Todo había comenzado como una broma inocente, pero seis semanas después estaba apuntándose a la cabeza con un arma y suplicando que su quirk no volviera activarse.
Estaba acostumbrado a las bromas pesadas, las burlas amistosas y el humor negro que suelen lanzarse a montones los chicos de su edad. Eran cosas de las que podía reírse a y salir ileso, pero el humor de las chicas se le hacía algo aterrador.
Ni siquiera había estado seguro de que fuera un chiste, o una nueva forma de molestarlo, pero lo había hecho detenerse y mirar alrededor apenado, preguntándose si una risa podía sacarlo de esa incómoda situación.
― Me pregunto si Kirishima también puede hacer que "hay abajo" se endurezca… _había sobresalido la voz risueña de Mina en una de esas reuniones que se daban en la sala común durante las noches_
La chica se había cubierto la boca avergonzada al darse cuenta de lo alta que había sonado su voz, haciendo al resto estallar en risas que poco a poco se fueron apagando mientras el nombrado trataba de seguir la corriente algo incómodo y avergonzado.
― Hermano, debes admitir que eso es gracioso… _le dijo Denki palmeándole la espalda entre risas, al notar su rostro incómodo_
El pelirrojo rió por lo bajo tratando de relajarse. Solo era un comentario tonto y no había razón para molestarse, o al menos eso creyó, pero el tema no terminó esa noche.
Los primeros en hacer bromas al respecto habían sido sus amigos quienes en un todo juguetón y algo picaresco lo hostigaron hasta hacerlo incapaz de forzar una sonrisa. Para el final de las clases esa semana, estaba ya un poco harto, pero ese había sido a penas el comienzo de las burlas.
Había recibido apodos, chistes y hasta estaba seguro de haber visto un par de memes circulando en sus redes sociales, pero había decidido tomárselo con humor. No era para tanto, todos hacían bromas un poco crueles a veces y lo más seguro era que en unos días surgiera un tema mejor y todos lo hubieran olvidado, pero no fue así y a penas esa misma tarde, a mitad de un entrenamiento de clase, quedó claro que tal vez las cosas si estaban llegando un poco lejos.
No vio quién lo hizo, había sucedido muy rápido y en una caótica batalla dónde todos iban contra todos, pero le pareció que alguien había tocado su entrepierna.
Podría haber sido accidental, o quizás el mismo lo había provocado. Esas batallas eran bastante bruscas después de todo, pero, aunque se lo repitió una y otra vez y al final casi se había convencido de que solo estaba exagerando, volvió a pasar en el pasillo unos días después cuando caminaba entre el gentío hacia el comedor.
Se supone que a los chicos debían gustarles tener ese tipo de atenciones, sobre todo si algunas chicas lindas de otros salones eran culpables, pero realmente lo hacía sentir incómodo que invadieran así su espacio personal sin siquiera preguntarle. Que alguien tocara una parte tan privada de su cuerpo, que ni siquiera había expuesto aun a alguien, era algo inquietante. Pero decirlo o quejarse, seguro lo haría quedar como un cobarde.
Los hombres que admiraba eran firmes y estoicos. Atentos con las damas y pacientes con quienes trataban de molestarlos, no se sobresaltarían por algo como eso, lo confrontarían con justicia y hombría, pero en esa situación específica no sabía cómo sobrellevarlo. Cada vez que pasaba se sentía paralizado, la sensación tosca de una mano apretándose de pronto sobre su lugar más sensible le causaba retraimiento.
Era horrible llevarse consigo el calor de ese tacto aun cuando se iba a la cama, sentarse inquieto durante clases buscando una posición más cómoda porque alguien le hizo daño al tomarlo de forma brusca o cubriste con las manos mientras caminaba atento de cualquiera que pareciera querer molestarlo. ¿Hasta cuando duraría eso? ¿Qué era lo que buscaban conseguir?
Comprendía el humor negro que podían tener sus compañeros, en especial personas como Denki o Mineta que a veces se pasaban un poco de la raya sin tener realmente una mala intensión, pero no comprendía la clase de humor bizarro o intensiones malvadas que pudieran tener quienes lo hostigaban últimamente.
Lo que le hacían estaba más allá de querer reírse un rato. Los mensajes anónimos que llegaban a su teléfono haciéndole toda clase de preguntas morbosas sobre sus partes bajas, los grupos de chicas que se detenían a mirarlo de pies a cabeza para murmurar, las risas, los empujones por el pasillo… debieron darle alguna pista sobre lo grave que se estaba tornando una simple broma.
Ya no había un lugar seguro, estaba nervioso incluso en los vestuarios, dónde podía jurar que había demasiadas miradas atentas a ese lugar que ahora escondía con recelo avergonzado de su particularidad.
Su quirk no era genial o llamativo como el de los demás. Desde que tenía memoria no hacía más que causarle problemas y ahora se sentía seriamente humillado por los rumores y bromas estúpida que los demás hacían al respecto. Le daba vergüenza activarlo durante los entrenamientos y escuchar las risas a sus espaldas, que si bien, al principio tenían un tono inocente, estaban empezando a ser hirientes.
Creía que había cambiado desde la escuela media. Se había esforzado por hacerse más fuerte y enterrar todas esas inseguridades que lo hacían sentir vulnerable. Se había hecho más extrovertido, había entrenado, había tonificado su cuerpo, se había teñido el cabello y se había repetido hasta el cansancio que podía ser tan varonil y fantástico como su héroe, pero de pronto otra vez se sentía tan frágil y temeroso como antes.
Parecía que el mocoso débil de sus años de escuela seguía vivo y era tan asustadizo como siempre, porque un chico en verdad fuerte y masculino no se dejaría afectar por cosas como esa y a él cada vez le costaba más trabajo sonreír y mostrarse energético en los malos ratos.
Las palabras parecían calarle más hondo que nunca y sus dudas salín a relucir como petardos que lo bombardeaban sin piedad. Entonces empezaba a pasar más tiempo frente al espejo y a cuestionárselo todo, desde la forma en la que lucía su cabello, hasta la forma en la que vestía. Las cosas que había dejado de preocuparle en el momento en el que ingresó a UA y empezó a convertirse en el héroe que quería ser, empezaron a rondarlo de nuevo.
¿Qué tal si quirk no era lo sufrientemente bueno? Si los demás se burlaban de él porque era una particularidad ridícula, si sus compañeros pensaban en realidad que no era tan fuerte…
Lo asustaba estancarse y no ser capaz de alcanzarlos y pese a todas las pruebas que había superado y las hazañas que había realizado en UA, todo de pronto era confuso.
Trataba desesperadamente de entender la malasia tras los ataques. Trataba de entender que estaba mal, pero no encontraba ningún motivo ni una forma de arreglarlo y todo simplemente parecía ir cuesta abajo.
Ya no era un acoso ocasional el de todos los días, la frecuencia y la intensidad con la que ocurría, se estaban haciendo más preocupantes, pero el asunto finalmente tocó fondo cuando alguien lo acorraló en los dormitorios.
Había ido a la cocina a media noche para prepararse algo que lo ayudara a conciliar el sueño, estaba de pie frente a la estantería preguntándose que tomar, cuando un cuerpo lo empujó y lo estampó contra ella haciéndolo chocar con algunos frascos.
Su particularidad se había activado automáticamente en el lugar del impacto dejándolo algo aturdido y desorientado en la oscuridad. Fueron a penas esas milésimas de segundo que el agresor aprovechó para para dejarlo del todo paralizado deslizando bruscamente su mano dentro de sus pantalones.
El dolor lo recorrió haciéndolo lanzar un gemido cuando el sujeto apretó su miembro. La mano se cernió sobre él sin delicadeza frotando y tirando bruscamente, por unos largos y tortuosos segundos que hicieron sonar todas sus alarmas.
Estaba seguro de que el atacante era un hombre por el peso y el tamaño del cuerpo que había presionándose sobre él, pero por más que le gritaba a sus extremidades que se movieran y atacaran, estas no le respondían. En cambio, podía sentir sus piernas temblando y su piel cada vez más fría, presa del miedo, hasta que todo terminó con un cruel "Así que no era cierto" en su oído, que lo dejó helado.
Se tambaleó hacia el frente tratando de recomponerse, pero cuando finalmente pudo girarse ya no había nadie a sus espaldas.
El ataque lo había dejado totalmente descompuesto. Alguien, cuya voz no era capaz de reconocer, se había tomado la molestia de acecharlo y atacarlo en medio de la noche solo para comprobar un estúpido rumor y la cosa, se había sentido jodidamente desagradable.
Se quedó allí por unos minutos tratando de armar las piezas en su mente, pero la única conclusión a la que llegó era que su maldito quirk tenía la culpa de todo.
Notas de la autora:
Con animo de hablar un poco del acoso escolar y específicamente el acoso masculino, del que poco se habla por vergüenza o los estigmas que hay respecto al tema, hice esto.
Gracias por leer y dejar sus comentarios.
