Hola, ante todo muchas gracias por mostrar algo de interés es ésto que estoy publicando ahora mismo xD Éste es mi primera historia e Harry Potter, como es normal, estoy muy emocionada y espero que os guste mucho y no penséis que se me ha ido la olla o algo ja, ja, ja...

Quiero hacer algunas advertencias: Aunque parezca lo contrario, todo lo que escribo tiene sentido (aunque sea un poco), en capítulos y libros posteriores se irá viendo. Me ciño a la historia porque no me gusta alterarla ya que me encanta tal y cómo es. La protagonista es Gillian una alumna que cursa en Hogwarts al mismo tiempo que Harry. Voy a escribir los siete libros, obviamente, significativamente cambiados (pero siéndole fiel a la historia). Sólo lo relacionado con Gillian es de mi propiedad (historia, árbol genealógico...), el resto, menos mis propias ideas, le pertenece a J.K. Rowling.

Éste es un capítulo bastante corto en mi humilde opinión. Pero como es una introducción a mi mundo no me preocupa mucho ja, ja, ja... Además, así, no se hará pesado. Si fuera un libro, serían unas 17-18 páginas.

Divertíos :D


El Renacer de una Pequeña Bruja

31 de Julio del año 1991, 8:07 h

"¡Por fin, me he hecho con mi puñetera carta! A ver si esta vez puedo pasar desapercibida por delante de todos..." "No sé por qué no puedo recibir correo... En fin, además, han llegado cientas igualitas a ésta, importante tiene que ser para que insistan tanto, por eso mismo deberían dejármela leer... digo yo..."

—¡Gillian!

Con nerviosismo ésta se volvió hacia atrás, ocultando con sigilo la carta tras de sí. Era la directora del orfanato, Muriel, y a la vez, madre de su peor enemiga, Greta.

—Me ha desaparecido mi anillo de oro blanco de 3 quilates, y sólo puede ser cosa tuya.

—Déjame en paz y ve a preguntarle a tu hija, ella es la que no deja de robarte dinero para comprarse tabaco, la he visto fumando a escondidas, y en mi opinión creo que es un poco pronto para ello, ya que tiene sólo catorce años, ¿qué será lo siguiente?

Muriel se quedó sin habla, en otra ocasión le habría montado un pollo por una contestación de ese tipo. Lo único que pudo decir fue que se quedaba sin desayunar. Gill se dio la vuelta y se fue a su dormitorio, allí por lo menos no la molestarían, por supuesto, con la carta aún escondida.

Subió las escaleras hasta el tercer piso en el cual se encontraba su habitación, la número 15, la última habitación. Eran cinco niños casi de la misma edad, entre los diez y los doce años, los que quedaban por adoptar, Gillian entre ellos, y si de vez en cuando se incorporaba un bebé lo solían adoptar enseguida por lo que la mayoría de las habitaciones estaban desocupadas. Era un orfanato pequeño en una de las peores zonas de Londres, no era famoso por su limpieza ni por su hospitalidad.

No era la mejor habitación del mundo, tenía humedades por estar al exterior, era bastante pequeña y costaba horrores abrir la ventana, pero algo bueno sí tenía, era la única habitación ocupada en toda la tercera planta. Nadie la molestaría, y si oía algo le daba tiempo a ocultarse para evitar problemas.

Entró en su dormitorio, cogió su linterna del cajón del escritorio y se metió en el armario para leer la carta, si entraba alguien no sabría que se ocultaba allí, a menos que se pusiera a buscar, claro.

Una vez acomodada sobre la poca ropa que tenía guardada, encendió la linterna y observó con admiración el sobre que tanto la enigmaba. "Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería" sonaba a tomadura de pelo, pero no sólo sabían su dirección, sabían también en que planta y habitación vivía, era todo muy raro. Le dio la vuelta a la carta y comprobó que estaba sellada con cera y un escudo que desconocía.

Estaba abriendo el sobre cuando algo la hizo distraerse, se oían voces, voces furiosas. La voz irritante de Muriel era inconfundible, y Gillian supuso que la otra voz pertenecía a Greta, tenía el mal presentimiento de que algo desagradable iba a ocurrirle en cuestión de unos instantes.

Con nerviosismo sacó la carta del sobre, quería leerla aunque fuera lo último que hiciera en su vida, se le calló la linterna y ésta se quedó atrapada entre la madera del fondo del armario y la balda en la que Gill se sentaba. Desesperada intentó sacarla de allí, lo consiguió, le dio la vuelta a la carta para leer algo que no fuera pergamino en blanco, y comenzó a leer:

Querida señorita Scott:

Tenemos el placer de informarle de que dispone de una...

—¡Giiiilliiaan!— oír su nombre la sobresaltó y dejó de leer.

Estaba asustada, era Greta y no tenía muy buenas intenciones.

—¡Gillian, abre la puerta o rompo la cerradura de una patada!

Gill guardó silencio, si podía retrasar más aquella situación, mejor. Tal y como amenazó unos segundos antes, Greta rompió la cerradura de la habitación de una sola patada, era una chica alta para su edad y de constitución media, y a primera vista no parecía poder romper una cerradura tan fácilmente, pero cuando enfurecía podía con todo, cosa que ocurría a menudo.

Al abrirla no vio a nadie, sólo una habitación de seis metros cuadrados con una vieja cama, un escritorio con su propia silla y un pequeño armario destartalado en su interior.

Greta dio un paso hacia adelante mientras imitaba una voz dulce invitando a Gillian a salir de su escondite. Al no obtener respuesta miró bajo la cama, bajo la cual sólo encontró pelusas y cabellos. Ya sólo le quedaba por mirar en el armario, y Gill se preparó para huir en cuanto la puerta se abriera.

La puerta se abrió y Greta apareció, vio a Gillian y gritando que ya la había pillado se llevó las manos a los ojos ya que Gill nada más verla apuntó con la linterna a sus ojos. Aprovechó la oportunidad de salir por patas del armario y echó a correr por el pasillo con la carta y la linterna encendida aún en las manos. Su objetivo: Salir a la calle y esconderse en algún callejón oscuro, aunque pocos había cerca de aquella zona.

Esquivó muebles por el estrecho pasillo, llegó a las escaleras y las bajó como un rayo. Greta la seguía de cerca, y Gillian pensaba que ya podía hacerla desaparecer de alguna forma, lástima, aquello nunca ocurrió.

Gill corrió por el segundo piso hasta alcanzar las escaleras, mientras escuchaba a Greta culparla por la seria discusión con su madre sobre el tabaco.

—Mi madre no podrá intervenir en esta persecución, ha salido a ver a la vecina de al lado una vez más.

—Pues qué bien, así tardará un poco más en darse cuenta de que te he dejado una bonita marca en la cara después de haberte pegado un puñetazo en la cara por haber intentado pegarme tú antes.

—¡Joder! ¡No te resistas más y ven aquí!

—¡Joder digo yo! Cuántas más veces me digas lo que tengo que hacer menos ganas tendré de hacerlo.

El último pasillo y las últimas escaleras, las escaleras de la calle, aquello era lo único que le faltaba para salir del orfanato y conseguir librarse de ella. Pero antes:

—¡Eh, Gillian!— gritó de pronto Greta desde atrás.

Gill, por costumbre se dio la vuelta, y entonces pudo ver un mechero dirigiéndose a su cara a toda velocidad. Éste impactó en su pómulo izquierdo, provocándole un gran dolor, de hecho sangraba. Pero no se detuvo allí, siguió corriendo a pesar de tener ganas de abalanzarse sobre ella.

No podía creerlo, llegó a la calle y se pudo integrar entre la gente, pero aún así no dejó de correr hasta un callejón. Greta la perdió de vista pero no cesó en su busca.

Gillian se integró en un grupo de personas con prisa por llegar a tiempo a su lugar de trabajo, sentía que estorbaba un poco, pero aquello no era lo importante. Cierto era que nunca había salido a la calle para hacer algo diferente a ir al colegio de la esquina o hacer algún recado. Se sentía bien, "libre" por primera vez.

Vislumbró uno de los callejones, y mirando hacia atrás buscando con la mirada a su perseguidora corrió en su dirección. Corrió al callejón hasta chocar con algo y caer al suelo. Del impacto contra el suelo se le saltaron dos lágrimas y quejándose de dolor observó lo que había chocado con ella; Era un hombre alto, como de un metro ochenta y cinco más o menos, completamente vestido de negro, de arriba a abajo, incluido el pelo, era una melena negra como el azabache, una melena casi hasta los hombros. De piel bastante pálida y de ceño fruncido.

La voz de Greta se oía unos metros atrás:

—¡Gillian, cuando te pille te voy a matar!

Al oír ésta última amenaza, Gill se levantó lo más rápido que pudo y sin siquiera preguntar se ocultó detrás del hombre contra el que había chocado unos segundos antes. Esperó escondida hasta que cierta conversación acabó:

—Greta, ¿se puede saber qué haces fuera de tu habitación? Te he dicho claramente que estás un mes castigada sin salir a la calle.

—Pero... Gillian...

—Ni peros ni hostias, tira para casa, ¡ya!

Gill, suspiró de alivio olvidándose de que tenía que pedir disculpas al hombre que había golpeado. Miró sus manos buscando la carta, sorprendentemente estaban vacías.

—¡Mierda! Tanto para nada— y concluyó la frase con un último suspiro—. Gracias por ocultarme, señor— se dirigió a él y se sintió un poco intimidada—, siento el empujón de antes, no era mi inten...

—Está sangrando.

—¿Qué? ¿Dónde?— preguntó mirándose las piernas.

—En su rostro, tiene un buen golpe.

—¡Ah! Ya, mm... No es nada. Bueno debería volver o me caerá una buena, encantada de haberlo conocido señor.

—Cierto es, señorita Scott— Gillian se preguntaba cómo sabía su nombre—, que tengo algo aquí para usted— el hombre buscó en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una carta igualita a las que había estado recibiendo desde hacía unas semanas.

—¿Qué... Cómo...? ¡Oh! Vaya, es... es la carta— la niña cogió el sobre idéntico al anterior—. ¿Quién es usted? No creo que sea mi nueva lechuza.

El hombre haciendo una mueca contestó:

—No. Soy Severus Snape, profesor de Hogwarts, colegio de Magia y Hechicería.

¿Era cierto? No estaban tomándole el pelo, ¿aquel colegio existía realmente?

—Disculpe, profesor... Pero... ¿Está tomándome el pelo?

—Sabía que reaccionaria de este modo, será mejor que vayamos a hablar con la persona a su cargo.

Gillian no entendía nada, sin siquiera darse cuenta estaba volviendo sobre sus pasos junto a un hombre que afirmaba ser profesor de un colegio de MAGIA, estaba flipada.

Llegaron a las puertas del orfanato.

—Es aquí— dijo Gill sin saber muy bien qué estaba haciendo.

El profesor observó con desagrado la fachada del edificio y entró junto a la niña.

—¿Dónde te habías metido? ¿Qué quieres quedarte sin almuerzo también?

—No, ya es suficiente sin desayuno, gracias.

—Serás insolente— Muriel de pronto reparó en la presencia de Snape—. ¿Quién es usted?

—Severus Snape, me gustaría comentarle algo sobre la señorita Scott.

—¿Señorita Scott?— Muriel soltó una pequeña risa burlona—. ¿De qué se trata?— preguntó mientras acompañaba al profesor hasta su despacho y desairando a Gillian.

—Será mejor que la señorita Scott nos acompañe— dijo haciéndole una señal a la niña.

—Bien... Siéntese ahí mismo.

—Verá señora...

—Wells— contestó Muriel.

—Señora Wells, evidente es que lo que le contaré a continuación le parecerá una locura. No obstante, le pido que guarde paciencia. Me manda el director de la escuela en la que trabajo, es una escuela de Magia, y... le pido que no me interrumpa— Muriel estaba a punto de contestar en tono escéptico—. Vengo aquí por la señorita Scott, ella, en efecto tiene dotes para la magia, supongo que habrá observado ciertos comportamientos extraños en la niña se debe a que por sus venas corre sangre mágica.

—Oiga, si ha venido aquí a reírse de todos nosotros lo ha conseguido, ahora le pido por favor que se largue.

—No he venido a reírme de nadie, veamos si de éste modo lo entiende, vengo a ofrecerle librarse de ella, se ve desesperada por ello, no cabe duda, de modo que le pido una vez más que me escuche.

—Espere un momento señor Snape, está diciéndome que soy una... una...

—En efecto, es usted una bruja, señorita, y le ruego también que guarde silencio. Hogwarts— continuó— es un internado con más de mil años de antigüedad que se dedica a educar a jóvenes magos en el arte de la magia en todas sus formas, un internado que se divide en cuatro casas, Slytherin, Ravenclaw, Gryffindor y Hufflepuff, cada una de estas casas se diferencian por ciertas razones obvias, para que los alumnos se sientan más cómodos. Hogwarts es un internado que permite a los alumnos visitar a sus familias en vacaciones de navidad, de semana santa y de verano, también tienen la posibilidad de quedarse en vacaciones de navidad y semana santa. El curso dará comienzo, como todos los años, el 1 de septiembre. La señorita Scott deberá presentarse en la estación de trenes de King's Cross antes de las once de esa misma mañana, con su equipaje y material escolar— Gillian que estaba a punto de preguntar por el material no dijo nada al ver que el profesor Snape estaba a punto de contestarle—. La lista del material se encuentra en el interior de el sobre que con anterioridad le he entregado junto con la carta informándole sobre su plaza en Hogwarts. Mi presencia no habría sido imprescindible de no ser porque los cientos de miles de cartas que han sido enviadas a la señorita Scott, nunca han llegado a sus manos.

Mientras el profesor seguía dando su charla, Gillian abrió por fin la carta y comenzó a leerla:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Director: Albus Dumbledore

(Orden de Merlín, Primera Clase,

Gran Hechicero, Jefe de Magos,

Jefe Supremo, Confederación

Internacional de Magos).

Querida señorita Scott:

Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.

Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.

Muy cordialmente,

Minerva McGonagall

Directora adjunta

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

UNIFORME

Los alumnos de primer año necesitarán:

-Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).

-Un sombrero puntiagudo (negro) de uso diario.

-Un par de guantes protectores (piel de dragón o similar).

-Una capa de invierno (negra, con broches plateados).

(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)

LIBROS

Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:

-El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.

-Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.

-Teoría mágica, Adalbert Waffling.

-Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.

-Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.

-Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.

-Animales fantásticos y dónde encontralos, Newt Scamander.

-Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.

RESTO DEL EQUIPO

1 varita.

1 caldero (peltre, medida 2).

1 juego de redomas de vidrio o cristal.

1 telescopio.

1 balanza de latón.

Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.

SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBA PROPIA.

"Ésto va en serio", se decía a sí misma, pero aún no podía creérselo, le faltaba un punto de credibilidad a la historia.

—Discúlpeme, profesor, pero es que aún no consigo creérmelo... totalmente, no sé si me explico.

—¿No es más cierto que hace cosas que el resto de mortales que la rodean no pueden? ¿Qué alguna vez que haya sentido ira, o nervios ha hecho cosas que creía imposible hacer?

—Bueno... Sí, si me lo pone así, pues si que alguna cosa rara he hecho...

—¿Qué si has hecho cosas raras? Me habrás escondido en circunstancias extrañas como 20 objetos a lo largo de estos años, y afirmas soñar con el futuro, verá señor Snape, no creo que sea bruja sino que está majara junto con usted.

—El futuro— dijo pensativo—...Veo que no me quedan más opciones que irme con la señorita Scott sin más explicaciones, ya que estoy legalmente autorizado para eso.

—¡Oiga, no puede hacer eso!

—Sí que puedo, éstos documentos se lo aclararán— el profesor Snape dejó caer unos pergaminos sobre el escritorio de Muriel, y añadió— Me alegro de habernos entendido, ahora me llevaré a la señorita Scott a comprar su material escolar y la traeré en cuanto terminemos. Pero antes, ¿quiere asistir a Hogwarts, señorita?

—Mm... Sí, por supuesto— el profesor cogió un trozo de papel, un bolígrafo y comenzó a escribir algo.

Tras escribir lo que fuera, el profesor enrolló la carta, se acercó a la ventana abierta, extendió su brazo en la calle y con gran rapidez una lechuza marrón llegó volando desde a saber dónde. La lechuza se posó en la ventana y el profesor ató la carta en una de las patas de la lechuza y la dejó volar libremente.

—En breve el director Dumbledore recibirá su afirmativa contestación, señorita. Creo que no me dejo nada por comentar, entonces pues, señorita acompáñeme.

—Sí se va que no se le ocurra volver— dijo Muriel después de escudriñar los documentos y a pesar de saber que no era querida allí y aceptarlo a Gillian le dolió su comentario.

—¿Cómo es posible que quiera abandonar a un ser humano de esa manera? Alguien a quien a cuidado durante años... Es usted despreciable. Cuídese, no vaya a pasarle algo, señorita vayámonos de aquí.

Salieron del edificio sin decir nada, y Gillian se dedicó a seguir al profesor.

—Amm... ¿Puedo preguntarle dónde vamos a comprar... este tipo de cosas?

—Nosotros los magos y las brujas, tenemos sitios especiales donde comprar nuestros útiles. A medida que vaya pasando de curso necesitará más y más complejos aún... Por lo que ésta no será su primera y última visita al callejón Diagon. De hecho no deberíamos retrasarnos, ya deberíamos estar comprándolo todo, o por lo menos sacando dinero.

—Y... ¿Qué enseñáis exactamente?

—En Hogwarts enseñamos todo tipo de magia, y a que la controléis claro, sino sería un caos— la niña se rió y Snape sintió una extraña satisfacción—. Desde los encantamientos básicos a las pociones más mortíferas.

—Suena interesante— dijo Gill.

El orfanato estaba lejos de la entrada al callejón Diagon, por lo tanto, les esperaba una gran caminata hasta allí. Tras unos largos kilómetros, llegaron a una calle en la que se encontraba una oscura taberna a la que entraron con decisión. Gill pensó que el profesor debía de tener sed o algo por el estilo porque no se explicaba por qué habían entrado en tal sitio.

La taberna estaba abarrotada de brujas y magos bastante emocionados, como celebrando algo, sólo hablaban de una cosa, Harry Potter, ¿quién era Harry Potter? Había varias teteras que servían solas, paños que, sin que nadie los pasara, limpiaban las mesas, y cuando alguna copa se rompía, los camareros cogían un trapo, envolvían lo que se había roto y lo hacían desaparecer en un a fracción de segundo. La pobre Gillian alucinaba. Aquella pequeña taberna era el Caldero Chorreante, lugar en el que los magos y brujas se reunían para emborracharse y pasar un buen rato con sus amigos, allí no entraba ningún muggle, y eso que la taberna estaba en pleno centro de Londres. Cómo la mayoría de los muggles, que transitan por la calle en la que el Caldero Chorreante se sitúa, van con mucha prisa hacia sus lugares de trabajo, ni se percatan de que hay una taberna allí, o quizá es que directamente son incapaces de verla.

El profesor sacó su varita y la aireó con un ligero giro de muñeca, y de repente éste vestía con la túnica y capa negras que acostumbraba a vestir. La niña se estaba mareando y sólo acababa de empezar a ver magia. Snape entre la eufórica gente, la condujo hasta que un hombre con pinta de tener miedo hasta de sí mismo, los detuvo.

—Oh, Se-Severus, nu-nunca pe-pensé que te ve-vería en un lu-lugar como éste—dijo el hombre tartamudeando.

—Las órdenes de Hogwarts hay que cumplirlas, tú mismo deberías saberlo, espero que Dumbledore te haya hecho venir aquí para algo útil, porque yo era él "único" libre y me ha mandado venir a lo mismo que a nuestro guardabosques— dijo con desdén. Snape hablaba casi en un susurro y rápidamente pero se le entendía todo.

—Lo ci-ci-cierto es q-que no me ha orde-denado ve-venir— Snape sonreía con malicia como si ya supiera que recibiría esa respuesta— O se-sea que cu-custodias a al-alguien que es-estudia-estudiará en Hog-Hogwarts. ¿Cu-cuál es tu no-nombre?— preguntó con curiosidad.

—Gillian señor, Gillian Scott— dijo con timidez, al tartamudo profesor casi se le salen los ojos completamente de sus órbitas al escuchar su nombre, y después miró a Snape, quién prefirió restarle importancia al asunto con una mirada.

—El profesor Quirrell, será su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, y hemos de decirle que tenemos prisa por comprar sus cosas. Ya nos veremos en Hogwarts— se despidió de él.

—A-adiós— dijo con tristeza, quería haberlos entretenido tanto como entretuvo a Harry Potter y a Hagrid unos minutos antes.

Entre la muchedumbre emborrachándose de alegría, la pequeña y el profesor salieron por la puerta trasera del Caldero Chorreante. Allí, la niña si ya estaba confusa por haber entrado en una taberna ahora lo estaba aún más, sólo era un pequeño patio para tirar la basura, pero de repente, vio que Snape sacaba de nuevo rápidamente su varita y con la punta de ésta, acariciaba con suavidad ciertos ladrillos de la gris pared.

—Un paso atrás— ordenó el profesor.

La niña se hizo a un lado a la vez que Snape y los ladrillos de la pared comenzaron a separarse unos de otros formando un arco para poder pasar al otro lado. Pasaron por el agujero de la pared y Gillian vio cómo los ladrillos se reorganizaban.


Muchas gracias por leerlo hasta el final. Espero que os haya gustado mucho. Y os agradecería enormemente que me comentarais vuestra opinión, ya sea un triste "Me ha gustado mucho" o "Vaya mierda, voy a matarte por haberme hecho leer ésto" o un crítica extensa. Un comentario nunca hace daño :3