Nombre: Nostalgia blanca.

Colección: Nostalgias.

Estilo: Drabble.

Orden: 8

Personajes: Rukia Kuchiki. Ichigo Kurosaki.

Basado en: Bleach, escrita y dibujada por Kubo Tite sensei.

Canción: "Es la nostalgia", Jairo.


Sentada a la mesa, conversaba con sus amigas. Hablaban de la vida, de los años, de los nietos, de las alegrías pasadas. Los vasos estaban vacíos, la música se oía a lo lejos y la noche estaba muy entrada ya.

Sentía los párpados pesados y la boca seca. No tenía la voluntad suficiente de levantarse e ir al refrigerador por otra botella de vino. Su mano arrugada y manchada, le recordaba que los años habían pasado. Y no sólo para ella, sino para todos.

Sintió pasos en la galería y viró su cabeza en esa dirección. La ventana estaba cerrada, porque hacía bastante frío esa noche. Pero aún así sabía que no había nadie allí. Sonrió.

– Es que el tiempo pasa… ¡Mis nietos ya están el la primaria! – dijo una de sus amigas, la menor. Apenas se notaban sus arrugas. Tenía sus ojos claros y su cabello que alguna vez fue castaño, cubierto casi en su totalidad por canas. La dueña de casa la miró de reojo, ya que no podía dejar de observar la ventana cerrada que daba a la galería.

Podía percibir aún los pasos sobre las maderas. Él caminaba haciendo ese ruido especial cada mañana al despertar, sobre todo los últimos años. Iba y venía buscando los elementos para armar su desayuno cada día y esperaba sentado en la galería, con la mesa de té y todo lo que había preparado. Ella lo escuchaba desde su habitación y cuando cesaban sus movimientos, salía como si recién se hubiese despertado.

Él la esperaba con una sonrisa y la taza de té llena y humeante. Ella se sentaba a su lado, con los pies colgando hacia el patio. Tomaban sus tés y comían, en silencio absoluto.

– ¿Qué sucede? – le preguntó susurrando la mujer que estaba a su lado y notó su abstracción.

– Nada, nada – dijo y su compañera sonrió cómplicemente.

Luego del desayuno salían a caminar por el parque, bajo la sombra de los frutales. Su rutina era igual cada día, había terminado hacía años su frenética vida agitada y sus riñas. Tantos años juntos habían hecho que se sintieran uno solo. Pero ahora que él ya había partido, ella sentía que le faltaba un trozo.

Caminaban unos minutos y paraban frente al gran cerezo del medio. Él se ponía frente a ella, mirándola hacia abajo por su diferencia de estaturas. Sonreía, como casi nunca. Y ella lo miraba con brillo en sus ojos.

Ese día de verano en el que él partió, el sol comenzaba a calentar. Aquel día en el que él no preparó el desayuno como siempre, ese fatídico día en el que la dejó sola. Una lágrima cayó sin querer de su ojo izquierdo, y mojó su regazo. Se asustó y con su mano secó su mejilla. Su corazón latía con fuerza y parecía salirse de su pecho.

El retumbar de los pasos cesó.

"Es la nostalgia un verso de Martí, rumor de pasos, el eco de un violín. Pero el silencio es al cabo, quién me dará su verdad. Y en tanto la vida gira…".