Nadie le conocía, ni siquiera los digimon de lo más profundo del Digimundo conocían la identidad del Caballero Gris.

De un día a otro aparecía salvando a un digimon, reconstruyendo una aldea, llevando justicia y bienestar, sin pronunciar una sola palabra.

-Es un humano que huyó de su mundo por sus crímenes., solían decir los digimon más suspicaces observando en la fría mirada del "Caballero Gris", dureza y desesperación.

A pesar de ser el salvador de numerosos digimon, estos no podían evitar desconfiar del silencioso.

Los rumores del Caballero Gris se extendieron por todo el Digimundo y muy pronto no hubo un digimon que no supiera de su nombre.

Leomon; el cazador

En el Digimundo habitaba un Leomon, que como todos los demás de su género consideraba como prioridad mantener la seguridad y proteger a los débiles.

No hacía mucho había sido controlado por un malvado Devimon, y había tenido numerosos incidentes que le irritaban.

Acostumbraba recorrer el Digimundo en busca de aventura y combatiendo a Ogremon cada que podía. Él creía que su fin era proteger a los digimon y lo cumplía con gran diligencia, pero la suerte le deparaba otra tarea.

Patrullando por el mundo escuchó un rumor poco usual: que había un humano acompañado de un digmon extraño, luchando por todo el Digimundo.

En un principio Leomon ignoró todos los rumores, hasta que le fue imposible, y la curiosidad le llevó al último lugar donde se le había visto; una polvosa aldea cercana al desierto.

Había escuchado que anteriormente una banda de Flarerizamon aterrorizaba a la población, pero al aparecer el Caballero Gris, no había quedado ni rastro de la banda y Leomon lo notó desde que entró.

La aldea era habitada por jóvenes digimon, que vivían en pequeñas casitas de barro, en medio de la aldea había un pozo donde vivía un betamon. Antes de la aparición del misterioso joven los digimon no podían salir de la aldea, las casas estaban en ruinas y nadie podía oponerse a los Flarerizamon que incineraban todo en instantes.

-Era tan alto y vestía todo de gris, venía con un adorable digimon- le dijo a Leomon un Demi- veemon, que se había acercando junto con muchos otros para contarle las buenas noticias.

Eran tantas las cosas que Leomon escuchaba que le era imposible saber cuales eran fantasías de los pequeños digimon, y cuales eran verdad.

-¿Dónde le encuentro?- preguntó Leomon –Puede ser un peligro, un digimon maligno disfrazado.

-No es ningún peligro!-reclamó un Tokomon armando un alboroto en la aldea.

Todos gritaban al mismo tiempo, sin que Leomon pudiera moverse o entender lo que decían.

-Silencio-dijo una voz seca a sus espaldas

-Baba!- los pequeños se callaron al instante dejando que la sabia se acercara al recién llegado, se miraron por unos instantes y Babamon apuntó al desierto

-Ahí esta lo que buscas.

Leomon dio las gracias y salió rápido de la aldea, contento por encontrar el rastro de su presa, mientras Babamon miraba como su silueta se recortaba en el horizonte.

-Espero esté bien.

La fogata

No muy lejos de ahí en medio del desierto, caminaba un joven con un digimon , era muy alto y delgado y vestía totalmente de gris. Su cabello estaba tapado por una especie de turbante por lo que solo podían verse sus ojos; azules como el mar.

Era fuerte y su cuerpo se veía algo bronceado por caminar por el Sol, su digimon era alta y delgada, venía al igual que su compañero, cubierta por un manto obscuro.

Caminaron todo el día sin detenerse a descansar.

-Debes estar cansada-dijo el joven mirando a su compañera con preocupación.

-Puedo seguir-dijo ella adelantándose

-No has comido-

-Tu no has descansado-dijo la digimon pensando en lo poco que descansaba su compañero.

-Sigamos- murmuró él y continuaron por las arenas calientes.

Al poco rato se puso el Sol y comenzó a soplar el viento, los mantos grises ondeaban a la brisa, sin embargo ellos no se detenían.

-Pasaremos aquí la noche-señaló el joven hacia una depresión protegida por rocas.

Sin tardanza encendieron un fuego y se sentaron junto al fuego , la digimon propuso buscar comida y lo dejó solo.

Las llamas crepitaban alegremente, haciendo figuras extrañas que se reflejaran en las pupilas del muchacho. Por un momento dejó de oír el viento y mientras contemplaba las llamas oía un murmullo lejano.

Una risa resonaba suavemente

-Ven, mira!, esta precioso.

-Si seguimos por aquí nos vamos a perder-

-Pero mira!

La risa era cada vez más hermosa y sentía la calidez de su mano en la suya no pudiendo resistir se unió a los juegos.

Parpadeó y se frotó la mano, por un momento sintió la suave textura de la piel contra su mano. Otro sueño ocupaba su mente constantemente, por eso él evitaba dormir, aunque había momentos en que incluso añoraba el sueño.

Cerró los ojos un momento, recordando la textura de la arena bajo sus pies, la brisa del mar en su rostro y el delicado aroma que la acompañaba. Su rostro venía a él como una estrella, su respiración se hizo lenta y lentamente comenzó a dormir.

La fogata ardía lentamente, la madera crujiendo de vez en cuando , como sus pensamientos que lo consumían lentamente.

Así lo encontró su compañera, quien sonriendo se quitó el manto, lo puso sobre el joven y volviendo a su forma rookie se acomodó junto a él. Arriba en el cielo las estrellas brillaban con todo su esplendor.

La noche de las memorias

Leomon caminaba molesto por el desierto, llevaba días caminando y nada de su presa, serian ciertos los rumores que decían que el joven sabía hacerse invisible? Entonces su compañero sería un Dokunemon, pero los Kunemon, del Valle se lo hubiesen dicho.

Por fin llegó a una zona protegida por rocas y encontró los restos de una fogata, enganchado en una roca había un diminuto trozo de tela gris.

-Por fin un rastro!-dijo Leomon emocionado y comenzó a acelerar el paso dispuesto a alcanzar al misterioso Caballero Gris.

De pronto le cortó el paso una onda de viento, y pudo ver lejos en el cielo un digimon resplandeciente.

Inmediatamente Leomon corrió dispuesto a atraparlo antes de que el brillo cesara, pero este se apago de pronto al tiempo que ocurría una nueva tormenta de arena.

-Diablos! Fue ese maldito-masculló Leomon intentando luchar contra las inclemencias del clima, pero ya era imposible ver donde se localizaba el digimon responsable.

-Estuvo cerca, debí haberme desecho de los restos de la fogata, lo siento-dijo el joven a su compañera, mientras se apresuraban por el desierto.

-No te culpes, yo no lo escuché-dijo la digimon poniéndose el manto gris y apagando el brillo natural de su cuerpo.

-Perdimos toda la comida además-continuó ella moviendo una roca que les impedía pasar.

-No has descansado lo suficiente, estás en peligro, si nos atacan…-

-Te defenderé hasta el final, somos amigos no?-dijo ella con valor

-Lo sé y eso me preocupa, no puedo perderte-contestó él, sus ojos cambiando un poco dejando ver verdadera preocupación y cariño.

Atravesado el desierto encontraron unas llanuras, resultaban familiares, aunque no le gustaría saber por que.

-Wind Valley- susurró la digimon contemplando los pastos y el movimiento de las hojas y flores que flotaban al viento.

En el centro había una roca grande, no más grande que un Monocromon, pero grande como para sentarse dos.

El joven fijó la mirada en la roca…

-Escuché que en esta época, los bebés digimon vienen a Wind Valley-

-Bebés, que hermoso, pero con este viento..-Estornudó con fuerza

El joven le puso una manta cerca, aún no se atrevía a ponerle un brazo alrededor.

Los dos digimon se miraron el uno al otro y sonrieron al ver a los jóvenes , luego ellos mismos se sentaron a esperar a los bebés.

Los bebés digimon se aproximaron, el viento soplaba fuertemente , ella se asustó…

Y empezaron a soplar, miles de burbujas rosas salieron volando haciendo un hermoso camino de burbujas que al ser tocadas por el sol creaban reflejos coloridos.

Lentamente recargó su cabeza en su hombro y el sintió una enorme felicidad , las burbujas rodeaban la piedra , encerrándolos en un aro colorido y espectacular.

-El viento está fuerte, nos conviene quedarnos junto a la roca-dijo la digimon, pero al ver su mirada comprendió todo.

En silencio buscó con que hacer la fogata mientras él preparaba el terreno, entonces encendió él la fogata y ella dijo que volvería en un instante.

Por fin la había visto, el digimon se acercó lentamente sin hacer ruido, observo atentamente como preparaban la fogata y cuando la digimon se alejó, se acercó a toda velocidad.

-Eres mío!-

El joven no había notado la presencia de Leomon hasta que este avanzó corriendo con la espada, en un segundo comprendió todo, y alcanzó a esquivar un golpe.

-Eres un mentiroso, muestra tu verdadera forma!-rugió Leomon apuntándole con la espada, sin embargo el muchacho sólo le miró, sin alterarse.

Leomon estaba desconcertado.

-Cualquiera temblaría ante esto, que le sucede, acaso no teme morir?-se dijo el digimon mirando los ojos fríos del muchacho.

Levantó la espada , le miró más de cerca.

En algún lugar había visto esos ojos azules y eso le detuvo por unos instantes, pero convencido de que era un vil engaño, se decidió a atacar.

-Golpe del Rey Bestia!- el golpe pasó rozando al joven, dejándolo en el suelo. Intentó pararse, pero no lo consiguió.

-Que esto sirva de lección para todos los que quieran causar mal-levantó la espada- recibe tu final..

En ese momento un destello encegueció a Leomon y una espada chocó con la suya, se volvió a mirar a su atacante.

Era un hermoso digimon ángel, cuatro alas doradas resplandecían, mientras sacaba otra espada y se plantaba frente al joven.

-Huye!-grito al joven y se abalanzó a Leomon

Este rechazó el golpe y le dio otro más fuerte.

-Por que lo haces por que proteges a ese traidor, personas como él lastiman a los digimon.- Leomon esquivó un golpe y retrocedió.

-Acaso no nos reconoces?, basta Leomon-dijo la digimon extendiendo los brazos para proteger a su compañero que estaba de pie atrás de ella.

-No reconozco a ningún cobarde que oculte su rostro- y a continuación dio un salto, la digimon se apresuró a cubrir el golpe, sin darse cuenta que todo era un truco para acercarse al joven.

El golpe lo tocó ligeramente, se escuchó las telas desgarrarse y por un momento todos guardaron silencio.

La digimon guardó las espadas y miró atentamente a Leomon, quien no se movía , la cara del joven estaba descubierta.

-Así es soy yo-dijo T.K quitándose los restos de tela y revelando su identidad.