~*The other Side - Rulle*~
Del otro lado del mundo.
Parte I
Enterrados en sueños rotos
Un alfa debe crear una gran familia, unificar una manada y si es capaz, de liderarla y aumentar su cantidad en una mera apariencia de poder territorial y virilidad. Eso dicen los inútiles.
Los Stark vienen de una larga cadena de únicos primogénitos alfa, todos ellos valiéndoles un grano de arroz aquellas absurdas reglas sociales. Sí tenías una familia era para protegerla, no para hacerla crecer sin tener idea de cómo mantenerlos y usarlos de esclavos; sí piensas liderar, primero piensa en ser responsable de ti mismo; sí quieres poder, lógralo tener con la fuerza de tus manos y la inteligencia de tu cabeza, no nada más porque perteneces a un linaje distinguido.
Sí, todo el mundo sabe que un Stark orbita de diferente manera y mucho mejor. Por eso los chismes, por eso los malos comentarios, todos ellos resbalando entre las lágrimas de risa de sus miembros.
Muchas cosas han sido las que se dicen de los Stark. Una familia de grandes hombres pero solitarios, su lobo interior tan fuerte pero sin compañía desde hace muchas generaciones, sin un clan enorme aunque su apellido perteneció a uno, sin ninguna manada más que la comunidad de su compañía. Dicen que ellos, los Stark, siempre han sido egocéntricos y orgullosos, altaneros y soberbios, astutos con clase; prefiriendo hacer las cosas por ellos mismos para sobresalir y el último de ellos, Howard, no había salido mucho mejor. El mismísimo alfa se encargó de comprobar que efectivamente, él era un jodido dolor de cabeza y a mucha honra.
De sus defectos pocos le interesaba cambiar, aunque al final no lo hacía por mera flojera. De sus virtudes aún menos era la cantidad que admiraba de sí mismo y aceptaba, pero si todo eso formaba quien era, pues no pondría ninguna queja por mucho que para la hipócrita sociedad le importara.
Howard Stark no era alguien que se rindiera tan fácil cuando un objetivo lo tenía bastante claro, metido entre ceja y ceja y por el maldito orificio que quisieran, pero él era terco; y orgulloso, maldito él si de alguna forma se dejará mangonear por quien sea o permitir que alguien obstaculice su camino por donde él quiera caminar. Sí ese día llegase a pasar, él mismo se viste con sus mejores galas, toma su mejor auto de colección, enciende la radio con alguna balada de salón y se estampa contra un árbol, porque nunca permitiría que alguien pasará sobre él, pisoteándolo.
Era un alfa, un líder por derecho, un genio por naturaleza, el prodigio de su generación, del jodido país, sin ningún igual. Sí existiese algo imposible, él toma su herramienta favorita, planos en blanco y un lápiz, manos a la obra para demostrar lo contrario.
Porque en su juventud le encantaba ir contra la corriente, negándose a estar debajo de nadie y mucho menos inclinar la cabeza. Su abuelo fue un gran general y estratega en la guerra civil del norte, su padre un glorificado científico que creo la mayoría de las curas para los gases tóxicos de la primera guerra mundial, él no se quedaría atrás jamás.
Y lo logró, se volvió el mayor inventor del siglo, tomó desde sus cimientos la industria armamentista y científica de su padre y la creó en un símbolo global que significaba dictadura y poder. Su jodida dictadura y su gran poder. Recordarían su rostro siempre en los libros de historia de escuelas básicas, estaría en el cuadro de los más grandes ingenieros de leyenda, sus fórmulas se aplicarían y enseñarían en todas las universidades.
Por supuesto, tuvo que participar en una sanguinaria y perturbadora guerra para lograrlo, de cierta forma, más rápido y con mayores adornos. Ahora también se robaba el título de uno de los contribuyentes y dirigentes más importantes, con medallas y toda la fiesta.
Perdió cosas importantes, colegas, cordura, amigos. Incluso su vena empresaria casi estalla ante todos sus movimientos increíbles para que no le afectara las grandes depresiones económicas ni a sus empleados. Podrían llamarlo de todo, excepto un hijo de puta; que les preguntaran a sus tres mil empleados de sus fábricas que conservaron el trabajo y lo que se llamaría en esas fechas un salario glamuroso. El único del país.
Nuevamente, lo logró.
Y como si la vida ya no le hubiese dado suficiente de su doble cara como si nada más pudiera sorprenderle a esas alturas de lo que pudiese o no tener en su suertuda existencia, llegó ella. Pequeña, delgada, y de rasgos sencillos, ojos grandes y tan azules bajo pestañas doradas como su cabello. Algo típico, algo que ya había visto en todos los omegas y betas que tuvo en su vida, pero que de alguna forma lo atrajo como oso a la miel, a la más deliciosa y pura miel.
Tal vez su olor a girasoles y mantequilla derretida con manzanilla, tal vez el vestido celeste que uso esa noche en una fiesta sosa del gobierno, posiblemente el broche de mariposa que sostenía los bucles en su cabello, o la cadenita fina de plata sin extravagancia que adornaba su cuello. Algo, algo vio en esa belleza de tan distinguida dama que lo dejo cautivado, olvidando de tal manera poco caballerosa a los dos modelos omega que lo habían acompañado.
El prefirió a una sola, a alguien perfecta.
Que no se diga que María Collins Carbonell era alguien fácil, que no se diga en ningún acta que sufrió como imbécil enamorado adolescente para conseguir una cita con ella. Una omega clase superior, intocable ante sus gestos de delicadeza e inmune a sus feromonas de alfa clase media. Sí, intento de todo, pero él era un Stark, eso significaba que jamás se rendiría.
Un Stark no llora, no se da por vencido, no cree en las equivocaciones, sencillamente cambia de estrategia hasta obtener una victoria limpia.
Dos años de ruegos, muchas flores, cantidades obscenas de chocolates, se volvió el cliente favorito de las joyerías de prestigio, una patada regalada por la agente Carter ante sus lloriqueos y una que otra por parte de María ante sus pequeños deslices de manos. Todo eso valió la pena el día que frente al altar, María dijo "acepto".
Una victoria limpia después de todo.
Entonces le confeso la verdad a su pareja y futura madre de su cachorro, que aparte de ella, un objetivo más ha tenido atrapado a su mente todo ese tiempo. Una persona, alguien importante. Por supuesto que volvió a recibir una bofetada más por no haberse dado a explicar de quien hablaba, las hormonas alborotadas y poca paciencia de su mujer debió haberlo considerado antes de hacerla creer que le puso el cuerno.
Pero de esa persona de la que hablaba era Steve Rogers, el Capitán América que se perdió en la Atlántida y que seguía buscando desesperado. Peggy le había dicho que se detuviera, con sus ojos cansados y resignados la mujer le pidió que parará con aquella búsqueda absurda que no dio fruto durante tantos años, que mejor se enfocara en SHIELD.
En un principio se sintió molesto, lo aceptaba, pero después logró comprender que la beta, por muy fuerte que fuera, su corazón ya no podía seguir soportando la pequeña fantasía donde el capitán vestido en su traje de gala tocara a su puerta para llevarla a un baile. Howard la comprendió y mejor dividió su tiempo entre sus deberes de SHIELD, su nueva familia y la búsqueda clandestina de su amigo.
Carter se casó en Londres, él fue quien la entregó al altar oficiada por un coronel Philips igual de viejo y gruñón. Nació Anthony Edward Stark de dos kilos doscientos gramos, pequeñito y con un fuerte llanto que casi hace que el hombre se desmaye de no ser por Peggy, la madrina de su hijo; la noticia que más sobresalió ese día y meses después, es que Anthony vendría siendo el primer Omega superior de su estirpe, cromosoma heredado por su fuerte madre.
Todo un Stark, Howard no le importaría aceptar que soltó lágrimas de felicidad junto a su cachorro. Quien dijese lo contrario, pregúntele al ojo morado del periodista que se atrevió a mencionarlo tan ofensivamente.
Entonces, volviendo al punto número uno, Howard no conocía la derrota. Los fallos, los tropiezos, las interrupciones por supuesto que sí, aprendía de sus errores como el excelente índole que era, pero nunca se rendía hasta conseguir lo que quería. Por eso, veinticinco años de esfuerzo, trabajo y estrés, estaba recibiendo la noticia que más anhelaba después de haber escuchado que su hijo era un mini-genio a sus cuatro años.
— ¡Las zondas detectan una fuente de calor, señor!
Oh sí, Howard había encontrado al Capitán.
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Desde el día que Steve despertó todo fue bastante raro para él, escalofriante, terrorífico. Prácticamente habían pasado casi tres décadas desde que él sintió el horrible golpe en su cabeza, la confusión, el frío y luego sólo sueño. Cerró y abrió los ojos mientras el mundo ya había girado veinticinco años sin su presencia, sobreviviendo, actualizándose.
Sin duda ahora era más colorido, más ruidoso, más extravagante y sin menos prejuicios con mucha curiosidad, justo como las personas. Justo como Howard Stark, ese sujeto que fue la segunda cosa que vio en la habitación del hospital y la más escandalosa, como lo era el hombre; pero había algo curioso, algo raro, y es que a pesar de saber que era el ingeniero amigo suyo, el cabello prematuramente canoso, las arrugas en las esquinas de sus ojos y el marco de sus labios, el porte más adulto, ese que siempre le faltaba en las reuniones importantes donde coqueteaba con lo que brotara feromonas.
Ese era su amigo y a la vez, ya no lo era. Comprendió desde el primer instante que nada volvería a ser igual, sin importar en qué fecha sea donde el despertase, siempre pertenecería al pasado luciendo sus veinte años mientras sus amigos ya llegaban a los cincuenta.
Seguido de Howard entro una mujer pequeña, de la edad notable en su rostro fino y ojos preciosos como el caramelo, aunque ahora sus parpados se adornaban de más líneas de la edad y se notaban cansados pero brillosos por las lágrimas contenidas. Los bucles seguían en el mismo lugar, ahora con menos brillo caoba, entrometiéndose los mechones platinados. Esa era Margaret Carter, su Peggy, usando un anillo en su dedo anular.
— Lo siento Steve, lo siento mucho. — sollozaba la fuerte beta enterrando su rostro en el pecho del rubio, quien sentía su fragilidad entre sus brazos.
— Esta bien Peggy, yo te quiero. Todo va a estar bien. — porque Steve jamás podría odiarla, ni culparla, ella hizo lo que él había querido cuando creyó que no volvería.
Sólo preguntó si ella era feliz en su matrimonio, sí era lo que quería o fue mero despecho. Ella afirmó que se encontraba feliz y plena, aun con su recuerdo pero siguiendo adelante formando otros con George, un hombre maravilloso. Entonces Steve hizo estragos su corazón, y le deseo la mayor de las felicidades.
Fuera del drama y con Stark presenté esa misma tarde y toda la noche se dedicaron a ponerse en la misma línea temporal. Steve se enteró de la organización que ambos habían fundado para mantener al mudo a salvo de sus secretos, de cómo Peggy era la directora mientras que Howard hacía crecer su compañía de forma global rápidamente, incluso que se casó; que el mundo ahora buscaba llegar a la luna, que sin duda el cine avanzaba con rapidez en sus temas, que los miembros de los Comandos Aulladores seguían siendo instructores dentro y fuera del campo, aunque Timothy Dum Dum Dugan ya se haya retirado con honores de esa vida.
Eso fue lo que más le sorprendió al hombre rubio y que no pudo terminar de creer hasta que Howard contra toda opinión o comentario lo instalo en su humilde casa. Ahí conoció a la increíble Omega que era María Stark, el simpático y amable mayordomo Michael Jarvis, de cómo lo que él pensaba sería una familia tradicional, resulto ser cálida y agradable lo más que podían. Conoció también al pequeño omega de la familia, un omega superior le habían dicho con orgullo; el pequeño de cuatro años llamado Anthony Edward Stark.
Toda la vida le recordarían a Steve, de historia en historia en cada cena, como es que su sonrisa babilónica ante los balbuceos del pequeño ángel duro todo el día.
Anthony era por decir poco, hermoso. Sus cabellos rizados de las puntas adornaban siempre su rostro, sus ojos eran de un café más oscuro que el de Peggy, como granos de cacao puro; en su rostro se dibujaban siempre grandes sonrisas inocentes ante el desastre que ocasionaba y su risa, siempre eco por toda la mansión. Y era muy inteligente, ya se hablaba de sus dones en el periódico pero no exactamente con la efusividad que debería, entre murmullos y chismes simplemente se envidiaba. Steve se divertía a lo grande cuando Howard tiraba ese tipo de artículos del periódico directo al bote de basura, refunfuñando.
El comportamiento de la familia en la calle sin duda era el de dos omegas clase superior callados y agradecidos con su serio alfa, pero en la casa con su seguridad y protección todos corrían y venían jugando con un Tony siempre lleno de energía que Steve era el único en seguirle el juego.
Lo único que salvaba su orgullo, era el hecho de que no era el único embobado con el pequeño ruin. En una reunión privada con los comandos Aulladores, los Stark, Peggy junto a su odiosamente agradable esposo George y él, le dio a saber que todos los ahí presentes se pondrían de alfombras en el piso para que ese cachorro danzara feliz sobre ellos.
— Míralos, sólo les falta babear. — se burló Howard, viendo como su hijo contaba cosas raras mientras los demás lo miraban, en definitiva, casi babeando.
— Es un omega superior, me extrañaría de lo contrario.
— Sólo te alegra porque ya no eres el único que cae ante mi bebé. — bufó el hombre detrás de su único vaso de brandi, tomado a escondidas en su despacho para que su esposa no le regañara.
— Siendo sincero, comenzaba a preocuparme por mi alma. — el hombre rubio tomó de su propio vaso de agua controlando su sonrojo. Enserio, que había comenzado a sentirse un enfermo por estar tan pegado a un cachorro de futuros cinco años.
Desde el despacho de su amigo podía ver a todos en el jardín, como Tony rodaba de brazos en brazos disfrutando de la atención a sus historias que cambiaban de un tema a otro. Ese pequeño bribón los tenía calados hasta los huesos.
— Eres el único preocupado, todos los demás se creen con el derecho de mirarlo como si fuera un dulce. — volvió a balbucear el castaño, dejando su bebida de lado para cruzarse de brazos con notable molestia.
— Howard, eso es grotesco. — Steve notó a su amigo por primera vez, viendo como el mayor hablaba muy enserio sobre la atención que recibía su retoño
— ¡No miento! ¿Qué no has visto como lo ven en las calles? Prácticamente Jarvis y las mucamas limpian de arriba abajo para omitir su olor tan inocente cuando hay visita, incluso Obadiah.
— Por su sólo apellido ya es importante, es normal que tenga una fila de candidatos.
— Candidatos de rabos calientes.
— Otra vez, lo haces sonar grotesco. — si la situación y el involucrado fueran distintas, Steve ya se hubiera reído por lo que creía eran celos de cualquier padre. Pero no, Howard realmente le estaba hablando de un tema importante que por alguna razón, también ya se estaba molestando.
— Steve, hablo en serio. No tengo manada, ni hay un alfa más en el "clan" que pueda hacerse cargo de ellos sí algo me pasará. — el hombre chasqueó la lengua, sus miradas unidas y frías — María me contó que un omega superior necesita a su pareja desde el primer celo, de no ser así puede llegar a ser mortal.
— Entonces, María…
— No — aclaró rápidamente el marido —, sus padres son betas y sólo una de sus abuelas fue clase superior, por lo que su ciclo se retrasó hasta que yo llegue, los beneficios de ser mayor que ella por quince años supongo. Además, en guerra, no es que hubiera muchos alfas rondando.
— En primera, eres un viejo mañoso. — Howard le dedico una mueca ofendida, pero el rubio siguió con lo suyo — En segunda, te estas preocupando por algo que no sabes cuándo pasará. Tony tiene cuatro años, estas a tiempo de encontrarle una buena pareja.
— No sólo es eso, también está el hecho de que es un genio, mi único heredero y no es una época donde un omega tenga muchas oportunidades, por muy clase gigante que sea. No quiero que pisoteen su sueño, que lo rebajen a menos de lo que es. ¡Es un Stark! No merece estar debajo de nadie.
— Hagamos una cosa, señor paranoico. — Steve puso sus manos sobre los hombros más bajos, con esa serenidad que lo caracterizaba siempre — Trata de encontrar al alfa que Tony merece durante el tiempo que te quede, de no ser así, te juro que seré yo quien me encargue de cuidarlo en lo que el necesite.
— ¿En serio?
— En serio. Tony también me importa Howard, no quiero verlo debajo de nadie que él no quiera. — por un instante estaba seguro que lo que quiso decir, es que Tony no tendría por qué buscar a alguien, pero mejor lo dejo en el olvido.
— ¡Hecho! — Howard le dio un apretón de manos para luego salir disparado de su despacho rumbo a la fiesta, fue entonces que Steve se quedó pensando seriamente que había sucedido, hasta que se dio cuenta del plan maquiavélico de su amigo.
— Lo planeaste desde el inicio… ¡Stark, eres un embustero! — él también salió siguiendo al otro doble cara, llegando hasta el jardín para ver como el cobarde le susurraba al oído de su hijo que asentía frenético ante lo que decía su padre.
Comenzaba a caminar en dirección a su futuro difunto amigo, pero tuvo que detenerse a mitad del camino.
— ¡Stiiiiiiiiiiiv! — una pequeña cabecita chocó contra su rodilla, afianzándose a su cuerpo. El soldado rápidamente olvido su enojo contra aquel hombre de bigote gracioso, sosteniendo entre sus brazos a ese otro ser miniatura que exigía muchos abrazos.
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Steve siendo como era, que no podía quedarse quieto, se integró a las fuerzas militares de nuevo pero en un área más específica, la de SHIELD por supuesto. Él no creía que la paz haya sido tan fácil, su instinto le decía que las cosas nunca eran sencillas ni duraderas, aunque por un momento entre risas y reuniones de amigos le hicieron creer lo diferente.
Idiota, se dijo por no haber seguido sus instintos.
Un dieciséis de diciembre en la madrugada Peggy le marcó a la mansión, diciéndole que el auto de los Stark había sido encontrado a mitad de la carretera. La verdadera noticia es que habían sido asesinados misteriosamente, gracias a que SHIELD mando a sus agentes a encubrirlo todo.
Fue la noche en la que se enteraron que Bucky estaba vivo, que era ruinmente utilizado, que posiblemente haya infiltrados en SHIELD por parte de Hydra. Steve únicamente se enteró, ahí frente al cuerpo de sus amigos y la sombra del hermano que creía perdido, que el mundo seguía siendo una basura.
Peggy a su lado, murmuró lo único que evitó que fuese por las instalaciones de la gran águila en Londres a desollar a todos: Tony seguía esperando solo en la mansión a los padres que nunca volverían.
Ambos montaron rápido el auto de la directora Carter y salieron disparados a la mansión Stark. Steve casi deja salir un gruñido cuando reconoció el auto estacionado frente a la gran puerta de madera.
— ¡Señora Carter, capitán Rogers! — Jarvis les abrió la puerta apenas los escuchó subir los escalones, se notaba con su impecable sus ojos rojos y una cara de incertidumbre.
Fue Peggy la que se puso delante de él intentando tener tacto.
— Jarvis, me temó que…
— Ya me enteré — interrumpió el mayordomo como nunca lo había hecho con nadie, desconcertando a los dos militares —, el señor Stane vino aquí a informar. Lamentablemente, al señorito Stark también demando decírselo.
— Hijo de… — Peggy cortó su grosería en un intento de controlar su rabia, los dos podían oler el maldito hedor de ron con tabaco proveniente de otro alfa en la sala. Stane, seguramente.
— ¿Dónde está Tony? — preguntó Steve, sin interceptar la presencia del pequeño, no quería imaginarse que aquel imbécil lo tenía con él.
— Corrió a su habitación, y ciertamente, me gustaría ir a consolarlo más que acompañar al señor Stane. — Jarvis dejaba ver su lado protector como beta y su desagrado por el invitado indeseado, en otras circunstancias Steve se reiría por la forma tan peculiar de deshacerse de alguien.
— Ve con él Jarvis, nosotros sacamos a Stane.
El joven mayordomo se inclinó como siempre y se dio por retirado escaleras arriba, Steve tuvo la punzada en su pecho para seguir al beta, pero debía deshacerse de aquella molestia cuanto antes. Caminó directo a la sala blanca para visitas, esa que María se empeñaba en mantener siempre impecable para que su esposo recibiera a sus invitados. Esa que no volvería a tener un uso igual jamás, y que lo perdonara María, pero la iba a manchar posiblemente de sangre esa noche.
— Stane, ¿cómo te atreves? — detuvo sus pasos al quedar frente al otro alfa clase inferior, de cabello castaño un poco más joven que Howard. Su mirada era venenosa, siempre lo fue, aunque por esa noche se mostraba gastada, incluso llorosa.
¿Le habrá dolido la muerte de su amigo y mentor? ¿O habrá tenido algo que ver en lo que paso? Por esa noche al menos, Steve se sentía con la autoridad de desconfiar de quien quisiera.
— Capitán Rogers, señora Carter, lamentables circunstancias nos venimos a encontrar.
— ¿Y era necesario que se lo dijeras a Tony? — reclamó de inmediato, apenas consiente que apretaba sus puños con fuerza en un intento de no estrellarlos en su fea cara.
— Debía de enterarse, además, me lo pienso llevar ahorita mismo.
— ¿Llevártelo? — exclamó Peggy, más sorprendida que ofendida, incluso Steve pareció desconcertado ante tremendo disparate. El rubio en su interior, su lobo rugía ante la amenaza de que se llevaran al cachorro lejos de su protección.
— Ahora que Tony no tiene a nadie…
— Me tiene a mí, yo soy su madrina.
— Con el debido respeto, Carter, no creo que tengas el tiempo suficiente para Tony con tu trabajo, según sé.
— Pues no sabes nada. — Peggy parecía que en cualquier momento se le tiraría encima al alfa enemigo, Steve estaba a nada para perder la cordura.
Las palabras en la última fiesta de Howard sonaban fuertes en sus oídos. "Sí algo me pasa, no habrá quien los proteja" "Una fila de candidatos de rabo caliente". Steve comenzaba a creer que su amigo no tenía paranoia, que ciertamente sin importar la edad que tenga, Tony sería el blanco fácil sin la protección de nadie para cualquier idiota que se creía con derecho de imprenta sobre un cachorro omega superior huérfano y desolado.
Sobre su cadáver permitiría que eso pasara.
— Obadiah, Tony no se irá contigo. Nunca. — remarcó la última palabra para que el alfa frente a él entendiera que ni de una u otra forma tendría a Tony, jamás.
El intento de alfa le entendió de inmediato, tal vez creyendo que Steve lo quería para sí mismo o por la herencia, fuera lo que fuera, la pelea de testosterona que comenzaban a dejar brotar en busca de marcar territorio y poder fue por parte de ambos. Pero Steve era un alfa superior, era el alfa, sin un igual; Stane rápidamente comprendió que al menos por esa línea de ataque, no podía hacer nada.
— Vaya, ¿quiere hablar claro? Bien. Yo soy ahora el mayor accionista de la compañía, también el director general ante la trágica ausencia.
— Tony es el heredero de Howard. — rebatió Carter
— Heredero omega, no cuenta.
— ¡Es un Stark, tiene mucho más derecho que tú! — peleó esta vez Steve, en su mente recordando lo orgulloso que se veía Howard ante su apellido, María por portarlo, Tony blandiéndolo con ternura.
Sentía furia, sentía tristeza como nunca antes y estaba dispuesto a demostrarle todo lo que sentía a Stane con una buena patada.
— Sí no me lo dan, ese omega jamás podrá llegar a nada. ¿No lo ven? Si se queda conmigo al menos tendrá la oportunidad de tener algo en la vida.
— ¡Tu sólo quieres mancharlo con tus asquerosas manos! — el rubio estaba a nada de rugir, su lobezno pidiendo a gruñidos salvajes que le degollaran la garganta a ese bastardo que se quería llevar a su cachorro. Obadiah por más idiota, lo seguía provocando.
— ¡¿Para qué más servirá entonces?!
— ¡Alto! — Peggy uso sus controles beta para despejar el lugar que gritaba a pelea por todas partes, en un intento más para no asustar a Tony todavía. Obadiah rápidamente cayó bajo el truco y retrajo su hedor de reclamo, Steve no tenía porque obedecerle a la beta por muy alto rango que tuviera, en él no servía. Pero fue la mirada miel que amaba de ella, esa que le pedía que se controlara por el niño huérfano de arriba, que logró controlar los colmillos.
Peggy asintió agradecida, girándose por completo hacía Stane con un Steve respaldándola.
— Obadiah, yo soy la madrina de Tony con todo el derecho legal de tener su custodia y preservar sus bienes, incluyendo sus acciones de la compañía heredados directamente al ser primogénito de su antecesor.
— Esas acciones no servirán de nada, en cuanto cumpla dieciocho en su condición de omega sin un alfa de por medio que procure sus bienes lo perderá todo.
— Eso también está arreglado, Howard y María comprometieron a Tony con Steve desde su cumpleaños número cuatro. Yo como su tutora, lo atestigüe, abale y lo confirmo ahora. — soltó Peggy de pronto.
Seguramente no todo paso en cámara lenta como Steve lo sintió, pero en definitiva para él aquello lo dejo, otra vez, congelado en su lugar. ¿Howard de verdad lo había hecho? Un momento, ¿a eso creyó que se refería cuando le propuso cuidar de Tony? ¡Rogers había creído que se trataba de ser su tutor legal, no como algo más! Pero de eso sólo pocos meses atrás, ¿Howard sabía que moriría en cualquier momento? ¿Por qué no dijo nada? ¿Y por qué él, de entre todos, lo escogió como la pareja de su hijo de cuatro años? ¿Cuántos le llevaba a Tony, veinte? Es como si su amigo, aun muerto, se vengara de él por acusarle de pedófilo al casarse con María.
Pero eso no era lo importante ahora, sino la protección de Tony. Aparentemente, su Tony. Algún punto dentro de su mente eso sonó muy bien.
— ¡Eso no es cierto!
— Anthony es mío, Stane. Se me prometió su mano en unión, así como todo lo que ha heredado. Si tocas algo que no debes, entonces te enfrentas a mí. — ahora sí, en su pose de capitán y con un fuerte destello de lo que podía llegar a ser en una pelea de alfas, tuvo las de ganar y su contrincante ni siquiera peleó contra ello.
— Ustedes idiotas le acaban de arruinar la vida a ese niño. — fue lo último que dijo Obadiah antes de salir por la misma puerta que entro, sólo que esta vez sería la última.
Cuando Steve estuvo seguro de que escuchó el auto del otro andar, fue que dejo todo el aire saliera de su pecho encogiéndose en su lugar, con Peggy mirándolo con pena y la aflicción que la acompañaba.
Perder de la nada al hombre que le salvo la vida, que se convirtió en su mejor amigo y lo hizo parte de su familia, a manos de su mejor amigo que creía muerto pero de repente se lo regresan solo para saber que lo han tenido cautivo y usándolo como asesino, en una sola noche donde ahora estaba prometido a una pareja de cuatro años de edad que se ha quedado indefenso contra un mundo oscuro.
Todo eso en una noche, Steve no podía luchar contra ello. Su lobezno aullaba de dolor, rasgaba de rabia la superficie delgada de su mente e incitaba el odio y sed de venganza, tomar justicia por su mano fuera como fuera.
Se dejó caer en el sofá de tres piezas en el que María dejaba a su esposo recostarse cuando se pasaba de copas. ¡Dios, los iba a extrañar con locura! Sus platicas, sus chistes, sus risas, sus peleas de un matrimonio estable, los celos de Howard, las coqueterías de María, su perfume natural de miel, el aroma de aceite que desprendía por todos lados Howard.
A ese su amigo tan imbécil, ¡¿pero cómo se le ocurrió tan loca idea de comprometerlo a él y a su cachorro?!
—Howard, ¿en verdad hizo eso?
Sus palabras apenas podían ser oídas, de eso estaba seguro cuando Peggy se hincó frente a él con una sola mano sujetando su rodilla y la otra limpiando las lágrimas recientes de sus mejillas rosadas.
La verdad es que sí Steve sintió perder sus mejores amigos, ella seguramente sentía que le arrebataron el alma entera. Aunque no lo pareciera y siempre lo negaran, Carter y Stark se comportaban como los molestos hermanos que terminaban las oraciones el uno al otro solo para molestarse en una cena navideña. Roger puso su gruesa mano sobre la de ella, recargadas ambas en su rodilla, en un pobre intento de consuelo.
—Sí, María también lo acepto y ambos se lo dijeron a Tony — confesó por fin la directora de SHIELD, ocasionándole un pequeño ataque al soldado
—¡¿Se lo dijeron?! — sus mejillas estaba rojas, más por la pena inocente que por el llanto fúnebre de antes. Peggy rodó los ojos diciéndole con aquel gesto su amable "eres un idiota"
—Le explicaron que cuando comenzará a madura como un omega joven, llegaría el momento donde debía de casarse contigo. Es un chico listo, recuerda.
—Es un niño de cuatro años, una cría.
—Es Anthony Stark, sólo recuerda eso. — sí, bueno, ella tenía un punto ahí.
Anthony era un Stark con un gran peso de Carbonell en la sangre, el niño no solo era perspicaz sino muy propio y ególatra por sí mismo, a sus cuatro años no se sabía si le ganaba más la inteligencia de su padre o el porte monarca de su madre. Estaba claro, y Steve reconoce su estupidez, de que el pequeño entendía al menos una pequeña parte de lo que significaba ser un omega prometido.
Lo ayuda a respirar un poco y a restablecer su moral, sinceramente, pero aun así tuvo que preguntarle a Peggy para saber si no se había convertido en un alfa de rabo caliente como Obadaiah.
—¿Tú estás de acuerdo?
—No es como si le vayas a saltar encima ahora, ¿verdad? — ella entrecerró su mirada sopesando la idea, tal vez entre si sacar el arma ahora o cuando estuviera distraído.
—¡Peggy!
—Independientemente de eso, tal vez lo mejor sea que Tony venga conmigo a Londres. Por un tiempo. — hizo una mueca con sus labios rojos carmín, desangrándole la idea de tener que llevarse al niño bajo esas circunstancias.
Por supuesto que sería mejor llevárselo con ella cuando María y Howard querían tomar un fin de semana para ellos dos, no porque estuvieran muertos.
—Será lo mejor. — afirmó Steve ignorando sus pensamientos anteriores.
No fue hasta que salió de su propia mente y vio que la respuesta satisfacía de más a la beta, que comprendía apenas el verdadero significado de su nuevo papel en la vida de Tony. Estaban comprometidos el uno con el otro, lo que significaba que ahora él estaba a cargo de todo lo que tuviera que ver con el cachorro, como el pequeño detalle de que si Peggy se lo quería llevar a otro lado él tendría que dar la aprobación definitiva.
Las arcadas vinieron enseguida, pero por suerte pudo regresarlas por el esófago para no alterar más a la beta.
—Los voy a extrañar.
—También yo. — contestó él muy apenas, ocultando lo mejor que podía su pequeño estado de pánico en el que se sumergió.
Unos pequeños pasitos acercados hicieron que ambos giraran su cabeza en la dirección a la entrada del saloncito, donde se encontraron siendo observados por unos grandes ojos chocolate y llorosos, una cara regordeta cuyas mejillas estaban rosadas y de rizos alborotados por toda la pequeña cabeza de un cuerpecito cubierto por un pijama completa del Capitán América.
Tony Stark, con un osito siendo arrastrado a su costado, estaba ahí en la máxima personificación diminuta de su ternura.
—Entonces es cierto — dijo con su vocecita y cara apagada —, ellos no volverán.
—Oh bebé, ven aquí. — sin que se lo repitieran dos veces, Tony corrió con todos sus rizos alborotados por la cara hasta llegar a los brazos aplastantes del capitán y las caricias en su cabecita por parte de la tía Peggy.
—¿No importa que lo desee con mucha fuerza? ¿Si prometo portarme bien toda la vida? — la vocecita era amortiguada en su pecho, pero no importa que no fueran balbuceos o incoherencias como las de un niño que normalmente diría a su edad, o que el niño se mostraba mucho más maduro ante la situación que no haría cualquier otro; para Steve aquello era dicho por un bebé que no debía pasar por eso nunca.
—Lo siento pequeño, no funciona así. — tuvo que contestar Peggy, dado que Steve estaba concentrado en no salir y matar a nadie por la rabia que burbujeaba en su garganta al oler la tristeza y desamparo que provenía del cachorro en sus brazos.
Fue por eso que la mujer obtuvo toda la atención por parte de Tony por largos segundos, antes de separarse un poquito de aquel aplastante abrazo y tratar de mirar fijamente al hombre de ojos azules que era su más grande ídolo.
—¿Ya es hora de casarme contigo, Stivi? Papá dijo que lo haría cuando ellos no estuvieran para ayudarme.
Sí, en definitiva, aquel tema jamás debió de haber sido tocado o explicado frente a Tony. Una vez más, por esa noche y con gran melancolía, Steve repetía un "Howard, eres un idiota".
Tuvo que suspirar con mucho pesar y recibir una mirada más brillosa y simpática por Peggy para poder continuar con aquello a lo que, supuestamente fue voluntario, accedió tiempo atrás y salvaría a Tony de un desagradable futuro incierto.
—Escucha Tony, nuestro compromiso, es sólo por el momento y es para protegerte, ¿entiendes? No podemos confiar en muchas personas ahora, así que tu solo debes mantenerte cercas de tía Peggy y mío, ¿sí? Y sí alguien te pregunta diles que sí, estas comprometido conmigo.
—Lo hare. — Steve no estaba tan seguro de que el niño entendiera muy bien lo que pasaría respecto al susodicho "compromiso", pero al menos no parecía ser algo que le desagradara o le quitaría el sueño.
Aun así Tony no volvió a levantar la cabeza de su lugar ni a decir nada más, cosa totalmente anormal en ese travieso diablillo que siempre tenía tema de conversación para toda hora. Era triste y desolador verlo en esa situación, así de apagado, pero ninguno de los dos adultos podía pensar en algo que lo animara.
—Oye, ahora Steve te debe un regalo. — intentó animar Peggy
—Prometo darte algo lindo, ¿Qué dices? — Steve lo alborotó un poco en sus brazos, intentando sonar él mismo animado ante la idea de cumplir con la tradición donde el alfa debía presentarse a su prometido con un regalo simbólico y perfecto para su unión. Si, una tradición muy idiota y precoz para ese momento si era honesto, pero si eso animaba al niño, que así sea.
Fue entonces que Tony decidió levantar su mirada bajo sus largas pestañas enchinadas, que en un suave murmullo y destrozador tono que prometía un futuro llanto, pidió lo que cualquier cachorro desamparo podía pedir en ese momento de luto.
—Quiero a mi mamá. ¿Por favor?
El niño lo intentó de la manera más amable como su mami le había enseñado a pedir las cosas, pero no funcionó. Lo único que recibió fue un abrazo de Steve apretándolo contra su pecho y a Peggy detrás de él única al acto, en un desesperado intento de darle calor y confort.
este fic esta basado e inspirado en la canción "The other Side - Rulle"
No sé que hago publicando otro Stony cuando apenas voy a terminar el primero que publique pero... pos la vida sigue mis hermanos :v
Este fic no tendrá muchos caps, a lo mucho un segundo y un epilogo, pa'no perder la costumbre y sha :v
Y como sinceramente ya me tenía ganas de escribir un fic así, con un Tony bebé y consentido y la CivilWar me sigue cagando y el Omegaverse me sigue llamando y etc,etc. Pues... eme aquí. Aclarando por supuesto, NO habrá Shota lo siento, es algo que no me gusta, no me va, no lo entiendo y no entra en mis gustos y sinceramente no lo apruebo. Cada quien lo que sea de cada quien, de acuerdo, pero definitivamente yo no podría escribirlo así que a esperarnos hasta que Tony mínimo cumpla los dieciséis años (aunque sigue sin ser legal, no le digan al FBI) para algo de acción.
