Aclaración:
Hiromu Arakawa es dueña de todos los personajes de FMA. Cualquier personaje inventado fuera de los personajes originales de FMA es propiedad de quien lo crea y lo caracteriza.
Este fanfic no es copiado ni ha sido copiado (según plagio obvio). Las ideas principales presentadas en el fic pueden ser coincidencia, más no el ambiente y desarrollo según el fin con el que son escritos por el autor, de ser copiados estos últimos, se le consideraría plagio.
Importante: Sé que resulta un poco confusa la trama, pero quise crear un efecto parecido al del anime, donde conforme se desarrolla la historia las dudas se van aclarando y algunas escenas empiezan a tener sentido. Espero que les guste. Haré más capítulos, me encuentro en proceso de ello. (Por favor, dejen su comentario)
Atención lector: el fanfic se sitúa después de la película "FMA: Conqueror of Shambala", además, contiene spoilers de la serie.
Destino (capt 1. Parte 1)
El sol ardía aquel atardecer, los árboles se mecían ante el ligero roce del viento y la colina se vestía de vigorosos colores anaranjados. En ella, tres niños de escasos años observaban el espectáculo...
Ed, Al y Winry aún conservaban esa mirada tierna e inocente; no tardó mucho y Ed, con ese aire de poca importancia, se recostó en el prado a espaldas suyas, dejándose caer de golpe.
Cerró los ojos y suspiró.
- Estoy aburrido.
Alphonse en seguida bajó la mirada y cambió su sonrisa.
- Mamá dijo que regresáramos antes de oscurecer.
Winry los observó al igual con tristeza, dirigió su mirada al horizonte y se dio cuenta de que faltaba poco para que el sol llegara al ocaso.
- ¡Ya sé, juguemos a las escondidillas!- gritó mientras Ed sólo la miró indiferente y de reojo.- Vamos, Ed, es sólo por un rato.- dijo entusiasmada tirando del brazo a su amigo, quien sólo observaba a la niña que de golpe se había puesto de pie lista para invitarlo a jugar.- ¿Verdad que sí, Al?- preguntó Winry esta vez dirigiéndose a Alphonse, ya que sabía que si Al aceptaba, Ed también lo haría.
Éste, aún recostado, viró a ver a Alphonse esperando su respuesta.
- Yo sí quiero, hermano.- contestó Al en voz baja y un poco apenado.
Ed sonrió.
- ¡Pues qué esperamos!- gritó al ponerse de pie en un abrir y cerrar de ojos.
El niño salió corriendo burlonamente a toda prisa; Al no se quedó atrás y siguió a su hermano. Winry, atónita, reaccionó cerrando los puños y maldiciendo a los dos niños por dejarla atrás y aún más cuando viéndolos alejarse escuchó a Ed gritar:
- ¡Tendrás que encontrarnos, Winry!
- ¡Ya verán cuando los encuentre!- aunque Winry maldecía, no podía evitar verse inocente tras la jugarreta de Ed.
Alphonse logró alcanzar a su hermano; jadeaba de cansancio, siendo el más pequeño no contaba con la misma vitalidad que Ed tenía, de hecho, en el trayecto por alcanzarlo, varias veces pasó a enredarse con los pies. Recargado en su rodillas y recuperando aire, miró a su alrededor percatándose de que se habían adentrado entre los árboles, alzó la vista y observó que Ed, gustoso con una risa de oreja a oreja, buscaba el sitio ideal para esconderse de Winry.
- ¡Vamos, Al, rápido!- le escuchó decir a su hermano, de nuevo éste salió corriendo deprisa apartándose de su lado.
A Al no le importó lo agotado que se encontraba. Estaba dispuesto a seguir a Ed aparentemente adonde él fuera, sin siquiera mirar atrás…
Por otro lado, el ambarino observaba los árboles, buscando por supuesto el más alto, ya que como se sabe, a Edward siempre se le ha dado eso de marcarse nuevos retos para demostrar, ante la sobrestimación de los demás, su capacidad de lograrlos muy a pesar de su baja estatura, especialmente si se trataba en presencia de su hermano menor.
No tardó y pronto encontró lo que buscaba, por lo que empezó a subir sin dificultad.
Alphonse, al estar frente al árbol lo miró de la raíz hasta la copa, ligeras sombras se hacían en el prado. Por un momento dudó en trepar, pero al ver a su hermano subir hasta lo alto no desconfió ni un instante más.
Ed se sentó en una rama y miró hacia el suelo; ni siquiera se fijó en Al que a duras penas había logrado sentarse a su lado.
- Jeje sólo espera a ver la cara de ilusa de Winry. Lo mejor de todo es que ella jamás sospecharía que estamos en lo alto de un ár…- Ed cortó sus palabras al ver que Alphonse estaba aferrado al tronco del árbol cerrando los ojos y temblando de miedo. -¿Al…ejem, estás bien?- preguntó apenado por haberse olvidado de él.
Al entreabrió los ojos y luego los abrió completamente de golpe, Ed se dio media vuelta y notó que Alphonse miraba a Winry. La niña paseaba por los alrededores. Desde lo alto del árbol, con dificultad se podía apreciar su rostro, pero era obvio su gesto inocente e iluso, tal y como Ed lo había previsto.
Los hermanos Elric se reían de Winry, la cual aún perseverante buscaba a sus compañeros. Por supuesto que Al era incitado por su hermano, sin embargo, varias veces dio indicios de querer rendirse para que Winry diera con ellos.
La vieron pasar una y otra vez, y Al se volvió cada vez más insistente.
- Hermano, ya pasó muchas veces Winry por aquí… se hace tarde, lo mejor será irnos.
- Espera un momento más, sólo un poco más…- las palabras de Edward se vieron opacadas por gritos de desesperación.
- ¡Ed…Al!... ¿Dónde están?...- Winry miraba de un lado a otro y las lágrimas le empezaron a brotar. Ed y Al observaron la escena e inmediatamente bajaron del árbol.
Winry se había tapado el rostro con ambas manos y sus sollozos llenaron de preocupación al par de hermanos.
- Winry… aquí estamos.- intentó Ed tocar su hombro.
- No llores, no nos hemos ido.- dijo también Al.
- No me dejen sola, nunca… por favor.- pidió Winry con la voz entrecortada.
Ed miró a Al pues para ese entonces los padres de Winry ya habían fallecido.
- Siempre estaremos contigo, Winry…
xXx
- ¡Hermano ya casi llegamos!- Ed abrió los ojos y se percató de que todo había sido un sueño, un recuerdo.
Se incorporó y apreció que se hallaba en una carreta. Miró a su alrededor; la mañana era fresca y el paisaje rural.
- ¿Sucede algo?- preguntó Alphonse.
Ed lo miró y bajó la vista tras darse cuenta de que aún permanecía en nuestro mundo. Al era prueba de ello.
- No… no es nada.- dijo seguido de una risa fingida.- ¿Cuánto tiempo he estado dormido?- preguntó.
- No mucho… ¿Qué soñabas?- le contestó al tiempo que preguntaba.
Ed se sorprendió pero no pensaba ocultarle nada a su acompañante.
- Sólo recordaba cuando éramos niños…
- Yo también extraño Rizenbull.- afirmó Alphonse, mirando al horizonte y sin dejar que su hermano terminara.
Edward miró a Al de una forma cálida, al parecer, su hermano menor lo comprendía.
xXx
El tiempo había pasado, pero los recuerdos aún permanecían. Aunque Ed pudo ver una vez más a sus amigos, a su familia, poniéndolos a ellos mismos en riesgo tras un intento por regresar a su hogar, no podía apartarse de la cabeza el hecho de que únicamente los había visto por última vez para despedirse de ellos.
Apreciaba a su hermano Alphonse por tampoco perder las esperanzas de volverse a ver, y por hacer todo lo posible sin importar los medios que utilizara para ello, pero parecía que el destino seguía firme ante todo; deseaba que Edward no regresara a su mundo. Ed no había tomado la decisión de quedarse en el nuestro, no tenía opción. Anhelaba regresar al suyo pero prefería aún más que, a pesar de su ausencia, sus seres queridos estuviesen libres de cualquier peligro. Quien realmente había tomado una decisión era Alphonse, pero también era el destino que ambos permanecieran juntos a pesar de todo.
Todo era el destino, el maldito destino…sólo se preguntaba Edward qué le depararía éste, si acaso tenía preparado un futuro para él y su hermano…
xXx
Pronto los prados se convirtieron en una gran ciudad.
- ¡Llegamos!- gritó el cochero.
Los hermanos bajaron de la carreta y le agradecieron al cochero que raudo se retiró.
Ambos Elric se encontraban en las calles de Munich, Alemania, una gran ciudad llena de comercios, niños jugando por las aceras, automóviles paseando por las estrechas calles, mujeres elegantes deambulando de aquí allá y hombres aristócratas merodeando en cualquier lugar.
Ahí estaban Edward y Alphonse, dos chicos que aparentemente regresaban de un viaje.
Después de caminar un rato las calles empezaron a hacerse cada vez más familiares.
De camino pasaron por una florería y una mujer que reconoció sus siluetas corrió a saludarlos.
- ¡Ed, Al, no creí que volverían tan pronto!- era Gracia, la florista. -¿Encontraron lo que buscaban?
- Aún no.- dijo Ed.
Gracia los miró con una sonrisa.
- Las llaves del cuarto están donde las dejaron.- les dijo amable.
Se detuvieron frente a una puerta. Ed se agachó y alzó el tapete de la entrada, cogió una llave y después junto con Al entró al antiguo hogar que por dos años había compartido con el fallecido Alphonse Heiderich.
Agotado, Edward se dirigió a un sillón y se desplomó en él, cerró los ojos y se los cubrió ligeramente con la mano. Al notó que simulaba dormitar.
- Hermano, ¿En verdad crees que lo logremos?- preguntó con la mirada baja.
Ed primero abrió un ojo y tras ver la cara de su hermano despertó por completo, aunque seguía recostado.
- Tenemos qué…- dijo algo serio.
- ¡Pero hemos buscado por mucho tiempo y aún no sabemos nada de él!- gritó Al exasperado.
Ed no respondió, tenía intensiones de no hacerle perder las esperanzas a su hermano.
- Seguramente el gobierno lo está encubriendo.- le dijo finalmente.
- ¿El gobierno?- preguntó Alphonse un poco confundido.
Su hermano entrecerró los ojos sin mirarlo.
- ¿Recuerdas que dijo que con el Uranio desarrollaría una poderosa bomba?
- Si….- respondió todavía sin entender.
- No le conviene que el enemigo sepa de él.- mencionó Ed al incorporarse y quedar sentado en el sillón.
- ¿A qué te refieres con enemigo?- preguntó Al frunciendo el ceño.
- En esta época, cualquiera es tu enemigo.- contestó cerrando los amielados ojos y haciendo una mueca de obviedad.
- Entonces, no solamente el gobierno lo está encubriendo.- dijo después un poco sorprendido.
- Así es...puede que alguien cercano o conocido sepa de él, mientras tanto tendremos que seguir buscando.- lo miró con firmeza.
Los dos se quedaron pensativos.
- ¡Ya sé, podemos buscar en la biblioteca!, Alphonse se la pasaba todo el día ahí, seguramente saben algo, además ahí han de tener todo registro de documentos.-gritó extrañamente emocionado Edward y poniéndose de pie.
- Cómo no se nos ocurrió antes…- lo miró Al con sarcasmo.
- Ejem…
Los dos fueron a una vieja biblioteca, un lugar antiguo repleto de toda clase de libros. Había estantes y más estantes por doquier al igual que pequeños pasillos. El encargado se encontraba en la parte delantera. Ed le preguntó a éste dónde se encontraban los documentos y archivos registrados antigua y recientemente, el hombre simplemente hizo un gesto señalando la parte trasera.
- Vamos, Al, están por…- cuando Ed se dio la vuelta, vio a su hermano entretenido con un libro de historia universal, lo que no le sorprendió, ya que Alphonse siempre había sido muy curioso. Decidió ir solo a buscar información.
No había nadie en la parte trasera de la biblioteca, ni siquiera en ella misma, la gente no solía asistir a lugares tan antiguos a menos de que fuera realmente necesario, como en este caso. Su objetivo era encontrar algo sobre aquel misterioso hombre o alguna relación con alquimia que pudiera dar con él.
Ed empezó a buscar en los estantes libros de datos y documentos por años y fechas, lo que le traía vagos recuerdos de cuando era alquimista nacional y trabajaba para los militares, lo cual, no le producía ni una gracia estar bajo sus órdenes. Ojeó libro tras otro, pero no decían nada más que datos históricos y uno que otro reporte político. Había archivos respecto al gobierno, sus dirigentes y participantes, pero pronto se dio cuenta de que todos eran inútiles, sea lo que sea que estaban ocultando, no dejaban ni una pista al público.
Rendido con un suspiro, dejó el último libro en su respectivo estante, pero al momento de hacerlo, el mueble se tambaleó, dejando caer de la parte superior un libro que cayó justo en su cabeza.
Se encogió de hombros, el impacto había sido fuerte, se sobó la cabeza aguantando el dolor, miró el libro que yacía tirado en el piso. Lo tomó en sus manos.
- ¿Uhm? ¿Qué libro es éste? no recuerdo haberlo visto antes...- murmuró para si mismo.
Era un libro verde, lo viró pues estaba al revés; en letras doradas la portada del libro decía "Principios de la vida".
No sintió ningún interés por mirar su contenido, no tenía nada que ver con lo buscaba, por el título deducía que pertenecía al género de literatura, pero algo lo incitó a ojearlo. Miró una hoja al azar:
"…para conseguir algo, uno tiene que dar algo del mismo valor, desgraciadamente difícilmente conseguimos la equivalencia de lo otorgado. En nuestra época, un obrero que dedica arduas horas de trabajo no obtiene el valor de su esfuerzo, el rico obtiene sus vienes a raíz del abuso de otros sin dar nada a cambio, posiblemente la vida no es justa, o nosotros somos los injustos…"
Quedó sorprendido, pero aún más cuando ojeó unas cuantas hojas adelante. Sus ojos miel se deslizaron por los párrafos, mirando boquiabierto. De inmediato reconoció el contenido del libro. Tenía varios principios de alquimia, solamente que ésta no se mencionaba precisamente, sino que aquellos principios eran aplicados a la vida de una forma metafórica y literaria, pero era obvio de lo que se trataba para alguien que entendía el concepto.
Como pensaba Ed, quienes sabían de alquimia lo tenían muy bien guardado, pero a la vista de todos.
- ¡Al, encontré algo!- gritó Ed desde el fondo.
Alphonse dejó el libro que leía y rápido llegó con su hermano.
- Lee esto.- señaló Ed sin apartar la vista del libro.
Alphonse leyó detenidamente y luego miró a su colega.
- Hermano, es sólo una coincidencia.
- Observa.- señalando otro párrafo, dijo el mayor, seguía firme ante su hallazgo:
"…aún tengo las esperanzas de que en el otro mundo, si llego a atravesar esa puerta, éstos principios sean llamado leyes, y que todo aquello perdido sea recompensado de alguna manera…"
- Se refiere a nuestro mundo.- convencido, dijo Alphonse en voz baja.
- El autor sabe de alquimia… y al parecer demasiado.- lo miró Ed con ojos inéditos.
Observó de nuevo la portada del libro y junto con Al se dio cuenta que el autor resultó ser en realidad autora bajo el nombre de Lily Rosenberg. No se sorprendieron, estaban acostumbrados a tener también enemigas. Lo consideraban así debido a que les parecían sospechosos sus conocimientos alquímicos, además de que seguramente eso de escritora era tan sólo un disfraz.
Ed miró a Al con una sonrisa, él también adoptó la misma postura y asintió con la cabeza.
- Llevaremos éste.- asentó Ed el libro en el mostrador.
El encargado que leía el periódico, le lanzó un vistazo al libro y luego dejó a un lado el habitual.
- Hmm, déjame ver...- tomó el libro con detenimiento.- Lo siento, éste libro sólo está en venta, no entiendo cómo pudo haber llegado a ese estante.- comentó extrañado.
- ¿Qué precio tiene?- preguntó Al, a lo que el hombre le contestó con una cantidad ligeramente elevada.
- ¡¡ ¿Queeeeeé?! ¡Es demasiado!- gritó Ed, aún no digería la "pequeña" cantidad nombrada.
- Es algo así como un bestzeler, por eso su precio es elevado.- agregó el encargado mirando con recelo el libro.
- ¡No pagaremos esa cantidad!- exclamó Ed más irritado, azotando una mano en el mostrador, sobresaltando sus palabras y mirando con rudeza al encargado que seguía tranquilo y no parecía importarle lo que decía.
- En ese caso…no se llevarán el libro.
Instantáneamente Al empezó a calmar a Ed que estaba apunto de abalanzarse sobre el mostrador.
- ¡Ya verá lo que le haré, maldito viejo…!- murmuraba con rabia y alzando el brazo.
- ¡No conseguirás nada así!- lo abrazó Al intentando detenerlo.
Después de que Ed discutiera un poco y que Al lo calmara, finalmente se llevaron el libro.
- ¡No puedo creer que lo compraras!- se quejó Ed con los brazos cruzados al salir de la biblioteca.
- Era necesario.- dijo Al con leve sonrisa.
- ¡Nosotros también tenemos necesidades y entre ellas no está comprar un estúpido libro!- decía aún enojado.
Al sólo veía lo infantil que era su hermano.
- El dueño de la biblioteca dijo que la autora daría conferencias aquí en Alemania.- le comentó cambiando de tema.
- Lo sé… vamos a la plaza mayor, ahí sabremos cuándo vendrá.- dijo el otro más tranquilo y pasando el enojo.
xXx
La noche era fría y todo estaba en silencio. En la oscuridad se apreciaban unos ojos dorados brillando por lo tenues rayos de luna que entraban por la ventana. Edward miraba con nostalgia la noche, y se preguntaba si era la misma que alguna vez apreció en Rizenbull; en la cama de al lado, dormía Alphonse.
- Hermano… ¿En qué piensas?- preguntó Al, medio dormido, al hallar a Ed pensativo.
- Ah… no es nada… es sólo que…- había sonreído al principio pero luego bajó la cabeza.-…me pregunto cómo estarán los demás.- terminó dirigiendo su vista de nuevo a la ventana.
- Lo mismo pensaba de ti cuando estaba en Rizenbull.- trató Alphonse de ser aliento para su hermano.
- Cuando menos tú has podido saber de mí…- dijo Ed con voz opaca.
- Hermano….- entendió compresivo cuando se dio la vuelta y quedó de espaldas hacia él.
- Mañana iremos a ver a la autora del libro… no te desveles.- pronunció sin mirarlo.
Alphonse se dio la vuelta e intentó conciliar el sueño.
