"Beware of desperate steps. The darkest day,
Live till tomorrow, will have pass'd away."
-William Cowper
Capítulo Uno
Era una casa de campo muy corriente; cuando Mummy Holmes abrió la puerta, John Watson todavía tenía la boca abierta en una mueca de desconcierto muy poco halagadora.
- Aquí están. Mi bebé está en una silla de ruedas, ¡Te dije que debías haberlos esperado en la estación de todos modos!- Por detrás suyo apareció la figura de Padre Holmes, con la misma expresión de serenidad con la que lo recordaba del hospital.
- Tonterías, John es perfectamente capaz de empujar mi silla desde la estación, no se dejen engañar por su altura, él solía jugar rugby.
- Y tú eres perfectamente capaz de caminar, pero parece que tuvieras tu culo perezoso pegado a la silla desde que salimos del Hospital.
- Ohh Sherlock.- El tono de su madre fue de regaño, pero cuando el detective se puso de pie en un salto lleno de gracia, y se dirigió a abrazarla, ella lucía aliviada y contenta. Como si no pudiera mantenerse enfadada con él, no importase que tan travieso fuera su pequeño. John tuvo la impresión de que aquello no había cambiado desde la infancia del detective.
- Padre.- Sherlock estiró la mano para saludarlo, sorprendiéndose ligeramente cuando el señor Holmes lo apretó en un abrazo igual de intenso que el de su madre. Era casi cómico ver la expresión del detective, la incomodidad con la que palmeo rápido el hombro del mayor, devolviendo torpemente el gesto de cariño.
- Buenas noches señora Holmes, señor Holmes, soy el Doctor Watson, nos conocimos en el hospital.
- John por favor pasa, no te quedes ahí, déjame verte. - Igual de inesperados fueron los dos brazos que lo apretaron cariñosamente y sentir las manos de la madre de Sherlock en sus mejillas.
- Ellos recuerdan quien eres John, no son estúpidos.- Murmuró su amigo mientras se quitaba y colgaba en la entrada su abrigo largo y bufanda.
- Te ves mucho más apuesto descansado, un hombre muy bien parecido. Sherlock él es muy bien parecido. - Su amigo rodó los ojos y le ofreció una sonrisa totalmente fingida a su madre.- Gracias por traer a mi hijo del hospital, John, eres un buen amigo. Padre piensa lo mismo.
- Un buen amigo.- Repitió el anciano, sonriente.
John se aclaró la garganta, tratando de despejar la sensación de vergüenza.
- Eh... si... creo que lo mejor para su recuperación es permanecer en un lugar tranquilo, tiene una casa hermosa por cierto.
- Aquí tendrá todo lo necesario, he pasado toda mi vida cuidando a estos chicos, una bala no puede ser peor a cuando Sherri y Mickey contagiaron a Sherlock de paperas.
- Pude quedarme en Baker Street y cuidarme solo. - Murmuró el detective, y John estuvo a punto de decirle que no, contestarle que si piensa por un segundo que lo va a dejar solo después de la cantidad de morfina que recibió en el hospital, esta jodidamente loco. Él no lo dijo, no al frente de sus padres al menos, pero la mirada amenazadora fue perfectamente interpretada por Sherlock. El detective frunció los labios, pero John ya no era sensible a esos berrinches, la decisión estaba tomada y allí se quedaría.
No había estado seguro al principio, cuando los médicos decidieron darle de alta, John supo que llevarlo de vuelta a Baker Street y cuidarlo sería un trabajo para más de un hombre. Todavía no tenían idea si había más drogas escondidas en el departamento, y aunque no las hubiese, Sherlock tenía a muchas personas trabajando para él que podrían conseguirle lo que quisiera en cuestión de pocas horas. A pesar de que había tomado la determinación (okay, Mycroft lo había hecho, pero considerando la situación no podía estar en desacuerdo) de monitorear de cerca la recuperación de su amigo, sabía que no podía luchar contra las grandes probabilidades de que Sherlock se escapara aprovechando cualquier momento de distracción por su parte. Especialmente ahora, que tenia tanto para pensar, y cada cierto tiempo durante el día se encontraba de pie mirando al vacio, abrumado con las imágenes de sus recuerdos. Su boda, Mary sonriendo a su lado, su bebé en camino, los ojos vacíos de su esposa mientras disparaba con precisión a través de una moneda.
No era trabajo para un solo hombre, por eso Mycroft había sugerido el cottage de sus padres, con una seguridad que John simplemente no entendía. "Es el lugar más seguro de toda Inglaterra", aseguró Sherlock. Pero una casa común y corriente en el campo, con un jardín que hasta tenia las típicas figuras de gnomos en él, todo era abrumadoramente común y tan fuera de los cánones Holmesianos que había tenido hasta ese entonces, y mientras subía las escaleras, mientras Mummy Holmes los dirigía a sus habitaciones, más confirmaba ese hecho. Era bizarro pensar que Mycroft y Sherlock habían crecido en ese hogar tan común, con esas personas tan cálidas como padres.
"Yo no subestimaría a mi madre, John. Ella puede ser monstruosa cuando se lo propone, lo tienes que ser, cuando se cría a Sherlock Holmes." Fueron las palabras de Mycroft, al maldito le gustaba tanto el drama como a su hermano.
- Tu habitación está preparada. ¿No van a tener problema con la cama nido, verdad? Ha pasado tanto tiempo y nunca pensé que Sherly traería a un amigo a dormir, no desde ese muchacho Víctor. ¿Qué pasó con él de todas formas?
- No hay problema señora Holmes.
- ¡No me llames Sherly! – Exclamó Sherlock al mismo tiempo, entrando a una habitación a la izquierda dramáticamente e ignorando la pregunta de su madre. - ¡John, las maletas! – Reclamó desde el interior.
El blogger lo siguió, no sin antes lanzar una mirada de disculpa a los padres de su amigo. Tiró las maletas sobre la cama y enseguida tenia a Sherlock abriéndolas y sacando varios libros y revistas, esparciéndolos sobre las mantas.
- Voy a traerles algo de cenar. ¿Seguro que estás bien con la cama nido, John? Te prepararía la habitación de Mycroft, pero tiende a ponerse sobreprotector con sus cosas y…
- ¡El está bien! – Volvió a gritar el detective. – Creo que pusiste a calentar algo en la cocina y ya lleva tres, no, cuatro minutos pasado el punto de cocción. ¿Vas a quemar sopa de nuevo, Mummy?
- ¡Oh! – Ella se giró sobre sus pasos y con una velocidad y gracia rara en una mujer de su edad, salió de la habitación.
- Compórtate.- Es la suave reprimenda que su padre le da, antes de sonreírle con humor y abandonar el cuarto por detrás de su esposa.
Gracioso personaje, el señor Holmes. John reconoce en él una paciencia que solo puede haber criado con tantos años presenciar este tipo de escenas. En el hospital, recordó, mientras él se mantenía apartado, sentado en la sala de espera fuera del quirófano, agotado y asqueado de tanto café; Mycroft procuraba calmar a su madre, quien más que angustiada se veía feroz, jurando que ni bien supiera quien había puesto una bala en su bebé tendría que vérselas consigo. Fue el señor Holmes, quien con unas pocas palabras que John no llegó a escuchar, fue capaz de tranquilizar a ese par.
- Él es el único cuerdo aquí, ¿no?- Preguntó señalando la puerta por donde su padre se acababa de marchar. Sherlock pareció meditarlo unos segundos antes de responder.
- Humm sí, probablemente sí.
Intercambiaron una sonrisa y Sherlock volvió a los libros. Se sentó sobre su cama y de soslayo vio la pequeña mueca de dolor que intentó ocultar. Todavía quedaba tiempo para la recuperación completa, y John se aseguraría que el grandísimo idiota no volviera a quirófano una tercera vez. Suficientes emociones en los últimos meses, ver morir a Sherlock Holmes otra vez no estaba en los planes. No tenía mucho más en que ocupar su tiempo ahora mismo, de todas formas. No desde que dejara el apartamento donde había estado viviendo con su esposa, y su trabajo en la clínica.
Jamás habría imaginado que su vida llegara a ser lo que era actualmente, hasta estar en la casa natal de Sherlock Holmes, en su habitación, era jodidamente inverosímil. Y lo más sorprendente de todo, es que ni siquiera se parecía a lo que habría creído que sería. El cuarto era pequeño, con una cama nido pegada contra uno de los muros, pintado de azul y empapelado con recortes amarillentos que tenían pinta de que llevaban dos décadas allí. Un escritorio de madera con manchas de tinta y portarretratos encima, e incluso el atril olvidado en un rincón.
En un principio le había parecido totalmente ordinario y ajeno, prestando atención se percató de cómo aquello le recordaba vagamente a la sala de Baker Street, como Sherlock encajaba con armonía en ese lugar.
- Estás pensando en voz alta otra vez John, es molesto.
- Es solo que…- Sherlock se sentó recto sobre la cama y le observó sobre su libro abierto, enarcando una ceja.- Esto.- John señaló la habitación.
- ¿Qué tiene de malo?- Preguntó defensivo.
- Nada, no, es eso. Es que no… No se parece a lo que tenía en mente cuando me imaginaba…- Volvió a lanzar un ademán en dirección general a la habitación, Sherlock siguiendo los movimientos de su mano.- Nada, olvídate.
- ¿Qué?
- Dije que nada.
- Oh no, dijiste que no se parece a lo que imaginabas. ¿Y cómo imaginabas, Dr. Watson, que serían mis padres y el lugar donde crecí? Por mucho que cueste creer, no soy un extraterrestre. – Comentó en tono aburrido, pero era el mismo que utilizaba para esconder que realmente se sentía ofendido por el asunto, John lo conocía mejor que eso.
- No extraterrestre, pero si elegante. No lo sé, ricos. Con una de esas mansiones en el campo, sirvientes, escuelas públicas, internados quizás, no lo sé…- Comenzó a sonreír avergonzado de las palabras que salían de su boca. Su amigo, en cambio, se veía indignado.
- ¿Por qué demonios viviría así? – John se encogió de hombros.- Fui a una escuela de King Edward y has visto a madre. ¿Te parece de la clase de persona que necesita un sirviente? ¡Ella lo aborrecería! Aunque la idea de Mycroft internado en una escuela pública es brillante, él estaría de acuerdo contigo John.
En ese momento Mummy Holmes regresó con una bandeja con sándwiches, sopa y croquetas que Sherlock no iba a comer, pero que él mismo vio imposible de rechazar. Olía muy bien y cuando llevo el primer bocado a su boca recordó los largos días sobreviviendo a café y comida insípida de la cafetería del hospital. Sherlock miró con aburrimiento la bandeja sobre su cama, seguía pasando las hojas de uno de los libros. Terminó dejándolo de lado y comiendo cuando su madre le lanzó una amenaza, de esas que John llevaba años sin escuchar.
- Voy a usar eso tanto en tu contra.- Advirtió John, tratando de contener su sonrisa divertida.- Si hubiera sabido que un regaño de tu Mummy era todo lo que necesitaba para hacerte comer… Estoy llamándola cada vez que te niegues.
Sherlock le lanzó una mirada rencorosa pero continuó masticando su sándwich.
- Supongo que ella no es tan inofensiva ni corriente como luce. – John pensó en su propia madre, llevaba tanto tiempo sin recordarla, ella había muerto poco antes de que él fuera a su primer tour en Afganistán, sin embargo no podía recordarla de la manera en que Mummy Holmes era. Ella había sido sumisa, por momentos apática, ahora en retrospectiva podía detectar las señales de una depresión crónica de quien había vivido en un matrimonio sin amor y sin buenas expectativas para el futuro. Ella había sido una madre correcta, John no recordaba haber pasado carencias, pero no la podía pensar como una madre cariñosa, ni siquiera dedicada.
Observó una vez más los detalles de la habitación, era notable el detalle con que cada parte había sido limpiada y cuidada, aunque claramente no habían tenido huéspedes en años. Los portarretratos sobre el escritorio, estaban lustrados y brillaban como nuevos.
En una de las fotografías unos ojos brillantes, verde-azulados, le devolvían la mirada. El conocía esos ojos, pero no a la joven mujer que sostenía un bebé que no habría tenido más que meses, en sus brazos.
Lo tomó para observarlo con más cuidado, detalle que no pasó desapercibido por Sherlock. La mujer era hermosa. No de ese tipo chica normal-hermosa, sino despampanante, una belleza de las que John recordaba en revistas de moda y en las clásicas películas de James Bond. Los labios carnosos y la mirada inteligente, altiva. Oh… eso era familiar.
- Sí, es mi madre. Ahora pon eso a un lado.- Ordenó Sherlock. John no lo hizo, en cambio entrecerró los ojos tratando de distinguir con más detalle al bebé envuelto en la manta.
- ¿Este eres tú? – Ni siquiera esperó la confirmación.- Oh dios mío, lo eres. Esto es tan extraño, parte de mi todavía piensa que siempre fuiste este... Sherlock Holmes. - Hizo un ademán en su dirección, como si ilustrara lo que intentaba decir.
- Continúas diciendo eso. ¿Qué demonios se significa? Por dios santo, eres un médico John. ¿Es tan ilógico que de hecho haya nacido y crecido, y que tenga una madre común como el resto de los seres humanos?
John ni siquiera intentó reprimir la carcajada.
- No, no, te puedo asegurar Sherlock que no todo el mundo tiene una madre así. - Señaló la fotografía.- Ella es ridículamente hermosa. Más que eso en realidad.
- Bueno... era modelo en su juventud.- Confesó el detective, una mezcla de indignación y orgullo.
- Hum... sí. Ahora puedo ver de donde salieron esos.- Hizo un gesto señalando los ojos y sus labios.
Como casi todo lo que le decía a Sherlock, vino de un impulso. Ni siquiera se dio cuenta de cómo sonaban las palabras hasta que el silencio en la habitación fue su única respuesta. Apartó la atención de su comida y se encontró bajo la intensa mirada del detective. El estaba ahí, simplemente mirándolo perturbadoramente, sin parpadear. Repasó las palabras recién dichas en su cabeza y sintió el calor en sus orejas, subiendo por sus mejillas. Se aclaró la garganta, tratando de apartar la incomodidad del silencio.
- Lo que quise decir...
- Voy a dormir.- Fue la repentina respuesta, Sherlock se giró dándole la espalda y apagando la luz de la habitación. Sin siquiera importarle que su compañero todavía no había terminado de cenar.
Típico, egoísta e infantil Sherlock.
- Supongo que eso significa que también me voy a dormir.
No era ideal, pero el alojamiento era mucho comparado con un catre en un campamento militar, y definitivamente superior a dormir sentado en una silla de plástico dura en la sala de espera. No tardó en dormirse.
Un gemido de dolor se coló en su dormir sin sueños. El sonido lejano fue cobrando sentido e intensidad. ¿Un paciente? Una víctima, un herido en combate. Se removió inquieto en su sueño, en la nebulosa de su mente adormilada intentó recordar todos los procedimientos de atención. Un herido. ¿Pero dónde? El jadeo de una persona hiperventilando lo despertó completamente. Una bala, disparo. Mary. ¡Sherlock!
El joven detective se retorcía en su propia cama, enredándose en las sábanas cada vez más mientras intentaba escapar de ellas. Un grito sofocado y la mueca de completo dolor lo sacaron de su asombro. Sabía exactamente lo que estaba presenciando, había tenido que lidiar con eso anteriormente.
Lo primero era abrir la ventana para dejar entrar el aire, la sensación de sofoco es lo que abruma primero, el aire le permitiría relajarse mejor. Se arrodilló en la cama, junto a Sherlock y suavemente frotó su antebrazo, húmedo por el sudor. Tranquilo, había que transmitir tranquilidad y los movimientos bruscos, en un cuerpo entrenado, era una decisión poco sabia. Con voz calma pero firme comenzó a llamarlo por su nombre, llamarlo a la conciencia.
Con una bocanada profunda de aire, Sherlock abrió los ojos.
- Está bien, respira. Deja el aire entrar por tu nariz, sácalo por la boca. Eso es, profundas inhalaciones. - Susurró en la oscuridad, sin dejar de masajear su brazo y hombro. Firmeza para relajar los músculos, pero no suficiente intensidad como para interpretarse como una amenaza. Sherlock parecía conciente y respiraba siguiendo la voz de John, su mirada clavada en el techo, sin embargo, se negaba a reconocer su presencia.
John comprendía lo que estaba sintiendo, cada vez que despertaba por sus pesadillas lo siguiente que le seguía al terror, era la humillación. No quería a nadie viéndolo en esa situación de vulnerabilidad, y las veces que Sherlock lo había sorprendido gritando durante la noche, en Baker Street, habían sido las más incómodas. Por eso John se alejó y le dio la espalda, tratando de salvarle algo de privacidad.
Corrió las cortinas de la ventana, no se había percatado de las escaleras justo por debajo del marco. Sonrió con nostalgia recordando que había tenido exactamente ese tipo de ventana en su propia habitación.
- Solía tener esto también.- Comentó tratando de sonar casual, aún dándole la espalda. - En mi antigua habitación, solía usarlo, bueno, no yo precisamente, tenía una novia que siempre lograba colarse después de que mis padres se fueran a dormir.
- Tienes una esposa ahora.- La voz de Sherlock sonaba ronca, y cuando se giró para verlo, estaba aun sobre su espalda pero ahora mirándolo.
La mención de Mary revolvió su estómago, no quería pensar en eso, no ahora ni aquí. Lejos estaba de decidir qué hacer al respecto.
- Te advertí que no voy a escucharte hablar de eso. Cállate. - Apretó sus puños en un intento de controlarse, entendía lo que estaba pasando, Sherlock estaba intentando ponerlo en una situación de misma vulnerabilidad, pero no iba a lograrlo. - Se exactamente lo que te está pasando, sabes que puedes hablar conmigo, yo puedo ayudarte Sherlock.
Su respuesta fue una risa burlona y una negación de cabeza. Estaba de pie junto a la cama de Sherlock cuando escuchó lo que dijo, pero en la oscuridad no pudo ver su rostro.
- Ayudarme. John, puedes intentar ayudarme todo lo que quieras, pero por más que te distraigas solamente estás perdiendo tu tiempo. No hay decisión, Mary está allá afuera, sola y asustada, ella está cargando tu hijo no nacido sin ayuda. ¿Quieres ayudar, Doctor Watson? Dirige tu ayuda a quien lo necesite, y sobre todo, quien la aprecie. Deja de perder tu tiempo aquí.
El tono duro no hizo nada por mejorar su conflicto interior, de repente se sentía muy agotado. Sherlock no se movió, tampoco dijo más palabras. John se metió en su propia cama y dejó el silencio crecer entre ellos.
NDA: Un nuevo fic de 4 capítulos a lo sumo, estoy MUY oxidada y recién volviendo a las andanzas, pero con ganas de terminar esta pequeña historia muy pronto. Los comentarios son bien recibidos, gracias por leer :)
