¡Ahora Trabajas Para Mí!

Otra fiesta. Más halagos vacíos. Saludé a todas las personas que se me acercaron esa noche, pero, honestamente ni siquiera puse atención a lo que decían. ¿Para qué? Desde que me había hecho algo conocida en la industria, cientos de tontos como estos venían a tratar de codearse conmigo, a ver si los invitaba a trabajar, seguramente no pocos serían los mismos a quienes ella les pidió ayuda en sus comienzos, justo aquellos que la mandaron a volar.

Pues que se jodan ahora. Ya había aprendido por las malas que no se puede confiar en las personas, si pueden lastimarte lo harán. Por eso siempre iré un paso adelante. Nunca volveré a ser una víctima.

Cuando terminé de saludar a todos, me di la vuelta sigilosamente y me fui a paso rápido.

-¡Kate! –me saludó una periodista afuera. -¡Por favor dinos qué piensas de tu última película nominada al Oscar!

-Periodistas… malditos buitres…

-¿Qué dijiste?

-Ah, que, o sea, es algo muy genial y por supuesto un trabajo en equipo –por "equipo" obviamente me refiero solo a mí.

Se notaba que quería seguir preguntando así que caminé hacia mi auto, haciendo señas a mi reloj. Cerré la puerta no sin antes escuchar un "ahí la tienen, Kate Langford, la nueva revelación…"

Seguramente sería una nota para el segmento de espectáculos en las noticias. Claro que no fue eso lo cual llamaba mi atención, encendí el motor a la vez que el nombre Kate resonaba en mi cabeza. Hace tanto tiempo que me había cambiado el nombre, solo pensar en Hannah me traía recuerdos sobre…

No.

Me juré no volver a pensar en eso nunca más. Soy otra persona, esa vida quedó atrás.

Pisé el acelerador, quería distraer a la mente, cuando recibí una llamada.

-¿Diga?

-Kate, soy Jared, lamento llamarte tan tarde, pero tuvimos un problema con el guionista para la nueva película.

-¡Ah, maldita sea! ¿Otra vez? – ¡malditos guionistas buenos para nada! - ¿Qué sucedió?

-Ya sabes, se dio unas cuantas libertades, y nuestra historia del anti héroe en busca de redención se convirtió en una comedia romántica. Ve tú a saber cómo. Esta gente está muy loca.

-Bueno, te recuerdo que es tu responsabilidad...

-Sí, sí lo sé -se apresuró a decir Jared, presintiendo el peligro-, por eso ya tengo una lista nueva de guionistas listos para pasar por tu experta mirada. Apenas tengas un ratito libre, solo dime.

Tampoco es que tuviera amigos, y apenas veía a mi familia. -Envíalos mañana mismo, lo mejor es no atrasar más la película.

-Como usted diga, jefa.

¡¿Acaso estoy rodeada de idiotas?!

Esa noche, por alguna razón mi mente se fue a Clay. Era horrible reconocerlo, pero de vez en cuando pensaba en él. En todas las cosas que vivimos, cuando nos dimos nuestro primer y último beso. Sobre todo en las cosas que le dije antes de irme. Una parte de mí sabía que no había sido justa con él, pero estaba tan enojada con el mundo entero, no pude controlarme. Y algo tenía Clay que me ponía especialmente rabiosa.

Seguí así, con mi mente dispersa entre memorias del pasado, hasta que caí dormida.

El día siguiente estaba resultando desastroso. Primero, mis galletas de chocolate que había llevado de colación se habían derretido (igual se podía lamer del envase, pero ¿y la dignidad?), mis pies me dolían con los malditos tacones, pero demonios, me hacían ver tan sensual. Sin embargo, lejos lo peor de todo fue el primer postulante a guionista.

Un completo imbécil. Se llamaba John, y quería cambiar la serie por una cosa mágica, como Harry Potter, pero no genial, sino fome. Bueno, en resumidas cuentas, era un tarado y merecía que lo despidiera.

-John -le llamé la atención, deteniendo lo que sea que estaba hablando-, sabes creo que eres perfecto para este trabajo, ¡estás contratado!

-¿En serio? -respondió el hombre, con los ojo brillantes de emoción.

-Sí -aseguré, sonriendo, maliciosa. -Estás contratado, y ahora ¡te despido!

-¿Qué...? Pero... ¡entonces cuál fue el punto de contratarme en primer lugar!

-Pues para poder despedirte, obviamente. Gracias, vuelva pronto.

-Pero...

-Gracias, vuelva pronto.

El siguiente era un sujeto obsesionado con la serie "Mi Pequeño Pony". Solo eso fue suficiente para descartarlo instantáneamente, aunque había que reconocer que su idea de Fluttershy controlando el mundo era tentadora, en una especie de película abstracta, o en otra dimensión, pero rayos, yo vería eso.

Así continuaron viniendo uno tras otro, cada quien lleno de sueños que destruí como pude. Mi idea no era ser mala, pero tienen que saber cómo es el mundo real, con esas ideas no les da ni para hacer un canal en YouTube.

Eran las seis y media de la tarde. Se me había ido ya el día en todo esto. Sólo quedaba un guionista más. Ni siquiera lo iba a escuchar, estaba muy cansada, lo despediría apenas entrara por esa puerta.

-Elizabeth -llamé a mi secretaría-. Dile al último que venga, por favor.

-De inmediato, señorita Langford.

Empecé a ordenar unos papeles para los permisos sobre ciertos lugares a filmar en los próximos meses. Era una de las cosas más fomes del mundo entero, todos trataban de sacarme plata como podían. Los odiaba tanto.

-Emm, disculpe, ¿señorita? -llamo la voz del que debía ser el último payaso.

Ni quería levantar la cabeza.

-Ah, sí mira, estuve analizando la situación y me parece que tú no eres... -miré hacia arriba durante un segundo, y eso fue todo-... Clay...

Ahí estaba. El mismo chico que conocí cuando era una adolescente. El mismo en el que había estado pensando la otra noche. No podía ser cierto.

Él se veía tan sorprendido como yo. Su boca estaba ligeramente abierta, algo malo ya que me hizo pensar en seguida en el beso que compartimos hace años.

¡Estúpida, no lo mires así! ¡Él es el enemigo!

Me levanté, en completo silencio. Caminé hasta posicionarme delante de él. Me di cuenta que había crecido más en estos años, aun así lo miré fijamente a los ojos. -Clay, tú jamás trabajarás acá. La única razón por la que te contrataría sería para despedirte, pero ni me daré el gusto, no vale la pena. Quiero que te vayas.

¡Bien hecho, Yo! ¡Se lo merece por abandonarme! ¡No te dejes engañar por su carita de inocente!

Clay estaba de piedra. Sus labios se movieron un poco sin producir sonido alguno, parecía debatir si debía decir algo o no, sin embargo, en un momento se dio vuelta y caminó hacia la salida.

Se volteó una última vez antes de irse. -Adiós, Hannah.

Mi nombre. Ese maldito no podía solo irse, tenía que recordarme justo eso. Ahora mi nombre era Kate, maldita sea, cualquier idiota podría saberlo. Por alguna razón me dio tanta rabia que cerré la puerta de una patada. Gracias a Dios, Elizabeth no dijo nada, bueno supongo que estaría acostumbrada a mis "momentos" tengo que reconocer que sufro de varios varias veces al día.

Me senté en mi silla, con la cabeza acalorada. De todas las personas en el mundo entero, tenía que ser justo Clay. ¿Sería una broma del destino? Como una forma de recordarme que jamás podría escapar de Hannah Baker... o quizá, de mis sentimientos...

Sacudí la cabeza, bruscamente. Estaba enojada, pero sí sentía algo más. No pude deducir bien qué, pero me calentaba la sangre de rabia. Algo en mí no quería dejar las cosas así, no sé, como que tenía ganas de agarrar una escoba y golpear a Clay en la cabeza hasta que se rompiera, o quizá tenía ganas de hablar con él, como dos seres humanos normales (o tan normal como podía llegar a ser yo). O podría hacer ambas. Mi yo interior sabía que la idea era tentadora.

En un ataque impulsivo, llamé a mi secretaria.

-¡Elizabeth! -la pobre entró corriendo a mi oficina.

-¡¿Qué sucede, señorita, Kate?! ¡¿Es otra araña?!

-No, no es eso -temblé levemente al recordar el horrible incidente con esa araña asesina. -Necesito la información de contacto del último postulante a guionista.

Ella buscó entre sus archivos. -Se refiere a Clay Jensen. -Algo tembló dentro de mí, estúpido sea su nombre completo. -Aquí tiene su número de celular y correo.

A pesar de tener esa información no lo llamé en seguida. Era complicado. Sé que actué mal antes, pero, ¿cómo se le ocurre aparecer así de la nada? Sin avisar o algo así. Ya, está bien, mi nombre es diferente, pero mi cara sigue apareciendo en televisión casi a diario. Seguramente el maldito hippie no tendría ni tele, una Tablet, quizás ni siquiera internet. Esa pobreza de la clase media.

Llegué a mi casa, con la mente llena de ideas. En mis fantasías estaban: llamar a Clay, amarrarlo a mi cama y cortarle el cuello para llamar a mi señor del infierno (no, mentira, esa no, pero sería divertido); llamar a un sicario y decirle que asesine al dueño del teléfono que me dio Elizabeth, por supuesto que esa razón quedó descartada, imagínate si su abuelita o alguien así fuera la verdadera dueña. Eso sería malo.

-Sólo llámalo, estúpida, pero no dejes que te pase a llevar. -Tomé el celular y marqué los números.

-¿Diga?

Maldito, cómo se le ocurre hablar tan calmado. -Hola, Clay, soy yo, Kate Langford.

-¿Hannah?

Maldito, cómo se le ocurre llamarme por mi nombre real. -Kate Langford -dije, remarcando mi nombre. -Mira, te llamaba para decirte que tal vez te juzgué mal en primera instancia, ahora que quede claro, tú mirada era insolente.

-Mi mirada no era...

-¡ERA INSOLENTE! -respiré profundamente antes de volver a hablar con mi voz suave. -La cosa es que si aún deseas el trabajo, creo que podrías ser la persona indicada, pero tienes que venir en seguida a mi casa.

¡Momento! ¿Segura que así funciona la cosa?

-Es para discutir cosas del trabajo -agregué como una ninja.

Clay se tomó un tiempo en contestar. -Está bien, pero no iré por el trabajo. Voy por ti. Quiero verte.

Algo en mí se hablando al escuchar eso, claro que la parte roñosa y malvada y mucho más fuerte la acalló. Pero claro, no podía demostrar mis verdaderos sentimientos, los malvados sí, los otros jamás.

-Ay como quieras -refunfuñé.

Bien hecho, Kate, así sabrá que te da lo mismo. Recuerda nunca te veas desesperada.

Le envié la dirección y corté la llamada. Justo entonces me fijé en que ya eran las diez de la noche. Estaba oscuro afuera. Yo había invitado a un hombre a mi casa, de noche, sin nadie más...

-¡NO! -grité entendiendo la situación. -¡Ahora piensa que soy una fácil que se entregará por cualquier cosa!

Marqué los números tan rápido como pude. -¡Clay! -grité por el teléfono, desesperada. -¡YO NO SOY UNA FÁCIL!

-Emmm, no sé muy bien qué responder a eso...

-¡Lo sabes bien! así que no vengas aquí a hacerte el chico sexy, con tu mirada insolente y tus gustos por los dulces, porque soy inmune a eso.

-Hannah, creo que estás confundiendo las co...

-¡MI NOMBRE ES KATE!

-¡Está bien, Kate! Jesús, pareces una reina del drama.

-¡Maldito! Sabes, cambié de opinión, ¡no quiero que vengas!

-Mira, no sé qué te dio ahora, pero no me interesa. Ya voy en camino. Vamos a hablar... Kate.

Típico de los hombres, les das la mano y te agarran el hombro, la piernas todo lo que pueden. Pero este no sería el caso, si él creía que lo dejaría hacer lo que quisiera estaba muy equivocado. Seguí con mis pensamientos hasta que una voz en mi cabeza me recordó que de hecho, Clay no era así, digo, él no era como los demás. A pesar de todas las cosas horribles que sucedieron, supongo que fue quien me quiso de verdad... aunque tarde.

La idea era amarga, pero realista. Quizá fuera bueno ver esto como una junta con un futuro colega en el trabajo.

Me senté en mi sillón a esperar. Prendí Netflix, traté de ver la nueva película de Death note, pero la encontré muy mala. Justo estaba deseando tener una libreta de la muerte cuando escuché una bocina afuera de mi casa.

-Llegó el momento -me dije. Antes de salir fui corriendo al baño y me arreglé un poco el pelo, estaba algo chascón, pero me daba un aspecto de ruda que me gustaba.

-Clay Jensen -dijo, con la voz un poco más grave de lo necesaria.

El chico me miraba a través de la reja. Oprimí el botón par que se abriera, lentamente estacionó su auto dentro de mi casa. Salió del auto y me quedó mirando fijamente.

Rayos. Sin mis tacones se ve incluso más alto que antes, por alguna razón eso me ponía incómodo.

-Clay Jensen -repetí como una tonta. No sabía cómo empezar.

-Kate Langford -dijo él, con una sonrisa.

No sé cómo, ambos nos reímos. Entramos a mi casa, sonriendo, pero sin decir nada más. Nos sentamos en el sillón frente a la tele, el cual sería un excelente momento para hablar sobre todas las cosas que seguramente ambos queríamos hablar, pero como la gracia es esquiva, ninguno decía nada.

Tenía que romper el hielo.

-Y yo pensé que vendrías en tu bicicleta.

Él sonrió a su recuerdo. -Sí, recuerdo que solías llamarme "casco". Como siempre molestándome.

-Debes reconocer que eras muy molestable.

-¿Y eso qué significa?

Significa que eras tan lindo que daban ganas de tirarte de las mechas hasta que sangraras... claro que jamás diría eso.

-Ya sabes, cosas de mujeres.

Asintió con la cabeza, despreocupado. -Dime, Kate, ¿por qué te cambiaste el nombre?

-Cosas de mujeres.

-¿Qué? Solo preguntaba...

-¿Eres mujer, Clay?

-No, pero...

-¿Dime aceptas el trabajo como guionista para mi nueva película?

Su mirada fue de sorpresa. -Pensé que hablaríamos de nosotros, Kate. -Levanté las cejas, dudando de su palabra-. O sea, sí quiero ser el trabajo, solo que, no sé... quería verte. Hoy fue todo muy sorpresivo, ya sabes, después de tanto tiempo.

-Sí, supongo que, lo siento por echarte así de mi oficina... y eso.

-Y eso. -concordó él, sonriendo. Endemoniado Clay, algo tenía que me hacía sentir mejor.

Tenía sentimientos encontrados. Tener a Clay aquí, me hacía sentir una rabia y una alegría indescriptible. No sabía muy bien cual sería mi mejor actuar. Quizá solo debería mantenerlo cerca hasta que lo decida.

Sorpresivamente, él tomó mi mano. Lo miré con los ojos abiertos, esperando que dijera algo, pero sus labios no se movieron.

-No puedo creer que seas tú -susurró.

-Lo mismo digo -susurré de vuelta.

Era todo perfecto, hasta que vi, justo en la mano que me tomaba, con la luz se lograba divisar la marca del corte que me hice hace tantos años, cuando intenté suicidarme. La misma mano que sostenía Clay, el chico del que estaba enamorada, y que pudo haberme salvado.

-¡Suéltame!

-¿Kate?...

-¡Ahora soy tu jefa! Y tienes que obedecerme. -Me escondí los brazos en las mangas de mi polera (mi pijama, mejor dicho) y con la cabeza señalé hacia la cocina. -Anda y prepárame unas papas fritas.

-¿Papas fritas?

-Sí -asentí-, y échales mucha sal y kétchup. -Él me observaba, como intentando descifrar si lo que decía era verdad-. ¿Qué esperas? ¿Una señal divina? ¡A trabajar!

-Bu-bueno -tartamudeó el chico, algo intimidado por su nueva jefa.

Mientras Clay iba a la cocina a preparar un alimento más que necesario para el organismo, no pude dejar de preguntarme qué sería de mí o de él de ahora en adelante. Las cosas ya no serían como antes, de eso no cabía duda. Pero, mientras el olor a las papas inundaba mi casa, me dije que quizá no tendría que ser malo, después de todo, la que está al mando soy yo.