Hola, de nuevo. Para las que no lo sepan hace unos meses me quedé sin ordenador, un descuido me llevó a perderlo para siempre y la persona que lo encontró ha sido tan 'amable' de eliminar todo aquello a lo que tuvo acceso. En fin, que AsiDeSimple murió para siempre ya que no hubo manera de recuperar ni el correo con el cual cree la cuenta, ni la cuenta en sí misma. De modo que hace unos meses me cree esta, donde ya he publicado una pequeña historia y me embargó desde el principio la duda en sí debía subir de nuevo mis antiguas historias o dejarlas en el olvido. De algunas historias que tenía, hice una copia de seguridad por si acaso, otras las perdí irremediablemente para siempre. (Tenía muchas más escritas que nunca llegué a publicar sinceramente porque me parecían muy personales.) Me arrepiento de no haberlo hecho y lo siento mucho.

Aún tengo la duda de si debo o no subir mis historias, así que subo este primer capítulo de una historia a la que tengo un profundo cariño. Si queréis más solo tenéis que hacérmelo saber, ya que no sé por donde ponerme en contacto con ustedes para conocer el veredicto. Siento mucho lo ocurrido y gracias por estar ahi.


Los personajes de Mai Hime no me pertenecen...

Capítulo 1

Natsuki

Hacer de amiga lesbiana

"…es nuestro último fin de semana de libertad, el lunes empiezan las clases, algo debemos hacer, ¿no?" comentaba Tate tras el mostrador, terminando de hacer caja.

"No sé, hoy estoy rendida. Lo único que quiero es meterme bajo la ducha e irme a la cama." Aquel viernes no había parado de arreglar motocicletas a los jóvenes universitarios, que apurando el verano querían poner a punto sus vehículos para comenzar las clases.

Aquel verano, mi tutor un viejo amigo de la familia, me convenció para echar una mano en el taller de recambios del que era propietario y de ese modo sacarme un dinerito extra que no viene nada mal a la hora de pagar las innumerables facturas universitarias. La idea de mi amigo Tate y yo, era terminar nuestros estudios, así como querían nuestros padres. Para nuestra desgracia mis padres abandonaron este mundo sin que hubieran podido ver hasta dónde podría llegar y los padres de Tate, no disponían del capital necesario para enviar a su retoño a la universidad. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que era necesario para nosotros trabajar y estudiar, porque queríamos demostrarles a nuestros padres que por más piedras que encontremos por nuestro camino, no los íbamos a defraudar.

"Hemos trabajado todo el verano, casi sin un respiro. Nos merecemos disfrutar de nuestras últimas horas de vacaciones. Será solo una copa." Su tono de voz más que tratar de convencerme, parecía suplicarme. Le escruté con la mirada de arriba hacia abajo. "No me hagas suplicarte de rodillas."

"Está bien, pero… si ya has quedado con alguna prefiero no ser tu gabardina." Comenzó a sonreír satisfecho.

"¿En qué momento, si me paso el día entero aquí metido contigo y con el jefe?" dijo mostrando unos papeles, señal de que debía ir en busca de mi tutor para entregarle los beneficios del día y el papeleo.

"No sería la primera vez." Murmuré más para mí, aunque mi voz llegó perfectamente a sus oídos. "Me daré una ducha rápida y me cambiaré. Nos vemos en una hora."

Vivía justo en la planta superior del taller, con mi tutor, que estaba dispuesta a modo de vivienda. Se podía acceder a ella desde el interior del establecimiento o desde afuera. A partir de la muerte de mis padres, se ofreció a criarme y cuidarme, dándome cobijo y protección en su casa. Aunque fuese un hombre de pocas palabras, me crio como si fuese un padre e intentaba que mi perdida no fuese tan traumática, como habían indicado los médicos en aquel entonces. Yamada, que era así como se llamaba mi tutor, era un hombre taciturno, odiaba inmiscuirse en los asuntos de los demás y únicamente se pasaba sus días trabajando metido en el taller, alejado del mundo. Por mi parte, me daba cuenta que la marcha inesperada de mis padres, le causó un gran shock del que no supo recuperarse. Y así, tanto él como yo, pasábamos los días consolándonos sin mediar palabra, a través de nuestra mirada.

Aproximadamente en menos de una hora ya estaba lista, a la espera de mi fiel amigo. Nos encantaba trabajar en aquel taller, por la pasión que nos une hacia las motocicletas y cualquier vehículo a motor en general. Por lo tanto, no hace falta decir, que cada uno portaba la más maravillosa joya sobre dos ruedas, modificadas por cada uno. Mientras oía acercarse el rugir del motor de Tate, me dispuse a bajar los peldaños de dos en dos, sin antes dejarle una nota a mi tutor. Saqué mi motocicleta del taller, divisando aún las luces encendidas en el despacho. Y sin mediar más palabras, seguí a Tate que ya estaba en marcha. A los pocos minutos nos encontramos a las puertas de un flamante local, famoso por las reuniones de universitarios. En todos los campus de la ciudad, no se hace más que hablar de aquel lugar y por lo visto, todas las anécdotas se originaban entre sus cuatro paredes. Enormes neones lo decoraban, convirtiendo la noche en un hermoso espectáculo. Una larga fila de jóvenes nos desanimaba un poco, por lo menos a mí, eso de esperar una hora para poder tomarme una cerveza era un detalle que no podía pasar por alto.

"¿Y si vamos a un sitio más tranquilo?" Propuse aún con el motor encendido.

"¿Bromeas?, es el mejor lugar de toda la ciudad para una copa. Además, seguro que conoceremos a nuestros futuros compañeros." Dijo terminando de estacionar su motocicleta y quitándose el casco.

"¿Has visto a toda esa gente intentando entrar?, seguro que estaremos parados en la fila por horas…" Me quejé mientras miraba la entrada perfectamente asegurada para evitar que algunos muchachos decidieran colarse y entrar.

"Mira esas." Me indicó Tate a un par de chicas que estacionaron un deslumbrante coche blanco y sin ponerse en la fila, atravesaron la entrada con una sonrisa. "No tiene que ser tan difícil, solo hay que sonreír." Continuó mirándome de reojo.

"Vete al infierno. Ya encontraré la manera de entrar sin contonearme." Dirigí mis pasos hacia la parte trasera del local, en un callejón abarrotado de contenedores de basura, notando como Tate me seguía de cerca. "Alguien tiene que tirar toda esta basura, solo hay que esperar que abran la puerta."

"¿Ese es tu brillante plan?" Antes de que Tate pudiera continuar con la venenosa observación, la puerta se abrió, saliendo del interior un par de chicos, cargados con un cubo repleto de botellas, con aspecto de ser pesado. Sin pensárnoslo dos veces corrimos hacia la puerta aprovechando que no podían impedirnos la entrada.

"¡Oiga!, no se puede entrar por ahí." Gritó uno de los chicos que pudo vernos cometer la falta.

"Lo siento amigo, la próxima vez te ayudamos." Sonreía Tate eufórico, pues mi plan dio resultado. "Bueno, ya estamos dentro. Ahora, a por la cerveza." Me guiñó un ojo y nos fuimos directamente a la barra.

El local era increíblemente enorme por dentro y abarrotado de jóvenes, la oscuridad lo envolvía todo y las luces de colores bailaban por encima de las cabezas. La música a todo volumen dificultaba las conversaciones, pero los universitarios se dedicaban más a bailar que a hablar. La barra estaba asestada de jóvenes queriendo hacer su pedido.

"Yo me encargo de la bebida." Susurró Tate a mi oído y únicamente asentí a la espera. Mientras tanto paseé la mirada por la sala, ver todo ese ambiente hacía que la música me invadiera y mi cuerpo sin querer seguía el compás del sonido y de las luces. "Aquí tienes." Después de unos largos minutos, me entregó una botella de cerveza. "¿Quieres ir al piso de arriba para ver lo grande que es?" Me susurró de nuevo al oído y yo le apunté hacia las escaleras dirigiéndome a ellas en señal de que me siguiera.

Desde el piso de arriba se podía divisar las dimensiones del local, era inmenso. El propietario no había escatimado en gastos, una gran sala para bailar, una alargada barra para consumir, la cabina del Dj se encontraba por encima de la barra completamente en las alturas, para que todos lo puedan ver, y a los laterales pequeños palcos que daban a las salas VIP, para jóvenes adinerados. Mientras en mi cabeza se formaba la pregunta de quién querría ir a un local como aquel para encerarse en una sala VIP, para mi desilusión veía que las cuatro salas VIP que tenía el lugar estaban completamente ocupadas.

"Estos ricos ya no saben en qué lugar mostrar su dinero. Qué manera de desperdiciar." Le gruñí a Tate mientras él se encogía de hombros.

"Con tal de evitar empujones a la hora de pedir las copas, yo también alquilaría la sala VIP si pudiera." En esta ocasión la que se encogió de hombros fui yo.

Nos recorrimos todo el local, de una punta a la otra maravillados. Conocimos a mucha gente, bueno chicas y chicos que me presentó Tate y volvimos a descender al piso inferior para bailar con el resto. Tate tenía un imán muy poderoso para las jovencitas perdidas y al verme con él, le dificultaba la tarea de poder pasar un rato agradable. Algunas pensaban que era su novia y él un cretino, que intentaba ligar con otras en mis narices, y otras simplemente nos tachaban de una pareja de pervertidos en busca de más integrantes para pasar una noche movidita. A cada intento de mi amigo frustrante me reía al pensar que era mi culpa por lo que no podía culminar su noche. Cuando abandonó toda idea de un poco de compañía y por fin nos disponíamos a irnos, alguien a sus espaldas lo empujó, haciéndole derramar toda la bebida que tenía Tate en la copa sobre mi blusa, dejándomela empapada.

"Pero, ¿qué diablos haces, por qué no miras…?" Escuché despotricar a Tate mientras veía el destrozo causado a mi persona, hasta que me percaté de que se paró en seco, en su frase más calentita. Al alzar la mirada y ver el motivo, me di cuenta.

"Lo siento, iba distraída con mi amiga y tropecé." Una chica no paraba de reverenciarse a modo de disculpa por su torpeza, era hermosa, alta, con unos preciosos ojos lila muy expresivos y llevaba puesta una falda tan pequeña que no dejaba gran cosa a la imaginación y un escote que lucía incluso más su prominente pecho. No podía culpar a mi amigo de no arremeter contra ella como lo quiso hacer al principio. Cada reverencia que nos hacía, regalaba un hermoso paisaje a la vista. "¿Puedo invitarle a una copa a modo de compensación?" Sonreía avergonzada por el tropezón.

"Ara… Creí que estabas tan cansada que no soportabas más este sitio." Una voz detrás de ella sonaba tan melodiosa, que por un momento creímos que formaba parte de la música.

"Un segundo, tengo que hablar con mi amiga." Se alejaron un poco para discutir los nuevos cambios que les ofrecía la noche.

"Dios santo, ¿has visto que chica? Oye di que eres mi amiga lesbiana o mi hermana, no quiero que piense que estoy contigo." Lo fulminé con la mirada. "Es que no quiero perder la oportunidad. Por favor, te compraré una blusa nueva." Dijo de nuevo suplicando.

"Me debes una blusa nueva. Me voy a casa. Que te diviertas con las dos." Cuando me di la vuelta y me disponía a ir.

"¿Qué queréis tomar, os invito a una copa?" Dijo la pelinaranja de manera coqueta refiriéndose a los dos. Su amiga se había adentrado entre la multitud y tirando Tate de mi camisa, la seguimos los tres. Subimos unas escaleras, vigiladas por seguridad y en un santiamén nos encontramos en una sala VIP, quien lo iba a decir, comencé criticándoles y ahora me tomaré una copa con ellos.

"No está mal." Soltó Tate mirándome de reojo. Completamente a oscuras con una tenue luz azulada de ambiente, nos sentamos en el sofá mi amigo y yo a la espera de las copas. Mientras las chicas seguían discutiendo algún tema personal. "Voy a proponerte algo, ¿vale?" Lo miré con desconfianza. "Vamos a dejarnos llevar, total no las conocemos ni ellas a nosotros. Disfrutaremos esta noche y será una historia más que contar a nuestros nietos."

"Imbécil. Las dos son chicas. ¿Cómo íbamos a disfrutar los dos?" Le respondí susurrando para no llamar la atención de las chicas, pues había desvelado un hecho del que mi querido amigo no se había percatado.

"Puedes mirar." Arrojó con una sonrisa. "Nos tomamos una copa y si es divertido nos quedamos, ¿Qué te parece?" Insistía.

"¿Tú me escuchas?" Le dije a Tate al borde de la ira, en aquel momento se acercó la ojilila a ofrecernos un par de copas de champagne.

"Brindemos por la casualidad del tropiezo." Y se unió a nosotros la indecisa amiga alzando sus copas las dos. "¡Salud!" Dijeron los tres al unísono mientras bebían, yo estaba en estado de shock.

Eran las chicas que habían estacionado aquel flamante vehículo blanco y habían entrado por la puerta contoneándose las dos sin hacer la fila de espera. No me había parado a mirarlas con detenimiento aunque la ojilila mostrara sus atributos haciendo la reverencia. Ambas eran dueñas de una belleza infinita pero la compañera de la ojilila, estaba provista de un atractivo que la hacía verse incluso más misteriosa aún. Unos preciosos ojos escarlata con una cabellera castaña y unas fracciones finas la decoraban, su estilismo era más refinado que el de su compañera, su escote no era tan generoso pero aun así invitaba a fantasear con su cuerpo. Sus curvas tan delicadas enfundadas en un vestido, sugerían poder alcanzar el descontrol. Al verla mirar tan intensamente tanto a Tate como a mí, me perdí en sus ojos y me olvidé hasta de dónde me encontraba. Al principio no andaba muy acertada con las palabras y aún estaba reacia a seguir los consejos de un joven pervertido, pero a la segunda copa, la atmosfera cambió radicalmente para los cuatro. Si mi amigo Tate y la ojilila ya estaban animados incluso antes de tomarse la copa juntos, ahora ya no había quien los detuviera. De repente comenzamos a llenar la sala con risas, bromas e incluso alguna sugerencia que otra subida de tono. Al final cuando quisimos darnos cuenta, no encontraba a mi amigo por ningún lugar, pues se había ido con la ojilila dios sabe a dónde, a dios sabe hacer que. Me quedé a solas con la amiga sin saber qué hacer.

Yo tenía clara una cosa, que hasta la fecha no me sentía atraída sexualmente por nadie, ya sea hombre o mujer, pero que una mujer jamás iba a llamar mi atención, por lo menos eso creía hasta la fecha. Desde que comenzó a interactuar con nosotros y dejó de hablar a susurros con su amiga, no le había quitado los ojos de encima a la ojirubí. Algo en ella llamaba completamente mi atención e incluso me atraía hacia ella sin remedio, cierto que deben ser las copas de más que nublaban mi razón, pero por un momento llegue a pensar en hacer caso de las sabias palabras de Tate, en aquel momento junto a las burbujas del champagne, sonaban bastante acertadas. No habíamos disfrutado nada en todo el verano y las clases iban a comenzar de inmediato, era la única noche para dejarnos llevar. Además era una completa desconocida, no volvería a verla nunca más, ¿Cuál sería el problema? Pensando estas cosas no me di cuenta cuando fue el momento en el que se acercó y comenzamos a besarnos, se sentó encima de mí en el sofá y comenzó a besarme torpemente, se relajó cuando rodeé su cuerpo con mis brazos y la atraje hacia mí. No tenía experiencia en este campo pero algo me decía que la chica tampoco andaba muy sobrada. Cuando nos dimos cuenta, nos estorbaba la ropa y cualquier postura en el sofá nos incomodaba.

"¿Nos vamos a otro sitio?" Susurré a su oído y noté como se tensó completamente debajo de mí.

"No podemos ir a mi casa." Soltó por fin, indecisa.

"Tranquila, vamos a la mía." Respondí incorporándome y le tendí una mano para ayudarla. Se quedó largo tiempo pensativa, llegando a la conclusión de que estábamos yendo contra las normas.

"Solo si vamos en mi coche." Puso su condición.

"De acuerdo."

Cuando llegamos al estacionamiento no encontré la moto de Tate y casi me daba pena abandonar la mía en aquel lugar, pero era la única forma de acabar la noche con aquella chica. Ya que rompí la norma de dar cualquier información sobre mí, era lógico que pusiera una condición. Cuando llegamos a mi casa, incluso antes de bajar del coche ya comenzamos a besarnos con locura y a profundizar en cada caricia. Al tercer intento de meter la llave por la cerradura sin prestar atención a dicha acción, esta cedió y se abrió. Y es que era imposible separarme de aquellos labios que creaban cierta adicción una vez probados. Subíamos como podíamos las escaleras sin separarnos una de la otra, hasta que decidí cargarla hasta mi habitación, con el fin de hacer el mínimo ruido posible, ya que no sabía si mi tutor había regresado a casa o seguía con las luces encendidas en su despacho. Una vez en mi habitación, dado que lo más cercano era el escritorio, la deposite sobre él tirando por el camino numerosos papeles que debía entregarle a mi tutor el lunes próximo, pero que en aquel momento no me preocupaban. La despojé torpemente de sus ropas mientras recobraba el aliento por el esfuerzo y una vez que pude tocar con la yema de mis dedos directamente su piel, un deseo incontrolable se apodero de las dos, ella buscaba el broche de mi pantalón sin separar su cuerpo del mío y yo el broche de su exquisita combinación de ropa interior. Una vez que pude ver aquel par de deliciosas curvas, llegó el momento en el que el deseo me cegó por completo, cargándola de nuevo hasta la cama y arrojándola contra ella mientras terminaba de despojarme de lo que había dejado a medias mi compañera. Completamente desnuda, me coloqué sobre ella en busca de esos labios tan paradisiacos, arrancándole innumerables gemidos. No sabía si era por el alcohol que había adquirido esa adrenalina suficiente para cargarla desde la entrada hasta mi habitación, o era ese irrefrenable deseo que sentía por ella. Lo cierto era que fue la primera vez que hacía caso a un consejo de Tate y era a su vez la primera vez que derrumbaba mis muros y me dejaba llevar con alguien.

No sabría decir en qué momento exacto nos detuvimos, o cuando fue el instante en el que caímos derrotadas por el sueño. Solo recuerdo la suavidad de su cálido cuerpo estremecerse a cada abrazo y sentir su respiración agitada en mi pecho cuando comenzaba a cerrar los ojos intentando controlar mi respiración. Al día siguiente, no había rastro de ella. Y eso que desperté a primera hora de la mañana ya que debía abrir el taller de recambios junto a mi tutor. Pero solo vi el destrozo causado por la noche anterior. Se fue sin dejar una nota. Aunque pensándolo bien, el trato era no dejar ninguna información, ni nombres, ni direcciones, ni números telefónicos. El completo anonimato. Ella lo había seguido firmemente al pie de la letra, por lo tanto es lógico pensar que no habría notas al día siguiente, ni desayuno en la cama y mucho menos un beso de despedida, ¿pero en qué estupideces estaba pensando? Eché un vistazo al reloj y me encaminé hacia la ducha. Era casi pecado deshacerme de los recuerdos de aquella diosa pero no iba a ir por ahí sin duchar con tal de conservar la esencia de ella. Bajo el chorro de agua fría, me mentalice en olvidar todo lo ocurrido la noche anterior y dejar de pensar en ella, ya que sería imposible localizarla sin ningún dato. Llegué a la conclusión de que ya era hora de actuar como una chica moderna y de este mundo, y dejar de preocuparme por lo que estaba correcto y lo que no. Solo era una noche de diversión, con aquello no le haría daño a nadie. Además no le había engañado en nada. Vistiéndome lo más rápido posible para dejar de pensar en el tema en el que no debía pensar, me dirigí una vez desayunado al taller donde un sonriente Tate me esperaba con el motor en marcha.

"¿Recogemos tu moto?" Cierto, la había abandonado la noche anterior a las puertas de aquel local.

"¡Oh, es verdad! Vamos antes de que Yamada se dé cuenta." Cogí prestado un casco del mostrador y me puse detrás de Tate.

"¿Qué tal anoche?" Preguntó con tono curioso.

"Bien." Fue todo mi resumen.

"¿Cómo que bien? Es la primera vez que abandonas la moto… Bien, es volver sana y salva a casa EN tú moto." Recalcó en ese pequeño detalle. "Pero que te lleven a casa en coche es más que bien, son detalles." Suspiré porque no iba a dejarlo correr sin darle alguna que otra información.

"Es que nunca me había imaginado eso." Creo que lo deje peor. Al ver que únicamente me miraba continué. "Ya sabes, hacerlo con una chica."

"¡Oh, dios mío! ¿¡Lo habéis hecho!?" Le mandé bajar la voz. "Creí que solo te llevo a casa y que te comportaste como siempre. ¿Ya sabes?" Comenzó a buscar las palabras precisas. Una vez que llegamos a la moto suspiré de alivio al ver que estaba justo en el lugar donde la había dejado anoche y que estaba intacta. "Oye, no te enfades. Simplemente digo que a veces eres distante con todo el mundo. No creí que fueras capaz de acercarte tanto a alguien."

"Pues me acerqué, fin de la historia." Me subí a la moto. "Además, hice justo lo que me habías dicho que haga." Arranqué la moto saboreando ese rugido. "Y no hay de qué preocuparse, no volveré a verla jamás."

"Te equivocas." Comenzó a reír. "Te dije que hicieras de amiga lesbiana, no que lo fueras." Y se fue como alma que lleva el diablo.

"Idiota."