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- El precio a pagar -

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Después de meses de descanso para Otonokizaka, sus aulas volvían a llenarse con un aire joven y novedoso. Las clases habían vuelto a abrir sus puertas, y con esta acción, también se comenzaba un nuevo año donde personas nuevas venían a iniciar la preparatoria después de terminar la secundaria. Las voces de chicas ilusionadas por la nueva experiencia llenaban los pasillos, algunas se presentaban a las alumnas superiores, pidiéndoles en algunos casos que cuidasen de ellas, mientras que por otro lado, quedaban embelesadas con los panfletos de algunas jóvenes que ya habían estado en Otonokizaka, las cuales los repartían para expandir sus clubes y conseguir nuevos miembros.

Cerca de la puerta principal, en el pequeño tramo que se encontraba rodeado de árboles de cerezo recién florecidos, una chica de morado cabello, una estatura media, buenas proporciones y unos amables orbes verdes, caminaba con su nuevo uniforme, en el cual portaba un lazo azul, señalando su primer año en aquella preparatoria. Esta inusual chica, a diferencia de las demás, no se veía tan alegre o entusiasmada, su rostro parecía reflejar una tristeza y un vacío que no dejaría a nadie indiferente.

Como si de una rutina se tratase, aun cuando era nueva allí, se dirigió al salón de actos, donde tendría lugar la presentación para las nuevas ingresadas, dirigida por la directora de aquella escuela y algunos de los profesores que las acompañarían durante su trayecto escolar. Una vez allí, no prestó el más mínimo interés en sus alrededores, aun sabiendo que las personas que tenía cerca serían sus compañeras por quizás, tres años, no parecía tener ningún significado para ella. Una vez terminada la ceremonia, se acercó a la clase que le fue asignada. Para su suerte, ese día no sería mucho más largo que eso, ya que se trataba de una mera presentación con sus compañeras y tutora, después de eso podría volver su casa hasta el día siguiente, que comenzarían sus clases normales.

-Espero que tengan un buen comienzo, recuerden visitar los clubes en los que estén interesadas, por otro lado, si tienen alguna duda o necesitan ayuda en algo, no duden en hablar conmigo o cualquiera de sus profesores –les comentó la tutora con una sonrisa amable- ¿Qué les parece si se van presentando a la clase? Sería un buen final para esta sesión –juntando sus manos, esbozó una gran sonrisa.

Poco a poco fueron levantándose de su asiento, diciendo su nombre y algún dato personal, como hobbies o habilidades en las que destacasen. La pelimorada no podía estar más aburrida, simplemente miraba por la ventana, la cual se encontraba a un par de pupitres del suyo, pensando en lo que haría al llegar a casa, quizás leería las cartas para saber que le esperaría el día de mañana.

-Me llamo Ayase Eli. Un placer. –por alguna razón, aquella voz fría consiguió distraerla aún más que los cerezos que se encontraba apreciando segundos antes.

Instintivamente, sus ojos se posaron en la persona que tenía delante, se trataba de una joven alta y rubia, la cual tenía su cabello recogido en una coleta alta. No podía apreciar nada más de aquella chica por sus posiciones.

-Ayase-san… ¿algo más que quieras compartir? –preguntó la tutora, un poco rezagada por el tono tan gélido que había usado la alumna, irrumpiendo de ese modo el agradable y feliz ambiente que había anteriormente por el espíritu tan entusiasta de las otras chicas.

La rubia miró a ambos lados del aula, como escaneando las reacciones de sus compañeras. En ese momento, la pelimorada pudo observar algo que la intrigo de una manera inusual, se trataba de su mirada. Aquella extraña chica llevaba consigo dos grandes zafiros, los cuales portaban una sensación de vacío, intimidación y juraría que un atisbo de incomodidad. Instintivamente se llevó ambas manos a sus propios ojos, como si hubiera sido descubierta de su gran pena, la cual cubría incansablemente de todas las personas que tenía siempre alrededor. Se calmó cuando se dio cuenta de que no es que hubiera sido expuesta, si no que había descubierto a una persona como ella. Su corazón se agitó por un pequeño momento, pero fue tan tenue que no pudo si quiera notarlo.

-Nada más –y con esas palabras, se volvió a sentar, esperando a que la siguiente persona iniciara su presentación. Era el turno de la pelimorada.

-Mi nombre es Tojo Nozomi, un placer conocerlas a todas –sonreía tiernamente, alegrando aquel ambiente que se había apagado por la intromisión de la rubia- No tengo ningún interés en especial por algún club, pero en mi tiempo libre, me gusta leer libros y de vez en cuando, adivinar la fortuna con las cartas –con ese último dato, algunas compañeras parecieron cuchichear de buena manera, impresionándolas por aquel hobby tan fuera de lo usual pero al mismo tiempo, interesante.

-Es una buena forma de pasar su tiempo libre, Tojo-san –ambas se sonrieron- Bien, pasemos a la siguiente.

Una a una, todas las alumnas se fueron presentando, cuando la última habló un poco de si misma, la tutora dio el aviso para que cada una se pudiera ir, terminando con alguna palabras de aliento y deseando que pasasen una buena tarde para que al día siguiente, se levantaran con ánimo para su primer día de clase.

Nozomi no había conseguido despegar su vista de la chica que tenía delante, le causaba una gran curiosidad que no sentía que pudiera parar hasta que no hablara con ella, pero por otro lado, el porte serio, frío e incluso amenazante que desprendía la rubia no le ayudaba a aclarar sus pensamientos para tomar una decisión. Después de unos minutos, cuando notó como la chica se iba, decidió dejar de lado sus inseguridades y acercarse de forma amistosa a aquella chica. La consiguió interceptar en las escaleras.

-Esto… -alzó la voz para que la rubia, quien ya se encontraba al final de las escaleras, le prestara atención, lo cual consiguió.

-¿Quién eres? –preguntó sin ánimo de decir nada más, frunciendo el ceño por haber sido interrumpida.

-Yo… -las inseguridades volvieron a inundarla, no estaba familiarizada con socializar con la gente, es más, desde un principio no comprendía aquellas ganas que tenía por intercambiar algunas palabras con la rubia. Suspiró, sustituyendo su semblante por uno más confiado y amable- Mi nombre es Tojo Nozomi, es un placer conocerte, Ayase-san –consiguió decir al final, contemplando como el ceño fruncido de su compañera cambiaba por uno de confusión.

Esa fue la primera vez que hablaron, su presentación personal. Al principio, Eli pareció esquivar intencionadamente a Nozomi, buscando de ese modo que aquella chica ruidosa se rindiera con ella, pero no conseguía más que intensificar su curiosidad. No tardaron en entablar una ligera amistad, la rubia acabó cediendo a las insistencias de la pelimorada, dándose por vencida y abriéndole un pequeño camino hacia ella, el cual Nozomi no desaprovechó. Ambas acabaron postulando para ser parte del consejo estudiantil, consiguiéndolo sin ninguna dificultad por una pequeña popularidad que habían conseguido sin saber como y los buenos puestos que lograban en todos los exámenes que hacían, de este modo, su amistad se fue haciendo más profunda y al mismo tiempo, su espacio personal más pequeño si se trataba de la otra.

Este fue su comienzo, no sólo su primer contacto, si no muchas más "primeras veces", siendo estas creadas con el paso del tiempo, consiguiendo crear un vínculo que se alejaba de la amistad, adentrándose en algo más profundo, secreto e íntimo.

A ojos de sus amigas y cercanos, parecían la pareja ideal, todo en ellas era perfecto, se encontraban completamente sincronizadas.

Habían pasado seis años desde que se conocieron y llevaban casi cinco años saliendo.

Pero… ¿de verdad era todo perfecto?

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Una eterna oscuridad dejaba sin visión a la chica que ahí se encontraba, ni si quiera sabía diferenciar el lugar que habitaba o lo que sus pies tocaban, sus orbes verdes inspeccionaban la zona sin ningún éxito. Acabó rindiéndose, con los ojos cansados y una inconformidad creciente en su interior, pero no era lo único que comenzaba a inundarla, si no que un sentimiento de miedo junto a una gran presión le apretaban el corazón y la garganta, ahogando cualquier quejido que quisiera expresar.

-¿Q-Qué…? –intentó hablar, pero era inútil, lo único que conseguía era exprimir el poco aire que iba sintiendo en sus pulmones.

Desesperada, aspiró cualquier cantidad de oxígeno que pudiera, pero no lo conseguía, el ambiente se había vuelto totalmente una zona muerta, sin aire, sólo un frío aterrador que la consiguió llevar más a la desesperación. Unas ganas de rendirse la aprisionaron.

-Acepto…-

Nozomi se despertó abruptamente después de escuchar esas palabras, recogiendo todo el aire que creyó le faltaba, tosiendo de mala manera por su precipitada acción.

-Una pesadilla… -susurró aliviada.

-Nozomi… -un bulto comenzó a moverse a su izquierda.

-Elicchi, lo siento, ¿te desperté? –con una sonrisa un poco apenada se acercó hasta su acompañante– No te preocupes, sólo tuve una pesadilla.

-¿No debería ser yo quien te calmara? –se rió.

-Ara, ¿Elicchi va a consolarme? –se apegó más a su rubia.

Con pequeños toques torpes, Eli buscó a su pareja, consiguiendo llegar hasta su rostro, acariciándoselo suavemente.

-Recuerda que mañana tenemos el inicio del nuevo semestre, Nozomi. –Con un pequeño toque en su nariz, se volvió a girar para seguir durmiendo.

-Mo~ Elicchi es una aburrida –hizo un pequeño mohín que la otra no pudo ver.

-Buenas noches, Nozomi –volvió a reírse.

Sin más interrupciones la pelimorada se acercó hasta su pareja, abrazándola por detrás, enredando una de sus manos con la de la rubia, sintiendo de ese modo también su calor más de cerca. Respiró profundamente, notando como la calma la inundaba junto a aquel aroma que tanto amaba. Enterró su rostro en la cabellera rubia de Eli, causándole algunas cosquillas a la susodicha.

Un nuevo día comenzaba para la pareja, levantándose primera Nozomi, contempló por unos minutos como dormía profundamente Eli, con su cabello totalmente desaliñado y su rostro en total tranquilidad. Cada día se sentía más enamorada de ella.

Sin más preámbulos, se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Una vez dejó las tostadas haciéndose, se acercó al pequeño salón que conectaba a la cocina para recogerlo, el día anterior se habían quedado hasta tarde viendo películas y habían decidido mejor ordenar al día siguiente. El departamento era bastante pequeño, pero no necesitaban grandes lujos para ellas, lo que más les importaba era poder compartir el tiempo junto a la otra durante el resto de sus vidas.

El sonido de la tostadora la avisó de que ya estaban listas, dejó cada cosa en su lugar y preparó la mesa para ambas, a continuación, se acercó hasta la habitación que compartían para despertar a la rubia.

-Elicchi~ el desayuno está listo –canturreó cerca del oído de la menor, asustándola.

-No-Nozomi… no era necesario eso… -hizo un mohín bastante tierno mientras se tocaba el oído donde la otra le habló, sentía un pequeño cosquilleo ahí.

-Era completamente necesario, Elicchi~ -su sonrisa fue enorme.

-Ambas sabemos que no es así –suspiró.

-En cualquier caso, es hora de desayunar –cambió de tema la pelimorada, disponiéndose a salir de la habitación.

Iba de camino a la mesa para sentarse frente a su plato, pero cambió de opinión, acercándose a su novia, prestándole atención para que no se hiciera daño, después de todo, no estaba familiarizada con el departamento.

Eli al principio dudó sobre sus movimientos, comenzó a tocar todo a su alrededor para hacerse a una idea de a donde se dirigía. Una vez sus manos tocaron sus usuales gafas oscuras, se las colocó, como hacía todos los días.

Después de todo, desde que perdió la visión hacía ya tres años, había cogido esa costumbre, le parecía incomodo que su mirada contemplara la nada y la gente la mirara extrañada.

-Elicchi, ¿quieres que te ayude? –preguntó algo insegura.

-¿Nozomi? – se levantó de la cama- No, no es necesario, tengo que ir acostumbrándome.

Todo comenzó una mañana, ambas se encontraban durmiendo juntas en el departamento de la pelimorada, ese día Eli había perdido parte de su visión, Nozomi se asustó bastante por lo que le iba relatando la rubia sobre su estado y los síntomas que sentía, pero por otro lado, la menor parecía de lo más tranquila, no mostraba ni un ápice de temor o tristeza. Ese mismo día fueron ambas al hospital, el médico, algo contrariado, dictaminó que la causa de su ceguera había sido un desprendimiento de retina, el cual había actuado tan agresivamente que no había dejado opción a cirugía, de ese modo, Eli perdió la visión completamente.

Sus primero días fueron difíciles, Nozomi no iba a dejar a Eli sola por ningún motivo, al contrario, este problema le dio más fuerza de afrontarlo juntas, lo cual acabaron consiguiendo. Eli perdió dos años escolares para adaptarse a su nueva vida y aprender a usar el braille, el idioma que utilizan los ciegos para leer y escribir. Mientras tanto, Nozomi inició su carrera como psicóloga, actualmente se encontraba en su tercer año. Eli comenzaba este año una carrera de derecho en una universidad donde daban las ayudas necesarias para personas con sus deficiencias.

La menor, desde un principio consiguió hacer las cosas por su propia cuenta, procurando no ser una carga para nadie, aunque Nozomi le insistía mucho en que nunca sería un peso muerto, Eli no se sentía a gusto dependiendo tanto de su pareja.

-Un poco a la derecha –una risa burlona.

-Nozomi, no es gracioso.

-Ya te queda poco, un poquito más… -de nuevo aquel gesto.

-Mou, Nozomi –la rubia hizo un puchero.

-Perdón Elicchi, pero es bastante divertido verte pinchar el plato vacío –la pelimorada se levantó de su asiento, rodeando la mesa hasta llegar a su novia, dejando su peso caer en su espalda y abrazándola por la espalda.

-¿No te parece cruel reírte de una inválida? –bromeó, agarrando los brazos que le estaban rodeando el cuello.

-Tú eres la primera en hacerlo, Elicchi, además, aunque no puedas ver, de inválida tienes poco, eres increíblemente hábil –le besó le mejilla- Lo esperado de la gran presidenta del consejo estudiantil que logró que su querida escuela no cerrase –finalmente, le dio un pequeño mordisco en el lóbulo.

-Nunca lo hubiera conseguido sin ti, Nozomi –con un gesto algo brusco alejó el rostro de la pelimorada de su oreja para que dejase de jugar- la burlona pero eficiente vicepresidenta del consejo.

-Mou, Elicchi, estás muy aguafiestas estos días –la rubia no lo veía, pero por el tono de voz que había usado Nozomi, sabía que estaba haciendo un puchero.

-Alguna de las dos tenía que poner orden –le regaló una de sus mejores sonrisas.

Una alarma interrumpió su conversación, aquel sonido indicaba que ya era la hora de irse a sus respectivas clases. Nozomi recogió los platos, intentó dejarlo todo lo más ordenado posible y se fue con Eli a su habitación para alistarse e ir a sus clases. Acompañó a Eli a la parada de uno de los autobuses especiales que proporcionaba la universidad para las personas con deficiencias que tenían algún problema en llegar por si solas a las aulas.

-Elicchi, para cualquier cosa, tienes puesto mi número en la zona de emergencias de tu móvil, ya sabes como funciona –acarició su rostro, estaba preocupada, le hubiera gustado poder acompañar a su novia a la universidad y de ese modo velar por ella, pero por desgracia, su carrera no se encontraba allí.

-Estaré bien, no te preocupes, Nozomi –sujetó gentilmente su mano y la beso, ganándose un sonrojo de la portadora.

-Espero que pases un buen día, haz muchos amigos y no busques peleas –dijo la pelimorada con un tono maternal completamente fingido mientras le arreglaba las ropas y la peinaba un poco.

-¡Nozomi! –se exaltó la menor por ser la burla de la mayor. Sabía que había más gente a su alrededor porque los escuchaba y se estaba avergonzando de que la vean en esa situación.

-Sí, sí, te estaré esperando esta noche con tu cena favorita, así que más te vale portarte bien hoy –le acarició la cabeza, ganándose un gruñido de la rubia.

El ruido del autobús aproximándose hacía que Eli suspirara de alivio por poder escaparse de esa vergonzosa situación. Sin mucho más reparo, se acercó a Nozomi, abrazándola, despidiéndose de este modo de ella hasta más tarde.

La pelimorada se quedó mirando como se iba el autobús, no podía remediar sentirse insegura y que este sentimiento se mostrara en su rostro. Estaba preocupada por Eli.

Cuando el vehículo se alejó de su vista, no le quedó de otra que seguir con sus responsabilidades e ir a su universidad, sus clases comenzarían dentro de media hora.

En el trayecto no consiguió despegar sus pensamientos de la rubia, después de todo pasaría un día entero sola, en un lugar desconocido. Intentó dejar de lado todas sus preocupaciones, debía confiar en ella, al fin y al cabo estaban hablando de Eli, aquella chica fuerte que aun cuando perdió la vista, continuó adelante con una sonrisa, dándole los mejores días de su vida como años atrás había conseguido. Ningún obstáculo podría con ella.

El campus de su facultad le daba la bienvenida después de meses de descanso. Con una sonrisa un tanto fingida saludó a sus compañeras, todas las personas que allí se encontraban le prestaban más atención de la que ella quería, dando a relucir una pequeña fama que había conseguido en su carrera por sus buenas notas y su indiscutible atractivo. Una cabellera negra consiguió que su semblante cambiara rápidamente a uno más sincero.

-Nozomi, es raro verte llegar tan tarde –saludó su compañera Nico, con quien compartía algunas asignaturas.

-Fui a despedirme de Elicchi, hoy tenía su primer día de clases.

-¿Al final entró en la carrera? Pensaba que estaría otro año practicando a leer con puntitos –se cruzó de brazos- ¿Estará bien?

-Nicocchi, no se llama "leer con puntitos", se llama braille –la contraria bufó- y segundo, Elicchi estará bien, se ha estado esforzando mucho estos dos años para poder estudiar sin problemas lo que ella quería.

-Aún me sorprende que se haya acostumbrado tan bien después de una perdida como esa –susurró por lo bajo, pero lo suficiente fuerte como para que Nozomi la escuchara.

-Es una persona muy fuerte, lo sabes –su voz sonó con un tono de admiración.

-Aun cuando te conozco por tres años, tu sonrisa de enamorada me sigue dando nauseas –Nico comenzó a hacer un gesto agarrándose el estómago, agrandando de ese modo sus palabras.

-El sentimiento es mutuo –le guiñó un ojo.

-Yo no estoy enamorada.

-Pero las náuseas vienen igual, Nicocchi.

La pelinegra iba a protestar, pero como siempre, la victoria era de Nozomi, por lo que después de tartamudear un poco, buscando un contraataque, se rindió.

-Eres insufrible.

De ese modo se fueron acercando hasta sus respectivas clases, en un punto se separaron, quedando en encontrarse de nuevo a la hora del almuerzo.

Habían pasado dos clases que en cierta forma motivaron a Nozomi por el hecho de ser temario nuevo, la ilusionaba y apasionaba aprender cosas nuevas sobre aquella profesión que esperaba desempeñar algún día, pero cuando tenía un momento para pensar en algo que no fuesen las clases o las asignaturas, sus pensamientos iban directamente a su rubia, preguntándose constantemente como estaría y si necesitaría su ayuda.

-Parece que yo dependa de Elicchi aun cuando la que tiene dificultades es ella –susurró mientras jugaba con uno de sus bolígrafos, dándole vueltas, esperando a que viniera la última profesora antes de la hora del almuerzo.

La clase prosiguió con unas pequeñas preguntas de la profesora, buscando que sus alumnos reflexionasen sobre ciertos temas y de este modo se culturizasen en la empatía, el razonamiento y sus propios principios, los cuales decía ser muy importantes para el trabajo que próximamente desarrollarian. Los suspiros de Nozomi inundaron la clase durante todo el tiempo que esta duró.

Ya a la hora del almuerzo, se acercó a la cafetería del campus que solía frecuentar con Nico, siendo esta la más cercana a ambas facultades. Una vez allí, se encontró con la pelinegra, quien bebía un humeante café.

-Tu clase pareció terminar antes de tiempo, Nicocchi –Nozomi se sentó enfrente de ella.

-Y la tuya más tarde –dejó su bebida en su respectiva taza, removiéndola con una pequeña cucharita de plástico, por los gestos de Nico, parecía que se había quemado- ¿Pedirás lo de siempre? –cuestionó.

-Quizás… -colocó uno de sus dedos en su mentón, dándole un aire misterioso- ¿Nicocchi me recomienda algo para tomar? –su voz salía muy dulce.

-Sólo pídete lo de siempre y deja de jugar, hoy estás más inaguantable que de costumbre.

-Ara, Nicocchi, hemos estado casi un mes sin vernos ¿acaso no me has echado de menos? –acercó uno de sus dedos a la mejilla de Nico, picándola.

-Ni un poco –de un manotazo la apartó.

-Eres una amargada –hizo un mohín.

-Y tú demasiado despreocupada –suspiró resignada.

-Despreocupada… eh…

Los pensamientos de Nozomi volvieron a Eli, tenía unas ganas insanas de llamarla y preguntarle como estaba, incluso había llegado al punto de plantearse en ir a su universidad a ver como estaba, después de todo, si se escondía bien, no se daría cuenta de que había ido.

Ahora el suspiro venía de parte de la pelimorada, esto alertó a Nico.

-¿A qué viene esa cara tan larga? –parecía un poco preocupada, aun en la situación de Nozomi, no era muy común verla así.

-¿Nicocchi intenta decir algo sobre mi rostro? –su tono burlón no salió tan bien como había querido, por otra parte, no podía esconder plenamente sus emociones de Nico, era algo que sabía de antemano, pero aun así quería intentar que el tema no fuera en la dirección que parecía tomar.

-Nozomi, hablo en serio –le dio un pequeño sorbo a su café- pareces preocupada.

Hubo un pequeño silencio, Nico esperaba que la contraria hablara, pero esta estaba sumergida en un laberinto de ideas y pensamientos negativos. Finalmente se resintió y optó por hablar.

-Estoy preocupada por Elicchi –desvió su mirada.

-¿Pasó algo? –a Nozomi le desconcertó ver un pequeño temblor por parte de Nico, pero prefirió dejarlo estar.

-Tranquila Nicocchi, no es eso –jugó un poco con sus dedos, se sentía avergonzada por su actitud, parecía una novia sobreprotectora- Es por el primer día de clases –intentó no decir mucho más, no se sentía a gusto haciéndolo, pero Nico pareció entender lo que sucedía con esa simple explicación.

La pelinegra volvió a suspirar, sentía que con ese aire que expulsaba se quitaba un peso de encima, por un momento creía que había vuelto a ocurrirle algo a Eli.

-Nozomi, tú misma me lo dijiste –de nuevo bebió del café, ahora más relajada- Eli es fuerte, estará bien, si le ocurre algo, sabes que te llamará.

La pelimorada metió una de sus manos en sus bolsillos, apretando el móvil fuertemente, como si este fuese la única conexión que tenía con Eli. Lo sacó de su refugio para comprobar que no tuviera ninguna llamada perdida de la rubia, pero en efecto, no había nada.

No queriendo continuar con el tema, Nozomi comenzó a hablar de sus primeras clases, preguntándole en el proceso por las suyas. Nico le siguió el juego, sabía que con sus palabras había hecho entrar en razón a la mayor aunque fuera un poco, por lo que no vio necesario seguir con el tema.

-Sin duda, los tres años más largos de mi vida –decía resignada la pelinegra después de haber sido objeto de burla por parte de su compañera.

-Nicocchi, no sabía que me apreciaras tanto –su rostro era tan inocente que conseguía sacar de quicio a la otra.

-Nozomi… serás… -bufó

-Tres años… -la portadora de aquellas esmeraldas había dejado de lado su burla, cambiando el ambiente a uno más melancólico- Realmente ha sido ya bastante tiempo de conocernos.

-No me lo restriegues.

-Eso me hace pensar en que dentro de poco cumpliré cinco años con Elicchi –sus mejillas se ruborizaron un poco, no pretendía decir eso en voz alta, pero simplemente salió.

-Eso es aún más tiempo de conocerse –señaló lo obvio- ¿Cómo lo vais a celebrar? –intentó preguntar, pero se notaba incomoda e inquieta.

-Quien sabe, realmente no hemos planificado nada –su imaginación comenzó a volar- Quizás vayamos a comer fuera y a dar una vuelta –se recargó en su silla pensativa- Aunque también suena bien el prepararle algo de comer y quedarnos toda la tarde juntas en casa –sonrió de una forma un poco tonta- Me gustaría ver ese rostro tan infantil que pone cuando le preparo algún postre con chocolate –rió ligeramente.

-Realmente son la pareja perfecta –dijo sin mucho ánimo, jugando con lo poco que le quedaba de café. Nozomi solo rió, no era la primera vez que escuchaba eso.

-¿Tú crees? –volvió a reír.

-En cualquier caso, Nozomi, tengo que pedirte un favor –el tono de voz asustó a la pelimorada, de repente Nico se había puesto excesivamente seria, la miraba muy decidida, como si le fuera a rebelar la solución a todos sus problemas.

-¿Nicocchi? –preguntó aturdida, casi asustada.

-Escucha bien, Nozomi –tomo aire, todo el ambiente se estaba tensando- Es sobre Eli –al escuchar el nombre de su rubia, la pelimorada dirigió toda su atención hacia lo que fuera a decir su amiga, dejando de oír todo lo que la rodeaba, poniéndose un poco seria también, pero principalmente, insegura y confusa- Bajo ninguna circunstancia, dejes sola a Eli ese día, en ningún momento.

Aquello descolocó aún más a Nozomi, ¿qué quería decir? No lo comprendía, de por si era extraño que su postura fuera tan firme y decidida, pero el hecho de que le pidiera algo tan absurdo como eso, sólo la hacía sospechar, pero ni si quiera sabía de qué.

-Nicocchi ¿qué…? –no conseguía formular ninguna pregunta, ¿acaso algo de todo eso tenía sentido?- ¿Estás bien?

-Nozomi, prométemelo –Nico se acercó más a la mesa para quedar frente a la pelimorada- Prométeme que no dejarás sola a Eli en todo ese día.

-Yo… -ni si quiera sabía que decir- no la voy a dejar sola, es nuestro aniversario después de todo.

Nico suspiró aliviada, su postura volvió a ser una más cercana a su personalidad habitual, despreocupada y enfadada. Pero ese cambio no ayudó a que Nozomi se calmara, quería preguntar muchas cosas pero al mismo no sabía muy bien el qué. A los pocos minutos Nico se despidió de ella para continuar con sus clases, a la pelimorada no le quedó de otra que hacer lo mismo.

Los pensamientos de aquella mañana sobre el bienestar de Eli fueron cambiados por las palabras de Nico.

Una vez terminaron las clases se fue a la parada donde debería estar Eli, cuando llegó no había nadie, por lo que prefirió esperar a que viniera. A los minutos el vehículo apareció, calmando en el proceso el acelerado corazón de la pelimorada al poder ver de vuelta a quien era su persona más importante.

-Elicchi, estoy por aquí –le habló con una alegría renovada.

-Nozomi –la llamó, acercándose lentamente hacia ella, una vez notó su inconfundible contacto, la abrazó tiernamente, apoyando la cabeza de la pelimorada en su cuello –Ha sido un día estupendo, pero sin duda ahora acaba de mejorar –estrechó su abrazo.

-Mou~ Elicchi, estamos en público –se sonrojó un poco al verse expuesta.

-¿Ah, sí? No lo veía –se rió.

-¿Luego soy yo la cruel? –se alejó un poco del abrazo, tomándola de la mano para comenzar a caminar hasta su departamento.

-A veces está bien reírse de las desgracias de una misma –contestó con calma y un aire burlón, consiguiendo un apretón por parte de Nozomi, a lo que soltó un leve quejido.

En el trayecto, Eli fue la que más habló. Le iba contando a su pareja como había ido el día, la gente que había conocido y ayudado, las pocas asignaturas que había dado, los profesores que le habían tocado, según iba contando cada detalle, la emoción no abandonaba su voz, parecía una niña pequeña después de su primer día de clases.

Aunque en cierta forma había sido así, Eli había estado deseando poder asistir a clases de nuevo, pero comprendía su situación, necesitaba conocimientos previos para poder aventurarse a una carrera, y más a una como la que ella quería. Nozomi por su lado también le comentó algunas cosas, entre ellas, le dio saludos de parte de Nico, lo cual alegró a la rubia, hacía bastante que no se veían.

Finalmente llegaron a su casa, acomodándose lo más posibles después de aquel día tan ajetreado. Nozomi preparó la cena y entre risas y coqueteos, se la terminaron.

-Ya queda poco… -comentó Eli una vez se tumbaron juntas en la cama, descansando.

-¿Para qué cosa? –preguntó dudosa Nozomi por el comentario incompleto.

-Para que hagamos cinco años juntas –la alegría en sus palabras no se podía disimular.

-Tienes razón, Elicchi –la pelimorada se acurrucó en el fuerte cuerpo de Eli- Pero eso no es ni un cuarto de lo que tengo pensado permanecer contigo –le susurró tiernamente muy cerca de su rostro, acelerando el corazón de ambas por aquellas palabras.

Eli sonrió tanto por el contacto de sus cuerpos como por aquella frase tan bonita que había salido de los labios del amor de su vida, se sentía como en un sueño del que esperaba no despertar nunca. Sin más preámbulos, acercó una de sus manos al cabello de Nozomi, acercando con cuidado sus rostros para finalmente, darse un tierno beso que expresaba todos los sentimientos de cada una. Este era uno de esos momentos que ambas compartían y se sentían completamente expuestas, pero no era algo que les incomodara, al contrario, se sentían plenas de poder formar parte de algo así, de sentirse tan cercana a alguien que sabían sin ninguna duda, era la persona indicada.

Otro beso unió sus labios, pero no había nada lujurioso en aquel acto, sólo jugaban con los labios de cada una, haciéndose pequeñas burlas al alejarse de la otra o al momento de besarse, lamer levemente a la contraria, sorprendiéndola. Estuvieron un rato jugando de ese modo, inundando la habitación de pequeñas risas, quejidos y juramentos de amor eterno.

Los días fueron avanzando, Nozomi fue viendo y comprendiendo que la universidad de Eli realmente disponía de todas las medidas necesarias para que no tuviera que preocuparse. Nico siguió actuando un poco extraño, pero poco le importaba, cada vez quedaban menos días para su aniversario con Eli y tenía ya todo planeado para que ambas pasaran un estupendo día juntas.

-Música… lista –susurraba para si misma la pelimorada, se encontraba haciendo inventario de todo lo necesario para ese día- creo recordar que este era su incienso favorito –continuaba con su labor mientras miraba detenidamente una cajita alargada.

Nozomi había salido antes de tiempo ese día de sus clases para poder preparar todo, aún quedaban unas horas para que Eli llegara.

No tenía mucho sentido hacer una gran decoración del lugar si la rubia no podría apreciarlo con la mirada, por lo que optó por algo más intuitivo, buscando explotar sus otros sentidos intactos, sobretodo, el del gusto.

-Esto huele realmente bien… aunque esté mal que lo diga yo –rió levemente.

En una esquina tenía algunas de las películas que veían juntas apiladas para después de la cena, aun cuando Eli no podía apreciarlas visualmente, le seguía gustando escucharlas. Para más tarde, una vez hubieran cenado, tomado el grandioso postre que le tenía preparado y visto algunas películas, las esperaba un relajante baño de burbujas que tenía preparado especialmente para la ocasión, con algunas lociones y burbujeantes geles para terminar una bonita y romántica velada.

-Sin duda lo estaré esperando… -volvía a decirse a si misma, dejando algunos de los productos cerca de la bañera que compartían.

En la comida también se había esmerado, comprando productos de alta calidad para lo que se avecinaba, una celebración muy especial.

Una vez dada la hora fue en busca de Eli, comprobando por última vez que estaba todo preparado, salió de su departamento.

-¡Elicchi!- la llamó una vez la vio en la parada esperándola.

-Nozomi, ¿hoy saliste más tarde de tus clases?

-Así es –mintió- perdón por hacerte esperar –sin previo aviso, la besó en la mejilla, juntando sus manos para comenzar a caminar.

Cuando finalmente comenzaron el rumbo, Eli se acercó aún más a Nozomi, enredando sus brazos. Hoy era un día especial.

-Elicchi, feliz aniversario –apretó su agarre, consiguiendo que la otra hiciera lo mismo.

-Mm… -afirmó un poco apenada- feliz aniversario, Nozomi.

La sonrisa que compartían ambas era indescriptible, reflejaba todos los sentimientos que habían compartido durante su noviazgo, rememorando aquellos bellos recuerdos. El como habían llegado a lo que actualmente eran.

-Te tengo una sorpresa esperando en casa, Elicchi –canturreó.

-¿Por eso llegaste tarde?

-Ara, he sido descubierta –rió, deleitando los oídos de la rubia con aquella bella voz.

-Espero que no tengas problemas por saltarte clases –aquel lado que durante su adolescencia la caracterizó hasta el punto de ganarse un club de fans en la preparatoria volvía a salir.

-No te preocupes, lo tenía todo planeado.

-Por alguna razón, eso no consigue para nada que me calme –se burló un poco- Tus planes a veces pueden llegar a ser un poco… -ladeó levemente la cabeza hacia los lados.

-¿Estupendos?

-Más bien, pervertidos –Nozomi sonrió con malicia.

-Entonces quizás Elicchi no acabe complacida con mi sorpresa –de nuevo su lado burlón, buscando darle un doble sentido a sus palabras, pero eso era algo que la rubia amaba de ella.

-Estoy empezando a dudar de ir a dormir a casa esta noche… -le siguió la broma.

-Mou~ Elicchi –hizo un mohín- imagino que entonces cierta rusa se quedará sin probar mi pastel de chocolate~.

-¿¡Pastel de chocolate!? –su lado infantil había salido a flote- ¿Con extra de chocolate? –preguntó como una niña pequeña.

-Con extra de chocolate –afirmó.

-Estoy deseando llegar a nuestra casa –casi podía verse sus ojos iluminarse detrás de esas oscuras gafas.

Al llegar a su departamento, Eli se acomodó un poco, posteriormente fue guiada por Nozomi a la mesa, olisqueando el ambiente, notando el hambre apoderarse de ella por aquel exquisito olor que desprendía la cocina. La cena fue servida sin mucha demora, después de todo, el haber preparado todo aquello también le dio apetito a la pelimorada.

Conversaron amenamente, hablando de todo y de nada al mismo tiempo. Rememoraron algunos recuerdos de cuando comenzaron a salir, como la torpeza de Eli o las inseguridades de Nozomi, obviando el extraño accidente de la visión de Eli, sólo recordando lo que habían disfrutado las dos juntas, el como habían evolucionado las dos juntas en lo personal, al lado de la otra.

-Haces el mejor pastel de chocolate del mundo, Nozomi –halagaba excesivamente la rubia a su cocinera, disfrutando de cada trocito de postre que se metía en la boca. La pelimorada por otro lado, disfrutaba completamente de las emociones que sacaba a su novia con su comida.

-Sólo dices eso porque le pongo extra de chocolate para ti, Elicchi~ -se rió levemente.

-Los detalles son lo de menos –hablaba esta vez la rusa con la boca llena, metiéndose otro trozo sin haber tragado el anterior.

Sin duda todo era perfecto, el ambiente, la conversación, la compañía, absolutamente todo.

Cuando Eli se comió tres trozos de pastel y pidió el cuarto, Nozomi tuvo que pararla para que no se pusiera mala de comer tanto postre, de modo que a regañadientes, la rubia aceptó a tomar mañana lo que sobraba, argumentando en su defensa que no estaría tan delicioso al día siguiente, pero ni con esas hacía retroceder a Nozomi.

-¿Cuál de estas películas prefieres, Elicchi? –fue cogiéndolas para leer los nombres en voz alta- ¿Un musical tal vez?

-¿Qué es aquello que huele? -la pelimorada desvió su atención a lo que comentaba su pareja.

-¿El incienso?

-¿Es de vainilla? –preguntó algo seria.

-¿No te gusta?

-No mucho –al responder, Eli se tapó las fosas nasales, ventilándose con la otra mano. Esto descolocó un poco a la pelimorada, ya que estaba bastante segura de que era su olor favorito.

-¿Prefieres de otro tipo? –se acercó a la cajita donde guardaban las velas y los inciensos- Tenemos de menta también –lo sacó, comprobando que estaba en buen estado.

-¿No tenemos de lavanda?

-Se acabó la semana pasada ¿no te acuerdas? –de todos modos, buscó por si había algún palito de incienso suelto- Se acabó cuando terminamos de ver aquella serie tan larga –siguió buscando- No, no queda nada. –suspiró un poco desilusionada, quería tenerlo todo perfecto para el día de hoy.

-¿Podrías comprar? –aquello descolocó un poco a Nozomi.

-¿A esta hora? –se asomó por la ventana, estaba todo oscuro- ¿No es un poco tarde?

-Quizás… es sólo que… -se removió en su lugar.

-Está bien, podemos salir un momento –se acercó hasta Eli, tomándola de las manos para que se quedara quieta, acariciándolas en el proceso.

La rubia parecía querer decir algo, pero no lo conseguía, abría la boca y la cerraba continuamente. Nozomi no perdía de vista ninguno de sus movimientos, se notaba extraña.

-¿Podrías…? –formuló al fin una frase- ¿…Ir tu sola? Me encuentro algo cansada.

Aquél comentario no extrañó a la pelimorada, aunque sí el nerviosismo con el que lo decía, Eli sabía que no había ningún problema en que fuera Nozomi sola, el lugar donde compraban el incienso estaba a dos minutos de allí.

No quiso darle muchas más vueltas, estaba deseando ver la película con su rubia y seguir con su estupenda velada juntas, si para eso tenía que salir a la calle unos minutos y complacer a Eli con su capricho, gustosa lo haría.

-Está bien Elicchi, no tardaré en venir, ¿vale? –con una calmada voz y un rápido movimiento, besó en los labios a su novia. Aquello siempre le sacaba una sonrisa a ambas.

-Gracias… -de nuevo aquella voz nerviosa.

Al despedirse de Eli se le quedó un mal sabor de boca, pero lo mejor era no darle más vueltas y hacer el recado rápido. Una vez llegó a la tienda no tardó en interceptar el incienso de lavanda, se acercó a la caja registradora y lo pagó. Iba de camino a su departamento cuando unas palabras la taladraron sin ningún reparo, como si se hubiera sentenciado, casi se le caía el incienso al detenerse en seco.

"Bajo ninguna circunstancia, dejes sola a Eli ese día, en ningún momento."

Eran las palabras de Nico, no entendía porque, pero un escalofrío la recorrió de pies a cabeza, cargándola con un gran peso en su espalda.

-Nicocchi debería dejar de bromear con esas cosas… -intentó sonreír, acabando en un gesto torcido, intentando convencerse de lo insignificante que eran esas palabras.

Pero entonces ¿qué era esa terrible sensación?

No era el momento ni el lugar de martirizarse con algo así, debía llegar a casa y rápido.

Finalmente, en su departamento, tardó en abrir la puerta al enredarse sus llaves con sus propias manos, era como si algo horrible se encontrase al otro lado, era una sensación tan desagradable que no recordaba nunca haberla sentido. Todo su bello se erizaba, su pulso se descontrolaba y su cuerpo comenzaba a temblar. Ni si quiera sabía que tipo de expresión estaba haciendo, no tenía control sobre si misma.

-Elicchi… -suspiró de alivio al encontrar a su rubia sentada en el sillón, dispuesta a ver la película, con una sonrisa.

-Nozomi, te estaba esperando –la saludó con una de sus manos despreocupadamente.

Realmente no había pasado nada, pero entonces, ¿qué era toda esa desagradable sensación? Parecía un mal augurio.

-Creo que me decanto más por el musical, ¿cómo decías que se llamaba? –la pelimorada se fue acercando a Eli, abrazándola fuertemente por la espalda.

-Encenderé el incienso –comentó muy cerca dela rubia, tenía la necesidad de no separarse de ella, de sentir que estaban juntas- Luego pondré la película –ignoró su comentario anterior- Hoy cumpliré todos tus caprichos, Elicchi~.

-Lo estaré esperando –le volvió a sonreír, juntando firmemente sus brazos.

Dirigió a Nozomi delante del sofá, con movimientos torpes le indicó que se sentara en su piernas, de esa forma la abrazó más fuerte, acunándola en su pecho prácticamente.

Se mantuvieron así por un rato, hasta que la pelimorada se vio renovada, todo aquel malestar ya no estaba. Encendió el incienso y puso la película, disfrutándola juntas por igual. Algunas escenas, Nozomi se las explicaba o describía con gusto, metiendo de ese modo a Eli más en la historia, aunque de por si, con su intuición y escuchando lo que ocurría se solía enterar bastante bien de los acontecimientos.

-Te tengo una última sorpresa preparada, Elicchi –le picó una de las mejillas, la rubia por su parte la abrazaba con uno de sus brazos, poniendo la cabeza de su pareja en su hombro.

-¿Qué cosa? –preguntó con interés.

-Ahora verás –se levantó enérgicamente de su cómoda posición.

Una vez de pie, le indicó con un leve apretón y tirón de la mano a Eli que se levantara para guiarla hacia su próximo destino, pero la rubia no parecía percatarse de su acción. Siguió así por un rato más, comenzando a preocuparse de que no le hiciera caso. Pero no era solo por eso, por alguna razón, Eli parecía triste, un poco apenada, desanimada y dirigiendo su cabeza a otro lado, como si no quisiera mirarla, aunque de por si no pudiera.

-¿Elicchi? –preguntó, sintiendo como aquel malestar que sintió en la puerta volvía a ella, inquietándola de sobremanera.

-Lo siento, Nozomi… -rompió el agarre que mantenían, poniendo ambas manos en el sofá.- Por alguna razón… no puedo levantarme –el rostro de Nozomi se fue contrayendo a una expresión de espanto- Mis piernas no me responden –terminó de decir, causándole un sentimiento a Nozomi tan abrumador como una sentencia de muerte.

Las palabras no salían de su boca, sólo un pensamiento se había apoderado de todo su cuerpo.

¿Qué está pasando?


Sí, tengo una historia comenzada a la que le queda poco para acabar y no debería comenzar otra, o eso pienso yo al menos, pero no me podía resistir, me moría de ganas de escribir esto, como comenté en el otro fanfic, no me gusta como está quedando, eso hace que me cueste mucho escribirlo.

Ahora, sobre esta historia, tengo pensado que sea la mejor de las que he hecho, que realmente no es muy difícil, pero se podría decir que es como mi meta, a parte de disfrutarla y que los lectores la disfruten.

Gracias a las personas que llegaron hasta aquí, se viene un drama potente.