LA LIBRETA DE JOHN

CAPITULO 1: WITH ARMS WIDE OPEN

La primera noche en casa de Sherlock, ahora casa de ambos, sacó la libreta que le había pedido a Mary que comprara para él. Era de tapas gruesas con estampado con la bandera del Reino Unido y cerraba con una liga roja. La había comprado en la tienda de recuerdos frente al hospital. Era perfecta.

Había escrito el sueño por entero aunque le dolía terriblemente el saber qué era eso, un sueño y que era altamente improbable el que algún día fuera una realidad. Pero se encontraba extrañando la sensación de felicidad pura que lo había embargado en aquel momento, al verse rodeado de aquellos dos pequeños que eran su mundo entero.

Por eso no quería olvidarlo, en todos sus detalles, quería volver a leerlo una y otra vez para cerrar los ojos y encontrarlos de nuevo ahí, en lo profundo de su mente.

La libreta la guardaba en la gaveta en la que Sherlock había acomodado su ropa interior, pensaba que no le volvería a interesar revisar aquello y que por lo tanto no la iba a encontrar. Se equivocaba.

La encontró la segunda noche cuando John se durmió. Después de asegurarse de que estaba bien y de que al parecer dormía tranquilamente, se levantó de la cama y sacó la libreta. Por supuesto sabía que la había guardado ahí, simplemente con ver con cuanta frecuencia John miraba la gaveta, como si algo fuera a saltar desde adentro.

Sherlock pasó las hojas con cuidado, tocando con la punta de sus dedos cada palabra que John había escrito.

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Tenía que ser un sueño, no podía ser otra cosa más que un sueño. Aunque podía ser el sueño más extraño que había tenido también estaba siendo el más vívido. Abrí los ojos, el lugar era completamente desconocido para mí pero sin embargo me provocaba un sentimiento de estar en casa, de pertenecer.

Las cosas que me rodeaban eran sencillas, parecían tan mías, libros que fácilmente podría haber estado leyendo la noche anterior. Al salir de la habitación me encontraba frente a una escalera la cual bajé fijándome en los cuadros de las paredes aunque no podía reconocer ninguno, era como si ante mis ojos desaparecieran.

Fue cuando oí las risas. Infantiles y perfectamente claras. Estaba seguro de que venían de la cocina, que estaba a unos pasos de donde terminaba la escalera. Entré pero en ella no estaban los dueños de las risas, para mi eterna sorpresa estaba Mary.

Bebiendo de una taza y leyendo el periódico. Con su uniforme quirúrgico azul. Su cabello rubio arreglado en una coleta. Me miró al entrar como si fuera de lo más normal que ella y yo estuviéramos dentro de la misma cocina, dentro de la misma casa.

No, eso no era algo que me hubiera gustado ver por las mañanas.

Pero estaba apenas tratando de encontrar un sentido a aquello cuando detrás de mí se abrió la puerta que daba hacía las escaleras. Sherlock entró y estoy seguro que mi rostro se iluminó al verlo porque de inmediato sentí que sonreía sin poderlo evitar.

-Justo a tiempo –dijo Mary tras lo cual se levantó y dio el último sorbo de su taza y la dejo con cuidado en el fregadero.- Los veo mañana chicos, por favor que nada explote y confió en ti John para que los alimentes a todos.

Pasó entre ambos no sin antes darle a Sherlock un ligero beso en la mejilla para lo cual se tuvo que estirar bastante y ponerse de puntitas. Sherlock sonrió casi imperceptiblemente.

-Si mamá –dijo él y creo que fue cuando me di cuenta de que era imposible que aquello sucediera en la vida real.

-John, tendrás que arrastrarla a la práctica, va a gritar y jurar que no quiere volver a tocar un violín en su vida pero está mintiendo; es solamente por el chico que te conté pero si se pierde la práctica no la dejarán participar en el recital y nuestra vida será un infierno si eso sucede.

Las palabras de Mary bien hubieran podido ser en otro idioma porque yo no entendía nada. Arrastrarla, violín, el chico que te conté, recital, infierno.

-Si Mary, cuando John despierte realmente en vez de ser un bulto en medio de la cocina, le recordaré que debemos arrastrar a Violet a su práctica de violín –dijo Sherlock como si fuera lo más normal. Yo seguía un poco en shock sin poder interactuar. Mary sonrió y me dio un rápido beso en la mejilla. Acto seguido salió a toda prisa de la cocina y al parecer de la casa por el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse que poco después escuché.

Sherlock miró con intensidad la otra puerta de la cocina, que debía llevar al comedor seguramente. Tres segundos después lo tenía encima de mí, reclamando besos de mi boca con mucha serenidad, despacio, tomándose su tiempo para disfrutarlos. Sus manos en mi espalda, parecían hasta perezosas, tan sólo acariciando con lentitud.

Nos separamos pero permanecimos juntos, mirando cada detalle de nuestros rostros. Así pude ver que en este extraño sueño, Sherlock parecía tener más edad, algunas arrugas aquí y allá pero tan perfecto como siempre.

-Aish pero si ya se conocen ¿no? –dijo una vocecita que debía ser infantil pero que estaba matizada con cierto toque de cinismo- Tengo hambre.

-Pues come Hamish, no creo que sea algo particularmente difícil para ti –le respondió Sherlock con el mismo toque de cinismo. Yo no podía articular palabra de nuevo, en realidad no había podido hablar en todo el sueño. Aquel niño no podía tener más de diez años y era la viva imagen de lo que sería Sherlock si comiera más a menudo, mejillas redondeadas y una naricita que parecía más pertenecerle a Mary que a él.

-¡Papá! –dijo mientras se apresuraba a abrazarme. Lo hizo con fuerza, como si tratara de hacerme reaccionar- ¡Sherlock está maltratándome!

-Yo también soy tu padre, así que no seas melodramático –Sherlock salió de la cocina y momentos después se escuchó un grito bastante agudo seguido de una serie de risas divertidas, las mismas que había escuchado al bajar de las escaleras.

-Sherlock también es tu padre –dije pero en realidad en ningún momento pensé en hablar, las palabras habían salido de mi boca.

-Es obvio, nada más tengo que verme al espejo –dijo pero me abrazó con más fuerza, yo le regresaba el abrazo y eso me parecía el momento más glorioso del mundo.- Pero no me quiere como la quiere a ella.

-Te pareces mucho a él –dije sin saber por qué decía aquello, tal vez era como decía, algo obvio. No sólo la apariencia física, las pocas palabras que se habían dicho eran suficientes para demostrar que ambos podían hacerse explotar el uno al otro entre comentarios cínicos y desagradables.

-Violet se parece a ti y por eso la quiere más y por eso tú debes quererme más a mí para que yo no sufra traumas infantiles que me marquen de por vida.

Tuve que reír, aquello era algo que hubiera esperado que dijera al parecerse tanto a Sherlock, no expresar que necesitara ser querido por el hecho de serlo sino para prevenir posibles consecuencias psicológicas.

-Te quiero más Hamish –dije y en seguido él alzó su cabecita para poderme ver y una gran sonrisa decoraba su rostro. Increíble lo que podía hacer una sonrisa para volverlo mil veces más hermoso. Le di un beso en la frente.- Anda, hay que hacer el desayuno.

Mientras cocinaba hot-cakes Hamish hablaba de las vías del dolor y de la manera más adecuada de experimentar el efecto de ciertos químicos para su supresión. Todo lo que yo podía decir es que ese tipo de experimentos no serían éticos y que debía cambiar su aproximación para lograrlo. Esto sólo lograba que pusiera cara de disgusto.

Me di el tiempo para asomarme a la sala, donde se veía la televisión encendida. La película era La bella y la bestia y Sherlock estaba recreando la escena donde los personajes bailan en un gran salón. Tomada de su mano estaba una niña que era igualita a Harry de pequeña, por lo mismo, tenía un gran parecido a mí. Cabello rubio de un largo impresionante, ojos azules, sonrisa inmensa que se transformaba en risa cuando se equivocaba y daba la vuelta incorrecta. Al verme hizo una reverencia y siguió bailando. Sherlock era como otra persona a su lado, completamente feliz.

Violet parecía un par de años más pequeña que Hamish, por lo que al recordar las palabras de Mary se me hacía increíble que una niña de unos ochos años ya pudiera interesarse en un chico pero al mismo tiempo no era tan imposible.

-Y pensar que tú si encontraste a tu Bestia –dijo a mi lado mi hijo que veía todo con impaciencia. Me tuve que tragar la risa y lo arrastré de regreso a la cocina donde pude dejar salir las carcajadas.

-¡Hamish! –dije como tratando de parecer ofendido por su comentario.

-¡Niégalo! –dijo y también comenzó a reír con fuerza.

Entonces descubrí que no quería despertar, que esto era perfecto y que tal vez estaba equivocado, que bien podía no ser un sueño. Después de todo, si lo analizaba con cuidado, Mary estaba ahí por una razón, era la mamá en la ecuación. Así nos volvíamos una extraña familia con dos padres, una madre y dos hijos. Tenía lógica y con la ayuda de una clínica de reproducción podía funcionar, primero Sherlock, luego yo, con los óvulos de Mary.

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Cuando Sherlock terminó de leer lágrimas corrían por sus mejillas. Sabía que ahí había terminado el sueño y que John había despertado para encontrarse con él en el hospital, vivo de milagro. Y sabía que John hubiera querido quedarse en aquel sueño, que fuera mágicamente la realidad y que pudieran regresar a casa al lado de Hamish y Violet.

Y quería con todas sus fuerzas conocer a los niños. Comprendía el por qué alguien tan parecido a John fuera completamente de su agrado, una niña llena de ternura con cabello dorado y sonrisa enorme. Podría bailar a su lado la vida entera, podría ver películas sin quejarse, llevarla a andar en bicicleta al parque y jamás hablarle de homicidios y asesinos seriales.

Podría enseñarle un mundo hermoso y protegerla de las cosas horribles.

Y Hamish. Tan igual a él que John podía lidiar con su personalidad sin el más mínimo esfuerzo. Un pequeño genio que podría sacar de quicio a Sherlock pero que a John le provocaría un enorme sentimiento de amor. Jamás dejaría que nada ni nadie lo hiciera menos, que lo llamarán fenómeno o que lo aislaran. Al lado de John una mente perfecta y compleja como la de Hamish encontraría el balance entre la lógica y el sentimiento.

Pero había sido un sueño.

Sherlock guardó la libreta de nuevo en la gaveta y regresó a la sala. Tomó su violín y comenzó a tocar, no estaba muy seguro de lo que estaba tocando, no lograba reconocerlo. No era una pieza clásica, no era nada compuesto para violín. Se detuvo.

- With arms wide open, under the sunlight, welcome to this place, I'll show you everything.

Sherlock había cantado una canción popular. Eso era mejor que nadie lo supiera. Sin embargo era tan adecuada que la guardaría junto con cada una de las palabras que había escrito John en su memoria, aquel lugar tan importante que era su escape, su palacio mental. Ahí jamás podría olvidarlo, siempre estaría a su lado.

Regresó al lado de John y se acomodó a su lado en la cama. Aunque inesperados y horrendos los sucesos que lo llevaron a este punto, agradecía que todo estuviera bien y que finalmente él estuviera en su vida.


Gracias por leer. Si alguien ha leído esto y no ha leído Post Guardia, este es el capítulo acompañante al capítulo 6 (Casualidad y Causalidad) y es la transcripción (sólo en parte) del capítulo 5 (Amanita muscaria). Así que sería de mucha utilidad que leyeran Post Guardia para que comprendieran el tipo de relación que tienen mi Sherlock y mi John y en qué tipo de AU (universo alternativo) están ubicados.

Ahora, la canción para este capítulo y que le da título es de Creed. Siempre me ha parecido una linda manera de dar la bienvenida a un bebé a la vida, con los brazos abiertos.

Y bueno, ¿qué piensan del punto de vista de Sherlock?

Bueno, el siguiente capítulo explorará mi obsesión, el TeenLock con la canción Glad you came de The Wanted.

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