El Crush de Blaine
Un nuevo curso se iniciaba en el McKinley High, un nuevo colegio para Blaine Anderson, un nuevo comienzo para su secundaria. Como todos los chicos nuevos estaba ansioso por empezar pero a la vez nervioso, porque era como si fuese un intruso en clase. Simplemente no le gustaba.
Blaine había impreso su horario y tenía su bandolera con los libros y cuadernos, estaba listo. Entró a clase con la mirada al suelo, al sentarse en su pupitre la alzó de nuevo y giró la cabeza hacia los lados. Por alguna razón tenía la ilusión de que alguien se le acercase. Cuando entró el profesor el aula se calló completamente, el verano había acabado.
Al terminar su primera jornada fue a la cafetería a comprarse algo. Era enorme, llena de chicas vestidas de animadoras, otros del equipo, otros con gafas, los gorditos en un lado, las góticas por otro, etc. Blaine pensaba que parecían ratones que se unían según la mesa, y que no asomaban la cabeza ni se preocupaban por la persona que tenían al lado.
¿Podía ser Blaine la única persona que se había transferido de colegio? Usualmente el paso de la enseñanza primaria a la secundaria es difícil por lo que muchos se quedaban en el mismo centro, pensaba Blaine mientras daba los primeros toques a su comida, pero Blaine no pudo hacer lo mismo, no podía mirar atrás nunca más. Aún mientras daba los últimos sorbos a su refresco pensaba que alguien se acercaría a hablarle, o que al levantarse alguien se chocaría con Blaine y por arte de magia serían amigos todo el año.
Blaine volvió a casa con una gran decepción ya que nada de eso había pasado. Qué podía esperar, solo tenía 14 años, quería, necesitaba amigos. Y su madre y su hermano no contaban. Cuando entró a su habitación lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y sentarse en su cama, estirar los hombros y balancear el cuello para relajarse. Se quedó dormido a la media hora, al levantarse se asustó ya que era de noche y pensaba que había dormido por un día entero, y había perdido un día de clase. Ese era el tipo de chico que era.
Las preocupaciones de Blaine por perderse el segundo día de instituto desvanecieron una vez llegó, y esta vez ya no tenía ni la remota ilusión de que alguien le hablara, y él tampoco hablaría a nadie, sería como si llevase un cartel en el que pusiese "DESESPERADO" en la frente, simplemente no podía. Entró a clase y ocurrió lo mismo de ayer: nada. Igual con el almuerzo.
Pero en su vuelta a clase, tras la comida, mientras esperaba que llegase el profesor, Blaine que se encontraba de los últimos ante el corrillo que se había montado entre los de su clase, alguien le dio un pequeño golpe en la espalda.
-Hola, ¿es esta la clase de Técnicas de expresión oral y escrita?- dijo el chico, que era rubio, al darse la vuelta Blaine.
-Eh… hola, sí. Sí, esta- contestó patosamente.
-Soy Sam- dijo Sam extendiendo la mano en dirección a Blaine.
-Yo Blaine.
Sam… vaya. El moreno se quedó mirando los ojos azules del chico rubio y podía jurar que nunca había visto unos así.
-¿Eres nuevo?- preguntó Sam.
-Sí, recién salido del horno- rió.
¿Por qué habría dicho eso? Sorprendentemente el rubio rió. Tenía los dientes perfectos, y… unos labios gordos, el mentón grande y la nariz fina.
-¿Y tú? ¿Es tu primer día o…?- continuó Blaine
-Oh, no. Lo que pasa es que ayer me confundí de clase y… fue un lío. Pero hoy ya estoy aquí y todo está bien- dijo con voz rara, para Blaine.- Es una imitación.
-No sé- respondió Blaine anonadado.
-No pasa nada, me suele pasar. Oye sabes si…
En ese momento, Blaine pensaba que en todo el instituto solo existían ellos dos, como si tras un corto intercambio de palabras su conexión fuese máxima, pero no fue así ya que unos brazos rodearon al rubio, este se dio la vuelta y besó a la chica que tenía en frente de él.
Oh Dios mío. Tenía novia.
De un momento a otro perdió de vista a Sam y no volvió a verlo.
Ese día al volver a casa se volvió a quedar a dormido, y al despertarse era de noche, esta vez no se asustó, no quería ser el chico al que le ocurría lo mismo una y otra vez.
