Título: Espejo
Prompt: Baba Yaga
Extensión: 431
Advertencias: Nope.
Notas: Baba Yaga es un personaje de la mitología eslava, especialmente de la rusa; se la describe con una apariencia semejante a la de una bruja, y cuyos dientes pueden triturar los huesos. También que come carne, mucha, especialmente niños. Sus sirvientes eran invisibles, sólo se veían manos espectrales, aunque también tenía a su servicio tres caballeros que representan el día, el atardecer y la noche.
La conoció por casualidad, o eso pensó, porque después la idea le resultó extraña y poco probable; las casualidades de ese tipo no existían. De todas formas ella estaba en sus recuerdos más pueriles, y en los más actuales también.
Aunque en su ingenuidad había pensado que al crecer ella desaparecería, que al volverse más fuerte, ella le dejaría ir, pero se equivocó. Y no es que fuese mala, pero su compañía le ponía levemente nervioso, aunque sus conversaciones eran de lo más interesantes cuando se les daba por hablar de algo.
(Debió pensar, ahora sabe, que al volverse más fuerte él, ella lo haría también. Como el General Invierno, ella era parte de él, y lo sería siempre).
—Iván —le llama, ofreciéndole esa sonrisa tan característica de las abuelas; una abuela que, mirándola bien, más parece una bruja—. Pasa —y, sin quitar la mueca, recita aquel conjuro para que la casa le dé el paso.
Rusia la mira, aun sabiendo que no le hará daño (como si pudiera), el recelo no le abandona, e incluso duda unos minutos hasta finalmente adentrarse en la casa, y el sentimiento de calidez le sobrecoge y abruma, porque se siente bien. Se siente bien, pero tal vez no debería.
—Bendecido Iván —murmura; en un chasquido de dedos unas manos espectrales disponen platos de carne y vino—. Debes estar hambriento, ¿no es así? El invierno ha sido crudo éste año.
—No —niega despacio—. Come tú.
Las manos desaparecen, pero Iván sabe que deben estar por ahí, en algún lugar (y se pregunta, silencioso, quienes eran antes de convertirse en lo que son ahora). Baba Yagá hace un nuevo chasquido, y la sonrisa se le amplía un poco, no mucho, mientras se lleva la comida a la boca, al poco tiempo Rusia observa como el caballero negro se desliza sigiloso, pero rápido, lejos de ellos, y la noche no tarda mucho más en caer.
Y con la noche les cae el silencio, y aunque él fue a ese lugar precisamente a buscarla, no tiene idea de qué decirle, así que no dice nada mientras la observa comer; el malestar, sin embargo, sigue ahí cuando escucha, sin oírlo en realidad, el crujir de los huesos siendo partidos mientras ella se alimenta (de sus hijos, de sus niños, de la gente de Rusia).
—¿Te incomoda? —ríe, mirándolo inquisidoramente. Rusia niega, no dejándose afectar (aunque le afecta).
Cuando Rusia era joven, también lo fue Baba Yaga. Cuando Rusia creció en poder, también lo hizo Baba Yaga. Cuando Rusia se volvió corrupta, también lo hizo Baba Yaga…
