Hola amigos y amigas:
les dejo un minishot.
Como siempre los personajes no son míos. Todos sabemos de quien son.
La historia sí es mía y la comparto con ustedes.
TC GAN
¡Qué vergüenza!
Un grupo de amigas iban viajando por Europa. Sentadas en uno de esos barco taxis en el Grand Canal de Venecia, iban Annie, Patty y Candy. Sus padres decidieron darles un lindo regalo de graduación. Pensaron en un viaje por las ciudades importantes de Europa les podían hacer bien. Aumentarían sus conocimientos, ampliarían su cultura y su mente. Iban a pasar unos cuantos días en cada lugar. Estaban algo cansadas porque llegaron muy tarde al hotel la noche anterior después de un trajín de 12 horas subidas en un bus de ruta con pocas paradas. La mañana la tomaron con calma y llegó la hora de salir del hotel a conocer la ciudad.
Miraban todo cuánto podían. Señalaban un lado y otro mostrando lugares que gustarían visitar. En una de esas vueltas, Patty se enfocó en un objetivo más cercano. Sus ojos se abrieron mucho, la quijada bajó y regresó la vista hacia sus compañeras.
- ¡Chicas!
- ¿Qué tienes, Patty? - Preguntó Annie.
- ¡Wow! ¡Qué tipazo!
- ¿Qué tipazo? ¿De qué hablas?
- Mira para allá… - Pidió. - ¡Pero discretamente!
- Perdón. – Volteó a ver lo que Patty estaba viendo. Regresó la vista con la misma velocidad que Patty. - ¡Wow! ¡Dios! ¿Qué es eso? ¡Dios no puede ser tan generoso!
- ¿Generoso con qué? – Preguntó Candy.
- ¡Con eso! Voltéate con discreción, Candy. – Expresó Annie.
- ¿Cómo tú? – Dijo Patty. Ambas se echaron a reír.
- ¡Pero mira que guapura! – Las tres se sentaron enderezadas viendo al frente. Siguieron hablando al respecto.
- ¡Increíble! ¡Qué ojos más azules!
- ¡Ya quisiera yo tener un cabello como ese!
- ¡Ha de medir como un metro noventa!
- ¿Tú crees?
- Ya lo creo. ¿Le viste el tamaño a esas manos?
- Creo que Candy tiene razón, Patty. Se ve que es muy alto. ¿Te imaginas esas manos tocándote?
- ¡Annie! Cálmate.
- No me digas que no te has puesto a pensar en ello. Saliste con Anthony durante mucho tiempo y recuerdo cuando me contaste esa vez que llegaron un poco más lejos de lo que…
FLASHBACK
- Annie… Annie… Patty…
- ¿Qué tienes?
- No lo puedo creer. ¡No lo puedo creer!
- ¿Qué?
- Anoche, Anthony y yo estábamos en la colina. Nos estábamos besando y…
- ¿Y? - Con curiosidad preguntaron las dos amigas?
- Y… ¡Qué manos! Me tocó como nunca…
- ¡Cuenta! ¡Cuenta!
- Cuando me di cuenta, estaba recostada sobre la manta y él encima de mí.
- Eso no es nuevo…
- No, eso no… Lo nuevo es sentir sus manos tocarme…
- Esto tampoco es nuevo…
- Siempre me ha tomado por la cintura o los hombros o mi rostro, pero no esta vez. Esta vez recorría mi abdomen, mis caderas y llegó a mis…
- Ahora, no te vas a callar…
- Bueno… me acarició arriba… más arriba…
- ¡Te tocó…!
- También acarició mis piernas…
FIN DEL FLASHBACK
- Dime que no te gustaría que fueran las manos de ese hombre sentado allá.
- Chicas… - Comenzó a decir Patty en un susurro. - ¿Qué pasa si nos entiende?
- ¡Qué nos va a entender!
- Sería interesante… Se ve que es uno como para la vitrina.
- ¿Vitrina?
- Sí, de esos para que se le pueda ver.
- Jajajajaja… - Las tres se rieron.
- Imagínate que esos ojazos te miran… te atraviesan el alma… te toma por debajo de las caderas y te eleva mientras esos labios te besan por todos lados…
- ¿Ya viste cómo le queda esa camisa? Le enfatiza el color de ojos.
- Mírale las muñecas… ¡Qué muñecas!
- Insisto. ¡Qué tipazo! Pero seguramente no es muy brillante.
- Eso sería algo justo… No puede haber tanta perfección… ¡Todo junto en un mismo empaque!
- Tiene que tener un defecto…
- Probablemente, no tiene mucha materia gris detrás de esos ojazos…
- ¡Ojalá que no se baje pronto!
- De alguna forma tenemos que cambiarnos de lugar para tener una mejor vista.
Siguieron platicando de una y otra cosa. A la primera oportunidad, se cambiaron de lugar. Esto fue cuando llegaron a una parada. Algunos bajaron y otros subieron. ¡Casualidad de casualidades! Se acababan de sentar en su nuevo lugar con una mejor vista del tipazo, cuando a la par de él se sentaron otros dos hombres quienes lo saludaron. Era el mejor lugar porque ellos tendrían que pasar a la par de ellas obligatoriamente para bajarse de la embarcación. Las tres damitas jóvenes miraban con más insistencia y admiración a ese, ahora, trío de hombres quita aliento. Vieron cómo los tres caballeros eran llamados por quien estaba ya sentado ahí. Algo decían y se reían a carcajadas. Hablaban bajito. Nadie, a parte de ellos, sabía el contenido de esa conversación. El taxi comenzó a moverse. La plática continuó.
- ¡Viste a ese par! Se nota que son amigos los tres.
- ¡No es posible tanta perfección!
- Dirás más perfección. Eso es muy injusto. Esos ojos avellana, cabello castaño… ¡Qué guapo!
- No, eso no esa así. Es más guapo el que está sentado a la derecha. Mira que lindo… negro azabache con una piel blanca.
- ¿Cómo se les ocurre? Ese que estaba aquí desde el principio es el más guapo.
- ¡Qué suerte! Hay uno para cada una y sus gustos.
- Me puedo imaginar estar con él… dándole besos… - Cerraba los ojos al decirlo.
- Jajajaja… Nada te costaría darle besos, hacerle caricias…
- Poner mis manos en ese pecho… ancho… musculoso… ¡Uyuyuy!
- Caminar al lado de ese galante caballero por la playa al atardecer. Una sesión de arrumacos sobre la arena.
- No… no… no, no, no… En una cabañita en aquella montaña de Colorado… Afuera nevando y adentro… Mmmmm… Los dos recostados sobre una alfombra suavecita frente al calor del fuego de la chimenea…
- A mí no me importa dónde, lo que me importa es que estemos pasándola rico…
A cada parada, las señoritas agradecían que ellos no se bajaban. Pero, como todo, el paseo llegó a su fin. Ellas se levantaron para poder bajar. Llegaron a la Plaza San Marcos. Desde su desembarque hablaron del trío de gallardos hombres. Comentaban lo increíbles que eran físicamente y, al mismo tiempo, comentaban la falta de cerebro del cual deben ser víctimas. Entraron a uno y a otro lado, caminaron por los alrededores, volvieron a la plaza. Decidieron tomar un café. Se sentaron a una de esas mesas exteriores de un café. Pidieron sus bebidas. No se dieron cuenta cuando el trío de jóvenes se sentaban a una mesa cerca de la puerta del establecimiento. Les llegaron unas copas de grappa y unas tarjetas. Les dio una a cada una. Ellas quedaron extrañadas. Le dijeron al mesero que ellas no habían pedido eso. El mesero les señaló la mesa dónde estaban ellos. Se emocionaron mucho y agradecieron con una reverencia con la cabeza. Regresaron su atención a sus tarjetas. Del lado derecho estaban sus nombres:
"Dr. Alistear Cornwell"
"Dr. Archibald Cornwell"
"Dr. Terrence Grandchester"
Todos médicos neurólogos.
Y por detrás decían:
"Gracias por pensar que soy guapo. Tú también me pareces hermosa. ¿Quieres cenar conmigo esta noche?"
La vergüenza comenzó a llenar los rostros femeninos con un color rojo.
Les dejo una historia divertida para entretenerse un rato.
Espero les haya gustado y entretenido.
Escribo porque me gusta y me entretiene, no porque sea buena. Jajajaja...
Al igual, me gusta leer las historias de otras personas.
Gracias por comartir.
Las y los veo en otra ocasión.
Si desean que esta historia continúe, dejen su review.
TC GAN.
