Oh...pues que puedo decir...

Las historias del mar me deleitan el alma, y con un romance a sus orillas me enloquecen...

Escuchando "Naturaleza muerta" de Mecano me llegó una idea...más bien, un reto...

Escribir un romance.

Me gustan leer esas historias (es un gran secreto, en serio), porque, bueno, me gusta sentir ese cosquilleo de alegría y tristeza cada que les leo...

Y me es complicado escribir sobre ello, porque una cosa es leer acerca de lo que alguien sabe del amor y otra cosa lo que interpreto sobre él...

Complicado...a veces...solo a veces...

Con un deseo de aferrarte, tomarle sin piedad

Caer sin un dejo de culpa a la locura...

Ah... Alevosía de los amantes...

Hum… los amantes son problemáticos...

Bien, los personajes pertenecen a su respectivo autor, solo les he tomado por un rato, ya despúes se los devolveré...si no se me olvida XD

Sin más, les dejo esta pequeña historia, y solo me resta agradecerles por tomarse el tiempo para leer.

¡Gracias!


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"A las orillas del mar…un girasol floreció"

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Apenas el motor del auto paró, saltó emocionado del asiento trasero para salir corriendo por el enorme jardín que se abría frente a él sin importarle que ya a lo lejos la voz de su madre le llamase. Se detuvo por un momento, uno muy pequeño, para admirar en silencio las recias puertas de la residencia recién abierta a los visitantes.

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Escuchó el chirrido de los viejos tablones de madera y el temblor de los adornos metálicos que sobresalían como espinas sobre ellas, brillando con sombreada aureola en el pulido piso de mármol blanco.

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Le llegó el aroma de barniz antiguo, penetrando en su nariz junto con el olor de los muebles de caoba forrados de fino terciopelo. El perfume de la enorme casa principal traía consigo una sensación de haber guardado dentro de sus viejas paredes recuerdos de la gran familia a la que pertenecía, recuerdos que se paseaban por largos pasillos alfombrados, subiendo y bajando por las escaleras de interminables escalones, jugando a las escondidas en sus cientos de habitaciones, muchas de las cuales aún no conocía.

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Le pareció que sería bueno echar un vistazo, no perdería mucho tiempo, solo una pequeña ojeada a la enorme mansión y seguiría con sus juegos. Seducido por la curiosidad estuvo a punto de entrar, pero el perfume del mar le detuvo.

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Justo a tiempo, porque desde el interior de la residencia, la oscuridad se desvaneció al iluminarse el enorme candelabro dorado pendiendo majestuosamente sobre la sala principal y un séquito de sirvientes salió en caravana, con pisadas firmes, elegantes, con los uniformes relucientes, sin un rastro de suciedad o de arruga.

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Le tomaron desprevenido cuando de repente todos ellos se formaron en dos filas, cada una de ellas a los pies de las colosales columnas de la puerta principal y a modo de bienvenida, cada una de esas personas bajo la cabeza, saludándole en coro. El también les saludó de la misma manera, casi yéndose de cabeza por su exagerada inclinación.

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Estaba avergonzado por tanta atención, no sabía que le recibirían de esa manera tan formal. Les conocía, les recordaba a todos, a cada uno de ellos pues desde pequeño habían sido compañeros de juegos y travesuras. Aún cuando sus primos y primas se burlaban de él y le criticaban por estar cerca de la servidumbre, esas personas le agradaban.

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Quería recordarles ese tiempo, cuando no había un solo verano en que no pasase sus vacaciones en la casa principal de la familia, conviviendo con esas personas mayores, con los niños que ayudaban a sus padres en el trabajo, con la señora de la cocina, con el señor y su hijo que cuidaban el jardín, con las jovencitas que limpiaban las habitaciones, con la regordete ama de llaves, con el gracioso panadero y su esposa que siempre cargaba con uno de sus hijos…

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Pero al parecer, esos días se habían ido con los veranos.

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Se quedó parado frente a ellos sin decir una sola palabra, descifrando en su silencio el pasar de los años en el rostro de esas personas. Y por un momento, la imagen de su abuelo con su vieja mecedora mirando al mar, surco sus pensamientos. Se golpeó la frente, regañándose por ser tan distraído pero sin evitar soltar una carcajada.

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La gorgojeante voz del chico a más de una de esas personas les devolvió al pasado y sonrieron también, agradecidas de que el joven amo no hubiese cambiado, por un instante, habían creído que ese chico serio que se había aparecido frente a ellos no era al que recordaban con tanto cariño.

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- Ya han pasado 6 años joven amo ¡Y mire en que se ha convertido!

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El chico reconoció la voz de la cocinera, ya con algunos años más encima pero con la misma jovialidad de siempre. Subió lo que faltaban de escalones hacia ella y sin esperar más le abrazó, contagiando la alegría de su encuentro a los demás. Se acercaron a él, sin importarles romper con la formación de bienvenida, saludándole entre risas y abrazos, reencontrándose, ahora sí, con el amigo de años atrás.

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- Muchacho ¿Por qué nos habías abandonado?, ¿Tan mal te tratamos?

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- Ah, deja de molestar al joven amo, no me sorprende que las flores que dices cuidar se harten de ti.

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- ¿Pero qué dices mujer?, ¡Si yo hago un buen trabajo! ¡Dígale joven amo!

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- ¡Basta los dos, el joven amo se burlará de ustedes!

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- ¡Ha crecido tanto!, usted recién cumplió los 12 años ¿Verdad?

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El chico rodeado de esos rostros familiares se sentía en confianza, como si nunca se hubiese ido. Les sonrió a todos, divertido por sus ocurrencias, alegre de que fueran los mismos de siempre, aquellos a quienes consideraba parte de su familia. A pesar de que aún se dirigían a él en un tono formal, no les reprochó, ya tendría tiempo de arreglar ese pequeño detalle.

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- El abuelo, ¿Dónde está el abuelo?- preguntó, aprovechando la atención que se le era concedida.

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El silencio que se le fue dado como respuesta le hizo suspirar. En verdad que ahí nada había cambiado. Era verdad que se alegraba de estar otra vez ahí, en compañía de todas esas buenas personas, pero había solo una cosa que deseaba, en todos esos años en que no había puesto un pie en ese lugar, que hubiera desaparecido.

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- El amo no está aquí…- se aventuró a decir una de las jovencitas que se mezclaba entre la multitud de sirvientes. No la reconoció, seguro era nueva o tal vez alguna de las hijas de las familias que se habían formado con el pasar del tiempo.

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- ¡¿Dónde está?- por más que lo intentó no pudo ocultar su ansiedad y su voz sonó casi como una orden – Lo lamento, no quise alzar la voz- dijo, apenas vio como la chica se escondió detrás de su padre, asustada por su repentino cambio de humor.

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- No se preocupe joven amo, mi hija ha hablado sin pensar, ella es…

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- El amo está en la cabaña, nunca sale de ahí… siempre está ahí, mirando al mar, solo…- volvió hablar la chica, sin salir de su escondite. Su padre quiso reprenderla pero el muchacho le detuvo.

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- Es verdad… ella tiene razón…el abuelo…- ¡Que tonto de su parte! ¿Por qué no lo había pensado antes?, ¡Se había olvidado por completo de la cabaña! ¡¿Qué clase de nieto era? ¿Cómo era posible olvidar el sitio dónde los veranos se teñían de sepia junto a la mecedora del abuelo?

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Se mordió los labios evitando blasfemar. Una mano amiga se posó en su hombro, llenándole del ánimo que amenazaba con escapar. Le tomó con suavidad entre sus propias manos, volviendo nuevamente con la sonrisa en su rostro, agradecido con todas esas personas que no le habían dejado solo, ni a él ni al abuelo.

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De entre la multitud de sirvientes, alguien alzó la vista y pudo ver que a lo lejos, las siluetas de dos personas se acercaban, caminando con porte elegante hacia ellos. Les reconoció en seguida, dando aviso a los demás.

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- ¡Señores, ya tendremos tiempo para terminar de saludar al joven amo, los invitados esperan! ¡No se queden ahí parados, vayan por las maletas, abran puertas y ventanas, calienten los hornos, vuelvan a la formación!

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Sin pensarlo dos veces, la servidumbre obedeció la orden de la vieja ama de llaves, corriendo cada uno a sus puestos con una despedida fugaz para el joven amo. Vio correr a dos jóvenes sirvientas hacia el auto estacionado donde un chofer malhumorado les esperaba taconeando el suelo, solo deteniéndose para bajar la cabeza a modo de reverencia a los recién llegados que respondieron amablementente.

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El jardinero paso casi volando sobre los arbustos desapareciendo por un camino de rosas, en busca del ramo más hermoso para adornar la habitación de los huéspedes. La cocinera se llevó a rastras al ayudante de cocina que se despidió agitando fervientemente la mano mientras un séquito de sirvientes se perdía dentro de la gran mansión. Al final solo unas cuantas personas se habían quedado a las puertas de la residencia lideradas por el ama de llaves.

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No quiso seguir interrumpiendo sus labores, debían de tener mucho trabajo y él no sería la causa por la que fueran reprendidos. Se despidió con una sonrisa cómplice, bajando los escalones de dos en dos con la gracia de las hojas batidas por el viento.

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- ¡Ya te vi muchacho travieso, espera a que te atrape!

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La voz de su madre a solo unos cuantos metros le erizó la piel. Se giró hacia las puertas en busca de ayuda, encontrándose con la severa mirada del ama de llaves. No había sido una buena idea saltar del auto, tampoco salir huyendo de sus padres sin explicación alguna y mucho menos dejar tirados zapatos y calcetines a medio camino ¡Pero cómo le apretaban, era un infierno andar con esos zapatos de tacón y sus interminables agujetas! ¡Que aún era un niño, ¿Por qué le obligaban a andar con ropas tan formales?

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"Estiliza la forma de andar" Habría escuchado decir a su madre en una ocasión, pero en realidad creyó que se burlaba de él.

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- ¡Pues que se busque a una niña, yo no estoy para esas cosas!

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- Joven amo…

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Sin percatarse, el ama de llaves se había acercado a él, escuchando claramente su conversación personal. Se llevó las manos a la cara, reprochándose por ser tan parlanchín. Tras la protección de sus delgados dedos, la mujer parecía estar a punto de dejar salir una de sus largas y tediosas reprimendas como cuando de niño le sentaba en un rincón y parloteaba hasta caer dormida.

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Derrotado, dejo caer los brazos y se encaminó hacia sus padres, arrastrando con pesar los pies. Había estado tan cerca… como deseaba salir corriendo de una vez por todas y perderse entre las flores y helechos…

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- Si sigue los rosales blancos le llevarán a la entrada que el bosque ha ocultado… de ahí el camino sigue siendo el mismo… le aconsejaría entrar por la playa, es mucho más fácil y tal vez se encuentre con sus primos, esos niños…- la mujer suspiro- sus padres les han consentido mucho, les falta disciplina…

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El chico le miraba sin comprender, la mujer se llevó las manos a la cintura.

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- Al parecer usted quiere preguntarle al amo lo que muchos han deseado… puede que usted obtenga la respuesta que a nosotros nos ha negado… el bosque solo es su compañero, tras él es en donde en verdad se ocultan sus recuerdos… la vieja cabaña aún está en pie, envejeciendo… junto con él…- la mirada de la mujer se tornó acuosa, amenazando con bañarle los almendrados ojos en lágrimas- vaya joven amo, el mar nunca deja descansar a su abuelo…

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El ama de llaves no le di tiempo de responder, se dio la vuelta y subió de nuevo los escalones, limpiando disimuladamente con el dorso de su manos las lágrimas que no se permitió verter ante el muchacho. Se acomodó el delantal y se pasó una mano por los cabellos, arreglándose para recibir a los invitados. Y como si nada hubiera pasado, volvió a su postura firme, dando la orden a los sirvientes de hacer un buen trabajo.

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- ¡Tenten! - le llamó aún sin salir por completo de su asombro. La mujer se giró, ocultando las manos en su delantal en espera de cualquier ocurrencia que saldría de esa joven boca. Ese muchacho, llamándole por su nombre como si fuera cualquier cosa.

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El chico alzó una de sus manos mostrándole el pulgar en señal de acuerdo.

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- ¡Ya verás que lo lograré y no podrás negarlo!- la mujer se llevó una mano a la cara, ya se esperaba una respuesta como esa. Hizo un ademán con la mano para que se fuera de una vez por todas a cumplir con su promesa y la dejara en paz.

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- ¡Gracias, muchas gracias por cuidar de él!

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Ese niño… ese necio niño…en verdad que era todo un problema.

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La mujer se llevó una mano al pecho, colmando de arena y brisa a su corazón repleto de recuerdos.

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"Gracias, muchas gracias por cuidar de él"

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Las mismas palabras que se le fueron dadas hace mucho tiempo atrás, cuando el amo emprendió su viaje en soledad… se preguntaba cómo esa corta frase pudo enternecer su alma…y ella a su vez, había gradecido las hermosas palabras de quien nunca volvió a pisar tierra firme… si al menos el amo hablara de ello, si tan solo el amo dejase el pasado atrás…a veces se sentía tan frustrada por no conocer la verdad…. ¿Qué había pasado 70 años atrás?, ¿Por qué el amo se sentía atrapado por el mar? ¿Por qué…

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- ¿Alguien ha visto a mi hijo?, ¡Ese niño se ha escapado otra vez!

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La conversación de los padres del niño con una de las jovencitas que cargaba con las maletas le arrastró de nuevo a la realidad. Miró con inquietud a la mujer preguntar a cada una de las personas por el paradero del niño mientras su esposo trataba de calmarle.

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- Tranquila querida, seguro esta por ahí, jugando.

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- ¿Por ahí donde? ¡Me prometió que esta vez se portaría bien y lo primero que hace es saltar de un auto en pleno movimiento!

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- El auto ya se había detenido…

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- Eh… ¡Ese, ese no es el punto! - grito exasperada a su esposo- ¡Ah, pero ya verá cuando lo encuentre!-bufó, cruzándose de brazos.

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Ajeno al espectáculo que sus padres armaban, el chico buscaba la forma de escapar sin ser atrapado. El ama de llaves se movió hacia un lado cubriendo con su cuerpo al niño mientras con una mano, le indicaba por donde correr. El chico asintió y sin darle la espalda, paso a paso, caminó hacia atrás sin perder de vista a sus padres. Quería agradecer su ayuda pero si hablaba el oído experto de su madre le encontraría.

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- No se distraiga por favor, la hora de la cena es a las 7 en punto…vuelva pronto…vuelva con el amo…

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- Lo haré…-susurró antes de desaparecer por un laberinto de arbustos recién podados.

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Y qué razón tenía, apenas desapareció, su madre fue capaz de escuchar su leve susurro, corriendo hacia el ama de llaves jalando a su esposo en el camino. Miró por todos lados, como percibiendo el rastro del muchacho a la vez que el padre se acomodaba el cuello de la camisa, un poco sofocado por el brusco agarre de su mujer. El ama de llaves alzó una ceja, impresionada…

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¿Es que esa pareja nunca cambiaría?...con razón el muchacho era como era…

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- ¿Dónde está?, ¡Me pareció haberle escuchado!

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- Disculpe a mi mujer, ya ve como es, un tanto enérgica- sonrió el hombre, recibiendo de lleno el bolso de su mujer en la cara.

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- ¡¿Quién es colérica?- le tomó por el cuello de la camisa, sacudiendo a su esposo como si no hubiera mañana.

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- ¡Pero yo no dije eso!

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El ama de llaves carraspeó para llamar su atención, no fuera que aquella mujer cometiera una barbaridad.

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- El joven amo ha ido a la paya con sus primos, me ha dicho que les informe, les pido una disculpa por no haberlo hecho a tiempo, lamento haberles preocupado…ahora…- junto sus manos como queriendo terminar aquella conversación- si me permiten, les enseñaré su habitación, síganme por favor…

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Les hizo un ademan para que les siguieran, deseando con todas su fuerzas que aceptaran. Derrotada, la mujer soltó a su esposo y aceptó de mala gana truncar la cacería de su hijo, solo por esa vez, siguiendo el camino que el ama de llaves les mostraba, casi agujereando el piso con sus altos tacones por tan fuertes pisadas.

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El hombre recuperó el aire al momento, saludando a toda persona que se encontraba en su camino mientras entraba la mansión. Al pasar por una de los ventanales se detuvo. Se acercó un poco más para estar seguro pues le pareció haber visto el singular cabello de su hijo surcar a gran velocidad por los rosales. Se llevó una mano a la barbilla, pensativo.

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- Vaya…parece que el girasol no ha olvidado…


¿Qué les pareció?, me gustaría saber su opinión. Si, tal parece que no hay nada bueno en esto pero aún así me gustaría recibir sus críticas, es que hace mucho que no escribo y bueno, sé que hay personas aquí que llevan años con la escritura casi tatuada en sus dedos...

Algún día llegaré a su nivel, ya lo verán hum...hum...

¡Bueno, hasta la próxima y gracias por leer!