Pese a que al día siguiente tenía que levantarse temprano para asistir al comienzo de clases, Lisa todavía se encontraba despierta. Como siempre su habitación era un desastre del que a la mañana siguiente rescataría las cosas necesarias para asistir a la escuela. Lo único impecable era el uniforme escolar colgado en una bolsa de plástico dentro del armario. Su equipo de música reproducía en esos momentos The Trooper de Iron Maiden. Ella se encontraba con el rostro fijo en la pantalla de su computadora, leyendo las últimas noticias de su más grande pasión; el mundo automotriz. Las principales compañías habían anunciado la salida al mercado de nuevos modelos pero sin revelar detalles de los mismos. Sin embargo, existían los encargados de filtrar datos por distintos medios y ella podía pasar horas leyendo lo que publicaban.

Al final se alejó de la pantalla y se limpió los ojos antes de ponerse de pie; apagó el equipo y se acercó a la ventana. Una fresca brisa acarició su rostro mientras se pasaba la mano por el cabello, pensando en lo tedioso que sería el primer día.

—Lisa, ya acuéstate —dijo una voz de mujer desde el otro lado de la puerta.

—Si mamá —respondió sin voltearse.

Escuchó unos pasos alejándose por el pasillo y finalmente desconecto el equipo de música y cerró la ventana.

—Bueno, que más da. Lista para otro año tedioso.

En esos momentos una luz cruzó el cielo nocturno, siendo visible por apenas una fracción de segundo. Por desgracia Lisa se hallaba ya se arrojaba a la cama cuando esta apareció. Se hundió en el colchón y no tardó en quedarse dormida.

En las afueras de la ciudad, en lo profundo del bosque, una nave en forma de rombo aterrizaba en un claro. Las aves se alejaron aterradas del lugar y los insectos detuvieron su canto por unos instantes. Los motores se convirtieron en un murmullo y la nave quedó en silencio. Fue entonces que la tierra bajo ella comenzó a hundirse en un rectángulo perfecto, revelando que se trataba de una plataforma oculta.

El descenso fue rápido y al finalizar unas ruedas similares a las de los tanques se desplegaron bajo el vehículo que avanzó por un largo túnel de metal. Al cabo de unos segundos llegó hasta un portón blindado que le disparó un rayo azulado que lo cubrió por completo. Un pitido de aprobación y las puertas se deslizaron con suavidad.

La parte final del viaje; un gran hangar ocupado por otra nave de mayor tamaño. La recién llegada se detuvo en un rincón donde sus motores se silenciaron. La compuerta se abrió con un silbido y una figura de seis metros de alto descendió por ella. Su cuerpo humanoide estaba hecho de metal y era de color rojo; dos ópticos celestes recorrieron el lugar antes de detenerse en la figura que se acercaba a él.

—Ironhide. Ha pasado un tiempo —dijo con una sonrisa a la vez que extendía una mano.

—Sideswipe. Esperó que tuvieras un buen viaje. Bienvenido a la Tierra.

—Difícil encontrar esta bola de tierra, perdida en un sistema solar escasamente habitado.

—Es un planeta extraño, pero te acostumbraras ¿Listo para ver a Prowl?

—Si no queda otra opción ¡Ey, chico!

Esto último lo gritó mirando hacia la nave de la que esta vez descendió un niño de unos doce años. Vestía un traje espacial mucho más sofisticado que los de la tierra y tenía el cabello negro y en puntas. Sin mucho ánimo avanzó junto a los bots en cuya comparación solo era un enano diminuto.

—Aquí estoy, listo para mi exilio.

—No lo veas así. Nadie te está exiliando, es solo que las circunstancias ameritan un cambio —dijo Sideswipe en tono conciliador.

—Supongo. Hola Ironhide —dijo con media sonrisa a la vez que alzaba una mano.

—Souichi. Has crecido bastante para un año. Es bueno ver que estas bien.

Los tres se dirigieron a una puerta que se abrió ante ellos dejándolos entrar en un enorme cuarto circular llenó de computadoras y pantallas holográficas. Un flujo constante de datos no dejaba de circular por ellos, todos escritos en cybertroniano. En los mandos principales se hallaba el jefe de comunicaciones Blaster y tras él, observando todo de pie, Prowl. El bot blanco y negro no volteó al percibir a los recién llegados, pero dejó oír su voz.

—Llegan tarde.

—También es un gusto verte, Prowl —dijo Sideswipe.

—A estas alturas ya se que es una costumbre en ti. Pero en el futuro corregirás esa actitud. La misión que tenemos aquí es muy importante.

—Prowl, llegó otro mensaje de Cosmos.

—¿Prioridad?

—Grado uno.

—Ignóralo. Lo más probable es que sea otra queja sobre lo aburrido que es orbitar alrededor de este planeta.

Prowl volteó hacia sus tres camaradas y se detuvo especialmente en Souichi.

—Así que te trajeron a mi base. Había un noventa por ciento de posibilidades de que Prime pensara que era una buena idea. Solo asegúrate de no causar problemas.

Dicho eso regresó a la pantalla y continuó discutiendo con Blaster sobre lo que significaban esos datos. Ironhide decidió hablar.

—Vengan. Les mostrare el lugar.

El recorrido duró una media hora, pese al tamaño de las instalaciones. Además de lo que vieran hasta el momento, contaban con una bahía medica junto al hangar, un laboratorio, una armería, las estaciones de recarga y un cuarto de descanso.

—Idea que no fue aprobada por Prowl desde luego. Pero Optimus insistió en que necesitaríamos un lugar así en el futuro. Y la verdad no se equivocó, viendo todo lo que esta por venir sobre este planeta.

—¿Tan serio es? Todo lo que se es que los altos mandos comenzaron a llamar a varios a estas coordenadas para reforzar la zona.

—Bueno, de nosotros depende que no se convierta en algo serio. Tenemos mucho trabajo por delante.

Al final del pasillo en donde se hallaban las estaciones de recarga había unas pequeñas escaleras. Souichi supo de inmediato que conducían a su habitación y excusándose con que tenía sueño se retiró allí.

—Mejor así. Recuerda que mañana vas a iniciar una nueva vida.

El niño asintió y subió tras despedirse. Una vez que los bots quedaron solos se dirigieron al cuarto de descanso; un espacio rectangular con una barra equipada con un dispensador automático de aceite y energon. Se sentaron en ella, preparados para hablar seriamente.

—Ahora que el recorrido terminó, dime ¿Qué se avecina sobre este planeta?

Ironhide tomó un cilindro de metal lleno de un aceite oscuro y bebió un trago antes de mirar a su camarada de armas.

—Megatron.

El silencio se apoderó del lugar por unos instantes mientras Sideswipe meditaba en lo que ese nombre significaba para él y para todos los autobots.

—Si, todo indica que esta en este planeta.

—Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos noticias suyas.

—Desde la batalla en la Cresta de los Vientos. Algunos ya sospechaban que había perecido tras la batalla y que los decepticons intentaban ocultarlo.

—Pero si eso es verdad entonces…

—¿Por qué Optimus no está aquí? Ahora mismo la guerra es un desastre. En cada rincón de la galaxia hay equipos de infiltración, de asalto, wreckers, aerialbots, y un largo etcétera, disparándose unos a otros. Prime no puede abandonar su puesto como supervisor sin una buena razón, por lo que esta formando este frente con los mejores que puede.

—¿Y a quienes tenemos aquí?

Ironhide dio otro sorbo al cilindro antes de continuar.

—Ya viste a Blaster como jefe de comunicaciones, ayudado por Cosmos. First Aid en la bahía médica. Red Alert como jefe de seguridad, por cierto ve a saludarlo pronto o creerá que lo estas evitando y no tardara en convertir eso en una conspiración en su contra.

Sideswipe rió ante la idea pese a que sabía que había muchas posibilidades de que eso ocurriera.

—Y en la calle estamos Prowl, Jazz y yo. Y esperamos que Wheeljack se una al final de la semana.

—Vaya es todo un equipo. Pero no entiendo ¿Cómo llegaron a la conclusión de que Megatron está aquí?

—Uno de mis agentes infiltrados me envió un informe.

Ambos voltearon para descubrir a Prowl de pie tras ellos. El bot permanecía tan serio como siempre y con los brazos cruzados dando a entender que no estaba allí para socializar.

—Por Primus, Prowl ¿Cuántos agentes tienes?

—Si te lo dijera luego tendría que borrar tu memoria, así que no tiene sentido decírtelo.

—El mismo Prowl de siempre. Es bueno ver que no cambias.

—Ahórrame el sarcasmo Sideswipe. Tan solo vengo a informarte que saldremos a patrullar mañana después de que dejes a Souichi en la escuela. Así que ve a la bahía médica y que First Aid te de un modo alterno adecuado a este planeta.

Tras impartir las órdenes, Prowl dio media vuelta y salió del lugar sin decir nada. Ironhide terminó su aceite y se puso de pie.

—Bueno, mejor te vas ahora. Tengo que ir a patrullar con Jazz.

Sides asintió y se alejó tras agradecerle a Ironhide la bienvenida. Este lo vio irse y por unos instantes se sintió tentado a preguntarle por Sunstreaker. Pero sabía que no era el momento.

Mientras tanto Souichi se acostumbraba a su nueva habitación. Se habían tomado la molestia de acomodarla igual a la de los niños terrestres, una forma de asegurarse de que se adaptara al estilo de vida de la Tierra. Incluso le habían anexado un baño por lo que no tendría que salir a deambular por los pasillos de noche a riesgo de que un bot lo aplastara.

Sobre la cama yacía un uniforme de la escuela a la que asistiría al día siguiente. Escuela, la sola palabra le sonaba extraña, le hacia preguntarse si existirían lugares así en su planeta. Desde luego, nunca lo sabría, pues su origen estaba perdido gracias a los decepticons. Él era el único sobreviviente del ataque a una nave perteneciente a una raza noventa y ocho por ciento similar a la humana. Teniendo cinco años fue puesto en una capsula de escape y rescatado una hora después de la masacre por los autobots. Se había criado con ellos, en medio de una guerra que no acababa de comprender, haciendo amigos que morían en planetas distantes, aprendiendo a sobrellevar el dolor.

La existencia de un mundo como aquel, con una especie tan similar a la suya, podía significar un nuevo comienzo. Pero eso implicaba desprenderse de su familia adoptiva. De momento se sentía tranquilo, pues sabía que había una misión en ese planeta que tenía gran importancia y que llevaría un tiempo. Mas al final, lo más probable era que lo dejaran allí para que viviera con los más cercanos a los suyos.

Colgó el uniforme en un perchero del rincón y se recostó, pensando en todo lo que le aguardaba.

—Será un mal año.