Aclaraciones: Todo esto forma parte de una historia narrada a modo de rol improvisado entre una amiga mía y yo. Si resulta algo repetitiva o densa por su formato, os agradeceremos que nos lo comuniquéis. ¡Todo comentario constructivo será bien recibido! Gracias por leernos y esperamos que os guste :)
Desde hacía una semana, las mazmorras de Asgard recibían un goteo incesante de nuevos presos. Las celdas estaban atestadas de hombres sucios y fuertes. Muchos de ellos ya habían sido juzgados, otros esperaban sentencia y aun así, la mayoría no había cometido delitos tan graves como para ser condenados a muerte, así que esperaban con relativa paciencia a que su pena concluyese. La puerta principal de la prisión volvió a abrirse y, de nuevo, se escucharon los metálicos pasos de un par de guardias. Aunque esta vez algo había cambiado. Los presos de las celdas más cercanas comenzaron a silbar, a reír y, por supuesto, a gritar alguna que otra burrada. Los guardias pidieron silencio repetidas veces, pero eran ignorados.
No había celda que no formase jaleo. A excepción de una. Una tan blanca y asegurada ante pruebas de escape como el resto, pero con algunos detalles que la hacía un tanto más... acogedora. Varios muebles, libros y otros objetos hacían compañía al príncipe desterrado de Asgard. Ya hacía tiempo que había perdido el interés en curiosear las llegadas de presos, si es que alguna vez le importaron. Pero en aquella ocasión hubo motivos para prestar atención. No por los silbidos de la gentuza, sino porque los dos guardias se colocaron frente a su celda acompañando al último de los nuevos presos.
- ¿Puedo ayudar en algo?- preguntó pausado y sin interés alguno tras su libro abierto, bajándolo ligeramente para estudiar desde su lecho a la visita.
Los metálicos pasos cesaron justo delante de la estancia. Entre ellos, lo que parecía una mujer esperaba encogida y temblando ligeramente. Le habían plantado las mismas cadenas que un día le pusieron a él y, sin embargo, relucían bastante más. Eran extrañas semejantes medidas de seguridad para alguien que parecía tan insignificante. La muchacha vestía un sencillo vestido de tirantes verde apagado, seguramente prestado, pues le quedaba algo grande. Sólo se completamentaba con unas botas marrones de media caña, bastante desgastadas. Su ondulada melena castaña yacía completamente revuelta, cubriendo casi todo su rostro, apenas dejando ver parte de su piel, algo manchada.
- Espero que os guste la compañía femenina - sonrió burlón un guardia, aunque educado, mientras abría la celda.
Loki frunció levemente el ceño ante esa imagen y esa única información. ¿Qué suponía aquello? ¿Que debía compartir celda? ¿Él? ¿Compartir? Cada vez más receloso, dejó el libro con toda la calma a un lado, como solía ser cada uno de sus movimientos calculados. Como un depredador en acecho constante. Se puso en pie del mismo modo sin quitar la vista del grupo y se hizo aquella misma pregunta que cualquiera. ¿Porqué llevaría una mujer tan frágil unos grilletes más poderosos que los suyos propios? Eso no hizo más que envararle más.
- No quiero ninguna compañía. Ya podéis devolverla a la mugre del lugar de donde haya salido.- siseó cada vez más cerca, amenazante.
- ¡Quédate donde estás!- ordenó un tanto alarmado uno de los guardias, mostrando cuanto le temían todos allí.- Son... Son órdenes del Rey...- se corrigió antes de hacerle enfadar.-...príncipe Loki.
Irya esperaba encontrarse a los mismos brutos con los que había tenido que convivir ese día mientras la transportaban y, desde luego, allí abajo los encontró. No levantó la vista del suelo mientras esos guardias conversaban con el preso, al que creía uno más, aunque se dio cuenta de que no era así en cuanto le escuchó hablar. Alzó débilmente la mirada hasta dar con él, desde luego, poco tenía que ver con esos salvajes. Los ojos de la chica eran de un extraño y vivo color violeta, ahora completamente empapados en lágrimas. Y, pese a que la celda parecía mucho más cómoda que las demás, ese extraño hombre le daba miedo. Retrocedió un paso
- Da igual, quiero otra celda - El guardia se giró hacia ella
- ¿Desde cuándo los condenados "quieren"? - No se atrevía a burlar a Loki, pero sí a esa cría. Miró a su compañero, armándose de valor - Vamos... Abre la celda, son órdenes del Padre de Todos. No somos nadie para cuestionarlas.
- He dicho. Que aquí. No entra.- remarcó Loki sin apartar la mirada taladrante de ellos, con ese aura peligrosa que siempre le acompañaba. Al momento después ladeó ligeramente la cabeza y sonrió sin mejorar la expresión.- A no ser que queráis recoger un cadáver de aquí.- Los guardias se miraron, intranquilos, antes de que el más decidido de los dos volviese a decir, más bien para recordárselo a si mismo:
- Si tiene alguna queja, dígasela a Odín.
Irya sintió como el estómago se le hacía un nudo ante esas palabras. Pensaban encerrarla con el psicópata del reino ¿Y se iban a ir tan tranquilos?
- No... ¡He dicho que quiero otra celda! - Gritó chillona, mientras uno de los guardias comenzaba a quitarles las cadenas de plata. Bajo éstas, su piel yacía lacerada, casi quemada por la plata. En cuanto se vio medianamente libre, intentó salir corriendo, para risas y silbidos de todos los presos que la veían, hasta que uno de los enormes brazos de los guardias no tardó en cazarla, rodeándola por la cintura. Una vez abierta la celda de Loki, la introdujeron dentro de un empujón, sin darle tiempo a más.
- ¡Dejadla aquí y vosotros seréis los próximos en caer bajo mi ira!- rugió el príncipe ya con su mirada ardiendo en llamas esmeraldas. Fue directo a darles alcance, pero éstos cerraron la celda justo a tiempo, frente a sus narices. Loki tuvo que retroceder para no ser alcanzado por la fuerza mágica que lo hubiese impulsado hacia atrás con una potente descarga. Frustrado, dio un fuerte golpe con el puño a la pared lateral, sin apartar los ojos de ese par de mandados descerebrados.- Seréis los próximos.- juró viéndoles ya marchar, más intranquilos que cuando llegaron. Aquella mirada podía hacerle estremecer a cualquiera, como lo consiguió con la joven en cuanto se centró en ella.
La chica había caído al suelo debido al empujón de los guardias y, cuando se vio finalmente encerrada con ese pirado, alzó los ojos lentamente hacia él. La mirada de ese hombre le aterrorizaba... Y eso no era nada bueno
- Yo... yo no tengo la culpa de esto. Estoy tan obligada como tú. - Se le veía perdida en esa situación, no parecía acostumbrada y, desde luego, para nada se asemejaba a una delincuente.
Loki no tenía ojos para ese tipo de detalles en aquellos momentos, solo para dirigir su rabia hacia la única que tenía a mano. Estaban violando su "intimidad" si es que aquellos cristales se la concedían. Estaban ultrajando sus derechos como príncipe. Él tenía un nivel, merecía mejores tratos. No ser juntado con la chusma, no ponerle al nivel de ella. ¡Él era superior! Con los puños apretados, cortó esta vez la distancia entre ellos dos, con ese paso lento, sabiendo que no tenía escapatoria.
- Ya puedes empezar a rogar que te saquen o yo mismo te lo pondré mucho más fácil.
Irya se incorporó del suelo torpemente para retroceder mirando a su alrededor, buscando alguna escapatoria o algo para defenderse.
- ¡Ya se lo he rogado! - Cuando vio que nada podía hacer, volvió a posar sus extraños ojos en él. - No... no te acerques más, te lo advierto. Soy peligrosa. ¡Déjame en paz! - Corrió como una niña asustada a la otra punta de la estancia, escondiéndose tras la cama. Fuera, podían escucharse las risas y silbídos de los demás presos, encantados con la nueva diversión.
A Loki le hubiese parecido divertido también de no ser porque le desagradaba en lo más profundo que aquella joven sucia y harapienta recorriese su estancia como si tal cosa. Era SU celda y de nadie más. La siguió con la misma aparente calma, sabiendo que en algún momento terminaría bajo sus manos.
- Tiene gracia que Odín haya creído conveniente protegerte de esos bárbaros de ahí fuera cuando yo precisamente soy el peor de todos.- dijo con cierta mofa cruel, disfrutando en secreto del miedo hacia él. Ya hacía tiempo que no recordaba lo que era tener aquel influjo tan poderoso sobre los demás.- Grita, grita bien alto, pide ayuda, o te alcanzaré y te mataré. Y lo sabes.- Con un empujón brusco, apartó la cama de ella, dejándola sin escondite.
Irya se encogió aterrada tras la cama y, cuando él la apartó, sus manos cubrían la cabeza de la muchacha, temblando entre sollozos. Era un temblor extraño, como si estuviera a punto de darle un ataque. Al verse acorralada, de su garganta salió un extraño gruñido, casi animal.
- A... Aléjate o te haré dañó... - Apenas susurraba. Desde luego, le tenía miedo a él, pero algo parecía atemorizarle aún más.
Eso si que lo captó. Loki no pasó por alto el gruñido gutural. Dudando unos segundos, recordó los avanzados grilletes que había traído con ella. ¿Es que era algo más de lo que aparentaba? Desde luego. Pero aún así, eso no le daba ningún derecho a permanecer allí. Las risitas y comentarios de los demás presos no ayudaban en nada a su fría calma, así que terminó volviéndose hacia el pasillo.
- ¡CALLAOS!- les gritó, retumbando en cada rincón de las mazmorras, tan imperativo que logró silenciarlos. Algunos retiraron la mirada, perturbados, otros solo esperaron a ver qué ocurría después. Y no se hizo de esperar. Loki apartó las manos de la chica y seguido por su arrogancia, creyendo que nada podría hacerle frente (a excepción del monstruo verde), le agarró del cuello con fuerza y la estampó de pie contra la pared.- El daño te lo voy a hacer yo.
Irya chilló cuando la alzó del suelo aprisionándola contra la pared. Se retorcía intentando coger aire los primeros segundos. Pronto rodeó las muñecas de Loki con las manos y apretó. Tenía fuerza, demasiada fuerza para ser una simple muchachita y, en unos instantes, sus colmillos comenzaron a crecer, amenazantes. Con un gruñido su cuerpo se retorció de manera antinatural, algo le estaba pasando.
Loki sintió el agarre. Intentando que parase de luchar, la volvió a golpear contra la pared sin soltarla. Pero eso solo lo empeoró todo. Sin poder controlarla, la soltó de otro empujón y dio un paso atrás para entender mejor qué demonios estaba pasando.
Irya ya era incapaz de controlarse. Cayó al suelo retorciéndose entre gruñidos, entre humanos y animales y, en apenas unos segundos, delante de Loki se encontraba una enorme loba de pelo oscuro y ojos violetas. El animal se incorporó con un gruñido, olfateando el ambiente nuevo para ella. Los presos ya no se atrevían a hablar.
Loki no podía creer lo que veía. De repente la joven había desaparecido para dar paso a una bestia que poco o nada tenía que ver. Solo... solo sus ojos violetas permanecían iguales, aunque con un brillo más salvaje. Solo entonces se había percatado el príncipe del extraño color de su mirada exótica. Pero no había momento para apreciar más que la nueva amenaza que le suponía ahora. Dio otro paso atrás solo para mantenerse en una ligera pose defensiva, alerta de cualquier movimiento brusco.
- ¿Qué eres?- preguntó más bien para si mismo.
Irya tardó en dar con él, demasiados olores nuevos para ella. Cuando escuchó su voz, se giró respirando con fuerza y, al verle, le contestó con un largo rugido, mostrándole los colmillos y corriendo hacia él enfurecida, dispuesta a destriparle.
Loki echó el rostro atrás ante tal rugido, que incluso consiguió hondear su negro cabello perfectamente peinado hacia atrás.
- La razón de mi sordera.- se respondió el mismo antes de prepararse para lo que ya sabía venía a continuación. Cuando el monstruo se lanzó sobre él, éste se descubrió en la otra esquina de la habitación mientras su copia desaparecía bajo el cuerpo del enorme lobo.- Una bestia más. Mucha fuerza y poco cerebro. ¿A quien me recuerda eso?- frunció el ceño, burlonamente pensativo.
Irya aterrizó en el suelo. Al ver desaparecer la copia bajo su cuerpo, sacudió la cabeza sin entender nada, intentando cazar el aire con sus zarpas unos segundos más. Cuando descubrió que ahí no había nadie, de nuevo se giró, corriendo otra vez para darle caza. Ese bicho no pararía hasta destriparlo o agotarse.
Loki maldijo para sus adentros cuando entendió que lo que sí que era aparte de fuerte, era rápida. Y eso no le convenía a él, por más veloz y escurridizo que pudiese ser. Aquel espacio era muy reducido. Apartándose en el último momento, corrió hacia el otro lado, rápidamente tramando un plan. El cristal. Si conseguía que se lanzase contra él, se chamuscaría lo suficiente para quedar fuera de juego. En ese momento, observaba desde el otro bando como la bestia destruía todos sus muebles.
- Oh, genial.
Irya aterrizó sobre la mesa rompiéndola en mil pedazos. Cazó una de las maderas y comenzó a mordisquearla entre gruñidos, totalmente fuera de control, incapaz de distinguir lo que tenía entre sus fauces. De nuevo se giró al ver que lo que mordía era un objeto inanimado y corrió hacia él. No entendía que el cristal era peligroso, así que, cuando el asgardiano se apartó y la loba chocó contra el cristal, esta salió disparada hasta la otra punta de la celda con un gran aullido. Cayó al suelo entre gimoteos, seminconsciente.
Loki sonrió victorioso cuando el plan salió sobre la marcha. En ese momento las luces parpadearon, recuperándose de la gran descarga efectuada. Y aún así, comprobó, seguía viva. Era increíble. Observó el estropicio y soltó un bufido de desagrado. Adiós a todas sus pertenencias. Se acercó al cristal y se asomó cuanto pudo hacia la gran entrada de los calabozos.
- ¿Es que nadie lo ha escuchado, panda de inútiles? ¡Estoy encerrado con una bestia sanguinaria!- les gritó a los guardias, aunque hubiesen desaparecido. Lo que no sabía Loki es que esa era otra orden de Odín: Pasase lo que pasase, no intervendrían en aquella celda bajo ningún concepto.
Los gritos de Loki fueron completamente ignorados. La loba sacudió la cabeza ante las voces, los oídos le pitaban y le dolía todo el cuerpo. No tardó en transformarse en humana, incapaz de mantener la forma. La muchacha se quedó tendida entre los maderos de la estantería rota y libros desparramados. Tan solo soltó un pequeño quejido, completamente desubicada.
Loki suspiró dando el intento de comunicación por imposible antes de volverse sin gran ánimo hacia la chica. Y hacia el desastre. Tensando la mandíbula por el odio que resurgía en él, esta vez lo controló, fulminándola con la mirada.
- Estarás contenta. Acabas de cavar tu propia tumba.
Irya alzó con debilidad la cabeza y, al ver lo que había a su alrededor, no pudo evitar sentir naúseas.
- ¿Lo... lo he hecho yo? - se llevó una mano a la sien, le dolía horrores - ¿Qué... qué ha pasado? - Intentó quitarse los libros y restos de estantería de encima, aunque estaba demasiado débil para ello.
Loki rotó los ojos. Típico, no recordaba nada de lo sucedido. ¿Porqué le recordó eso al oportuno sueño de Odín cuando tenía que contarle la verdad sobre sus orígenes?
- No, que va. Solo me ha dado por querer un cambio de decoración.- respondió sarcástico pasando cerca de ella, apartando los escombros de encima de su cuerpo, aún pesados pero que a él no le suponía el mínimo esfuerzo lanzarlos lejos. Y entonces la agarró de un brazo y la puso en pie sin soltarla.- Ha sido un duro trabajo. Mejor descansa. Y dame tiempo a pensar cómo matarte mientras duermes.- dijo entre dientes antes de dejarla caer con desprecio a un rincón de la celda.- No te muevas de ahí.- y luego se volteó, limpiándose la mano con la que le había tocado.
Irya se quejó cuando le alzó, sintiendo un tremendo dolor en las articulaciones. ¿Pero con qué demonios se había golpeado? Le miró un instante, verificando que él estaba completamente sano. No debía ser humano, debía ser como todos esos que la habían encerrado. Parecía completamente perdida en ese mundo. Aterrizó en el suelo por el empujón, aun débil y abrazándose a su propio cuerpo desnudo.
- ¿Qué... eres tú? - Fuera, de nuevo se oían silbidos. La belleza estaba desnuda.
Loki no era como el resto. Apreciaba la belleza de una mujer, pero no de "una cualquiera". Solo era una pordiosera más en un mundo muy lejos de casa. Sonrió ante la pregunta y ese pensamiento, no dudando en responder dedicándole una media sonrisa suficiente.
- Un dios.- escuchó los silbidos desde fuera y decidió ignorarlos. Si aquella gentuza encontraba atractivo un cuerpo tan castigado como el de ella, es que realmente necesitaban salir más. Descubriendo que la cama aún seguía medianamente intacta, colocó en su sitio las sábanas y se tumbó sobre ella, mirando desde allí al ovillo humano.- Tienes suerte de no haber conseguido matarme. No es que tuvieses oportunidad alguna pero... Mañana mismo te cortarían la cabeza de haberlo hecho.- y le sonrió encantador mientras hacía esfuerzos por creer que así sería.
Irya luchó por ignorar los silbidos y miró a su alrededor, buscando su vestido. No tardó en encontrarlo y serpenteó hasta él, cogiéndolo e intentando cubrirse.
- Dudo mucho eso si te tienen aquí encerrado como a uno más... No creo que te tengan en mucha estima - Era inocente, pero no tonta. Volvió a su rincón, ella tampoco tenía ganas de estar a su lado. - Ahora dime la verdad. ¿Qué eres?
Loki la siguió con la mirada, viendo como incumplía su orden de no moverse del sitio, y su humor no hizo más que empeorar cuando le respondió tales palabras ofensivas. Incorporándose lentamente en su asiento, tanteó sus opciones antes de decidirse por la más factible. En un visto y no visto, de su mano salió un rayo de luz verde que impactó contra la pared que había tras ella, rozándole un oído. Aquello dejó un pequeño y humeante quemazón en el material blanco.
- ¿Responde esto a tu pregunta?- siseó amenazante.
Irya se quedó paralizada ante eso. Se llevó una mano a la oreja, convencida de que se la había arrancado. Nunca había visto algo así. Quizás tuviera razón, quizás si fuera un dios.
- Está bien... Quizás lo seas, pero eso no evita que estés aquí tan encerrado como yo - Se vistió. El vestido estaba destrozado, pero le servía para cubrirse.
Loki rió sin que el sonido fuese ni mucho menos alegre.
- ¿Y quien te dice que no estoy aquí por decisión propia? No sabes nada de mí, mujer. Y más te vale seguir ignorándolo, así que calla esa bocaza y no vuelvas a moverte del rincón o mi próximo tiro irá a parar a tu entrecejo.- se volvió a tumbar cómodamente en su cama con las manos tras la cabeza.- ¿Ha quedado claro?
Irya ladeó la cabeza. Era curiosa, tan curiosa como un cánido, no podía evitarlo.
- Dudo mucho eso... Tendrías que ser muy tonto. Y no, no tienes cara de tonto. ¿A... quién has matado tú? - Se acomodó en el rincón cruzada de brazos, con algo de frío, destemplada después de todo el ejercicio.
Loki la miró unos largos segundos en silencio, con el rostro indescriptible hasta que dijo:
- Tú sigue recordándome porqué no debo dejar que despiertes mañana.- luego se volvió hacia un costado, dándole la espalda desde su lecho. No confiaba en ella, y menos aún en el monstruo. Y por eso esa noche no dormiría.
Irya frunció el ceño. No sólo estaba encerrada, sino que le habían encerrado con un impresentable. Aunque era mejor de lo esperado, había amenazado con matarla y no lo había hecho, quizás no fuera tan malo. Se acurrucó en su rincón, acostumbrada a dormir en el suelo, y cerró los ojos.
Pero si durmió. Y a la mañana siguiente (o la tarde, a saber), despertó sobresaltado, dándose cuenta de su terrible error. ¿Cómo podía haber pasado? Él apenas había dormido desde su llegada a prisión, más que nada por evitar las constantes pesadillas que lo acechaban. Pero aquella noche durmió sin más, descansó. Y ahora se miraba el cuerpo, expectante, esperando encontrar sus tripas fuera. Pero estaba entero, así que buscó rápidamente con la mirada a la chica.
De la muchacha no quedaba ni rastro, pero sí, en su rincón, estaba de nuevo la loba. Era distinta al del día anterior, más pequeña, más grácil, parecía más inofensiva. El animal dormía entre pequeños aullidos, moviendo el rabo de un lado a otro y las patas, como si estuviera soñando.
Loki frunció el ceño al encontrarse a una tercera criatura en el rincón.
- ¿Para cuando el tamaño mini?- murmuró pensando que lo preferiría así. De ese modo con su propia bota acabaría con su tragedia personal.
Se acercó en completo silencio, sin quererle despertar, y en ese momento un brillo en el suelo llamó su atención. Un cristal afilado entre los escombros. Se agachó lentamente a recogerlo mientras meditaba qué era mejor hacer. El temor de que aquella chica solo fuera la primera de muchos en compartir su celda le alarmó. Si la mataba, por el contrario, le recordaría a Odín que seguía siendo mejor idea apartarlo del mundo. Sí, aquello sonaba mucho mejor que compartir piso. Agarrando con firmeza el cristal, con ambas manos, se agachó junto a la loba y buscó con la mirada el punto exacto de la yugular.
Irya pareció removerse en sueños de nuevo, olfateando el aire y, al sentir su olor tan cerca, despertó. Sus ojos violetas dieron con él y aulló, incorporándose algo torpe.
- Eh, ¿qué haces? - Se miró a sí misma, suspirando. Le había vuelto a pasar, se había transformado en sueños. Y entonces dio con el cristal en su mano, alzando las orejas - ¿Qué... es eso?
Loki parpadeó al verla despertarse tan pronto, incorporada antes de poder cumplir su objetivo.
- ¿Puedes... hablar en esta forma?- No dejaba de sorprenderle lo extraña que era. Luego miró el cristal que le señalaba y se encogió de hombros.- Prometí matarte, ¿recuerdas?
Irya se sentó sobre sus patas traseras. - Claro que puedo hablar... No soy un maldito animal - Y al escuchar lo segundo, se puso seria por unos instantes, pero pronto rompió a reír a carcajadas.
- ¿Qué? ¿con eso? - Le mostró los colmillos a modo de sonrisa - No puedes matarme con eso... pero prueba si quieres... Dios.
Loki cada vez se sentía más desubicado con aquel animal. Encima se ponía a reír, ¿es que había algo más raro? Terminó dejándolo pasar, pues tampoco merecía tanto la pena mancharse las manos con su sangre. Era una criatura ridícula. Así que se puso en pie y tiró el cristal a un lado.
- Te prefería cuando llorabas aterrada como un ratoncito. Ahora escúchame bien. Éstas serán las normas: Ese es tu rincón. Si vas a cualquier otro, te mato. Me deberás respeto y sumisión. Sino, te mato. Nada de preguntas sobre mi vida. Sino, te mato. Y si se te ocurre cualquier locura, si vuelves a convertirte en esa bestia parda y vuelves a agredirme porque simplemente te vuelves irracional...
Irya ladeó la cabeza
- ¿Me matas? - Concluyó ella. No, lo había pensado bien esa noche. No tenía porque tenerle miedo, no había plata ahí dentro. Al menos que esos rayos pudieran con ella... pero no la había intentado matar con un rayo, sino con un asqueroso cristal. Quizás ese hombre no fuera tan poderoso como quería hacerle creer. Se transformó en mujer, antes de coger el cristal - Eh, mira - No dudó en atravesarse la palma de la mano con él, gritando de dolor, pero en cuanto sacó el cristal la herida comenzó a cerrarse lentamente. Le tiró el vidrio a los pies - Mátame ahora... Los dos tenemos que convivir aquí. Así que agradecería que los dos pusiéramos de nuestra... parte.
Loki arqueó una ceja ante el gratuito espectáculo que le ofrecía, hasta que vio sanarse la mano tan rápidamente. Con un destello de interés, se inclinó un poco para verla mejor. Aún así, pronto recordó la ingrata que le había tocado de compañía. Y cada vez se cuestionaba más porqué no mancharse un poquito de sangre. Total, saldría a cuenta.
- No. Tú tienes que arrodillarte ante mi. Tú eres la escoria mugrienta y yo el príncipe. Así que me debes respeto quieras o no, compartamos el mismo espacio o no. Si no estás de acuerdo con ello, solo dilo y terminaremos con este sufrimiento para ambos.- dijo con simpleza mientras en su mano derecha se formaba una bola de energía cada vez más peligrosa.
Irya parecía haberse olvidado de la vergüenza de estar desnuda, había cosas más importantes, como eso. Al ver la bola de energía, sí sintió miedo. No estaba segura de si sería capaz de matarla, pero sí de hacerle mucho daño. Tragó saliva retrocediendo hasta la pared.
- ¿Príncipe... de qué?
Loki sonrió con la cabeza bien alta mientras cortaba distancias.
- De Asgard. No en plenas funciones pero...- hizo una mueca- No me han retirado el título. Por eso dispongo de todos estos muebles que tú tanto te molestaste en destruir. ¿No te habías preguntado porqué las demás celdas no tienen?- su voz sonaba cada vez más dura e hiriente.- Eres afortunada de estar aquí y no en cualquier otra, aunque fuesen un lugar más apropiado para ti. Me debes obediencia, loba. O prepárate para morir.- le prometió con un atisbo de sadismo en su mirada, esa que recordaba tan bien al resto de seres que debían salir corriendo en dirección contraria.
Irya se encogió nerviosa conforme él se iba acercando a ella. Esa mirada le aterraba, le hacía sentir pequeña. Algo oscuro se escondía dentro de ese extraño príncipe.
- ¿Qué hiciste para que te encerrara tu propio padre? - Se atrevió a preguntar, aunque luego se arrepintió, ya dándose por frita.
Loki se engañó creyendo que ya lo tenía todo bajo control. Pero la muy estúpida tuvo que preguntar. Y considerar a Odín su padre. Bingo para ella. En vez de saltar colérico, simplemente sonrió levemente, resultando mucho más aterrador.
- Le arranqué el ojo que le falta con una de éstas.- señaló con la mirada la bola de energía que al momento se comprimió hasta tragarse a si misma. Y en su lugar, se formó un puñal de escarcha que no dudó en clavar en sus riñones sin el menor apuro. Y no lo soltó.- ¿Sientes el hielo quemar tus entrañas?- le susurró al oído.- Me pregunto si eso podrá sanarlo tu don.
Irya se esperaba que le tirase esa extraña bola mágica, pero no eso. Gimió de dolor cuando le atravesó con el puñal. Era doloroso, muy doloroso, y encima él parecía divertirse apretando y retorciéndolo. No pudo evitar inclinarse por el dolor, algo mareada. No, no la mataría, pero sí la dejaría fuera de juego un buen rato.. Su costado comenzó a gotear cálida sangre, más caliente que la de cualquier otro humano. Pero, ¿qué era él? Conocía a los asgardianos, nunca había visto hacer eso a ninguno de ellos.
Cuando Loki lo dio por suficiente, se lo arrancó del abdomen y la vio caer sin fuerzas. No dejaba de sonreír, perverso.
- Recuerda a quien debes obediencia. Y recuerda las normas. Puede que logres sobrevivir al menos hasta que me aburra de ti.- hizo desaparecer el arma y sonrió más ampliamente.- Avísame cuando quieras ver otro truco de magia.- luego fue a recoger un libro del suelo para leerlo en algún rincón.
Irya cayó al suelo, sujetándose su ensangrentado costado. No podía creerse que la hubiera acuchillado sólo por divertirse, pero si, lo había hecho. Ese hombre, dios, lo que fuera... Estaba realmente loco. Cerró los ojos, rezando porque la llevasen a cualquier otra celda. Sólo estiró su tembloroso brazo para coger el vestido y abrazarse a él entre sollozos.
Un guardia pasó de ronda y la vio herida en el suelo, con toda la celda destrozada. Alzó una ceja ante la visión, pero siguió caminando.
Loki no pasó por alto el detalle del guardia. Y cada vez se le hacía más extraño todo. ¿Cómo era que aún nadie había ido a avisar de la herida? No se permitían presos sangrando allí. Ni peleas. Dejó el libro después de un par de horas de lectura, buscando información sobre hombres lobo sin mucho éxito. Y se acercó al cristal, viendo que los guardias seguían impasibles al obvio caos allí dentro reinante.
- Van a permitir que nos matemos...- murmuró aún sin comprender, más para si mismo. Pero al momento, una voz tras ellos, en la misma celda, le respondió.
- Nadie va a matar a nadie.- Conocía de sobras ese tono, así que lentamente, Loki se volvió hacia la mujer.
- Ya tardabas, madre.
