ADVERTENCIA: Esto es un fic AU, que se desprende de los personajes de «Guerra». Es una continuación que sostiene todo lo que se narra en esa historia y supone que la Orden del Fénix ganó y nadie murió.
Esta es una historia de negación.
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Paz
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1. Retorno
m. Vuelta al lugar o a la situación en que se estuvo.
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«Hacía un frío espantoso para esa época del año, pero el clima ya no significaba algo más. El frío solo era frío.
La primera voluta de tabaco relajó los dedos atrofiados de Mar, que había estado retorciendo su servilleta en el regazo, oculta de los demás.
—¿Cuándo llegaste a Londres? —preguntó Sirius con tranquilidad. Se había apostado debajo del alero de los Potter, sentado sobre el pequeño escalón que descendía al parque. Mar titubeó pero tomó sitio a su lado, a una distancia prudencial.
El reflejo de otras mil veces en las que habían intentado hablar al abrigo del mundo.
—Hace poco menos de un mes —explicó, desapasionada.
—¿Egipto? —tanteó Sirius, fumando de cara al vacío.
—China —corrigió ella. —Hice un curso de medimagia oriental. Un año.
El aludido silbó por lo bajo.
—Interesante.
—¿Qué haces tú? —soltó Mar, sin poder reprimir su ansiedad.
—Errar con la moto dejó de ser divertido —comentó él, intentando imitar su tono. Se encogió de hombros. —Y es difícil estar lejos de Harry —detrás del nombre del niño, había muchos más. —Soy rompedor de maldiciones. En Gringgots. Se me da bien. Y no es muy asfixiante.
—Está bien —Marlenne se lo pensó. —Te pega. ¿Vives en Londres?
—Sí, aunque paso la mayor parte del tiempo aquí. Remus se cagó y se fue a vivir con Peter. No entiendo por qué.
—Yo sí.
Una única mirada elocuente antes de regresar al vacío.
—¿Cómo está Marilyn? —preguntó Sirius, saliendo del paso.
—Bien. Ya está en quinto año. No sabe bien qué hacer luego, pero le he dicho que no se preocupara —los ojos de Mar chispeaban bajo el flequillo, como siempre que hablaba de su hermana. —Está saliendo con Donny.
—Es sabido que las McKinnon tienen un pésimo gusto para elegir pareja.
—Ya lo sé.
Silencio. Y tabaco. Sirius encendió el tercer pitillo, sin darse cuenta que tenía las manos sudadas. La curva del cuello de Mar estaba tan cerca que casi podía sentirla entre los dientes.
—¿Qué vas a hacer ahora? —inquirió, moviéndose para hacer remitir el tirón entre las piernas.
—¿A qué te refieres?
—¿Te quedarás en Londres?
—San Mungo me ofreció una plaza. Está muy bien. Creo que pretenden que me haga cargo del ala de niños en unos años. No creo que pueda rechazarlo.
—Vale. ¿Volverás a casa, entonces?
—Supongo que alquilaré algo. Cerca.
—Ya basta de viajar.
—Sí. Ya me encontré a mí misma, ¿sabes? —dijo, sincera. —Y como dices, es duro estar lejos de Harry.
—Ya.
Marlenne se puso de pie, con el último estertor en forma de voluta saliendo del cigarro de Sirius y le dio la espalda, regresando al interior marcado de bullicio. Sirius sintió los labios calientes, buscando el contacto que le había rehuido por años.
Le besó la nuca. Mar lo dejó hacer, aterrada que sus rodillas no la sostuvieran —como una idiota, como si no hubiese pasado ni un día desde la última vez que se habían visto— y regresaron al salón.»
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28 de Marzo de 1984
Marlenne despertó un poco desorientada. Todavía no se acostumbraba a aquel sitio, ni a la humedad, ni la sensación definitiva de hallarse en casa.
El sol se reflejaba con insistencia contra la capa de nieve que se había extendido el día anterior, y acabó por dañarle los párpados. Sin ganas, espió por entre las mantas hechas un lío, resignada.
Estaba sola.
Se sentó de golpe en la cama, sin darle importancia a su desnudez. El estómago le rugió, enfadado. Su cuerpo todavía no se acostumbraba a la nueva vida, y le ponía de mal humor saberse con hambre.
Procurando no dejar que las emociones la conquistaran, pateó las sábanas y se puso de pie. No tenía sentido darle vueltas al asunto: llevaba años lidiando con el temperamento irascible y cambiante de Sirius Black. Que se hubiese escabullido en la madrugada era casi tan factible como que estuviese esperándola con el desayuno.
Sin embargo, sabía que eso no sucedería.
La noche anterior, Mar se había despedido de los Potter con una tranquilidad que hacía tiempo no sentía. La velada había sido agradable, sincera. Extrañaba estar en familia, por más que se lo negase. Había abrazado con sentimiento a Remus y a Benji y hasta le había hecho una extraña mueca que intentaba ser una sonrisa a Dorcas antes de dirigirse a la puerta con Harry en brazos. El niño no quería que su madrina se fuese, pero Mar le había susurrado al oído promesas que no pensaba incumplir y, con un puchero, Harry había accedido regresar a los brazos de su padre.
—Te veremos pronto, ¿verdad? —había preguntado Lily en la puerta, en una mezcla sin diluir de cariño y ansiedad.
Pero lo que había dicho era cierto.
Mar se había perdido por demasiado tiempo. Era momento de regresar a casa.
—Sí.
—Buenas noches, Mar —se había despedido James. —Harry, saluda a Mar.
El niño no había querido hacer el gesto con la mano y, enfurruñado, había intentado quitarse de encima a su papá con el puño en su mejilla. En vez de eso, le había hecho una seña a la joven que, extrañada, se acercó y consiguió un sonoro beso estampado contra su piel.
—Hasta luego, Harry —había murmurado, enternecida. Sonriendo de verdad.
Sirius no había mediado ni una palabra. Cuando volteó y salió por la puerta principal, sencillamente se puso de pie, tomó su abrigo —despeinando a su ahijado en el proceso, que seguía peleando con James, muerto de risa— y la siguió a la noche blanca abierta frente a sus ojos.
Mar no hizo preguntas. El cuello le latía allí donde él la había besado algunas horas atrás, y dejó que caminaran en silencio por El Valle, mecidos por la brisa gélida. Se aparecieron en Londres luego de un vistazo, y Sirius continuó imitando sus pasos hasta alcanzar un edificio muy moderno, en el centro de la ciudad.
Era un arriendo temporal, hasta que Mar decidiese qué era lo que quería hacer. Hubiese preferido alquilar en Manchester pero con Marilyn en Hogwarts, no tenía sentido obligarse a revivir viejos recuerdos.
Londres estaba bien.
Subieron en un mutismo absoluto, sereno. Mar no tuvo siquiera que encender las luces.
Se desnudaron como si no hubiese pasado ni un solo día desde que habían tomado caminos opuestos. El eco de todas las peleas, los gritos, los llantos que se materializaron con su primer choque quedaron ahogados con el susurro de sus gemidos, anhelantes, necesitados.
Largamente esperados.
Pero no habían hablado, por supuesto. Mar seguía siendo Mar en el fondo, y Sirius no parecía dispuesto a cooperar para el diálogo. Por eso, a pesar de que el corazón se había disparado dolorosamente al ver que Sirius no estaba, la chica no pudo más que resignarse.
Después de todo, seguían siendo ellos, no importaba el tiempo que pasara.
Se dispuso a vestirse para comenzar la jornada —tendría que volver a pasar por San Mungo, a evaluar los detalles de la propuesta y tomar una decisión de una vez— cuando oyó ruidos en la entrada.
—¿Qué…? —alerta —una vieja costumbre que no se desprendía de aquellos quienes habían peleado en una guerra—, tomó la varita y corrió hasta la sala, con la maldición sujeta a los labios.
Estuvo a punto de lanzarla, a pesar de que el idiota que estaba allí parado no era otro que Sirius.
—¿Pero qué…? —barbotó, estupefacta. —¡Imbécil, me asustaste!
—Pues te ves muy bien.
Mar quiso saltarle al cuello, como solía ocurrir con casi todo lo que él decía. Sin embargo, es vez llevaba algo de razón: estaba desnuda y despeinada, ni siquiera se había lavado el rostro para quitarse los restos de sueño. Bufando —el flequillo seguía volando hacia atrás por un segundo, porque había cosas que no cambiaban ni con el tiempo—, encantó su ropa para que llegase hasta ella mientras evaluaba el desastre que Sirius había hecho en su entrada.
—¿Qué crees que estás haciendo? —siseó, de mal modo, ecasquetándose la camiseta por la cabeza.
—Es bastante evidente, ¿no crees?
—No.
El joven tenía un montón de cosas, algunas rozando lo ridículo. Había una enorme maleta vieja que estaba recostada junto a la puerta, algunas ollas oxidadas y al menos tres chaquetas de cuero sobre la silla más cercana. Sirius todavía sostenía dos bolsas, una en cada mano, y la miraba con un poco de burla bailándole en los labios.
—Ilumíname —exigió ella, cruzándose de brazos.
—Se suponía que volverías más inteligente que antes de tus viajes exóticos, no más tonta —se carcajeó Sirius, dejando las bolsas junto a la maleta. —Me mudo.
—¿Qué?
—Es un concepto sencillo: llevas tus cosas a un nuevo sitio.
—Ya sé lo que significa —se exasperó Mar, tratando de ignorar el quejido recurrente de su estómago. —Me refiero a por qué demonios crees que tienes que hacerlo.
—Porque vamos a vivir juntos —respondió, como si fuese evidente.
—¿Disculpa? —el tono de Mar se elevó dos octavas. —¿Y cuándo hablamos de esto?
—Anoche.
—¿Anoch…? Pero, ¿qué…?
—Aunque si quieres ir a otro lado, por mí está bien. Este piso es demasiado de niña.
—Sirius, ¿puedes escucharme un momento?
—¿Qué?
Marlenne se quedó de pie, con los pies fríos y la mirada encendida, sin entender qué mierda estaba pasando.
—Nunca dijimos que viviríamos juntos —pronunció con cuidado, intentando darle una dirección coherente a sus pensamientos.
Sirius chasqueó la lengua.
—¿Cuál es tu problema?
—Aún no sé si me quedaré aquí permanentemente, no acepté el trabajo y además, Marilyn quiere…
—Pregunté cuál es tu problema —la interrumpió Sirius, cortando de raíz su balbuceo. Ella se encogió un poco, como en los viejos tiempos.
—No seas ridículo —espetó en voz baja, escondiéndose detrás del flequillo. —Que viva aquí no cambia nada. No podemos estar juntos, Sirius, ya sabes lo que ocurre cuando lo intentamos.
—¿Tenemos sexo fantástico?
—Desgracias —corrigió Mar con los labios fruncidos, enojada porque siguiese bromeando. —Estoy hablando en serio.
—También yo —el aludido se pasó una mano por el cabello, resignado. —Ya no hay guerra, Mar. Mírate. Te ves fantástica. Tú lo has dicho: te has encontrado a ti misma. Y yo estoy aquí. Siempre estuve aquí.
—Es una locura —murmuró Mar, tratando sonar convencida. Sirius sonrió con amargura.
—Ya esperé suficiente —se acercó, con esa seguridad que desplegaba al hacer cada movimiento y le tomó el cabello ensortijado para apartárselo de la mejilla. —Vamos a intentarlo, y no me interesa lo que pienses al respecto. Vamos a echar abajo estas paredes. Vamos a pelear hasta quedar afónicos, ¿de acuerdo? El sexo después es todavía mejor.
—Voy a lastimarte —afirmó la joven, obcecada, ignorando lo último. No lo miraba, no podía hacerlo. Sirius se encogió de hombros.
—También yo —repuso con absoluta sinceridad. —Pero ya aprendimos que estar separados es peor.
—Estás demente.
—Puede.
—¿En serio vas a quedarte?
—¿Vas a echarme? —la tentó el joven, sonriendo con ganas. —Mi casa es una mierda de cualquier forma, desde que Remus se fue. Lo mío nunca fueron hechizos de limpieza.
Mar sacudió la cabeza, y clavó su mirada en la chispeante de Sirius.
—¿Crees que voy a ser tu criada? —espetó, empujándolo con la palma abierta. El estómago volvió a gruñir, impaciente, y Mar no se dio cuenta que también estaba riendo. —¡Estás demente, aprende a vivir como un ser humano normal primero!
—Mira el lado positivo —se carcajeó él, huyendo de la furia matutina de la chica. —¡Tendrás compañero de piso y mascota, todo en uno!
—¡Sirius, vuelve aquí!
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¡De verdad lo hice!
No puedo creerlo. No me volví —más— loca, solo que de verdad, de verdad estuve trabajando tanto en este pequeño y nuevo proyecto que me parecía ridículo dejarlo solo juntando polvo.
Voy a explicarles.
¿Recuerdan esa viñeta AU de «Ecos de Guerra» que hablaba sobre todos nuestros personajes como si no hubiesen muerto? Sí, el extracto del principio es de ahí. Bien, desde que escribí eso y reflexioné mucho, muchísimo sobre cómo hubiese sido la vida de cada uno de ellos si Voldemort no se las hubiese arrancado, fui creando casi una historia paralela, un mundo nuevo y totalmente ficticio en el que pasan estas cosas. O para ser divertida e irónica, Paz.
No voy a mentirles: este proyecto lleva en mi cabeza demasiado poco tiempo en comparación con Guerra y además, todavía no termino con el principal, así que no sé el grado de coherencia o frecuencia que pueda mantener. Tampoco sé si alguien más que yo está interesado en este AU, pero con dar una oportunidad no perdía nada.
Así que aquí estamos. En principio, esta historia será Blackinnon. No hace falta que me justifique, ya saben que los AMO por sobre todas las cosas y ellos fueron los que más me alentaron a continuar esto. De cualquier manera, habrá vistazos a la vida de todos los demás, sobre todo de Dorcas y Benji.
Es todo. Quiero agradecer INFINITAMENTE a Vero —Aisha96—, a Jori —JorimarGB—, a Naza —Naza Ford— y a Luna —Lunatika—, porque sin su apoyo inestimable y su capacidad de aguantar TODAS las tonterías que puedo llegar a inventar por minuto, esto no existiría. Ellas contribuyeron a desarrollar y ayudaron incluso con sus headcanons a crear Paz, así que no puedo decirles lo que significan para mí.
Voy a retirarme antes de ponerme sentimental.
Gracias por todo, de verdad. Espero ansiosa sus opiniones.
¡Un beso enorme! Los veo en Guerra.
Y si llegaste hasta aquí, un océano infinito de gratitud.
Ceci Tonks.
