Esta historia es enteramente mía, el personaje de Alabaster C. Torrington pertenece al mundo de Rick Riordan pero Charlus, su vida, obra y el concepto de las situaciones expuestas aquí son de mi autoría por tan controlador que se lea.

Miguel esto es para ti, eres uno de los mejores "hijos" que he tenido, mi lindo Hashirama.


Losing my religion

Deian

Estiraba cada uno de sus dedos, los sacudía y los frotaba tratando de relajarse, miraba hacia el techo y después fijaba su vista de nuevo hacia el espejo de cuerpo completo que tenía enfrente de él. Era su primer día como profesor de Historia en la Universidad de Cambridge y Charlus Deian Torrington estaba hecho un manojo de nervios.

Apenas había egresado de esa misma universidad un año antes y había conseguido la vacante para profesor, un hecho extraño pero lo consideraba un gran reconocimiento y los ingresos podrían ayudar a pagar su maestría, repaso mentalmente su presentación ante la clase, los tópicos de los que hablaría el día de hoy.

Salió de su habitación, pasó de largo por la sala y fue hasta su auto. Era demasiado precavido en cuanto a ser puntual por lo que salió de su casa con una hora y media de anticipación, siendo consciente del tráfico que podría hacerse en el camino, conducía un viejo camaro regalo de sus padres cuando fue admitido en la universidad, por alguna razón el tráfico no era tan malo como lo hubiera imaginado, condujo con tranquilidad, escuchando las canciones que salían de la radio, admiraba el paisaje aunque parte de ella fueran personas yendo y viniendo en un mar de gente, entonces divisó unos hombres bastante altos y se preocupó por no haber hecho otra taza de café al creer que los tres hombres sólo tenían un ojo su rostro.

Negó con la cabeza pero a su memoria acudió el recuerdo de cuando era niño y una vez durante unas vacaciones con su padre, perdido en el bosque de Rothiemurchus, estaba siendo perseguido por algo, había escuchado lo que parecían pasos, escuchaba los susurros en lo que ahora, después de estudios y estudios estaba seguro que era griego antiguo; recordó haber girado su cabeza para tratar de enfrentar a la persona o criatura que lo seguía pero la silueta lo hizo correr aún más deprisa al grado tal de tropezar con la raíz de un árbol, cerraba los ojos con fuerza pensando así que esa cosa con pierna de animal, con cola y cuerpo de mujer se alejara, fue entonces cuando escuchó los aullidos de Roger, el perro de caza de su padre cuando se dio el valor para volver a mirar y lo único que divisó fue a su padre caminando hasta él, jamás le contó nada a nadie, pues sentía que sólo había sido algo producto de su imaginación y si no lo era, nadie lo creería de todas formas. Hizo una mueca de disgusto al recordar lo sucedido pues verdaderamente era algo que siempre había tratado de reprimir, de todas las experiencias sobrenaturales que había creído vivir esa fue de las más negativas, por ser de las primeras y porque él pudo ser la víctima, escuchó el claxon de un auto cercano y supo que el semáforo ya estaba en verde, siguió el trayecto hasta llegar a la universidad.

Estacionó su auto y se encaminó a la sala de maestros, allí había muchos profesores, que incluso en sus años de estudio no llegó a conocer, entabló conversación con un profesor también de Historia que daba clases sobre la historia medieval y otro profesor el cual impartía la materia de historia contemporánea, estaba charlando con ellos cuando su mirada se detuvo en una profesora hablando con otro, estaban vestidos igual de formal que los demás pero había algo que los hacía diferente, tal vez su porte, sus gestos al hablar, la mirada tan seria en la que se miraban ,parecían charlar de algo tan banal pero Charlus sentía como si estuvieran discutiendo, eran algo distintos pero sentía que algo los unía.

—Profesor McCourt, quién es la señorita de cabello rojizo que habla con ese joven?

"Ese joven de mirada tan intimidante", quiso agregar pero tal vez sonaría como un chiquillo miedoso por lo que omitió ese comentario, la mirada de la mujer era severa pero con un destello de malicia que podía confundirse con amabilidad hasta cierto punto, el hombre volteó a verlos y la mujer les devolvió la mirada por lo que ellos dejaron de verlos.

—Oh ellos son unos profesores nuevos, tal vez sólo estén un año, son Helaine y ¿Rabastan? ¿Rainer? Durkheim, ella impartirá una materia acerca de las religiones y él imparte derecho penal, no en esta facultad claro está pero suelen estar siempre juntos.

— ¿Durkheim? Son marido y mujer

—No, no lo creo, al parecer son primos o hermanos, no lo sabemos, no suelen hablar de ello, incluso no hablan mucho, son muy sigilosos, ni siquiera había notado sus presencias.

Al voltear a verlos de nuevo, Torrington se dio cuenta que ya no estaban en la sala, miró el reloj que estaba en la pared de enfrente y se despidió del profesor. Dio un breve vistazo a su aula, no había ningún asiento vacío, asintió.

—Buenos días, soy el profesor Torrigton, estoy seguro que muchos pensarán que me veo joven, lo soy, hace apenas un año egresé de esta misma casa de estudios, les impartiré la clase de historia antigua, un título ambiguo en mi opinión personal…

La clase transcurrió en tan buena sintonía, hubo risas, preguntas y respuestas acertadas, hasta el final de la clase, Charlus se había sentido seguro y hasta orgulloso al ver el interés en todos sus alumnos, pero fue cuando vio con atención una cabellera pelirroja que estaba sentada en la fila de atrás, volvió a verla y no estaba allí, era una chica con el cabello negro y piel aceitunada.

Cuando la clase terminó el salió buscando un lugar dónde leer pues tenía unas horas libres antes de su próxima clase, pasó por un salón y por costumbre se asomó por la ventanilla para ver quien impartía la clase.

—La fe es algo central en el ser humano, muchos aquí tienen diferentes creencias, otros dicen no tenerlas pero creen en algo, y creer es tener fe, incluso si sólo creen en sí mismos, esto nos da a entender el concepto de una religión: la creencia a algo superior a nosotros, este ser superior puede tomar una forma o miles , pero siempre es lo mismo ¿Alguien puede decirme que es lo que jamás varía?.

Un chico levantó la mano inseguro mirando a la profesora que se movía de un punto a otro con una elegancia tan natural, un andar suave que parecía flotar.

—Si?

—Que nunca podremos con ellos o él, que sus decisiones son… bueno, sus decisiones jamás cambian, eso los hace ¿Dioses?

—Ellos hablan y el destino queda sellado, sí, eso es una gran verdad así como el que no pueden contra ellos, ningún mortal puede, no importa su fuerza, su inteligencia incluso su belleza, pues un Dios podrá sentirse atraído por una o todas estas cosas pero nunca será doblegado y vencido por ellas— la profesora Helaine volteó hacia la puerta y sus ojos verdes estaban fijos en los ojos azules de Charlus quien dio un paso atrás pero no pudo hacer nada más, la profesora abrió la puerta.

—Debe ser incómodo estar allí y no escuchar bien todo, Profesor Torrington, háganos el honor de sentarse con nosotros y escuchar la clase.

Charlus negó con la cabeza, tratando de buscar una excusa pero se sentía lleno de curiosidad por escuchar la clase entera

—Espero no interferir, no quiero…

—Nunca se termina de aprender, profesor, será agradable que esté aquí, adelante, hay un lugar vacío en la penúltima fila.

Pronto tomó asiento y la clase continuó, sentía el exagerado impulso de tomar notas, pues la profesora decía con tanta seguridad, lo hechos, las frases, había tanta razón en sus comentarios.

—Con esto llegamos hasta los Dioses Griegos, eran diferentes a los antes mencionados pues podía notarse algo más humano en ellos, parecían sentir, hacían rabietas, el orgullo dominaba a muchos de ellos, ¿por qué en el principio de nuestros tiempos había una deidad para cada aspecto de nuestro entorno e inclusive para nuestros sentimientos?

Se paseó hacia otro extremo del salón y una chica levantó la mano

—Tal vez porque no podía explicar cómo es que un simple sentimiento los dominara y fueran capaces de hacerlos hacer…

—Idioteces? Si, podemos llamarlo así, existieron religiones politeístas antes de alabar a un solo Dios, y después se fomentó el alabar a un solo Dios, dicen que era una religión verdadera, que es ¿Por qué las otras han sido relegadas a simples historias? Ambas tienen fantasía—hizo un ademán con sus manos como si agregara comillas.

Ambas cuentan con historias descabelladas, una mujer que parió sin ayuda de un hombre y otra mujer que dio a luz a un ser mitad toro y mitad, en una un hombre multiplicó peces y panes, en otra una mujer tiró a su recién nacido del monte Olimpo por parecerle nada agraciado a su vista.

Algunos alumnos rieron y otros parecían pensativos hasta que Charlus por alguna razón levantó la mano.

—Ambas suenan descabelladas pero tal vez una suena más amable que la otra, o tal vez tuvo más locos detrás de ella.

La mujer sonrió y asintió.

—Estamos locos si creemos según lo dice el profesor Torrington… quiso agregar algo más pero en un instante comenzó el debate.

—Todos lo estamos, pero en diferentes maneras, creo que no nos hace más locos el creer o no -Pero por qué creer en algo que nos dicen y no hemos visto.

—Esas cosas pueden sentirse.

—Las cosas que no podemos explicar siempre le damos una explicación bastante fantástica allí radica el problema de la fe, la ignorancia.

—La ignorancia no es sinónimo de fe, un hombre creyente de la ciencia es un hombre ignorante ¿entonces? Existen cosas que no podemos explicar, no en ciertos momentos, pero más de uno en esta habitación ha sufrido, ha visto o ha sentido algo indescriptible cuando muchos podrían darles una explicación, muchos de ustedes podrán hacer cosas que otros no o viceversa, la fe es individual pero hay momentos y sentimientos como el temor, la felicidad que hace que éstos hombres con dicho don, se unan, seguiremos con el debate la próxima clase en miércoles, para eso quiero que lean el libro y el apartado que está en el pizarrón, gracias Profesor por dar pie al momento que quería.

—Los alumnos salieron, muchos de ellos desconcertados, otros murmurando y otros simplemente salieron corriendo del aula, Deian se quedó un momento observando a la profesora quien tomó un simple bolso negro.

—No sé si tenga más tiempo libre profesor pero me sería agradable volver a charlar con usted, es interesante su definición de locura.

El profesor se acercó hasta ella y abrió la puerta para que ella pasara.

—Es desde un punto de vista subjetivo puesto que creo, en muchas cosas, sociedades secretas, seres más allá de nuestro pensamiento, suena algo extraño pero creo, más no que ellos sean quienes han causado tantas cosas en la historia, tal vez ellos estuvieron allí pero se han mantenido neutrales o no tan en la mira como en tiempos pasados.

—Entonces es creyente ¿Es en alguna cultura en específico, profesor?

—Charlus o Deian si lo prefiere— el joven titubeó un poco pero negó con la cabeza. —Creo que los Dioses tienen muchas caras en muchas culturas o hay unos que sólo existen en una y deben ser los únicos encargados de una labor, creo que hay Dioses, nunca los he visto pero creo.

Esa frase pareció satisfacer a Helaine pues salió y espero por él

—Puedes llamarme Helaine— caminaron un pequeño trayecto, antes de que Charlus se diera cuenta que tenía una clase en unos minutos, ella dijo que podrían verse después de esa clase o hasta que terminara sus horas, él aceptó, su clase fue un poco más animada que la anterior, le gustaba trabajar con alumnos de semestres avanzados pues no temían a participar aun su punto estuviera bien o mal.

Al terminar sus horas encontró en unas bancas a Helaine hablando con el chico que habían dicho que era su hermano o tal vez su primo, tenían facciones parecidas y la misma mirada pero había algo más, algo que hacía que el chico fuera un poco más temible, Helaine reía y el chico sólo tenía una expresión llena de sarcasmo, ella volteó a verlo y le hizo un ademán para que se acercara.

—Charlus, él es Rabastan, mi primo

El muchacho cambió el semblante y con rostro serio le tendió una mano a Charlus, él le devolvió el saludo.

—Un gusto eh… supe que da derecho penal en otra universidad.

—Sí, se bien del martillo de la justicia.

—No me gustaría entrar en un juicio contigo

Los Durkheim lo miraron incómodos y segundos después rieron, retomaron la plática acerca de los Dioses aunque de una forma más general, hablando de mitos, de Dioses menores y más

—Hay mucho que no se escribió pero siento que debe haber más, es decir, pudieron haber más Dioses, Dioses poderosos que nadie conoció pero no por ello no existieron, tal vez Dioses sigilosos, pero siempre tendré mis dudas acerca de los semidioses.

Los primos alzaron ambas cejas y se miraron entre ellos un segundo, Rabastan encendió su segundo cigarrillo y señaló con éste a Deian.

—Explica eso.

—Cómo seres tan poderosos pudieron estar con simples mortales, tener semidioses, no me imagino si un Dios como Hefesto o bien Hades hubieran tenido un hijo con una mortal o con alguna Diosa, creo que significaría más peligro, más que temer o algo por el estilo.

—Hefesto, ese Dios es…—Helaine puso una mano en el hombro de su primo y éste se limitó a seguir con el ceño fruncido.

—Creo que un Dios no se fijaría en un simple mortal, pero si en un mortal peculiar, o tal vez es el destino, ni siquiera los Dioses pueden contradecir todo el tiempo a las Moiras.

—Temo del día en el que los Dioses se muestren.

Rabastan rió con sorna, dándole otra calada a su cigarro

—Puede que los Dioses ya la hagan, nunca se sabe, pero hay que creer, Torrington.

—Y temer — susurró Charlus.

El semestre transcurrió con la sorpresa que a mitad de año, Rabastan se fue a su ciudad natal por "cuestiones de fuerza mayor" Charlus creyó que Helaine lo echaría de menos pero no fue así, sonreía más, sus clases eran igual de interesantes y podían salir, salían a verse después de clases o en fines de semana, Salían a dar paseos por algunos parques, visitaban museos, muchos en la universidad daban por hecho que ya eran pareja.

—Fue entonces cuando llegamos a lo que es el capitalismo en nuestra era moderna, bueno, no comprendo cómo avanzamos tan rápido muchachos, tal vez sea nuestra última clase, así que démonos un tiempo de retroalimentación, ¿alguno tiene una duda o un comentario que hacer? Si ¿Janis?

—Usted y la profesora Helaine viven juntos? Digo, la clase pasada dijo que iba a omitir el examen final y el último que tuvimos equivalía más del 60% de la calificación.

Todos hicieron un sonido molesto y Charlus negó con la cabeza y no pudiendo evitar reír.

—No, no yo… bueno ¿Alguien quiere comentar algo que no sea sobre la profesora Durkheim y yo? —notó que todos negaban con la cabeza por lo que tomó su maletín —Bueno, nos vemos en tres semanas para darles la calificación final.

No estaba para nada molesto, puesto que era cierto, no le molestaba pues un día al hablarlo con Helaine ella simplemente se encogió de hombros y dijo "Una acción vale más que mil palabras".

Caminó por los pasillos hasta que escuchó unas voces era Helaine pero parecía bastante molesta y discutía en… griego, griego antiguo, se detuvo en seco, escondido entre dos pilares, pero no entendía nada de la discusión, sólo deducía, por el tono, que algo estaba mal y alguien más la interrumpía en todo momento, se asomó sólo un poco y vio tres jóvenes además de ella, uno era Rabastan lo cual le parecía increíble pues Helaine aseguraba que se quedaría en Rusia un buen tiempo, era él pero había algo que lo hacía ver más intimidante, había otro chico, aparentemente más joven, con una tez exageradamente pálida, el cabello negro como el carbón y los ojos de un azul intenso, Charlus volvió a esconderse en el pilar y esperó un minuto y volvió a fijarse en el último joven que estaba allí, era el que se veía mayor que Rabastan y el otro muchacho, los tres tenían cierto parecido, aunque había algo que los hacía distintos.

Era el que permanecía más tiempo callado, incluso tomando del hombro al muchacho pálido que discutía con Rabastan, el muchacho dijo algo y comenzó a discutir con él que lo había estado conteniendo, Helaine les dijo algo y ambos comenzaron a protestar pero Rabastan murmuró algo y todos guardaron silencio, Helaine les dijo algo que pareció hacerlos cambiar de semblante, el primero en irse fue el pálido, simplemente se desvaneció, Rabastan dijo algo y desapareció en una extraña humareda, estuvo por gritar del miedo pero quería ver que hacía el último sujeto

"Regulus, cuida de tus hermanos, hijo, ninguno ni siquiera yo podemos adelantar a los sucesos"

Regulus, era el nombre de ese chico y Helaine le había dicho hijo, pero ambos tenían la misma edad, incluso él se veía un poco más grande que ella.

"Lo se mamá, pero nos preocupa este mortal y de lo que sea capaz este nuevo hermano que venga en camino"

Dijo sin más y besó la frente de Helaine y se fue, se fue sin más, Charlus retrocedió , dio media vuelta y comenzó a correr hasta llegar a su auto dónde se encerró y se talló los ojos con sus nudillos totalmente frenético, se habían desvanecido, Rabastan estaba en Rusia, y hablaron en griego, griego antiguo, fue cuando recordó todas sus charlas, todas sus salidas, siempre terminaban hablando de situaciones, de hechos sobrenaturales, ella nunca hablaba de su paradero, de su familia, simplemente decía que estaba distanciados, la forma en la que hablaba de la fe, cómo tenía datos precisos, cómo hablaba de acontecimientos como si hubiera presenciado todos y cada uno de ellos.

Recordó entonces a Rabastan, recordó la charla sobre los juramentos, recordó que él le había dicho "Aun tienes mucho que hacer, le prometiste a tu padre que lo visitarías" ¿Cómo había podido olvidar eso? ¿Cómo es que él pudo saberlo? Helaine siempre tenía las palabras correctas, siempre tan cautelosa, pocos profesores los notaban a menos de ser necesario y no presentaban querer tratar con ellos.

—Dioses, son dioses y yo…

Fue entonces cuando recordó lo que ese tal Regulus había dicho, del hermano que venía en camino, había quedado con Helaine de ir a cenar pues ella tenía noticias, él pensaba que era que se iría pues el profesor McCourt dijo que ella estaría un solo semestre, no era otra, él… Él sería.

Sus pensamientos se esfumaron al escuchar que alguien tocaba el vidrio de su auto, era Helaine, Charlus la miró tan pálido como la cera, abrió la puerta del auto, ella lo descubrió en medio segundo.

—Deian, ¿Estás bien?

Se quedó callado un momento, era griega de eso no había duda, no era Afrodita, no era Demeter, religión, fe, sombras, fuego, su cabello, no, los Dioses podían tomar la forma que les plazca, Helaine, era pacífica, dura, cariñosa, tenía una mirada fiera, siempre te mostraba que las cosas no podían ser de una sola manera.

—Deian, te hice una pregunta, mírate, estás tan pálido.

—Hécate

Ambos se quedaron callados, Helaine lo miró detenidamente sus ojos verdes se encontraron con los de él, por un instante, Charlus sintió miedo, tanto miedo como el que había sentido aquella vez, esa criatura…

—Eras tú quien me perseguía.

—Yo no, era una empusa, pero no fue mandada por mí, muchas de las empusas han comenzado por obrar por su propia cuenta.

—Ni siquiera lo niegas.

—¿Por qué habría de hacerlo? Tarde o temprano habría que decírtelo, yo no oculto nada, muchos Dioses prefieren que los mortales nunca sepan que estuvieron con una deidad pero eso acarrea más problemas.

—Tendré un hijo ¿Hay más? ¿Tendrá hermanos? ¿Hay más semidioses? ¿Tu…Esos con los que te vi, Rabastan es?

—Si no puedes conducir yo lo haré, creo que necesitas calmarte, Charlie.

Él condujo hasta su casa, en el camino no dijeron ninguna palabra, entraron a la casa, Hécate le preparo un té, él que más le gustaba y se lo ofreció, se sentó enfrente de él.

—Tendrás un hijo, será varón, él único varón semidiós que he tenido en mucho tiempo, tengo y he tenido siempre muchas hijas sin mencionar a mis hijos Dioses, los tengo aunque nunca se han escrito de ellos, Rabastan es uno de ellos, pero su nombre es Dareios, supongo que viste también a mis otros hijos, Regulus, Eustaccios, tengo también a Arsen, Crisogono, y tres hijas, Criseida y Eustaccios son mellizos, al igual que Dareios, Rabastan si quieres llamarlo así, y mi hija Ophilia, es la menor, aunque de eso hace eones.

-Rabas… Dareios, cuando lo conocí, quiso decir algo.

-De Hefesto, él es el padre de Dareios y mi hija, Arsen, Regulus y Ophilia son hijos de Hipnos, Eustaccios y Criseida son hijos de Thanatos y Crisogono es hijo de Hades.

—El fuego, el sueño, la muerte y el Inframundo— Charlus se quedó pensando un poco, temía, sabía que debía temer puesto que había leído un sinfín de mitos acerca de los celos de Diosas, de Dioses pero algo le había picado la curiosidad.

—Por qué no has tenido un hijo semidiós.

—La magia es temperamental, es intuición, pero al mismo tiempo es un mapa que lleva a muchas partes y las brujas escogen cualquiera de todos esos caminos, la venganza, la clarividencia, el amor, la violencia, el control, pero incluso siendo caminos negativos los aprenden para que alguien más los use con su ayuda, mis hijos siempre han ido por un camino, la ambición y éste llega al poder y después a la destrucción, sucedió una vez, Rusia, mi hijo fue Rasputín, Merlín lo fue, no digo que todos mis hijos hayan sido malos pero muchos de ellos lo fueron, mis hijas igual pero corrompidas por sus medios hermanos, y un tirano es mil veces más recordado que un pacificador.

—Tus hijos creen que, el niño sea malo

—Lo creen, uno de mis hijos puede ver cosas al igual que yo, pero yo veo tres posibilidades, no puedo decirte más.

Todo había sido tan repentino que lo único que hizo Charlus fue escribir, escribir recomendaciones, no sabía porque lo hacía pero algo dentro de él lo obligaba a hacerlo, anotaba hechizos, símbolos, cosas que Hécate decía y el memorizaba para escribirlas después, ella había dicho que se iría, no era algo común en los Dioses estar tanto tiempo entre mortales y en un mismo lugar concentrar gran parte de ellos, la veía aun, cada vez más grande, más hermosa, hasta que nació Alabaster Charlus Torrigton; el día que Hécate los dejó le dio a Charlus un collar, con el dije de unas garras de un dragón sosteniendo un granate.

—Jamás deje que se lo quite, le servirá en el futuro.

Los primeros meses, Charlus se sentía orgulloso, su hijo era tranquilo, un pequeño bastante precioso y encantador, pero fue entonces cuando los recuerdos, el insomnio y las pesadillas parecían atormentarlo, no quería que Alabaster fue un ser ambicioso con deseos de destruir, no quería que ningún monstruo mitológico lo persiguiera, no quería mandarlo a ningún campamento, como se lo había recomendado Hécate, los hijos de la magia eran fáciles de detectar incluso para los mortales, siempre temerosos de lo desconocido, si su hijo mostraba señales de magia, lo perseguirían, incluso lo matarían, las semanas fueron pasando, tres años habían pasado y Charlus temía, temía por su hijo, hacía levitar cosas, incluso leía un poco en griego antiguo, sólo él lo notaba, él, el abuelo de Alabaster y temía que su vecino, un joven llamado Aaron, comenzara a sospechar pues él joven había demostrado afinidad con Alabaster y lo cuidaba cuando Charlus estaba ocupado.

Fue una noche en la que lo decidió, se levantó de su cama, y sacó una pequeña maleta un arma, la cargó y caminó hasta el cuarto de Alabaster, la puerta estaba entre abierta por lo que sólo la empujó un poco, no se molestó en encender ninguna luz, todo era por su bien, así nadie lo lastimaría, no sufriría, un solo tiro y después él, todo habría terminado, cuando se acercó escuchó una voz a su espalda y la luz se encendió.

—Papi— un escalofrío lo recorrió, podía ver la sombra de Alabaster, debía actuar rápido, se giró, un solo tiro y todo terminaría.

—Sabíamos que ibas a elegir este camino.

Atrás de Alabaster estaba Aaron, pero su rostro, su apariencia cambió al instante, su tez blanca era ahora más pálida y sus ojos castaño ahora eran de un azul eléctrico, su cabello castaño era tan negro como el carbón, era Eustaccios, el hijo de Hécate.

—No debiste, pero no te preocupes, éste camino era el correcto—hizo una seña con sus manos, una pistola con sus dedos y se apuntó a la boca, Charlus totalmente aterrorizado se descubrió haciendo lo mismo pero con un arma real, quiso gritar cuando fue demasiado tarde, él había tirado del gatillo.

Eustaccios tomó en brazos a Alabaster quien lloraba más por el ruido que había hecho el arma y con sólo un chasquido un joven de no más de 20 años se acercó.

—No recordará lo que vio, y sus recuerdos hasta hoy serán bastante confusos, me encargaré de eso y de llamar a su abuelo, que no recuerde lo que intentaba su padre, Regulus.

Alabaster creció con su abuelo hasta que cumplió 10 años, su abuelo le contó sobre su madre cuando tenía 7 pero nunca le reveló la causa de muerte su padre , y siempre guiado por su madre y otras hermanas que fue encontrando a su camino, el collar del que nunca se separó fue siempre una gran fuente de protección y energía, así como una arma que lo ayudaría en el futuro.


—Alabaster, ven aquí muchacho

El chico se acercó a su abuelo y éste le dio un abrazo, apenas un año antes le había contado sobre su madre y él parecía estar bastante tranquilo con eso.

—Sabes que no soy eterno, muchacho, sabes que todo está a tu nombre, no deserdicies el dinero, cuidado con las chicas, si tienes deudas, paga el auto y deja la casa, en el auto puedes dormir y transportarte, la casa sólo estará allí

Alabaster enarcó una ceja pero siguió asintiendo a los "consejos" de su abuelo.

—Esos días de excursión era por algo, no alardees demasiado, si hay un cuervo se amable, si ves perros, se amable con esos animales, son de tu madre, ten cuidado con los buitres y los osos.

—Abuelo…

—Todos mueren Alabaster, tu padre parecía sano pero enfermó, eras muy pequeño.

Después de eso salieron a cenar y cuando volvieron Alabaster estaba en su habitación, su abuelo tenía razón se imaginaba solo, tal vez huyendo, su abuelo tenía varias casas, eso podría despistar a algunos monstruos, quiso llorar, no recordaba a su padre y mucho menos a su madre.

Escuchó cómo tocaban la puerta y al voltear miró a sus vecinos, Aaron y su hermano Derek, Aaron manejaba una tienda de antigüedades y Derek era abogado.

—Mejor me voy—dijo Derek pero Aaron lo detuvo.

—Hey Al, compré un nuevo videojuego ¿Quieres probarlo? Derek podrá comprarnos algo que comer, él paga, al parecer le ganó una partida de naipes a Christopher.

Alabaster enarcó una ceja.

—Su hermano, el que hace trampa cuando juegan cartas.

Derek bufó y asintió —Digamos que esta vez estaba de manos atadas.

Alabaster asintió —Iré, sólo le diré al abuelo aunque para que ustedes entraran me suena a un si, llevaré de esas latas de refresco que te gustan.

—Gracias amigo— Ellos eran mayores que Alabaster pero Aaron y Derek solían cuidarlo cuando su abuelo salía de viaje, así como se llevaban bien, Alabaster los veía como hermanos mayores e incluso cuando Aaron lo acompañaba al cine las personas creían que era su hermano.

—El viejo ya le dejó las instrucciones ¿Cuándo dijo tu padre que moriría, Eustaccios? —Derek miró a su hermano y éste se limitó a suspirar.

—Ocho meses, morirá mientras duerme, incluso siento pena por Alabaster, Dareios, será esto, la bitácora, incluso veo en él algo de persecución.

Dareios rodó los ojos.

—Eso se lo buscará él, pero estará bien, el acero debe ser templado con fuego, a fin de cuentas me convertiré en su mentor.