Nota: Antes de comenzar a leer esta historia, quisiera darte las gracias por estar aquí y darte el tiempo de leer mi trabajo, ¡Significa mucho para mí!
Esta obra está basada en la epopeya original de Gilgamesh. Los personajes que aquí encontrarás están también basados en los personajes de las diferentes franquicias de Fate. Es importante que sepas que es una adaptación y que las acciones de los personajes también van ligadas con la historia original.
Sólo me queda pedirte que disfrutes de tus lecturas y volver a agradecerte.
Tystnaden.
Primera parte: Enkidu
Tablilla I
Prólogo
El cielo es negro, oscuro como la noche más apagada de la tierra. Sobre mí, las estrellas parecen haber desaparecido y dejado atrás sus vestimentas quemadas. Desolación, miedo, miseria. Todo lo que alguna vez fui se vio disminuido a un montón de polvo entre mis manos.
Ereshkigal, ¿Por qué?
Cuando sostengo una espada de oro en mi puño, fuerte y joven, hace estremecer a las criaturas mundanas de este mundo. Mi presencia imponente asusta a todo aquel que ose con maldecirme. Los dioses me respetan, las mujeres caen a mis pies y desde luego, los hombres ceden su fuerza a mi voluntad.
Una vez más, la sangre de mis enemigos baña la dorada hoja de mi arma, del fondo de mi pecho nace mi risa profunda, como el eco de un trueno rompiendo los hielos más aislados de mi reino, estremeciendo a los débiles, alertando a los capaces y deteniendo a los dioses.
Una vez más, una virgen deja su inocencia en mi lecho. Su mirada vidriosa perdida en sus pensamientos me provoca querer consumir esa llama de juventud propia de las jóvenes. Me gusta, pediré que la alisten a mi harem.
Una vez más, callé al anciano más sabio de mi corte. Él olvidó ya cómo era la energía y vibra de una mente joven. Él desconoce cómo es el reino afuera de la hermosa muralla de Uruk. Él sabio sólo toma sus vinos, saborea sus odaliscas y poco sabe de arar o de sacrificar un toro joven a Ishtar.
Madre; ¿Por qué de pronto me miras tan severamente? ¿Acaso no es todo esto lo que esperas para tu hijo? Soy un rey valeroso e imponente, tengo la juventud y elegancia de una gacela, combinada con la fuerza y determinación de un león. Soy perfecto y valiente.
"Oh, hermoso y jovial hijo mío, te falta mucho que aprender y mucho que avanzar para no manchar de sangre tu flamante espada de oro, para comprender lo que aquella virgen de ojos vidriosos quiso decirte, para escuchar al anciano que hiciste callar. No te miro severamente, querido Gilgamesh, sólo deseo que el día de mañana, cuando finalmente las puertas del olvido se abran a tus pies, tus errores no te hagan sufrir la mayor de tus penas. Preside con cuidado y permite que los demás guíen tus pasos en este mundo"
No te creo madre. Has de estar amedrentándome con palabras para temer del destino. ¡No le temo al amanecer ni al atardecer! Yo avanzo, yo gobierno, yo consumo, yo ordeno, yo prevalezco para que la hermosa y alta muralla de Uruk permanezca y reine sobre la vasta tierra a sus pies. Madre Ninsun, , se que jamás le darás la espalda a tu hijo bendito.
"Oh, querido Gilgamesh, ten cuidado con las palabras que dices. Siempre te apoyaré y querré, aunque tus decisiones dañen a quienes más amas"
Mis pies descalzos tocaban la tierra seca, en busca de una estrella. Mi atribulada alma desesperaba por algún destello ¿Por qué de pronto Anu, dios de los cielos, se marchó y se llevó consigo los luceros?
Exigí que se me atendiese, pero los hombres cerraban las puertas de sus casas. Los amenacé, pero mis palabras y gritos no amedrentaban sus corazones. Pedí por agua a las mujeres que bañaban a sus hijos y solo recibí insultos. Pedí abrigo y los ancianos lanzaban escupitajos en mi dirección.
Me detuve a pensar en qué momento pasé de ser un rey a un despojo.
Nadie, absolutamente nadie en este mundo me tratará de esta forma. Lancé abajo una puerta para ir por ayuda. Tomé agua dulce y cristalina sin permiso alguno y quité mantas tibias y suaves de piernas roñosas de ancianos.
—Ten cuidado, gran señor Gilgamesh, porque ahí, en lo alto, viene quién acabará con tus caprichos—dijo el anciano ahora despachado en el suelo, con sus ojos claros, atravesando mi razón.
Al salir, alcé mi vista al cielo nuevamente. Hace nueve noches que el sol no veía en su carro de oro y hace nueve noches que las estrellas no aparecían. ¿Era el fin de todo? ¿Ereshkigal, tomaba este reino como suyo también? Si era necesario, desafiaría a la diosa del inframundo y la haría parte de mis posesiones, para impedir que expandiera su mundo de tinieblas y miseria.
Alcé mi espada y grité a los cielos:
—¡Muestra tu rostro Ereshkigal y ven aquí a pelear conmigo, liberaré a todo Uruk de este sinsentido aparente!
Listo con espada en mano y parte de mi armadura de oro en mi cuerpo, caminé hacia el rio, esperando que la diosa de la muerte, Ereshkigal dignara sus pies al agua. La multitud comenzó a acumularse a mis alrededores y los niños despertaban de sus sueños, las mujeres dejaban a sus esposos y los hombres sus comercios.
Mis plegarias fueron escuchadas. Del cielo, una luz intensa se hizo notar, tanto que creímos que el sol se apersonó en mitad de la noche, iluminando completamente las casas y el palacio, soltando destellos de las aguas del río. Aquella luz descendió del cielo a una velocidad vertiginosa, tanto así que la tierra comenzó a temblar. La muchedumbre, asustada, se escondió tras sus casas y tras sus caballos, temiendo del destino que les deparaba la vida. Aquel enorme resplandor era como una gran flecha, lanzada desde el cielo, que se dirigía directamente a mí. No tuve miedo y esperé por ello.
El impacto inicial fue enorme, tanto así que muchos fuimos lanzados lejos. Un cráter tan considerable como un lago pequeño, se formó ante nuestros ojos y al centro, se encontraba una enorme piedra que reflejaba todos los colores existentes. Tomé mi espada y con dificultad, me puse de pie. Mi brazo sangraba y mi visión era borrosa. Los destellos de aquella enorme piedra cegaban mi camino. A duras penas pude encontrarme cerca de aquella piedra. Era la piedra más hermosa del mundo que jamás hubiese visto. Ni todo el lapislázuli era comparable al destello celestial de sus caras perfectamente pulidas. De las agudas aristas me pude percatar que en el interior se encontraba un ser anidado, como si aquella piedra fuese un huevo magnifico. Con mi espada intenté agrietarlo, obteniendo resultados fallidos, uno tras otro. Mi espada se trizó, mis dedos se cansaron y mis brazos no tenían las fuerzas de alzar a tal huevo. Con mis manos aparté el mundano polvo que opacaba sus feéricas caras pulidas y vi que el ser en su interior abrió los ojos lentamente, hasta que al final, los abrió completamente, trizando el cristal y quebrándose ante mí. Del interior, unas manos blancas y suaves escalaron hacia el exterior, trayendo consigo cabello verde, tan verde como el pasto de las praderas y finalmente, su cabeza se aproximó, posando sus ojos tan particulares como el cristal de dónde nacía.
Mis brazos se volvieron débiles, mi corazón se agitó y me aparté aquella criatura con una sensación poco usual en mi pecho. El hechizo que lanzaba sobre mí era potente, me poseía por completo. Quería poseerlo y agregarlo a mi colección de rarezas, amarrarlo a mis pies como un león. Un deseo imperioso cubrió mi cuerpo y ni la sangre en mis manos, el peso de la armadura de oro ni el rechazo del reino me importaba.
De pronto, el poder de sus ojos volvió a desprender un destello y no alcancé siquiera a tocar su piel. Su bellísima piel. La luz lo cubrió todo.
"Dime tu nombre, criatura" ordené, pero el silencio se hizo absoluto, al igual que la oscuridad.
Desperté ahogado, con el agradable calor de una mañana cubriendo mi piel desnuda sobre mi lecho de plumas, recordando aquel sueño con sumo detalle.
Tendré que ir al templo de mi madre Ninsun, para que interprete este sueño y me quite la incertidumbre de ser apresado en un par de ojos de cristal.
