Advertencias: Eren es un pervertido de primera, le hará muchas cosas XXX a nuestro enano. Todos los personajes de SNK son chibis menos Eren, Levi y Hanji jajaja.
Uso de OoC, lenguaje vulgar, situaciones explicitas muy sexuales, y algunos personajes por introducción mía. Short-fic.
De niños y profesores
[1]
Levi odiaba los lunes porque representaban el regreso a clases después de unas bien merecidas y cortas vacaciones aseando los rincones más recónditos de su apartamento. Si, odiaba los lunes, porque toda la paz se rompía en gritos en cuestión de segundos. Pero no podía hacer algo al respecto, o tal vez si…
- ¡Quien carajos está chillando como cerdo en el matadero! – sí, no pudo contenerse más. Estaba cansado de escuchar a esos malditos mocosos llorar mientras sus inútiles padres los alentaban a entrar a la escuela con falsas promesas de dulces y juguetes.
Una de sus colegas lo escucha y no puede evitar soltar una risita cómplice. Él bufa desesperado. Apenas han abierto el portón de entrada y muchos de esos chiquillos ya se han apostillado en la verja negándose a entrar a la institución educativa.
- Entiéndelos Levi, ellos son tan pequeños aun. – Dice otra colega suya, la que no se rió por su comentario. Es alta, de cabellera castaña rojiza, ojos grises y nariz pequeña. Margaret, la cristiana. Así la tiene identificada en su cabeza.
Es una mujer que sigue al pie de la letra los estatutos de la Biblia, una metiche de primera en la vida de sus compañeros y la primera en protestar ante los homosexuales. Ella sabe sobre la homosexualidad de Levi, y aunque evita comentarlo, en el fondo, Levi sabe que Margaret lo detesta tanto como él a ella.
- Ajá – prefiere ignorar su aguda voz. No tiene buena relación con ninguno de sus compañeros pero por lo menos, los demás son más llevaderos que la propia Margaret.
- Muy bien, en cinco minutos se cierran las puertas.
Levi asiente, dirigiéndose a su salón. Esta semana no le toca la guardia a él sino a la maestra Charlotte, una chica regordeta que siempre se la pasa comiendo y huele a papas fritas. Ew, arruga la nariz asqueado.
- ¿Ya están todos adentro? – es lo primero que pregunta al entrar a su salón.
Segundo grado, repleto de mocosos de siete años, con sus ojitos plagados de inocencia y manitas sucias. Ew, nuevamente está asqueado.
- ¡Siiiii, maestro Levi! – responden todos a coro. Levi chasquea la lengua.
Tiene en su poder a treinta almas infantiles. Quince niños y quince niñas. La mayoría son niños tranquilos, a excepción de dos o tres diablillos que creen que pueden pasarse de listos.
Cuando los reprende con su voz barítono entonces los niños se aplacan y vuelven a sus lugares. Realmente como maestro es muy estricto, ha hecho llorar a más de uno de sus alumnos. Levi ha pasado por todos los grados de esa escuela. Apenas tiene veintiséis años y su extenso curriculum lo llena de orgullo.
Bien podría estar dando clases en la universidad como tanto había deseado, empero, desde que su madre murió, hace unos tres años, Levi se instaló en esa primaria con el fin de continuar la noble labor de su progenitora.
Kuchel había sido después de todo, una de las maestras más queridas por todo el alumnado, fungiendo como directora del plantel por quince años hasta su muerte, de un terrible cáncer de seno que le arrebató el último suspiro.
Nadie podía creer que de esa preciosa y amable mujer haya nacido ser tan despreciable y poco tacto con los niños. Las maestras se quejaban de la hosca actitud de Levi, menos las madres de familia, que acudían a junta emperifolladas y estrenando ropa, siempre buscando atraer la atención del bajito y hermoso profesor de segundo grado.
- Bien. ¡saquen sus libros de Historia, ahora!
Todos los menores están en esa tarea cuando una vocecita chillona y cargada de sueño hace acto de presencia. Entonces Levi, enfurruñado como nunca por la interrupción y la impuntualidad –uno de sus mayores enemigo- gira el rostro en dirección a la pequeña sabandija que yace en el marco de la puerta.
- Jean Kirstein – deletrea, saboreándose el futuro castigo.
Jean sonríe nervioso. No hubiese llegado tarde de no ser porque en el camino se encontró con la bellísima Mikasa Ackerman, una alumna de quinto grado que se dirigía al aula de artes donde le tocaba clase. Jean siempre se sonrojaba ante ella y la fémina siempre lo ignoraba.
- L-lo siento, profesor levi – Jean baja la cabeza a sus pequeños zapatos deportivos pulcros y bonitos.
Hoy es día de educación física con un nuevo maestro y todos los niños llevan el uniforme de deportes puesto, el cual consiste en un chándal negro a juego con una cazadora y debajo de la misma una camisetita blanca de cuello redondo, el logo de la escuela reposando en el lado izquierdo, orgullosamente.
- ¿Por qué te disculpas? – pregunta con saña.
Un niño, el sabiondo de la clase alza la mano. Es rubio y de profundos ojos azules, levi lo manda a callar con la dura mirada. Armin baja la mano de inmediato. Él sólo quería defender a Jean de su huraño profesor.
- P-p-p-porque…, y-y-y-o llegué tar-tar-de. – Jean está sudando a pesar de los diez grados en la temperatura.
- Acepto tu disculpa, pero a cambio todos los días te quedarás en detención hasta las tres.
Jean abre los ojos tan sorprendido y asustado como puede. No, quedarse en detención significaba lidiar con los bravucones de Reiner y Bertolt, de quinto grado.
- ¡No, por favor! ¡Todo menos eso! – suplica anhelante, a punto de echarse a llorar. Levi suspira. Sí que era problemático ser maestro de primaria.
- ¡Está bien, Kirstein! Te la pasaré sólo porque ya quiero comenzar mi clase.
El menor asiente fervientemente y se dispone a entrar apretando el paso.
La clase empieza sin mayor retraso después del incidente con Jean. El pase de lista es breve y a Levi le da un dolor de cabeza cuando escucha las voces molestas de los niños peleando por alguna tontería.
Decide ignorarlos un rato, ya quiere largarse a casa. Al menos ahí el silencio es cómodo, no tiene que darle explicaciones a nadie.
[2]
El antiguo profesor de Deportes, un inglés con acento del sur llamado Andrew Aldrige había abandonado la primaria Trost después de seis años de servicio, lo que entristeció a las maestras y a las madres de familia. Andrew era algo así como una celebridad. Llamativo por atractivo, amable por convicción e idiota por decisión. Levi no lo echaba de menos, aunque mantuvo un ligero desliz con él luego se enteró que ese malnacido hijo de puta estaba comprometido y Levi lo acusó de mentirle y lo amenazó con revelar la verdad a su prometida si no tomaba sus cosas y pedía un cambio de institución.
Andrew cumplió y Levi aunque se sintió mal al principio, sabía que era lo mejor, no podía creer que se había enredado con un hombre comprometido, la falta de sexo y de actividad social lo habían hecho flaquear o al menos así se consolaba.
- ¡Es hora de Educación Física! – un niño grita, si no se equivoca es Connie Springer. Levi le dirige una pésima mirada luego de ese grito que casi lo deja sordo.
La institución Trost no es tan pequeña ni tan grande para perderse. Cuenta con tres grandes edificios, cuenta y siete salones –algunos en desuso- y de tres plantas cada uno.
Los niños toman la clase de Deportes en el gran patio que se encuentra junto a la alberca techada. Donde sólo pueden tener acceso cuando hay competencias o cuando al profesor de Deportes se le da la maldita gana.
Levi se ve en el deber de acompañar a todo su sequito porque el jodido profesor nuevo no ha hecho su magnífica aparición y los críos estaban desesperados por salir a tomar un poco de aire y broncearse la piel. Levi rechista considerablemente enervado porque de verdad que está hasta la madre de tanto ruido, del calor que comienza a colársele por debajo de la ropa, de los correteos infantiles que lo marean y entonces él aparece…
Altísimo, de sonrisa perfecta y piel de nuez, cabellera abundante y achocolatada. Un rostro en exceso varonil y atractivo y para rematar; dos preciosos ojos de colores inusuales, parecen ser verdes pero con los rayos de sol dándole de lleno en el rostro parecen dorados.
- ¡Es el nuevo profesor! –todos los niños rodean al sujeto y este les regala una gran y preciosa sonrisa que hasta Levi tiene que tragar saliva.
¿En serio ese tipo era el reemplazo de Andrew? Pfff, joder, que estaba para tirárselo ahí mismo.
- Hola niños, lamento haberme demorado.
Eren camina en dirección al bajito hombre que se resguarda del sol bajo la resolana.
- Mucho gusto, usted debe ser Levi Ackerman, ¿cierto? – Eren estira su mano y Levi duda de si tomarla o perderse en ese rostro de Adonis.
- Levi – dice con los sentidos embotados, el extraño profesor despide un aroma a sol, a tierra mojada, y a madera.
Y así es como comienza un buen día…
