Un Rubio

Era muy temprano, y Jeff ya llevaba cerca de dos horas levantado. En unas cuantas horas más estaría en la escuela de sus sueños. La Academia Dalton de Educación Preparatoria, en Westerville, Ohio era una escuela privada con internado sólo para chicos, donde había una política de tolerancia cero hacia el acoso. Jeff sufría de acoso en la escuela por su orientación sexual.

Y es que este espigado muchacho de lacio cabello rubio platinado y profundos ojos color miel era gay. Le gustaban los chicos, de eso estaba seguro. ¿Desde cuándo lo sabía…? de eso no estaba tan seguro. Tal vez haría unos cuatro años, pero en realidad, él creía que lo sabía desde hacía muchísimo más tiempo.

Sin embargo, el problema no era cuánto tenía de saberlo él, sino cuánto hacía que los demás lo sabían. Se lo había confiado a su padre una tarde de invierno tres años atrás, y él lo había convencido de decírselo a su madre. Afortunadamente, ambos asumieron la situación con cierta naturalidad, aunque con mucha sorpresa, y prometieron apoyarlo.

Alrededor de dos meses después comenzó a decírselo a sus amigos más cercanos y a sus compañeros de clase, que en su mayoría lo tomaron muy bien. Pero poco después, cuando el rumor de que Jeff Sterling era gay comenzó a regarse por la escuela, él comenzó a sufrir la peor etapa de su vida. Muchos chicos comenzaron a molestarlo, lo cual era bastante sencillo debido a la retraída personalidad de Jeff, quien no tardó demasiado en verse abandonado por quienes creía sus amigos, los cuales, aterrados por ser tratados igual que él se unieron a las burlas y maltratos de Jeff.

Así, sin amigos y sintiéndose espantosamente solo por ser el único chico gay de su escuela, terminó la Secundaria, y comenzó la Preparatoria, siendo maltratado por sus compañeros de clase y siendo rechazado en todos lados. Lo peor finalmente llegó hacia el final de su primer año en Preparatoria. Un muchacho monstruosamente alto y corpulento, junto con gran parte del equipo de fútbol de la escuela le dió una terrible golpiza que lo mandó al hospital por quince días. Los padres de Jeff se quejaron en la escuela, pero el director no les hizo caso.

De modo que decidieron enviar a Jeff aquella escuela que tan buena fama tenía en la defensa a los estudiantes homosexuales. Lo único que disgustaba a los padres de Jeff era el hecho de que tendrían que enviarlo al internado de la escuela, pues vivían muy lejos de Westerville. Pero valdría la pena.

―¿Ya despierto, hijo? ― sorprendió a Jeff una voz grave, proveniente de la puerta.

―Desde hace horas, papá ―respondió Jeff con una voz grave que el chico tardó en reconocer como suya. La voz apenas le había cambiado a sus dieciséis años. ―Estoy muy nervioso― añadió con una tímida sonrisa.

―No te preocupes, Jeff. Todo ira bien, ya verás ―lo tranquilizó su padre.

Y, por primera vez en mucho tiempo, Jeff sentía que las cosas irían muy bien.