Detrás de Severus Snape
Harry miraba desde su ventana el oscuro cielo, hacia más de unas semanas que no podía dormir y como cada noche se levantaba a observar el cielo y la hermosa luna... cursaba el sexto año en Hogwarts. Y como era normal cada vez se acercaba el enfrentamiento con Lord Voldemort, sus amigos lo apoyaban diciéndole que lo ayudarían y que siempre estarían de acuerdo en las decisiones que él tomara.
Aburrido y desesperado por no dormir decidió salir a dar una vuelta por el castillo, se puso sus sandalias y salió sin hacer ruido, en la sala común no se encontraba nadie, la chimenea estaba por apagarse...
El castillo estaba en silencio y el ojiverde caminaba sin mucho entusiasmo, aún no estaba preparado para lo que vendría y aunque él no quisiera su destino ya estaba escrito y no lo podría cambiar. Harry estaba tan metido en sus pensamientos que no escucho cuando cierto profesor se acercaba hasta que escucho su voz.
–Pero si es Potter –volteo y observo al educador de pociones –una vez más pasando por alto las reglas... no entiende, es igual que su padre –exclamó con odio –. Esta vez tendrá su castigo... lo espero a las 7 de la noche en mi oficina Potter... ahora váyase a su sala común –ordeno mirándolo con el entrecejo fruncido.
Harry apretó sus puños y sin que el adulto le diera tiempo de explicar camino hacia la sala... como odiaba a Severus, ¿cómo era posible que Dumbledore creyera en él?... Estaba claro que no era más que un Mortífago que no tenía compasión de nadie.
A la mañana siguiente el Gryffindor, caminaba en silencio, a su lado iba Hermione y Ron.
– ¿Por qué no le dices lo que ocurre? –propuso la castaña mientras entraban al gran comedor
–Ya te lo dije, no se lo diré –contestó Harry sentándose y poniendo en su plato algo de comida
–El profesor no puede ser tan malo –opinó la castaña sentándose al lado de su amigo
–Para ti ningún maestro es malo... –dijo Ron sirviéndose de todo un poco.
Hermione exhalo y resignándose comenzó a comer, el ojiverde sólo picaba su comida, la verdad era que no le daba nada de hambre, estaba demasiado cansado tanto física como mentalmente. Y para colmo tendría unas horas más con su ¨ amado ¨ profesor.
Llego la hora del castigo y Harry se dirigió a las mazmorras, toco la puerta, sin embargo nadie contesto... con mucha curiosidad abrió la puerta y se asombro al ver a Severus sentado detrás de su escritorio con una expresión de tristeza que jamás había visto en él.
Temiendo de lo que le podría pasar si el profesor se enteraba de lo había visto cerró la puerta y toco con más fuerza.
–Adelante –escucho que contestaron segundos después, cuando volvió a ver a su profesor una vez más demostraba indiferencia y odio en aquellos ojos –. Llegas tarde Potter –dijo al final Severus levantándose, Harry entro y se quedo parado esperando su castigo –como veo que no tiene sueño... se quedaras ayudándome a revisar las pociones de los alumnos... tal vez así aprenda algo –dijo con burla.
Harry asintió a su pesar y siguió a su maestro que se acercaba a otra puerta, entraron y el ojiverde observo toda clase de pociones que había en los muebles que cubrían toda la pared... sonrió inconscientemente
–No te alegres, no será fácil –dijo Severus deteniéndose en un baúl que estaba encima de la mesa –tendrás que ver si la poción del sueño esta correcta –dijo abriendo el baúl y mostrándole todas las botellas.
El Griffindor se quedo sorprendido al ver la cantidad de botellas
– ¡Son demasiadas!... –Exclamó y es que al parecer eran todas las de los primeros años de las cuatro casas
–Bueno pues hoy lo encontré a las 4 de la mañana... así que no habrá problema –contestó el adulto sonriendo de medio lado –Empiece, ya debe de saber muy bien como es esa poción y las características que debe tener –dijo sentándose en una silla detrás de la mesa para él también comenzar a revisar pociones de años más avanzados.
Harry se acerco a la mesa e inicio su castigo... en verdad que era aburrido, ya llevaba al menos una hora y todavía le faltaban muchas, su trabajo era revisar y ver el nombre del alumno en la botella para apuntar en un pergamino si había elaborado correctamente la poción. El ojiverde observaba de vez en cuando a su profesor, quería averiguar qué era lo que le había ocasionado aquella expresión... ¿acaso en verdad tenía sentimientos?
–Potter ¿qué tanto me mira?... –Cuestionó con fastidio Severus
–L-lo siento –se disculpo tomando una botella, pero al ver la mirada tan penetrante que le dirigió el profesor se le resbalo.
– ¡Qué estupidez hizo Potter! –Gritó levantándose y observando como la botella se había roto
–No era mi intención –dijo Harry agachándose para recoger la botella y limpiar
– ¿Pero qué hace? –Cuestionó arrugando el entrecejo, el ojiverde levanto la mirada y sin darse cuenta toco la poción con sus dedos –es un mago... puede hacerlo con su varita –exclamó enojándose cada vez más.
Harry bajo la mirada y movió su mano cortándose un dedo, por inercia se lo llevo a sus labios... sin saber porque todo comenzó a oscurecerse, sentía que sus párpados eran muy pesados... para caer en un profundo sueño.
Severus al ver como el menor cerraba sus ojos y caía se acerco y se agacho
– ¡Serás tan estúpido! –Exclamó apuntando con su varita al frasco y la poción –fregotego –diciendo estas palabras desaparecieron los restos de la poción y el cristal.
Observo con una sonrisa de medio lado al menor
–Al menos se que el alumno realizo bien la poción –comentó mientras se levantaba y señalaba con su varita al ojiverde –morvi corpus –el cuerpo de Harry se elevo, el profesor lo dirigió hacia su oficina donde tenía un pequeño sillón –genial ahora sólo esperemos que despierte pronto... no pienso ir a dejarlo a su sala –diciendo esto se dio la vuelta y volvió a entrar a la habitación para terminar de calificar.
Harry abrió los ojos y se desubico al no ver su habitación, volteo a los lados y se dio cuenta que aún estaba en la oficina de Severus, se levanto, recordando lo que le había pasado
–De seguro querrá que mañana también venga –exclamó, se incorporo y se acerco a la puerta, la abrió lentamente y vio a un Severus Snape dormido. Su cabeza estaba recargada en sus brazos y por una vez su rostro estaba tranquilo, algunos cabellos cubrían su rostro.
Con el corazón latiéndole rápido se acerco hasta su profesor y le retiro los cabellos de su rostro descubriendo que eran muy suaves igual que su piel. Siguió observándolo cuando escucho unos murmullos que decía el mayor
–Lo siento... te amo... –el ojiverde abrió los ojos sorprendiéndose, no sabía qué hacer, continuar en aquel lugar o irse y aparentar que no había escuchado nada.
