacar la vista del mar.

-Pero es que… ¿Me estás escuchando, niño tonto?


Hasta aquí el primer capi, ha sido bastante corto pero prometo actualizar una vez por semana.

Hoy es Martes así que nos vemos el próximo martes.