Una chica de pelo naranja hasta su cintura, piel blanca y ojos color gris tan hermoso y expresivos caminaba por el amplio pasillo de su hotel camino al elevador. Bajaría al restaurant porque no le apetecía nada del menú de la habitación. Presionó el botón del elevador y pensó en las cosas de la vida y que volvió a Karakura después de tres años, la ciudad había cambiado muy poco y eso le gustaba.

El elevador se abrió y la chica entró, había un hombre con un libro en la cara, con Los Altos tacones ella llegaba casi a su tamaño, pudo ver su pelo negro como la noche y sonrió internamente.

-. ¿ primer piso? - preguntó cuando las puertas se cerraron.

-. Si - dijo ella restándole importancia a él.

Luego de unos segundos algo en sus cabezas hizo clic, se miraron sorprendidos. De todos los lugares en el mundo estaba ahí, nuevamente frente a ella y Justo en ese momento ella estuvo segura de que el mundo era redondo.

Tragó seco, se paralizó ante el y simplemente no sabía si golpearlo o besarlo...

Orihime vio los sutiles cambios del chico, ahora llevaba su cabello más cortos, su piel más pálida, ya no lucia tan delgado, sus hombros y brazos más anchos y juraría que su torso debajo de la camisa estaba más marcado, aquellos ojos verdes sin brillo estaban puestos en ella y la miraban con ternura, si ternura. Ella había aprendido a leer esos ojos.

Por otro lado el también la examinó, parecía uno o dos centímetros más alta (omitiendo los tacones) estaba vestida con un traje de falda y si hace unos años se lo hubiesen dicho el quizás hubiese matado a alguien por inventar cosas, llevaba un poco de maquillaje y su cabello más largo que antes, los ojos tenían el singular brillo de siempre y lo miraba como un niño viendo su juguete favorito, debajo de los ojos habían algunas ojeras sutiles, que solo el que conocía cada centímetro de esa piel podía notar, estaba más rellena que antes y eso la hacía lucir hermosa.

Extendió su mano derecha hacia ella sorprendiéndola, Orihime la tomó sorprendiéndolo a él. Ambas muñecas tenían un brazalete, el de la chica tenía una cadena más fina y delicada que la que traían el pelinegro. Ambas tenía dos medallas, una en forma de corona y otra en forma de murciélago.

-. Tus ojos aún brillan cuando me ven mujer. - dijo el sin expresión en su voz, ella no se sorprendió y solo sonrió.

-. Tus manos aún tiemblan cuando me tocan -respondió ella.

Ulquiorra la invitó a comer y Orihime aceptó para sorpresa de ambos. Bajaron al restaurante y al principio solo había silencio.

Mientras la chica observaba el menú notó que el mesero había sido llamado por Ulquiorra, ella seguía pensando lo que iba a pedir y entonces el mencionó un plato de camarones que a ella le gustaba muchísimo. No pudo evitar sonreír ante eso.

-. ¿Agua o vino? - preguntó el mesero.

-. Agua para ella, vino para mi. - respondió Ulquiorra. El mesero se fue. - no te gusta el alcohol - dijo y ella sonrió.

-. Aún lo recuerdas...

-. ¿Como olvidarlo? - fue su respuesta.

Ambos imaginaron ese reencuentro millones de veces en sus cabezas, en todos los escenarios terminaban ignorándose o ella lo golpeaba o se veían de la mano de otra persona, pero no, en ningún momento supusieron que se encontrarían en un elevador y terminaran comiendo en el restaurant del hotel.

Estaban riendo, comiendo y "tomando" se pusieron al día sobre algunas cosas de sus vidas, claro que ella omitió una MUY importante cosa que sucedió en los años que estuvo alejada al igual que el.

Estaba ahí tranquilamente y para quien no lo sabía era dos amigos reencontrándose. Pero para quien conocía su historia sabía que eran dos amantes volviéndose a enamorar.