Un pequeño rayo de luz se coló entre las cortinas, notaba como golpeaba mis párpados con dureza, casi como si quisiera alejarme de los brazos de Morfeo y devolverme al mundo real, pero para mí, el mundo real era ahora un sueño.

Una sonrisa se coló en mi rostro mientras intentaba despertarme del todo, con ayuda de una mano conseguí entreabrir los ojos… y ahí estabas, recostada en mi pecho, tu nívea piel contrastaba con tus bucles pelirrojos que se desparramaban por nuestros cuerpos, un contraste de colores que ni el mismísimo Delacroix hubiera podido plasmar.

Comenzaste a removerte y sonreí, llevé la mano libre a mi nuca para poder observarte un poco mejor; una sábana oscura intentaba tapar tu cuerpo, pero resbalaba por tu sedosa piel, arrepentida de querer tapar tal obra de arte.

Te removiste un poco más, parece que el sol tampoco iba a tener consideración contigo esta mañana, acaricié tu espalda con la yema de mis dedos, de forma suave, casi efímera, rozándote en un punto casi inexistente… pero lo sentías, poco a poco tu piel se fue erizando y una sonrisa te llegó a los labios.

-Hermione… -Ronroneaste apretando la sábana, aún no habías abierto los ojos.

-¿Sí? –Contesté, te veías preciosa…

-Me haces cosquillas… -Una pequeña risa escapó de tus labios, mientras tu espalda se arqueaba lentamente.

-Me gusta cómo se siente tu piel, así que si quieres que pare, tendrás que pararme tú misma…

Abriste los ojos rápidamente, te giraste unos centímetros dejando tu espalda fuera del alcance de esa mano y me atravesaste con la mirada, no me había sentido desnuda hasta ese momento.

Noté como me sonrojaba, parecía que estabas viendo dentro de mí, mi alma, mis pensamientos, cada centímetro de mi ser… intenté apartar la vista, pero no pude, me tenías hipnotizada, te mordiste el labio inferior…. Suficiente…

Me incorporé uniendo mis labios con los tuyos, cerré los ojos sintiendo como tus dedos se enredaban en mi cabello, acaricié tu cintura de abajo a arriba, hasta llegar a tu espalda, apretándola suavemente y pegándote más a mí.

Te separaste con una sonrisa, echando tu cabello ígneo hacia atrás, los rizos acariciaron mis manos y no pude más que sonreír observándote.

-¿Por qué fuimos tan tontas Herms?

-No lo sé, pero pienso recuperar el tiempo perdido…

Te tumbé rápidamente y comencé a besar tu cuello mientras tu risa se convertía en pequeños gemidos.

Definitivamente, ese fue el primer día de mi vida de ensueño.