WHERE THE WILD THINGS ARE

Hola!!! Bueno, nueva idea, aunque esta me la voy a tomar cn calma y tardaré mucho en actualizar.

Lo cierto es que el título no es mío, sino de un libro infantil del que van a sacar la peli. Esta historia se me ocurrió mientras pasaba unos días en Santiago de Compostela y no tenía pensado publicarla hasta que encontrara un buen título. En cuanto vi este, me dije que era el suyo (en español se llama "donde viven los monstruos").

El pairing es un SeverusxOC y como la historia sucede, más o menos, un año después de la primera caída de Voldemort, creo que voy a acabar pecando de OoC, pero bueno, ya me ayudaréis a corregir ese tipo de cosas.

Este capítulo es un prólogo.

Los personajes (excepto Cream y su wild thing que son míiiooss) y el mundo de Harry Potter son de Jotaká u.u

En fin, allá voy!!

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Where the wild things are… There's one in all of us.

Sabía que estar agazapada debajo de una cama no era ninguna solución. Más concretamente, bajo una cama con los muelles retorcidos y chirriantes como sacacorchos y con la funda deshaciéndose en pelusa amarilla. Tosió un poco y apartó el polvo como pudo.

A lo lejos oyó un grito entrecortado que acabó con una caída pesada sobre el suelo de madera. Ahí va uno. Oh, por Merlín, que alguien nos ayude. Y el corazón seguía latiéndole en las sienes como un caballo desbocado. No estaba segura de que ellos no pudieran oírlo y la encontraran. ¿Por qué a mí? ¿Por qué a nosotros? No podía evitar hacerse ese tipo de preguntas pero, obviamente, no encontraba la respuesta. Lo que más la asustaba de todo aquello es que ni siquiera sabía si viviría lo suficiente como para saberla. La idea de morir la aterraba.

Oyó unas voces aumentar de volumen y estaba claro que eran ellos. Una risotada lúgubre y profunda, maligna, resonó entre las paredes de la casa, y ella supo que había, por lo menos, otra persona escondida que había temblado en su refugio tanto como ella al escucharla.

Los pasos se alejaron un poco, porque perdieron intensidad y, al cabo de unos segundos, dejaron de oírse.

En medio del silencio viejo y polvoriento de la casa, entre toda la tensión y el miedo, y la necesidad desesperada de seguir viviendo, sólo podía oír sus latidos como redobles de tambor. Bum. Bum bum. Bum. Bum bum. Bum.

Le sudaban las manos y le picaba la nariz por el polvo, y sabía que, por sus propios nervios, no aguantaría mucho más allí. Y entonces la encontrarían y la matarían.

Se restregó las manos contra las piernas.

Minutos antes, una voz grave había canturreado: Podréis correr, podréis esconderos, pero yo os encontraré… Y ella había corrido y se había escondido. Y cuando la encontraran la iban a matar. Estaba segura, y sólo de pensarlo tiritaba de miedo. Incluso, cosa sorprendente en ella, tenía ganas de llorar.

Por eso, cuando se le hizo insoportable el eco de los latidos raudos, trepidantes, en sus oídos, se arrastró de debajo de la cama en silencio y se incorporó en la habitación. Sólo tenía una oportunidad para escapar, y era tan ínfima, tan pequeña e insignificante, que ni siquiera se atrevía a mantener la esperanza. Tenía que llegar hasta su cuarto, en el segundo piso, y, desgraciadamente, estaba en una de las habitaciones del servicio, en la planta baja, desconchadas, sucias y escasamente decoradas. Lo cierto es que estaba muerta de miedo.

Se retiró el pelo lacio y negro de la cara, intentando contener las lágrimas. No quería morir. En el colegio les había aterrorizado, les había jurado que morirían, por su sangre, sucia sangre. Y ahora resultaba que entendía un poco mejor lo que ellos habían sentido. No, nadie quiere morir. Nadie quiere sentirse amenazado, acechado en el silencio mientras espera la muerte.

La puerta chirrió al abrirla, pero ya se lo esperaba. No sabía si echar a correr –de todos modos, ya la habían oído– o seguir caminando sigilosamente. Lo que no podía hacer bajo ningún concepto era quedarse quieta, sin hacer nada y al descubierto. Su padre siempre había dicho que era mejor tomar una mala decisión que no tomar ninguna.

Caminando casi sin respirar llegó hasta las escaleras, bajo las cuales se escondió. Al apoyarse contra la pared, descubrió que esta sonaba a hueco y recordó que el pasadizo tenía que bajar por alguna parte. Quizás pudiera encontrar una entrada.

Rompió el papel pintado con sus uñas y abrió el panel de madera que se ocultaba debajo. Este rebotó contra el muro y reverberó por toda la mansión. Rápido.

Se rasgó las medias al clavárselas contra las astillas y cayó en las escaleras estrechas y empinadas del pasadizo con un golpe sordo.

-¡Por aquí! ¡He oído algo!

Rodó por las escaleras golpeándose con los peldaños y se hizo un rasponazo en la cara. Aparte de eso, frenó el impacto con las palmas de las manos, que también se rasguñaron y le picaban terriblemente. Se incorporó a duras penas y comenzó a correr. Entonces oyó el sonido de la madera al quebrarse, se giró, y pudo ver a contraluz el cuerpo peludo y enorme de un ser que bajaba a cuatro patas hacia ella.

En esa ocasión no pudo contener un grito y echó a correr, despavorida.

Nunca había sentido la muerte tan de cerca, respirándole un pútrido aliento en el cuello mientras la perseguía a saltos de animal, con la fiereza y la sonrisa larga y voraz de un lobo. Oh, Merlín, que alguien me ayude.

Lo colmillos se cerraron de una dentellada tras ella sin que llegaran a alcanzarla. Subió las escalerillas a toda velocidad y abrió la salida al jardín. Perdió un zapato que la criatura que se encontraba tras ella mordió con furia.

Era una noche despejada, tan clara que en el cielo oscuro sólo podía verse una media luna y una estrella a poca distancia, y las copas de los árboles recortándose, negras, contra el firmamento. Echó a correr sobre la tierra húmeda, con el flato dándole punzadas en el costado. Apenas podía respirar, mucho menos seguir corriendo y huir del monstruo que quería devorarla viva.

Quizás desgarrara primero su garganta, pero estaba segura de que luego le arañaría las tripas y le sacaría los ojos. Tal vez le arrancara alguna extremidad antes de alcanzarla y lanzarse sobre ella. Esa cosa era un cazador innato y estaba disfrutando.

Los árboles formaban una cúpula vegetal sobre su cabeza, no podía ver nada. Excepto un destello plateado. La salida al pasadizo secundario que recorría, sinuoso, los entresijos de la mansión.

Su intención era saltar e intentar cerrarle la puerta en las narices a la bestia, pero tropezó y se golpeó la cabeza, quedando boca arriba contra el cielo, se levantó a duras penas y empezó a retroceder sin apartar la mirada del ser. La criatura le dirigió una sonrisa escalofriante, con un brillo inquietantemente humano en sus ojillos aviesos. Comprobó que temblaba de avidez por la adrenalina de la cacería.

Una lágrima resbaló por una de sus mejillas y se deslizó hasta sus labios. Estaba caliente y húmeda sobre su piel fría. Tenía un gusto salado y amargo, como el miedo y la derrota.

De repente, la media luna del firmamento empezó a ensancharse, a ensancharse cada vez más sobre la criatura, y ya no había una única estrella, sino dos, y brillaban como dos ojos voraces. Y la luna seguía ensanchándose y sonreía, sonreía y sonreía. La criatura gritó, porque sabía que si la luna sonreía es que iba a tragársela entera. Escuchó una suave risa y las estrellas brillaron de anticipación.

Ella tropezó de nuevo y cayó hacia atrás, hundiéndose en un abismo negro que se la tragó, dejándole como ultimo recuerdo antes de que todo se apagara un cielo oscuro en el que destellaban dos astros sobre una luna torcida que era como una sonrisa hambrienta. Oyó una última vez la risa, suave y lejana, y una gota densa y con sabor a hierro cayó sobre su boca.

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Bueno, pues hasta aquí u.u Es muy cortito, pero como ya os dije es un prólogo. ¿Qué os parece? ¿Continúo? Hale, ya sabéis, review review e.e