SUPERMAN: LA SEMILLA DEL MAL
(Parte Uno)
Reparto
Christopher Reeve...Clark Kent / Superman
Margot Kidder...Lois Lane
Tom Welling...Thomas Kent
Anthony Hopkins...Lionel Luthor
Michael Rosenbaum...Lex Luthor II
Uma Thurman...Elizabeth Kane / Black Cat
Estrellas invitadas
Pamela Anderson...Catherine "Cat" Grant
Denise Crosby...Gretchen Kelly
John Shea...Happersen
Gene Hackman...Collin Thorton
1
Mansión Luthor.
A pocos kilómetros de Metrópolis. Noche.
La tormenta de nieve arremetía con furia y violencia contra la gótica fachada de la vieja mansión. Un inmenso bosque la rodeaba; eran kilómetros y kilómetros de hectáreas antes de llegar a la carretera más próxima.
Nadie escuchó los gritos que surgieron de la principal habitación de la vivienda. Por mas que la garganta femenina clamó, pidiendo por auxilio, nadie, nunca jamás se hizo presente para ayudarla.
Ningún héroe vino volando del cielo a rescatarla.
Por más que aullara, nadie podía ya salvar a Cat Grant.
Hacía nueve meses que era prisionera en la mansión. Nueve meses, atada a aquella cama y conectada a aquellas maquinas que monitoreaban su cuerpo embarazado.
Nueve meses en los que suplicó, gritó, lloró, escupió, maldijo y demás. Hiciese lo que hiciese, el efecto en sus captores era siempre el mismo, siempre igual.
La ignoraban.
Por supuesto, cuidaban de ella. La alimentaban y se preocupaban mucho sobre el estado de su salud, pero eso era todo. Sus captores eran inmunes a sus suplicas y amenazas. Totalmente indiferentes.
No es que tampoco fueran muchas las personas que se ocupaban de ella… apenas eran dos médicos los que tenían trato directo con ella, los que cuidaban su salud y el transcurso de su embarazo.
Dos personas que, sabia, estaban bien pagadas por su principal secuestrador.
Cat los odiaba, como también odiaba al hijo de puta mayor que la había puesto allí. Si hubiera podido, los habría matado a todos.
Pero no podía hacerlo.
Era prisionera. Estaba atada. Aislada del resto del mundo.
Desde hacía nueve meses.
Hoy, sin que ella lo supiera con exactitud, ese cautiverio estaba a punto de terminarse.
Esa noche, en medio de la peor tormenta de nieve de la Historia, seria al fin liberada de todos sus suplicios.
El trabajo de parto había empezado hacía rato. Una contracción tras otra azotaba el cuerpo de Cat.
Ella gritó, como de costumbre… y como de costumbre, el doctor Happersen y la doctora Gretchen Kelly la ignoraron. Solo se concentraron en su abultado vientre, el cual se erguía en su abdomen como una montaña desafiante… una montaña sacudida por un terremoto interno.
-Es hora – Happersen consultó sus signos vitales. Se volvió hacia su compañera – Llama a los otros. Hay que trasladarla al quirófano.
-¿Llamo también al señor Luthor?
Happersen asintió. Se disponía a darle una inyección a Cat.
-¡Suéltenme! ¡Malditos! – dijo la periodista. Acto seguido, gritó de dolor.
-Quieta – ordenó el medico, mientras aplicaba la inyección.
Cat se mareó. Fue como si el mundo comenzara a girar a su alrededor. Cesó de gritar.
Muy borrosamente, observó la entrada en la habitación de unos fornidos enfermeros, que traían consigo una camilla. Happersen se dirigió a ellos…
-Llevenla al quirófano – dijo – Es la hora.
Los enfermeros la desataron y la subieron a la camilla. Cat intentó luchar, protestar, pero lo que Happersen le había dado embotó sus sentidos. Prácticamente, no pudo hacer nada.
Fue trasladada por los pasillos de la mansión hacia una amplia sala blanca, llena de instrumental quirúrgico de precisión y lámparas que lo iluminaban todo.
Volvió a ver a Happersen y a Kelly pasado un rato, mientras era fijada en la mesa de operaciones por correas. Vestían batas blancas, guantes de látex en sus manos, barbijos cubriendo sus rostros y cofias en sus cabezas.
Estaban preparados para asistir el parto.
Happersen se detuvo unos momentos sobre ella. La miró fríamente. Luego, se volvió hacia un inmenso ventanal de cristal, en donde un hombre de largos cabellos y barba esperaba pacientemente, observando el procedimiento medico listo a empezar…
-Adelante. Proceda, doctor – dijo Lionel Luthor, expectante.
Happersen asintió. Se acercó a la bandeja con el instrumental quirúrgico.
Cat se disponía a hacer acopio de fuerzas para gritar, pero entonces la doctora Kelly le aplicó una mascara de oxigeno en el rostro y el gas fluyó hacia ella desvaneciendo su conciencia en un negro abismo.
…Nunca más volvería a recuperarla…
Todo terminó cierto tiempo después.
El parto por cesárea fue un éxito. El bebé había nacido sano, robusto y fuerte. La doctora Kelly salió del quirófano y se lo entregó a Lionel envuelto en una manta.
El empresario lo observó con orgullo. Depositó un beso en su pequeña frente y lo meció con ternura.
-Eh… disculpe señor – lo interrumpió Kelly - ¿Disponemos del cuerpo de la madre como pidió?
-Por supuesto – le contestó Lionel, mirando con amor a su nieto – Dile a Happersen que se encargue de todo. Ahora, desearía estar a solas con mi nieto un buen rato, Gretchen.
-Si, claro… como usted diga.
Kelly se marchó. Lionel meció otra vez al niño en brazos con cariño. Le cantó una pequeña canción de cuna mientras se dirigió a su estudio, en donde se sentó en su sillón enfrente de un hogar encendido.
-Eres perfecto – le susurró al niño – Totalmente perfecto. Un digno miembro de la dinastía Luthor – el bebé gimió. Lionel lo acunó otro tanto – Shh. No… nada de llantos. Los Luthor nunca lloramos. Shh. Tranquilo…
El empresario quiso contener la emoción y hacer ciertas aquellas palabras, pero no pudo evitar que sus ojos se humedecieran un poco ante aquella dulce visión.
El bebé gimió otra vez. Echó a llorar pasado un rato…
Lionel lo depositó en una suntuosa cuna. Lo miró con una siniestra sonrisa de oreja a oreja.
-Ellos mataron a mi hijo, Lex – sentenció – pero el destino me lo ha traído devuelta. Tú… tú eres mi hijo ahora, el ultimo miembro de nuestra dinastía.
Cerró un puño, el rostro convertido en una mascara de odio.
-Tú serás el instrumento perfecto para vengar a nuestra estirpe. ¡Los Luthor volveremos a la cima de todo! Y tú – señaló al bebé – Tú, serás la clave… tú – hizo una pausa, orgulloso de lo que iba a decir – Tú… Lex Luthor II.
Lionel caminó hacia una ventana. La tormenta de nieve parecía haberse aplacado un poco.
Con una sonrisa cruel en los labios, el empresario imaginó el futuro glorioso que les esperaba…
-Destruiremos a ese maldito alienígena… aunque nos cueste la vida – declaró - ¡Vengaremos tu muerte, Lex! ¡Vengaremos el honor de la dinastía Luthor! ¡Con sangre y fuego!
Rió a carcajadas.
Eran risas dementes.
Mientras tanto, en su cuna, el pequeño bebé continúo llorando…
