Hey!
Un saludo a todos los lectores que anden por acá leyendo lo que sea que pillen xD
Este es mi primer fic, así que estoy un poco verde 9.9 Me gustaría que dejaseis vuestros comentarios para poder mejorar.
Un placer, nos vemos al final del capi ;)
Las notas de nuestra canción.
Capítulo 1. La lágrima y el encuentro.
El ruido, las voces, la gente, el movimiento,… Todo aquello habría molestado a cualquier persona normal, incluida yo misma, pero, en aquel momento, otro ser, un insoportable muchacho pelirrojo con la misma edad que yo, veinte años, me gritaba, dirigiendo su aliento fétido, mezcla de alcohol con tabaco, hacia mi cara, aumentando aun más mi mal humor.
-¡Quieres cerrar el pico de una maldita vez! –grité con rabia, canalizando toda mi ira en aquel grito, de forma que más tarde ya no estaría enfadada con nadie más que con él.
Soltó un bufido en respuesta, pero prefirió no continuar con la discusión, porque sabía que, cuando me enfadaba de verdad, era imposible hacerme cambiar de opinión. Sin decir una palabra, salió andando a paso rápido, perdiéndose entre la gente.
Saria, mi mejor amiga, retrocedió unos pasos, alejándose de mí. Menudo aspecto debería de tener yo ahora: con las mejillas sonrojadas, los ojos echando chispas y los puños apretados. Esa era yo enfadada, cosa que no sucedía muy a menudo.
Inspiré y expiré hondo un par de veces, tratando de recuperar mi aspecto normal, en ese momento escuché una voz, melodiosa y dulce, que sin duda tenía mucho futuro. Me volví hacia el sonido y tuve que reprimir una exclamación de sorpresa: un grupo de jóvenes, con aproximadamente mi edad, se encontraban encima de un escenario, poniéndole banda sonora a aquella noche. El grupo estaba formado por un muchacho pelirrojo, el batería, cuyos ojos ambarinos estaban casi cubiertos por su rebelde flequillo; un chaval moreno, el guitarrista, con las pupilas verdes y el pelo repeinado; y, por último, un chico rubio, de grandes ojos azul claro, que era el cantante. Al parecer, estaban terminando de tocar por aquella noche, y, su última canción, que reconocí al instante, era una versión propia de Payphone, de Maroon 5 (N/A: para que os hagáis una idea, el cantante rubio tiene una voz parecida a la del cantante de Simple Plan).
El guitarrista se encargó de cantar la parte del rap y después volvió a comenzar el mismo muchacho rubio que había protagonizado el resto de la canción. Justo cuando llegaba a la última parte, noté algo extraño en sus ojos, se habían vuelto acuosos, como si el muchacho fuese a echarse a llorar en aquel momento. Eso fue justamente lo que sucedió, y, en la parte final, una lágrima pequeña y liviana se deslizó por su mejilla y cayó al suelo. Cuando la música cesó, todos estallaron en vítores y aplausos, demostrando que aquella lágrima había pasado desapercibida. Los fans comenzaron a pedir una repetición a gritos, pero el cantante rubio se retiró del escenario al instante, dejando al resto del grupo firmando autógrafos y atendiendo a las masas.
La lágrima de aquel chaval me dio que pensar y, prácticamente sin ser consciente de lo que hacía, me encaminé tras él, más impulsada por la curiosidad que por cualquier otra cosa. Nadie me impidió el paso, ya que los guardaespaldas estaban protegiendo a los otros muchachos del grupo. Le había perdido de vista, así que me dispuse a investigar en las tres caravanas que estaban allí aparcadas. Justo cuando me dirigía a la primera de ellas, vi a alguien.
-¿Qué haces aquí? –me preguntó una desagradable voz femenina.
-Lo mismo que tú -contesté con soltura, ya que aún tenía algo de mala leche en mi interior.
-¿Eres tonta o te lo haces? –espetó de pronto- ¿Cómo se te ocurre faltarme así al respeto?
La mujer era exagerada donde la haya, así que me dispuse a responderle de la misma manera, entones fue cuando salió de entre la sombras, provocando que un escalofrío recorriera mi columna vertebral: se trataba de una adulta con más de cincuenta años, su cabello moreno estaba repleto de canas que, o no había sabido ocultar o no quería hacerlo. Se peinaba el pelo con un moño que ya estaba medio caído, y parecía más un nido de pájaros. Sus dientes, encabezados por un par de paletas que distaban mucho entre sí, estaban amarillentos, pero al menos no le apestaba el aliento, sino que olía a algo que podían ser fresas.
Retrocedí un par de pasos, intimidada y asustada a la vez por la imponente presencia de la mujer. Su cara se torció en una mueca de enfado al ver mi miedo y salió corriendo hacia mí.
-¡Ven aquí, mocosa! ¡Esto es una propiedad privada, no puedes pasar! –gritaba una y otra vez.
Al principio no reaccioné, pero después me pudo el terror y salí corriendo directa a la caravana que me parecía más cercana. Entré en ella jadeando y cerré la puerta tras de mí, apoyé mi espalda en ella, suspiré y me deslicé hacia abajo, hasta que mi trasero dio con el suelo. Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra la puerta, soltando un suspiro de alivio.
De pronto escuché una voz que sonaba divertida.
-Ponte cómoda, estás en tu casa –dijo el muchacho rubio al que había estado siguiendo, entre carcajadas.
Me entraron ganas de abofetearle, pero me contuve y me obligué a mi misma a incorporarme.
-Oh, no hace falta que te levantes –prosiguió hablando, a la vez que hacía un ademán con la mano, como quitándole importancia a mi estrepitosa llegada y a mi extraña presencia.
De forma cansada, se volvió hacia la única mesa de la habitación, y yo aproveché para estudiar el cuarto. Era una estancia, tan pequeña como desordenada, que parecía tener todo lo esencial para sobrevivir una semana sin salir del cuarto: una puerta que daba, en mi opinión, acceso al baño, cerveza, comida, pan y algunos paquetes de tabaco. El joven agarró el primer bolígrafo que encontró, le quitó la capucha y se dio la vuelta hacia mí.
-¿Dónde quieres el autógrafo? –abrí la boca para contestar, pero mi voz fue ahogada por el fuerte ruido de la puerta al abrirse y chocar contra la pared.
La mujer que me había perseguido antes entró en la estancia, señalándome con el dedo y mascullando blasfemias. Me agarró de la muñeca antes de que tuviera tiempo para reaccionar y tiró de mí hacia la salida de la caravana.
-¿Sucede algo, Marta? –preguntó inocentemente el cantante, que continuaba con el bolígrafo en la mano.
-Sí, Link –gruñó, tirando de mi brazo para que el joven pudiera verme bien, como si no lo hubiese hecho ya - .Esta muchachita ha burlado a los guardias de seguridad, y se dirigía hacia mi caravana –cogió con fuerza mi barbilla y la giró hacia su cara brutalmente. Me miró a los ojos antes de susurrar amenazadoramente-. Seguro que para robarme.
El cantante, Link, soltó una carcajada y me agarró de la mano que me quedaba libre con delicadeza.
-Esta jovencita ha venido a verme, ¿verdad? –me preguntó con voz seductora.
Le habría roto el brazo en ese mismo instante, pero noté en su mirada que no estaba intentando ligar conmigo, sino que intentaba ayudarme a escapar de Marta.
Asentí con rapidez, tratando de ocultar mi desesperación por huir de la mujer. Esta soltó un bufido, como si hubiese estado encantada de llevarme a rastras hasta la salida de la discoteca, pero me liberó del agarre y salió de la habitación sin decir ni una palabra más.
-Muchachita afortunada –susurró Link, a la vez que tomaba el bolígrafo que había dejado sobre una silla cercana cuando no estaba mirando- . Bueno, ¿por dónde íbamos?- se preguntó a si mismo mientras que su mirada se perdía en la nada y fruncía las cejas, tratando de recordar lo que había estado haciendo antes de que Marta le interrumpiera. Sus ojos se iluminaron con el brillo habitual- Ah, sí, ¿dónde decías que querías el autógrafo?
En ese momento me percaté de que Link aún tenía sujeta mi muñeca, así que me apresuré a soltarla.
-No he venido a por ningún autógrafo –negué con seguridad.
El muchacho se quedó sorprendido durante unos instantes, pero después se recuperó, volvió a tapar el bolígrafo y lo lanzó hacia la mesa. Después, se volvió hacia mí, se cruzó de brazos y habló:
-¿Y bien? ¿Para qué has venido? –me cuestionó con un tono indiferente, el de una persona que ha tratado con mucha gente y ya cree que no puede sorprenderle nada que venga de una persona.
-He venido para saber el motivo de tu lágrima –se puso en tensión al instante, pero no contestó. Yo seguí intentándolo- Cuando estabas cantando Payphone se te escapó una lágrima, y quiero saber el por qué.
-¿Te parece normal que una fan venga a preguntarle al cantante por qué ha dejado escapar una lágrima durante su actuación? –preguntó con sorpresa, a la vez que arqueaba ambas cejas.
-Si no te parece normal, no me importa. Tan solo quiero saber por qué has llorado con la canción –contesté con voz cortante, a pesar de saber que, si quería conocer la causa, debía ser educada.
-Se me metió algo en el ojo –se justificó, encogiéndose de hombros.
Solté una carcajada ante la simplicidad de su respuesta.
-Esa excusa tiene más años que la madre de mi abuela –contesté, una vez que me había recuperado del ataque de risa. Arqueé una ceja y me cruce de brazos, a la espera de una respuesta decente.
Link se quedó en silencio durante unos instantes, como si estuviera pensando la contestación más adecuada y veraz que pudiera encontrar, para convencerme y así hacer que me marchase.
Pero yo no soy tonta, y no iba a picar.
-Ver a tanta gente animándonos y escuchándonos a mí y a los míos me emociona. ¿Te das por satisfecha? –explicó de forma fría y seria.
-Quiero la verdad, no he arriesgado mi vida en venir aquí para recibir como respuesta la primera estupidez que se te pase por la cabeza –gruñí. Mi mal humor iba en aumento.
Link soltó un suspiro antes de hablar con desgana:
-Pues la verdad no te importa, además, no sé dónde habrás arriesgado tu vida, señorita aventurera. Cualquiera diría que has atravesado el Amazonas –respondió, cargando la última frase con sarcasmo.
Comencé a notar el calor subiéndome hacia las mejillas. Mala señal, me estaba enfadando. Traté de tranquilizarme contando ovejitas mentalmente y, cuando mi respiración se estabilizó, intenté bajarle los humos a ese muchachito engreído.
-No he cruzado ninguna selva tropical, pero tu manager es mucho peor que una manada de lobos junta –espeté con un tono ligeramente bromista.
Link soltó una carcajada, profunda y sonora, que duró varios segundos. Lo contemplé reírse con clama, esperando a que se tranquilizase para poder volver a mantener una conversación con él.
-Dímelo a mí –me contestó, a la vez que se secaba las lágrimas provocadas por la risa.
Arqueé una ceja y me quedé mirándolo unos instantes con más profundidad, observando sus ropas. Unos pantalones vaqueros, una camiseta verde oscuro y unos tenis naranjas y blancos. Nada en particular.
-¿Y bien? –pregunté tras unos momentos de silencio, en los que ambos estudiábamos al otro.
-No te diré nada aunque seas una de mis fans más divertidas –se limitó a responder, mientras que se encogía de hombros.
Entonces sí que estallé de verdad. O sea, yo iba a por él, preocupada por su lágrima, y se negaba a responderme.
-¡Yo no soy una fan tuya, y nunca lo seré! –grité rabiosamente. Lancé mi cazadora vaquera al suelo en un gesto de rabia infantil, ya que, de no haberlo hecho, él se habría llevado un buen golpe- ¡Eres un maldito niñato mimado y engreído! –le insulté, antes de darme la vuelta y andar, con zancadas rápidas y furiosas, hacia la puerta de la caravana- Hasta nunca –gruñí, mientras que cerraba la puerta tras de mí.
No me di la vuelta, sino que seguí caminando a paso rápido hacia la entrada de la discoteca, la atravesé sin mirar atrás, pasando por entre la gente, separando parejas y golpeando a otras. Llegué hasta la puerta de salida y abandoné el pub, sin esperar a Saria. Un frío me invadió y llevé la mano a mi cintura, donde estaba atada mi cazadora. Mis dedos se cerraron en el aire. Lo intenté un par de veces, hasta que me calmé un poco y bajé la mirada. La chaqueta no estaba allí. Comencé a divagar sobre dónde podría estar, hasta que recordé que la había lanzado hacia el suelo cuando discutía con Link.
Un ataque de rabia me invadió, gruñí y pateé una lata hasta que finalmente me tranquilicé y decidí volver. Apretaba los dientes cada vez que recordaba la cara de Link, pero llegué a una conclusión: si me cruzaba con el yeti, Marta, le pegaría tal puñetazo en la cara que tendría suerte si podía volver a abrir la boca. Por parte de Link, más le valía que no me provocase por segunda vez.
Atravesé la discoteca una vez más, en esta ocasión un poco más calmada, así que logré pasar desapercibida. Cuando llegué a la zona de las caravanas, Marta tuvo la suerte de no aparecer, así que me dirigí a la más desordenada y sucia de todas, la de Link. Entré sin llamar, y ya estaba esperando sus comentarios sarcásticos cuando me percaté de que la estancia estaba vacía. Al otro lado de la puerta donde había supuesto que se encontraba el baño, se escuchaba agua caer, así que supuse que Link se estaba duchando o algo parecido.
Solté un suspiro de alivio, ya que no deseaba enfadarme más por aquella noche. Estudié la habitación, en busca de mi cazadora, hasta que la encontré: estaba sobre la mesa, aunque yo no la había dejado allí. Me acerqué a ella con cautela, esperando encontrarme con cualquier bromita de Link, pero no hubo ninguna. Agarré mi chaqueta y algo se cayó al suelo: dos papelitos amarillentos y rectangulares con una letra mecánica escrita en tinta negra. Me incliné y agarré los papeles, leí lo que decía, y, para mi sorpresa, me percate de que eran un par de entradas para una zona VIP en el concierto del cantante cretino, que se llevaba a cabo al día siguiente.
Mi primer impulso fue romperlas en pedacitos, y ya estaba a punto de hacerlo cuando recordé lo mucho que le había gustado el grupo de Link a Saria. Solté un suspiro. Debía hacerlo por ella, a fin de cuentas, era mi mejor amiga y había aguantado muchas cosas por mí. Eché otro vistazo a las entradas para leer el nombre del grupo: The Lonely Lover.
-El Amante Solitario… ese nombre le viene muy bien a Link –pensé, tratando de contener la risa.
Guarde los tickets en el bolsillo de mis vaqueros y salí de la caravana, como si nunca hubiese estado allí, sin despedirme.
Entre en la discoteca, pero nada más hacerlo me arrepentí: ya eran altas horas de la madrugada y todos los que quedaban en el pub estaban muy bebidos. El aire apestaba a sudor y a alcohol. Sin dudar me dispuse a salir de aquel antro, esperaría a Saria en la entrada.
De pronto choqué con alguien. Alcé la mirada y reconocí a la muchacha de cabellos y ojos verdes al instante: Saria. Me sonrió con alegría y agarró mi mano, a la vez que hablaba con otro chico.
-Mira, Kevin, ella es Zelda, mi mejor amiga –me presentó felizmente.
-Encantado, soy Kevin –el joven era un chaval pelirrojo de ojos ambarinos. Lo reconocí al instante.
-¿Tu no eras el batería del grupo que ha tocado antes? –pregunté, algo confundida.
Él me sonrió y asintió. Llevaba puesto unos vaqueros holgados y oscuros, una camiseta azul que resaltaba su cabello color fuego y unos zapatos negros con aspecto de ser bastante cómodos.
Por muy simpático que parecía ser el muchacho, yo necesitaba irme, respirar aire puro y tumbarme en mi cama.
-Saria, vámonos, por favor –supliqué con voz suave, a la vez que tiraba un poco de su mano, con objetivo de mostrarle mi desesperación.
Hizo una mueca de disgusto, pero, finalmente, me miró a los ojos y descubrió que las ganas de irnos no era un simple capricho, soltó un suspiró y miró a Kevin a los ojos.
-Lo siento, Kevin, ha sido divertido, pero tenemos que irnos –se despidió con tristeza.
A él le cambió la cara al instante, perdiendo esa sonrisa que había tenido desde que lo conocí.
-E… Está bien –suspiró, deprimido-. ¿Nos volveremos a ver? –preguntó, ladeando la cabeza un poco, intentando tener la esperanza de un reencuentro.
-Seguro –prometió ella sin dudarlo. Le dedicó una sonrisa deslumbrante, que fue respondida al instante por Kevin, y nos marchamos de la mano.
Cuando estábamos fuera, solté un suspiro, notando el cambio de aire y sintiendo un gran alivio debido a la desaparición de la música que estaba demasiado alta para mi gusto.
-¿A qué ha venido eso? –me reprochó Saria, con un tono disgustado-. ¿Te sienta mal que no solo tu ligues de vez en cuando con las mejores cartas de la discoteca?
La observé durante unos instantes, sin creerme lo que estaba diciendo, ¿acaso no me conocía ya lo suficiente como para saber que yo me alegraba por ella?
-Me duele que digas eso, Saria, y más sabiendo que es mentira –me quejé con tristeza.
Me observó durante unos instantes, después me abrazó con fuerza.
-Lo siento muchísimo, pequeña. Soy una tonta –se disculpó de corazón.
Esbocé una sonrisa y acepté sus disculpas, realizando un gesto con la mano para quitarle importancia a lo sucedido. Ella siempre había sido así, una muchacha delgada y esbelta, solía vestir ropas verdes, a conjunto con sus ojos y su cabello, y, además, era bastante resuelta y divertida.
-Mira lo que tengo –susurré con voz cantarina, mientras que metía la mano en mi bolsillo. La mirada de Saria se centro en mi mano y sus ojos se abrieron como platos cuando me vio sacar dos entradas del bolsillo y agitarlas delante de su cara.
Me quitó los tickets de un tirón, sin darme tiempo a reaccionar, leyó lo que ponía, riéndose de pura felicidad, y, una vez hubo terminado, me abrazó con fuerza.
-Te quiero, te quiero, te quiero –repitió una y otra vez.
Cuando vio que me empezaba a faltar el aire, me soltó y besó las entradas.
-Aquí tienes tu pase VIP para poder ver a esa carta tuya tan buena –le sugerí, guiñándole un ojo y sonriéndole con picardía.
-¿Las has robado? –preguntó de pronto, mirándome horrorizada.
Solté una carcajada ante las locuras que se le podían ocurrir a mi querida amiga y negué con la cabeza.
-Entonces, ¿de dónde las has sacado? –preguntó, ladeando un poco la cabeza.
-Tengo mis contactos –respondí misteriosamente.
Saria soltó una carcajada.
-Veo que no soy la única que ha aprovechado la noche –dijo, pícaramente, entre risitas-. No olvides que tienes novio –me recordó, como si mi relación con él fuese perfecta.
-Eso puede cambiar en cualquier momento –contesté de la misma manera.
Y así, entre risas, llegamos a la puerta de mi casa.
-Nos vemos mañana a las nueve aquí. No tardes –me despedí.
Saria asintió y cada una se fue por su camino.
Abrí la puerta y caminé con sigilo hacia mi cuarto. Mi madre estaba demasiado dormida como para escucharme. Seguramente podría derrumbar la casa, rompiendo los ladrillos uno a uno, y ella no se daría ni cuenta. Era ese sueño tan profundo el que me había permitido llegar tarde a casa en numerosas ocasiones, sin temor a una represalia.
Entre en mi habitación y me acurruqué en la cama, lista para un buen descanso. Esa noche habían pasado demasiadas cosas…
Continuará…
Bueno, qué os ha parecido? :P
Espero que os guste. Este fic no tendrá mucha acción, se basará en una historia romántica entre Link y Zelda, con otro romance secundario (como ya habéis podido comprobar).
Otra cosa, me gustaría decir que subiré un capítulo semanal, todos los sábados (como hoy)en horario español.
Espero vuestros comentarios, si queréis xD
