Hola!
Pasaba aquí a dejarle un nuevo fic. Este fic tiene mucha carga emocional para mí, porque en estos momentos ando super sensible de la vida xd
En general, soy una PAS (persona altamente sensible) pero, a veces hay momentos donde ando aún más susceptible a todo.
Espero que les guste, estaré siempre agradecida por sus palabras y sus consejos.
Moondi.
CAPÍTULO I: EL ADIÓS.
Cuando la despertó por el sonido estridente de su celular, casi tuvo ganas de lanzar su celular contra la pared o romperlo de un cabezazo. Todos los días eran iguales, como moldes de cansancio y tristeza confluidos en 24 horas.
Suspiró. Igual, ser consciente de ello no iba a ser que el día no comenzara. Antes de levantarse, decidió ver los mensajes, tratando de encontrar alguno de Sesshomaru. Había uno, de ayer y sonrió un poco.
Cuando pensaba en los años que conocía a Sesshomaru, se sorprendía y se entristecía a la vez. Ni bien lo vio, supo que sus años de amores incorrectos habían acabado. No pudo estar más equivocada: había pasado del club de los amores insanos al de los no correspondidos. Él era su amigo, y ella había hecho de todo para ganar su corazón: le había dado su tiempo, su cariño, sus sonrisas, su dinero e incluso sexo sin compromiso. Todo para que un día él se diera cuenta de lo maravillosa mujer que era y de lo ciego que había sido. Pero de eso habían pasado casi seis años, y aun no pasaba nada. Hubo hasta en ese tiempo, momentos donde a él le gustaban otras chicas para algo serio, y donde ella pasaba a un segundo plano, como debía de ser. Lloraba todo el tiempo, no dormía bien. Se decía que debía odiarlo y dejarlo ir, más cuando él no era capaz de valorarla. Luego, por suerte o por destino, las intenciones del chico no se concretaban y todo volvía al curso natural con ella. Y era feliz de algún modo, en algún punto.
Para ya el sexto año del amor no correspondido, algo cambio en ella: habrá sido ese tiempo fatigoso de amarlo y perseguir su estela, o quizás el cansancio propio de quien no ve frutos en el árbol al que con tanto esfuerzo cuidó, que de un momento a otro dejó de quererlo como antes. Es decir, no es que no tuviera celos por las mujeres que le frecuentaban o que no lo quisiera ya más, sino que simplemente su corazón estaba exhausto: el sentimiento nacía y moría allí mismo, con claros signos de haber perdido toda fe en esta "seudo-relación".
Ahora eran amigos, se reían, pasaban buenos momentos y tenían a veces sexo. No era malo, Sesshomaru siempre había sido claro con ella. Fue su corazón que se fue a más y terminó enamorada de él. Y ahora, con el corazón más sano y el alma más preparada, deseaba conocer ahora si a alguien que le diera lo que Sesshomaru estaba indispuesto a darle: seguridad y estabilidad.
Mientras tomaba el bus que la llevaba a su trabajo, el cual se demoraba cerca de dos horas para llegar a su destino, Kagome sonrió tristemente: un día nuevo, en el trabajo de siempre. Con el fantasma del amor infructuoso, con la escases de dinero, con la soledad y el vacío. Esa era finalmente su día a día, donde el silencio y la nada eran un perenne la sumían a un perenne estado indoloro.
Cuando había pasado ya el tiempo suficiente para bajar, ella arrastró los pies en el asfalto. No debía desanimarse, pensó, quizás algún día de estos la suerte cambie. Quizás algún día de estos consiga un trabajo digno, una linda relación de pareja, un hermoso lugar para estudiar. Una vida como había soñado hace diez, frente a su antiguo computador y sus arreboladas mejillas.
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Había ganado. La beca a España.
Respiró quedadamente, y bajó la vista. ¿Y ahora? ¿Su vida aquí, en su país? ¿Sus amigos, su familia, Sesshomaru?
No ver por cerca de un año a las pocas personas que conocía, le había traído un poco de estrés. Ya de por si vivía una vida solitaria, ¿Cómo sería en un país totalmente nuevo?
No debía ya meditar en ello, sólo sonreír: había pedido un cambio de suerte. Y estaba segura que este era.
Cuando le comentó a Sesshomaru las buenas nuevas, el sólo le felicitó escuetamente. Era así, un poco seco cuando quería. Ella sonrió: al menos, esta sería ya una de las pocas veces que lo vería. El viaje fue programado aún para dos semanas, y tenía que reunirse con todos los que conocía, incluyendo al mismo Sesshomaru otra vez, para despedirse como se debía.
Se despidió de sus amigas, Ayame y Eri del colegio, casi con lágrimas en los ojos. No fue distinto con Sango, Kouga, Ayame , Miroku y Kagura, sus compañeros de la universidad. Todos les deseaban infinita suerte y mucho éxito. Su mamá, su abuelo y Souta le hicieron una reunión a dos días de irse, y se vió con Sesshomaru un día antes.
Sesshomaru la esperaba sentado en el banco en la entrada del Centro Comercial donde siempre la esperaba. Su camiseta ploma y sus jeans holgados, la hicieron sonrojar. Verdaderamente que lo había amado demasiado por tanto tiempo, y ahora sólo verlo, se le escarapelaba la piel. Sus ojos fríos se posaron sobre ella mientras le veía caminar hacia él, y ella sintió una pena enorme en su corazón: era definitivamente la despedida de ella hacia España, y de él de su corazón.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, él se paró y la saludó, para luego dirigirse a la salida junto a ella. Hablaron de cosas triviales, como los gatos, la universidad, sus familias. Cuando llegaron al hostal, ella dejó que él hiciera los trámites mientras se veía la cara en el espejo viejo que se encontraba a la entrada. Estaba bonita, pero con una mirada triste. Era la misma mirada que usaba para las inútiles despedidas que habían tenido Sesshomaru y ella, cuando él le comunicaba que pensaba salir ya con alguien. Una mirada brillante de lágrimas que no salían, de sentimientos contenidos, de dolor. Cuando él ya hubo terminado, subieron juntos las escaleras. Nuevamente se dirigieron algunas palabras insulsas, hasta llegar al cuarto designado. Al abrirse la puerta, ella entró antes y dejó su bolso en un pequeño espacio. Sesshomaru revisó que había cerrado la puerta correctamente, y se dirigió a darse un baño previamente.
Ella se sentó en la cama y prendió la televisión. Su corazón galopaba en su pecho como si deseara salir. Sabía que lo extrañaría, a su corazón frío, a sus besos llenos de pasión, a sus miradas vacías. Cuando escuchó que el sonido de la ducha se silenciaba, se mordió el labio inferior. ¿Tanto le quería? Su corazón saltó, a modo de respuesta. Si, le quería, y deseaba con el corazón darle todo lo que se podía dar, pero sabía no era lo mejor. No con su partida, y menos aún con su frialdad.
Cuando él salió del baño, la encontró concentrada viendo la televisión. Se echó a su lado y miró al techo un segundo. Sus ojos vagaron desde allí, hasta la figura curvilínea acostada, y decidió tocar sus suaves piernas. Cuando Kagome sintió sus manos acariciarle, no pudo resistir el gemido que salió de sus labios. Su mano paseó de sus piernas a su trasero, y posteriormente a sus caderas, las cuales apretó amigablemente.
Kagome gemía a cada toque suyo, y sentía que él no podía ser más perfecto. Sabía exactamente qué hacer. Sesshomaru tocó sus sensibles pechos y arrastró sus manos bajo el sujetador. Sus dedos lograron aprisionar sus pezones y jalarlos un poco, para luego masajearlos completamente, mientras se acomodaba de forma tal que su trasero rozaba con su sexo duro. Cuando sentía que era ya estúpido tenerla así, logró sacarle el pantalón y subirla sobre él. Su sexo contra el suyo, duro contra mojado, era lo más dulce y sensual que había sentido Kagome desde que lo conoció. Él liberó sus pechos de la prisión que significaba su brassier, y decidió lamerlos con devoción.
Kagome amaba la atención que Sesshomaru les daba a sus pechos, a sus caderas, a su vagina. Sacó sus bragas en un momento, mientras que él hacía lo propio. Cuando se vieron liberados de sus ropas, ella alzó su cuerpo para ser penetrada. Sesshomaru sonrió, y pasó su miembro por su entrada, sin dejar que se sumergiera aún dentro de ella.
-Eres siempre tan puta, Kagome.
-¿No me la meterás aún?- habló ella, con un puchero pequeño, mientras escondía su mirada.
-Tienes que rogar antes, eso ya lo sabes.
Cuando le dijo eso, él jaló sus cabellos hacía su miembro, incitándola a que lo mamara. No tuvo que decírselo dos veces: Kagome se lo llevó a la boca casi automáticamente, mientras realizaba movimientos ascendentes y descedentes sobre él. Cogió el miembro con las manos, y repitió el movimiento con ellos. Sesshomaru gimió y dejó que lo hiciera hasta que sentía que ya iba a venirse. Luego, en un rápido accionar, la acostó con la cola suspendida mientras que sus extremidades superiores y su tórax se encontraban al ras de la cama. De sólo sopetón, entró en ella. Los músculos de ella aprisionaron al intruso mientras que Kagome no podía ya más con su placer. Él era intenso en la cama, un huracán que la dejaba siempre con ansias de más, que le quitaba las palabras de la boca y las convertía sólo en sonidos inexplicables e irrepetibles.
Las manos de él buscaron sus pechos, mientras la penetraba con salvajismo al mismo tiempo. El sentir los testículos de el chocando contra su trasero, la hizo gemir con locura. Ese hombre la tenía loca, la tenía en sus manos, como un maldito.
Y no estaba a veces segura de dejarlo ir, y menos aún en esos momentos, cuando sentía que sus almas estaban muy cerca y sus pensamientos, ya muy lejos.
