Todos le pertenecen a J. K. Rowling


Hay tantas cosas que quisimos decir y hacer que las dejamos de lado por excusas tan pobres como: no hay tiempo, no es el momento adecuado, y si no sale bien… entre otras.

Que cuando transcurre la vida y estamos lejos de los años en los cuales tuvimos la oportunidad de hacerlas, nos damos golpes de pecho al ver lo estúpido de la situación, puede que al final nos armáramos de valor y enfrentáramos el miedo que nos generaba las dudas del momento, pero no es lo mismo.

Fue nuestra culpa retardar tanto lo que para muchos otros parecía inevitable, fue nuestra culpa ignorar la verdad siendo consientes de ello, fue nuestra culpa escoger el camino más largo y empinado cuando con dos sencillas palabras podríamos habernos ahorrado horas de fatiga y rodeos.

Tal vez si hubiese seguido mis instintos habríamos escapado de este remordimiento, pues no solo por jugar -pues es la verdad- con los sentimientos de aquellas personas que no merecían no ser correspondidas que están sufriendo, y las ilusiones que creamos en ellas me duelen casi en carne propia.

No puedo mirar a los ojos a Viktor y Lavender.

Pero prefiero vivir atormentada a tu lado, que haciéndonos creer una mentira a los cuatro.