N/A: Sé que nadie se esperaba algo así pero estaba escribiéndolo como OS y me di cuenta de que era algo muy grande para eso. Tengo algo escrito y seguiré escribiendo para intentar mantener la actualización semanal como suele ser habitual. Aun así, no lo garantizo ni eso ni el tamaño de los capítulos. Al no estar pensado como una historia con capítulos, a la hora de dividir puede que me quede alguna parte más corta. Intentaré evitarlo, pero no sé qué pasará... Os dejo directamente con el primer capítulo...


UNA NOCHE SALVAJE

CAPÍTULO 1: LA NOCHE QUE EMPEZÓ TODO

Blaine y Sam tenían 25 años y eran los mejores amigos desde su último curso del McKinley. Vivían juntos en Nueva York desde que se mudaran a la Gran Manzana. Desde que se graduaran, ambos mantenían relaciones intermitentes con sus amores de instituto, Kurt y Mercedes. Cada ruptura había provocado que ambos hicieran maratones de películas o de lectura de fanfictions. Siempre juntos, con uno de ellos intentando consolar el corazón roto del otro. Y siempre sabiendo que eso se solucionaría y volverían con las personas de las que estaban enamorados.

Sin embargo, esa vez los dos estaban con el corazón roto y la maratón de Star Wars, Harry Potter y superhéroes de Marvel no había ayudado a que se calmaran. Los dos tenían heridas muy profundas por culpa de esas relaciones. El rubio había estado lidiando con que para Mercedes su carrera era lo primero y no estaba dispuesta a llevar una relación a distancia, lo que reducía sus etapas de novios a las semanas que pasaba en Nueva York preparando un disco o una gira. Para el moreno era difícil lidiar con Kurt porque parecía que el castaño no podía estar con él pero tampoco quería estar si él. Lo alejaba y atraía a su vida a su antojo.

– Es la primera vez que la película Avatar no me alegra. – El ojiverde apagó la televisión aunque la película no había acabado. Estaba tumbado en el sofá, con sus pies enredados con los de su mejor amigo.

– Creo que esta vez es peor porque por primera vez nos han dejado a los dos a la vez. Otras veces mirábamos al otro y había esperanza pero ahora... – Anderson se estiró, intentando encontrar una postura mejor.

– Tenemos que dejar esta Fiesta de la Depresión. ¡Vamos a salir! Mis compañeros de trabajo me han hablado de una nueva discoteca. Vamos a ir allí y vamos a tener sexo con alguien que conoceremos allí. Mercedes y Kurt nos han dejado y vamos a prometer no volver con ellos. Podremos ser amigos pero no vamos a ser sus novios nunca más. Los vamos a olvidar y nuestra vida va a ser mejor. – Evans se levantó con decisión. Era el momento de cambiar, de dejar marchar esos amores de instituto para convertirse en adultos. Debían reconocer que ya no eran adolescentes y que los cambios los habían separado de las personas que habían amado. De echo, ellos no eran los únicos que habían cambiado.

– No sé, Sam. No creo que me ayude encontrar a alguien para una noche. – Blaine estaba indeciso.

– ¡Vamos! ¿Qué puedes perder? No es que Kurt esté deseando volver contigo en este momento. – Sam insistió.


Finalmente, después de mucho insistir, Sam había convencido a Blaine y los dos se encontraban en la discoteca. El rubio había intentado ligar con varias chicas pero ninguna se había mostrado interesada. Por otro lado, el gaydar del moreno no había encontrado ningún candidato con el que ligar. A pesar de todo, la noche estaba siendo más que entretenida para ambos y no se arrepentían de su noche juntos. Habían bebido mucho, tal vez demasiado, por lo que tenían dificultad para pensar con claridad.

Fueron juntos al baño porque tanta bebida tenía sus consecuencias, aunque por suerte no estaban tan bebidos como para vomitar. Escucharon gemidos que provenían de uno de los cubículos y debían reconocer que les estaban excitando. Sam se acercó al lavabo cuando terminó para intentar refrescarse y Blaine se puso a su lado. Los dos intentaron que el agua los distrajera de ese deseo de encontrar alivio a sus deseos carnales.

De repente, al moreno se le ocurrió una idea y agarró a su amigo de la camisa y lo empujó hasta dentro del cubículo que estaba vacío. Cerró la puerta tras de sí y se volvió para quedar mirando a los ojos verdes de su amigo. El rubio estaba intrigado y mantuvo la mirada que el otro le enviaba mientras se agachaba. Evans se sorprendió al notar que el ojimiel desabrochaba el cinturón y los botones antes de bajar la cremallera. Antes de que se diera cuenta, sus pantalones y sus calzoncillos estaban en sus tobillos y Anderson estaba lamiendo su miembro semiduro. Pronto sintió los labios ajenos rodear su pene y se perdió por el placer que estaba sintiendo.

Blaine succionaba y acariciaba el miembro ajeno con sus labios y lengua mientras intentaba aliviarse a sí mismo con una de sus manos, que había introducido por dentro de sus pantalones. Sam movía a las caderas al ritmo, introduciendo toda su extensión en la boca ajena mientras gemía muy alto. A ninguno de los dos les costó mucho llegar al orgasmo. Estaban muy excitados y el alcohol no ayudaba. El rubio no pudo ni avisar a su amigo por si no quería que se corriera en su boca. Poco después fue el moreno el que llegó al orgasmo, manchando su mano.

Como estaban en el baño, se limpiaron rápidamente y volvieron a la barra para conseguir más bebidas antes de volver a la pista de baile.


Blaine y Sam llegaron a su apartamento realmente borrachos. Se apoyaban el uno en el otro porque no podían mantenerse en pie por sí mismos. Caminaron como pudieron hasta la habitación del moreno y se dejaron caer en la cama, con sus piernas enredadas y sin muchas ganas de moverse. Se sentían algo mareados pero tenían claro que no querían dormir.

– Sigo queriendo sexo... – El rubio se quejó, aunque su voz mostraba el exceso de alcohol de la sangre. Estaba tumbado boca arriba y se había quitado los zapatos.

– ¿Y si...? – El ojimiel se mordió el labio algo avergonzado. Era incapaz de hablar, por lo que se quitó los zapatos, los pantalones y el calzoncillo para sentarse sobre las piernas del otro y desabrochaba el pantalón y lo bajaba lo justo para sacar el miembro semi excitado del otro. Buscó el lubricante y los preservativos en el cajón y comenzó a prepararse con sus dedos mientras terminaba de excitar al otro con su lengua, que acariciaba toda su extensión.

– ¡Oh! Eso sienta muy bien... No pares... – Evans estaba desesperado.

Sin embargo, después de unos minutos, Blaine paró. Un gemido en señal de protesta se escapó de los labios de Sam pero pronto se vio atrapado por las piernas del moreno, que se habían situado a ambos lados de sus caderas. A pesar de todo el alcohol, no tardo en comprender lo que iba a pasar. Notó unas caricias en su miembro, sabiendo que el moreno estaba aplicando lubricante.

Como había bebido tanto, la mente del rubio se quedó en blanco unos minutos y lo siguiente que sintió fue como el otro bajaba, haciendo que su miembro se introdujera en la estrecha entrada del ojimiel. Su mente no era capaz de darse cuenta de que estaba teniendo sexo con un hombre, sólo se guiaba por el placer que sentía su cuerpo.

Anderson se movía arriba y abajo para que ambos disfrutaran del placer del sexo y se masturbaba a sí mismo con su mano. No había besos, no había caricias, sólo había fricción. El primero en llegar al orgasmo fue Blaine, pero siguió moviéndose hasta que notó que el otro llegaba al máximo placer.

Sam cerró los ojos para regularizar su respiración después de su orgasmo y ya no los volvió a abrir porque se quedó dormido. El moreno se dejó caer a su lado y también se durmió, demasiado borracho como para ser consciente de que no habían usado preservativo, que él estaba desnudo de cintura para abajo, que el otro todavía tenía los pantalones puestos aunque un poco bajados. Nada de eso importaba.