Aclaración: Los personajes de Naruto no me pertencen, fueron creados por Masashi kishimoto, yo solo los tome prestados para escribir esta historia, por ocio, cambiando el entorno donde ocurren los hechos.


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"En mi comienzo está mi final."

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Fuera el viento corría fresco, los arboles ya no tenían hojas y el cielo se encontraba gris, un típico día de otoño. Dentro de la enorme mansión, el ambiente era cálido gracias a la chimenea y el confort de las gruesas paredes, una chica de unos dieciséis años, se encontraba caminando por un largo y solitario pasillo que conducía a otra habitación, sus cabellos azulinos se movían al compás de sus pasos en un vaivén.

Ese pasillo en especial, siempre le había infundado miedo, tenía escasa iluminación y una apariencia demasiado fría, aquello la incomodaba. Algunos cuadros, lo adornaban, pero carecía de ventanas y las paredes pintadas de color hueso tenían alguna que otra mancha de humedad, ese color no transmitía nada. A un par de metros, podía observar la gran puerta de roble, barnizada que conducía al despacho de Hiashi Hyuga, un gran y respetado político, su propio padre. Quizá su miedo se debiera a que las pocas veces que su padre la citaba ahí era para darle noticias realmente importantes.

Recordó, ella misma, con tan solo seis años caminando danzante por esos mismos pasillos, que en aquellos tiempos no resultaban tan oscuros y sus paredes no tenían ni una sola mancha de humedad. Al atravesar las gruesas puertas de madera, se encontró a su padre detrás del escritorio, como usualmente, pero esa vez tenía la cabeza escondida entre sus brazos. Se acercó asustada a su lado y tiro de su importante traje para llamar su atención. Cuando el levanto la cabeza logro observar su expresión de dolor, su rostro estaba bañado en lágrimas, nunca lo había visto llorar, se asustó y lo abrazo con sus pequeños bracitos, como el hacía con ella cuando lloraba. Luego su padre pronuncio unas palabras y todo se volvió oscuro, las lágrimas bañaron sus mejillas y sus piernitas recorrieron a toda velocidad esos pasillos que parecían interminables y solitarios...

Volvió a la realidad al divisar la imponente puerta frente a ella, su mirada que parecía perdida aun con los últimos recuerdos en su mente, se centró en la puerta que la dividía de su progenitor y la observo dudosa. Divagó en las miles de cosas que su padre podría decirle, antes de levantar lentamente el puño para chocarlo repetidas veces, de forma vacilante, sobre la madera. Todavía se encontraba nerviosa esperando la respuesta del que se encontraba del otro lado, un minuto después la voz gruesa de su padre, resonó causando eco en el desolado pasillo.

-adelante.- ingreso casi arrastrando los pies con la cabeza gacha y cerró la puerta tras de sí, aun sin mirarlo, para luego girar hacia él y realizar una pequeña reverencia.

-b-buenos d-días padre.- pronuncio débilmente las palabras como era común en ella, lo observo hacer una señal con la cabeza tras el escritorio con los brazos cruzados sobre el pecho, se aclaró la garganta y retomo la palabra.

-¿sabes para que te he pedido que vinieras?- lo cierto era que no tenía ni más remota idea, por más que pensó, no se le ocurrió ningún motivo por el cual la hubiese llamado, negó lentamente.- Este año son las elecciones… y mi consejero me ha dicho que puede ser un buen año, he decidido postularme como gobernador de la ciudad.- hizo una pausa y la observo atento.- ¿te parece bien?-

Las manos le sudaban. Gobernador… eso la pondría a ella como un insecto bajo un telescopio, donde todos estarían pendientes de lo que hiciera, ya lo hacían ahora a pesar de que su padre era solo un ministro ni se imaginaba como seria su vida si él fuera gobernador. Por supuesto que no le parecía bien, era demasiada presión. Se sentía insegura, no quería defraudar a nadie mucho menos a su padre. Lo observo insegura, el parecía esperar una respuesta, la miraba expectante pero parecía relajado. Forzó una sonrisa.

-m-me p-parece b-bien, padre.- frustración… eso sentía en ese momento ¿Por qué no podía decir lo que realmente pensaba? Ojala tuviera más coraje, pensó con la vista en el suelo.

-bien...- lo observo sonreír.- sabes que eso implica que puedan juzgar todo lo que hagamos…- hizo una pausa, para esperar que ella asintiera.- entonces te pido por favor que hagas buena letra, como hasta ahora o mejor si es posible.- sonrió.

-l-lo ha-hare.- pronuncio cual robot.

-No esperaba menos de ti… eres maravillosa.- seguro que él no se imaginaba lo enormemente feliz que la pusieron esas palabras, una gran sonrisa se formó en su rostro.- bien he tomado algunas precauciones… ya que a partir de la semana que viene cuando se anuncien los postulados, estaremos en la cima del ojo público.- la semana que viene… los postulados se anotan con un mes de anticipación como mínimo, realmente no le importaba su opinión. Asintió como si estuviera prestando atención a lo que él le decía.- he contratado un guardaespaldas para ti, no me perdonaría que nada te pasara, no por mi culpa.- ¿ahora se preocupaba por lo que le pasaba? Seguramente solo lo hacía para poder tener la conciencia tranquila.

-n-no… n-no quiero alguien que me siga todo el tiempo.- su voz era suave pero firme levemente alterada. Su padre ni se inmuto, realmente no la tomaba en serio.

-ya he llamado a la CPPC- (centro de protección para civiles)- enviaran uno en dos días, ira al colegio contigo.- dijo el de forma desinteresada, como si hablaran del clima. ¡Iba a tener a un tipo extraño siguiéndola en todo momento! Sus ojos se abrieron grandes, ¡Que incomodo! Eso era absurdo a él ni siquiera le importaba lo que ella pensaba, le dirigió una mirada decepcionada mas no dijo nada.- disfruta del fin de semana, ya puedes irte.- como si fuera posible disfrutarlo, sonrió irónica. Se giró, abrió la puerta y camino lentamente el largo pasillo, que la alejaba de su padre.

Se pasó la tarde observando como el viento arrancaba las pocas hojas que quedaban en los árboles del enorme jardín, sentada en el gran ventanal agarrando sus piernas sobre su pecho, pensando en lo aburrida que era su vida. Fin de semana y ella sentada observando como caían las hojas, casi nunca salía a fiestas a menos que fuera del trabajo de su padre y tampoco era como si tuviera muchos amigos con los que salir, siempre estaba rodeada de gente mayor y los chicos de su edad le parecían inmaduros. Excepto el rubio de sus sueños, claro, que era una gran persona, luchaba pos sus ideales y no tenía miedo de expresar su punto de vista, ojala pudiera ser más como él. Se quedó dormida junto a la ventana pensando en mil formas en las cuales el chico de sus sueños le declaraba todo su amor.

Cuando despertó la luz de la gran luna y las estrellas eran lo único que alumbraban la habitación, obsequiando una hermosa vista procedente del gran ventanal. Adormilada, se dirigió a su cuarto, para poder seguir descansando, al llegar, observó como las mucamas iban y venia de un lado al otro, preparando la habitación junto a la de ella. Un gruñido escapo de sus labios, ¿algo más? Esperaba que no le tocara tener que bañarse con el también. De por si su vida siempre era controlada, nunca hacia lo que realmente quería y ahora un extraño, le contaría todos y cada uno de sus pasos, un preso tendría más libertades que ella. La idea de escaparse y no regresar jamás surco su cabeza, pero la desecho, sinceramente siempre había dependido de otra gente. Gruño enfadada, odiaba su vida, SE odia, entro en su cuarto cerrando de un portazo y no bajo ni siquiera para la hora de la cena.

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Cede de la CPPC, Tokio.

El sol ya se había ocultado, dejando tras su marcha la oscuridad de la noche, la luna brillaba en su esplendor. Una habitación ordenada y limpia, los muebles vacíos, la luz apagada, una valija cerrada sobre la cama. Un chico, junto a ella, sentado en la cama, su cabeza entre sus manos, sus brazos apoyados en sus piernas. Alguien ingreso en la habitación, encendiendo la luz, el chico levanto la cabeza, sus ojos negros lucían enfadados.

-Uchiha, tu micro está por salir, ¿ya tienes todo preparado?- asintió con un gruñido.

-¿Cuál es el plazo de la misión?- pregunto de manera rutinaria.

-es indeterminado…- el sujeto realizo una pausa para observar su reloj de muñeca.- apresúrate.- de mala gana tomo su valija, y atravesó la puerta sin tomar en cuenta a la persona asomada en esta.

Una nueva misión, una nueva persona a la que proteger con su vida. Con su poca experiencia nunca había realizado una misión de plazo indeterminado, la mayoría de las veces eran misiones simples que no duraban más que unos pocos meses, por un caso puntual o alguna misión de infiltración. Realmente solo esperaba que no fuera una chiquilla molesta y mimada, que solo le pusiera complicadas las cosas para que el la salvara, como si él fuera un "príncipe" u otra niña tonta que mal interpretara las cosas y creyera que él estaba enamorado de ella solo por hacer su trabajo, eso le resultaba irritante.

Lo único importante en su vida era su trabajo y todo lo que implicaba. Desde que lo habían abandonado ahí, solo se había dedicado a aprender y perfeccionarse en eso, para poder ser uno de los mejores, entrenado sin descanso encerrado tras el alambrado de esa institución. Lo habían entrenado para ocultar sus emociones, para sobrepasar diferentes situaciones, había aprendido a utilizar todo tipo de armas, a realizar artes marciales, a crear estrategias y a pensar con rapidez, porque cada minuto definía la vida o la muerte pero lo más importante que había aprendido era a no confiar en nadie y no querer a nadie más que a sí mismo. A pesar de todo el esfuerzo que implicaba la CPPC no le era nada desagradable, era lo ideal para él, no se imaginaba haciendo otra cosa, le encantaba la adrenalina.

Había llegado ahí cuando tenía doce años, una noche como esa, cuando la luna brillaba grande sobre el cielo. Observo la luna, el único hermoso recuerdo de esa noche y lentamente las imágenes de esa noche regresaron a su cabeza.

Se encontraba en la parte trasera del automóvil, el ambiente era tenso, su madre le ofrecía rápidas nerviosas miradas, su padre tenía la mirada fija en la ruta y su hermano a su lado permanecía con la mirada perdida. El automóvil se detuvo frente a un instituto, las luces se encontraban apagadas y solo se observaba un guardia sentado bajo la tenue luz de una lámpara, en una cabina junto al alambrado. La puerta de su padre se abrió, dio la vuelta y se dirigió a su lado del auto, su hermano le dirigió una mirada melancólica "volveré por ti" lo escucho pronunciar, atónito se giró, justo al momento en que la puerta era abierta bruscamente y su padre jalaba de él, el guardia se acercó a su padre y tiro de él. Por más que lloro y pataleo sus suplicas no fueron escuchadas. Observó con gruesas lágrimas en los ojos como su padre se alejaba de ahí, su madre con la mirada perdida, su hermano con la cabeza apoyada en la ventanilla y luego el auto perderse en la ruta. Los primeros meses se resistió, espero observando como la luna cambiaba de tamaño conforme pasaban los días, esperando a que su hermano lo rescatara, soporto castigos y malos tratos. Trago en seco al recordar lo mal que lo había pasado esos meses, habían sido los peores de su vida. Finalmente cuando paso un año, fue transferido y se dedicó a olvidar... convirtiéndose en alguien nuevo, dejando atrás al inocente niño que alguna vez fue.

Las imágenes desaparecieron, se encontró sentado en el último asiento del micro repleto de gente, su mirada sin emoción con el ceño fruncido se dirigió a la ventanilla. La gran luna llena parecía seguir al vehículo en movimiento. Se colocó unos auriculares y se acomodó en el respaldo del asiento y se relajó hasta quedarse dormido, esperando llegar a su nuevo destino.

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El día había sido largo y agotador, con los últimos preparativos para el joven que llegaría al día siguiente, lo único que sabía sobre su "protector" era que tenía su edad y que asistiría al colegio con ella. Desde que su padre le había comunicado esa noticia no le había vuelto a dirigir la palabra y eso solo hacía más pesada la convivencia, no le gustaba estar disgustada con él, después de todo era lo único que tenía.

La noticia de su padre sobre postularse como gobernador seguían en su mente, sus pensamientos la habían atormentado todo el día. ¿Y qué pasaría si él era elegido como gobernador de Konoha? Eso todavía no lo había pensado, su vida cambiaría completamente. Sentía miedo, siempre se había sentido insegura, con miedo a fallar y de decepcionar a las personas, siempre se había sentido inferior al resto... no soportaba su vida. Ella no era la indicada para ser la hija de un gobernador ni siquiera se sentía segura al elegir la ropa, por ello siempre usaba ropa sencilla y holgada, que no llamara la atención, definitivamente no estaba preparada para eso. Suspiro derrotada. Coloco el despertador a las seis y media de la mañana, ya que al día siguiente tenia clases, se recostó en su cómoda cama, para tratar de descansar y hacer de cuenta que los problemas no existían, que era una chica normal, luego de varios minutos finalmente logro conseguir un plácido sueño, sin interrupciones y libre de pesadillas.

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Bueno es mi primer capitulo, de mi primera historia en fanfiction! aaaw que emoción, la narración no es muy buena :/ pero espero poder seguir mejorando, por eso acepto todas las criticas y sugerencias que puedan darme.

y bueno nada... ¡aguante el sasuhina! (: