disclaimer =
Digimon, sus personajes y sus derechos pertenecen a Toei, Bandai (creo) y a Akiyoshi Hongo, no a mi.nota de la autora =
Este fanfic vendría siendo una versión modificada y con mucho más shounen-ai de "El Diario que lo Guardó Todo" (versión original en inglés, 'Rose Diaries', se encuentra en Mediaminer.org). Comienza con una carta escrita a Jun de parte de Daisuke, quien además le envía su diario para que lo lea completo. Aunque la pareja principal es Daiken/Kensuke, hay intervención de Takeru, Iori, Miyako y Hikari. No estaría de más mencionar que acepto todo tipo de comentarios, desde critica constructiva hasta reviews lindos. Espero que les guste ^^advertencias =
Por el momento nada, pero habrá shounen-ai/yaoi, Daiken/Kensuke, mucho angst y drama (qué novedad), un poco de Miyaken no correspondido, Daikari, tal vez Takari, y además muchas bebidas alcohólicas. :P*
Atormentado
Por: Anairb Black
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Prólogo
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Aquella mañana era tan brillante como hacía semanas que no se veía en Tokyo. Normalmente los días habían sido demasiado soleados, calurosos y con un buen viento, pero hace unas semanas la lluvia había caído y el aire era húmedo, mientras que el cielo se encontraba nublado y no mostraba ninguna señal de despejarse. Hoy, por primera vez, el Sol había salido.
Jun Motomiya fue despertada muy temprano esa mañana por el sonido de su despertador. Era Sábado y tenía turno matutino en el trabajo. Se levantó, molesta y desgreñada, quejándose como siempre de tener que levantarse temprano para ganar su dinero diario, dejando su cama destendida y con las sábanas por los suelos. Pudo ver que su padre no se encontraba en la casa, probablemente porque se había ido al bar en la noche, y había amanecido en casa de otra persona. A Jun ya no le molestaba. Las cosas habían sido así desde hacía años, desde que su madre se marchó.
Lo único que le preocupaba de su padre era su reciente actitud hacía sólo unos días. Pero tan pronto como recordó esto, sacudió su cabeza levemente y se distrajo, yendo al baño y lavándose la cara antes de encender la regadera y ajustar el agua caliente. Recordó que la regadera usualmente tomaba diez minutos en tomar temperatura, por lo que se dirigió a la cocina a encender la máquina del café.
Se encontraba soñolienta, sentada en una silla de la mesa y con la frente apoyada contra la madera, cuando el timbre de la puerta la distrajo; se levantó de mala gana y se dirigió a la puerta, acomodándose el pelo al ver que era el cartero. Abrió la puerta, de mala gana, y recogió el correo del suelo.
A sus pies se encontraban cinco cartas y un pequeño paquete con una carta amarrada a él. Jun no había ordenado ningún paquete antes, y dudaba que su padre aún recordara el uso del correo postal. Volteó hacia sus lados, las puertas de sus vecinos de apartamento, para ver si había habido alguna equivocación... y no la había. La dirección en el paquete era la suya, clara y definitivamente.
La joven tomó el paquete en sus brazos y se lo llevó al apartamento, cerrando la puerta con el pie para hacerlo más rápido. Miró rápidamente las cartas en su mano: recibo de luz, recibo de agua... deudas, deudas, y más deudas por pagar. Estaba a punto de volverse loca viendo aquellas insoportables cartas, porque por más que trabajaba sin parar para poder pagar el hogar que tenía, éstas seguían llegando como montones de basura.
Sin embargo, le llamó la atención la última, aquella atada al paquete. En el sobre sólo decía su dirección y no tenía remitente. Molesta, Jun arrancó la carta, y sacó un cuchillo del cajón de la cocina para abrir la caja a fuerzas. Esta se abrió fácilmente, para su suerte, y de ella extrajo sobre la mesa un pequeño pero grueso cuaderno, con pastas duras color negro, y hojas manchadas por las orillas y hasta un poco rotas de las esquinas.
En el instante en que vio ese cuaderno, Jun supo a qué se refería.
Absorta en su pensamiento, caminó de nuevo a la mesa con el cuaderno y la carta en sus manos, y se derrumbó de nuevo en la silla que segundos antes había ocupado. Quedó un rato mirando el cuaderno negro, sin explicación, y luego lenta y automáticamente, abrió la carta en sus manos con el mismo cuchillo.
Estaba escrita a mano, con letra algo temblorosa y bolígrafo negro. Era una letra pequeña y algo muy imperfecta, pero para nada irreconocible. Leyó con cuidado.
13 de Mayo, 2008.
Querida Jun:
Si te encuentras leyendo esto, entonces significa que ya no estoy aquí. Muy probablemente jamás volveré, así que ya no me esperes.
Quisiera poder haberme quedado para explicarte toda la situación de manera personal, pero me di cuenta de que si me quedaba ustedes nunca me dejarían ir, y ambos hubiéramos terminado en vidas que no eran las nuestras. No te diré a dónde voy porque no vale la pena; me encuentro muy lejos de aquí. Te aconsejo que no intentes buscarme, y que pases este consejo a los demás. Sé que lo intentarán, de todos modos, pero con esta nota aseguro que todo será en vano.
El libro que probablemente está en tu regazo ahora es mi diario. En él se encuentra toda la explicación, toda la historia y la respuesta a por qué he hecho lo que hice. Así que ahora podrás vivirlo todo tu también, como si hubieras sido yo todo este tiempo. Tal vez podrás comprender, entre otras cosas, por qué me enamoré de esa persona que ninguno de ustedes jamás quiso ver a mi lado.
Pero Jun... la vida es un camino. Nunca sabemos que tan largo es. Tampoco sabemos si habrá obstáculos, si nos tropezaremos, si quedaremos tan cansados que ya no tendremos mas ganas de ir por él; pero está ahí, y nuestra misión es ir por él, caminar hasta que lleguemos a su final. Mi camino aún no termina y aún no he caminado mucho. Pero si he caído demasiadas veces, y han sido tantas que ha veces el dolor no me permite estar en pie. Sin embargo, hay razones en nuestro camino que hacen que sigamos caminando.
Sólo te pido un último favor: Léelo completo, tu sola, y cuando hayas terminado, no te lo quedes. Dáselo a mis padres, y luego a sus padres, y a todos aquellos quienes hayan quedado decepcionados de nosotros. Cuando lo hayan leído, destrúyelo de la manera que quieras.
Aún no sé si después de todo esto querrás - o querrán - volver a vernos otra vez. Pero cualquiera sea su decisión, espero que todo esto sirva su propósito. Espero que puedas entenderlo, que comprendas por qué las cosas terminaron así, mis decisiones y sentimientos y también los de él; porque es cierto que las cosas suceden sin nuestro consentimiento. Y si no logras comprenderlo, y me sigues odiando después de todo esto, sólo tengo una cosa que decirte: te perdono, hermana. Te agradezco todo lo que alguna vez hiciste por mí; incluso te agradezco lo que hiciste hace sólo unos días. Te lo agradezco porque sé que en el fondo querías lo mejor para mí.
Te quiero.
-- Daisuke.
Jun parpadeó unos minutos, antes de volver a sus pensamientos.
"Daisuke", susurró para sí misma. "Estúpido..."
Entonces se quedó viendo el cuaderno en sus manos. Su diario. Claro, en el primer instante en que lo abrió, lo había reconocido-- aquel cuaderno que su madre le había dado, cuando cumplió 10 años, y que nunca se había dignado a usar puesto que era un niño y no le gustaba escribir. Le vio usándolo por primera vez tan sólo hacía un año. En el instante en que lo había visto ahí, sentado en el escritorio, absorto en su escritura, se había casi muerto de la risa.
Nunca se le ocurrió que Daisuke podría haber escrito algo muy importante en él.
Jun se levantó, corrió hacia la puerta del baño, entró y apagó la regadera-- ese día, ya estaba decidido, llegaría tarde al trabajo. Luego volvió a la cocina y se sirvió el café ya preparado, volviéndose a sentar sobre la mesa, donde el diario yacía sobre ella, cerrado, esperando a ser abierto. La joven duró unos momentos antes de abrirlo. El diario. El diario de su hermano... aquel traidor.
Pero en él se encontraba toda la explicación-- toda la explicación a su vida. De pronto, Jun no estaba tan enojada. La carta, simplemente, había sido tan... tan, última. Daisuke en realidad se había despedido, y ella estaba sentada aquí, frente a la única explicación a su partida, y a todo lo que había sucedido.
No podía negar que se encontraba decepcionada-- eso tal vez tomaría años en superarse. Pero merecía la explicación. Realmente la merecía. Y Daisuke merecía ser escuchado. Sin pensarlo más, Jun tomó el pequeño cuaderno, y lo abrió.
La primera fecha era del año pasado, la misma noche en que lo había visto escribir por primera vez.
*
// Flashback: Año 2002 //
Lluvia. Un muchacho corría por la calle en medio del escaso tráfico, con la chaqueta abierta y el aire y el agua golpeándole sin descanso, pero a él no le importaba. Sus pasos eran rápidos y hasta respiraba por la boca de tan deprisa que corría. Parecía como si quisiera alcanzar algo que nunca jamás podría volver a alcanzar. La gente que lo veía pasar se hacía a un lado, algunos se quedaban mirando, preguntándose cuál era su problema; otros simplemente no lo veían, o no les interesaba. Se hacía tarde, y el frío incrementaba en cada minuto. Pero el muchacho no se daba cuenta de ello.
El Sol se iba ocultando lejos, tras los edificios, cuando Daisuke finalmente dejaba de abrirse paso entre la gente que caminaba por la banqueta, y se fue deteniendo poco a poco, hasta resumir su carrera en pasos rápidos. Respiraba tensamente, y el corazón le palpitaba rápido. No muy lejos de él, a pocos metros de distancia, se encontraba Ken, su objetivo, caminando muy lentamente delante de él.
Daisuke se aproximó un poco más antes de sacar la voz, a como pudiera. Su rostro se encontraba agitado, pero un reflejo de ira iluminaba sus ojos, y tras recordar una vez más por qué motivo se encontraba ahí, persiguiéndolo, caminó rápidamente hacia él con impulsividad.
"En realidad no sabías nada, ¿verdad?" preguntó a sus espaldas, con la voz entrecortada por correr tanto. Ken volteó, sin mostrar señales de asombro por verlo ahí, y desvió la mirada tan pronto como observó que la de Daisuke estaba sobre él.
"¿De qué hablas?" preguntó él, en voz baja, aún sin mirarlo.
"No lo sabías", repitió Daisuke, y para el asombro de Ken lo dijo con cierta calma en lugar de impaciencia. Daisuke sentía como si el corazón le palpitara cada vez más rápido, y el rostro estuviera en llamas, por razones que ni siquiera sabía y en ese momento no le importaban.
Ken se quedó callado, sin nada que decir. Pero miró a Daisuke fijamente, con una mirada extraña. En realidad no quería saber de qué hablaba aquel muchacho; aun no lo conocía muy bien y ya no era un genio como para predecir sus palabras, sus gestos o sus acciones. Ken odiaba sentirse vulnerable, y en aquel momento sólo podía esperar cualquier reacción de su -¿ex?- adversario que en ese momento parecía más determinado que en otras ocasiones. Incluso más que en el partido de soccer, y eso era demasiado hablando de Daisuke Motomiya.
"No tenías idea", dijo Daisuke, susurrando, al parecer por cansancio, pero en realidad no sabía por qué susurraba. No podía coordinar bien en ese momento. Por alguna extraña razón, estar cerca de Ken no le favorecía en cuanto a coordinación mental, pues siempre había algo; un pequeño rastro de adversidad, de reto, o hasta de temor. Esta vez, Daisuke estaba dispuesto a vencer todo aquello; así que dijo lo que tenía que decir. "Nunca imaginaste que en verdad podríamos morir. Y hoy estábamos a punto de no regresar. ¿Tienes idea de lo que eso significa? ¿Lo has pensando?"
"No sabes lo que ocurre. No sabes qué ocurre conmigo", dijo Ken cuando comprendió de qué estaba hablando. Al principio estaba seguro de que Daisuke estaba hablando de algo que no podía ni siquiera comenzar a entender, y que seguía siendo el mismo tonto de siempre; en unos minutos tal vez lograría escaparse de él. Pero algo sucedía, y las cosas no marchaban como normalmente lo hubieran hecho. Ken se sentía aprisionado por Daisuke. Vulnerable, inferior, sin cualquier tipo de defensa, y completamente al descubierto. Jamás, en el poco tiempo de conocerlo, lo había visto hablarle de esa manera. Ya no existía más Daisuke el tonto, el tonto que podía manipular, en cualquiera de los dos mundos. Ante él se encontraba un muchacho aun más alto que él, tratando de tirar sus defensas con todos sus recursos, tratando de entenderlo. Pero Ken no quería comprensión... Ken era adicto al dolor y a la soledad; siempre lo había sido.
Pero tenía que aceptar que con Daisuke, todo era confuso. Nada de lo que creía parecía tener sentido. Se parecía a aquel sentimiento de las mariposas en el estómago.
"Ya te lo dije, Ichijouji. A mi sí que me importa. Tu vida, la de los demás, o la mía". Ken se fijó en él entonces, de una manera fría, defendiéndose en contra de su valor y su comprensión- era un arma efectiva, puesto que Daisuke se sentía débil e ingenuo cada vez que lo miraba así. Pero esta vez no. Ken empezaba a sentir un vago temor a la situación. La vulnerabilidad crecía, y no le agradaba... pero no podía detenerla. Era intolerable.
"Lo viste hoy", continuó Daisuke. "No son efectos especiales, ni digitales... si mueres allá mueres aquí. Y la próxima vez... si vuelves así la próxima vez, no regresarás. Vas a morir allá." Y se acercó unos pasos hacia él, pero Ken no retrocedió, ni bajó la mirada. "Si no sé lo que ocurre contigo, entonces ayúdame a entenderlo".
En la calle comenzó a llover, fuertemente, haciendo que la gente caminara más rápido por la banqueta. También comenzó a hacer frío, porque el Sol se ocultó, y las luces de la calle no tardaban en encenderse. Había tráfico, pero el ruido de éste no los molestaba.
"Vete a casa, Daisuke" dijo Ken, después de un minuto de silencio, y volvió a mirarlo. Pero su mirada ya no era dura, sino indescriptible. Como si estuviera triste, pero deseara un millón de cosas a la vez. Ken las deseaba; en ese momento, todo se le venía abajo- si no podía mostrarse fuerte, se mostraría incapaz de ser entendido. Así nunca le daría esperanzas...
Y Daisuke se quedó ahí, esperando. Tal vez a que se fuera, o esperando sus propias palabras, o esperando que se desatara una tormenta y ambos tuvieran excusa para irse; pero nada sucedió. La ira casi se había disipado, y ahora sólo sentía una gran confusión. Ken le parecía un libro cerrado, incapaz de abrirse por manos humanas, o por quien sea. Le parecía que si se acercaba a él encontraría una estatua, sin sentimientos, sin razón de ser. Y la ira nuevamente surgió, pero fue una ira dirigida hacia sí mismo, por sentirse tan inútil y no poder ayudar cuando más lo anhelaba, a quien más anhelaba.
Ken no había dejado de mirarlo en mucho tiempo, y a pesar de que le había pedido que se fuera, él mismo no podía hacerlo. Simplemente se quedó ahí, y Daisuke también. La lluvia se había desatado completamente, y hacía frío, pero ninguno de los dos lo sentía. Sin querer aceptarlo, no quería en realidad que Daisuke se alejara. Estaba cansado, cansado de todo esto.
"Ayúdame a entender", repitió Daisuke una vez más, pero con la voz cansada, sin querer luchar más. Estaba harto de todo también, harto de nunca entender a nadie, harto de no ser bueno con las palabras, de no poder ayudar a Ken a pesar de que era el único quien quería hacerlo...
Ken negó con la cabeza lentamente. "No puedes. Nadie puede. No entiendes mi vida, no me conoces. Si estoy en realidad enfermo de la cabeza, por mi hermano, por todo lo que hice... no puedes hacer nada para cambiarlo, Daisuke, ¡nada! La gente muere, y él jamás volverá. Yo jamás volveré..."
Y este fue el punto donde Daisuke se rindió, y su furia lo hizo estremecerse, sentirse más inútil cada segundo. "Mira, siento lo de tu hermano, ¿de acuerdo?", exclamó de pronto, echo una furia, y se dio la media vuelta para retirarse de ahí e irse a casa.
Algo se quebró dentro de Ken cuando lo veía marcharse. Como si la esperanza se extinguiera. Y sin pensarlo, sin saber siquiera por qué de pronto necesitaba de él, caminó rápidamente hacia él, y lo jaló del brazo, haciéndolo girar. "Espera", la mirada de Daisuke era dura, pero sin embargo confusa, sobre la de él. "Por favor...", dijo, en una súplica.
Sin saber por qué, Daisuke había olvidado todo lo que sentía hacía sólo un segundo para observar a Ken. Y mientras se quedaron en silencio, observó algo que nunca antes había observado: él mismo era más alto que Ken. Y a partir de aquí, empezó a entender su dolor. Se quedó callado, con ganas de escucharlo y entender todo lo que él quisiera decirle.
No estaba dentro de sus planes, pero de pronto... de pronto ya no se sentía enojado, ni abrumado, por él. Conforme hablaba su pena se apoderaba de él, y en un instante, lo comprendió todo. Era como si hubiera estado ante sus ojos y él jamás me hubiera dado cuenta de ello. Después de todo, Ken era una persona como él mismo. No era un genio, ni un enemigo; era un muchacho de doce años como él, pasando por la edad difícil, acabando de regresar a la realidad, tratando de seguir sobreviviendo lo que es tu vida cuando tienes que cumplir tus deberes y además salvar el mundo. Era tan sencillo, y ellos habían complicado tanto las cosas... Ken era simplemente Ken. Tal vez el Kaizer era el prodigio enemigo, pero Ken era sólo un chico normal.
Lo que descubrió Daisuke entonces no fue sólo eso. También se le vino a la mente una clase de pensamiento. A veces hacemos un mal trabajo analizando a las personas y llegamos a creer que sus problemas son tan grandes, tan irracionales, sagrados o irrepetibles, que no están a nuestro nivel de entendimiento, o que son verdaderamente problemas de la vida. Creemos que jamás podremos entender la situación por la que pasan. Pero si nos limitamos a escuchar, aunque sea por una sola vez, algún comentario, si nos limitamos a observar algún gesto, por más pequeño que sea, entonces logramos entender que sólo son personas, como todos nosotros. Es como si nos diéramos cuenta de que son normales y vivimos con ellos. Sus problemas son sólo pequeños detalles aunque parezca que son tragedias y nos asombramos por ello.
"Era fácil, ¿sabes?" dijo Ken. Su voz era suave, pero inevitablemente triste, y Daisuke pudo notar que le costaba trabajo hablar con honestidad. Era como si tuviera años de no hacerlo. "Era fácil pretender. De pronto había encontrado una salida al mundo; a este mundo. Me encontraba en un lugar donde no importaba más quien era, o quien había sido... no importaba yo, ni mi familia, ni lo que yo mismo sentía, ni el dolor. Todo parecía haberse ido", sonrió ligeramente, pero Daisuke sabía que no era por ninguna alegría. Le parecía que en cualquier momento podría quebrarse, y llorar hasta morir. La mano de Ken no había soltado su brazo, sino que lo sostenía con más fuerza, encontrando en él cierto apoyo; a Daisuke no le molestaba. "Es cierto lo que dices. Parecía como un sueño, un juego... lo que sea. Y no fue exactamente por todas las criaturas, o por la computadora, que pensé que no era realidad. Fue porque finalmente me encontraba a salvo y sin angustia. Desde que mi hermano había muerto, mi vida nunca volvió a ser la misma- y en ese lugar, a nadie le importaba quién había sido. Me sentí como una persona nueva. Y entonces comencé a pretender... pretendí ser como mi hermano, ser fuerte, me convertí en una persona inteligente, en un ejemplo. Necesitaba sentirme alguien, pretender ser alguien. Y entonces perdí el control, y me volví lo que era. Lo que soy". La sonrisa desapareció, y su mirada de agonía encontró la de Daisuke. Entre sus manos apretó su chaqueta, aún sosteniéndolo del brazo. "Pero el dolor no salió. Simplemente se quedó dentro. Y entre más pretendía, más se quedaba dentro. Se enterró como un cuchillo que sin darme cuenta, ya no podía sacar. No mientras pretendiera.
"Y cuando me di cuenta de que mi juego, por llamarlo así, era una realidad... creo que ya no pude pretender más. Me di cuenta de que mi sueño no existía. Y me sentí cansado, cansado de pretender, de intentar las cosas de esa manera. Cansado de todo, incluso herido, por todo el dolor, que estaba demasiado dentro de mí. Y entonces dejé de hacerlo. Simplemente dejé de pretender". La sonrisa volvió, pero sólo acentuó su dolor, y se disipo en poco tiempo. Su voz era baja, y luego sólo un susurro. "Y me di cuenta de que el dolor era incontenible".
La lluvia siguió su curso, y las luces de la calle se encendieron. Todo indicaba que ya era tarde; incluso la gente comenzó a dispersarse, y el tráfico era cada vez menos. Pero a Daisuke ya no le importaba; sentía que el corazón se le había quebrado, y simplemente miró a Ken, las pupilas azules impenetrables. Y ya no se sentía intimidado, o enojado. Desde ese momento lo único que sentía era tristeza por él, por su mismo dolor, como si su dolor fuera el suyo. En ese momento, Daisuke sabía qué era lo que Ken necesitaba, y lo que él mismo necesitaba también. Tal vez Daisuke no era la persona adecuada para darle aquello, pero sabía que ambos lo querían. Y eso fue suficiente.
"Lo ves" dijo Ken, sin darse cuenta de que los ojos de Daisuke se habían quebrado. "Creo que jamás lo entenderías".
"Si que lo entiendo", dijo él, en voz baja, casi para si mismo.
"No puedes. No puedes ayudarme".
"Si puedo, Ken". De pronto colocó una mano sobre su hombro, y se acercó más a él, mientras Ken desviaba la mirada un momento y se mordía el labio inferior. Al haber sido llamado por su nombre de pila sólo se había sentido aun más vulnerable. Pero sólo quería un consuelo largo, auténtico... pero era tan difícil de obtener; tan lejos de su alcance...
Y entonces, aquel sentimiento de necesidad lo hizo estremecerse. Ya no pudo seguir diciendo que se fuera, que se alejara, que no servía de nada su ayuda, porque en el fondo él anhelaba, necesitaba de su compañía. Era algo que él no había aprendido a aceptar, y que en ese momento se encontraba ganándole a su antiguo ser, aquel que pretendía ser. "¿Cómo?" preguntó finalmente, y sus ojos azules miraron hacia arriba para encontrarse con los de Daisuke. Y así se quedó, mirándolo fijamente, hasta que sintió que estaba a punto de temblar y romper a llorar. Odiaba aquella sensación. Si así fuera, él sólo se iría corriendo de allí.
Era como si hubiera querido decirle con la mirada: "no puedes, déjame ir, déjame sufrir y vete con tus amigos... tú eres el héroe y yo el enemigo. No puedes ayudarme. No puedes, pero lo estás logrando, y no quiero que me veas, no quiero que veas lo que soy. No quiero ningún consuelo..." Claro que no se dejó engañar... no por esta vez. Entonces lo tomó de los hombros, ocultó su cara en su cabello, y lentamente lo abrazó. Se quedó un momento con sus manos espalda del otro, pero luego lo abrazó con más fuerza, hasta que lo tuvo atrapado en sus brazos. Esperó.
La primera reacción de Ken fue tratar de hacerse a un lado, de rechazarlo y huir de nuevo a su soledad; lo intentó y se aferró de los brazos de Daisuke, intentando escapar y golpearlo en la cara por haberse acercado así a él. Pero de pronto se quedó viendo hacia adelante, con la mirada perdida entre la gente y los edificios mientras Daisuke lo sostenía, como si no comprendiera el significado de aquello. Y no lo comprendía... no comprendía demasiadas cosas.
Luego cerró los ojos, mientras empezaba a temblar suavemente en sus brazos. Lo más difícil había terminado.
*
Nota final.
Umm, eso es todo. Lo demás vendrá en el próximo capítulo, junto con la primera nota del diario... umm... reviews??? Si??? Por favor?? Creo que lo merezco porque este capítulo fue escrito dos veces... estaba a punto de ser publicado hace unas semanas, pero no sucedió porque yo no quedé convencida ^^ así que tuve que reescribirlo, cambiar el formato del fic y todo eso... ha sido un poco tedioso. Les agradezco que hayan leído, y si no es mucho pedir, me gustaría mucho escuchar su opinión. Sayonara por ahora ;)