Comencé a escribir esta historia porque me nació el ocio y no la musa, su protagonista es Ginny y es muy probable que encuentren dedazos y faltas de ortografía como siempre sucede en los primeros quince y veinte capítulos.
Ruego que disculpen esos errores ya que más adelante habré mejorado bastante debido al tiempo que llevo escribiendo la historia.
No pido reviews y tampoco los exijo, pero agradezco las correcciones y críticas constructivas para alguien que quiere aprender haciendo lo que le gusta.

Muchas gracias a todos que se dieron el tiempo de leer el primer capítulo.

Anya.


Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling.
Excepto los originales.

***

Las Portadoras del Destino

I Parte:

Reencontrándose con el Pasado



Dejada a su Suerte

En un frío barrio escondido en los suburbios de Londres, un grupo de perros y unos vagos rebuscaban entre los basureros algo de comer.
Cada cinco minutos se escuchaban alaridos, jergas callejeras y extraños ruidos que indicaban las riñas que ocurrían detrás de los departamentos.

Un viejo edificio de grises murallas desquebrajadas, era vigilado por un guardia gruñón de apariencia asesina. Siempre al asecho, de pie frente a la antigua puerta de bronce que emanaba olor a óxido. En su interior, había una larga escalera de caracol podrida y desvencijada. Los departamentos estaban todos cerrados, y los inquilinos se asomaban de vez en cuando con lúgubres miradas para observar qué ocurría en los pasillos.

Todos lo hacían, era la costumbre, debían mantenerse al tanto de las peleas para no entrar en ellas por error. Siempre vigilantes, siempre aterrorizados. Excepto ella, la habitante del departamento más pequeño. La del último piso, la que nadie conocía.

Muy pocos la habían oído hablar, y algunos ya ni siquiera se preocupaban por conocerla. La muchacha desde el primer día que había puesto en pie en ese edificio, nunca salió. Recibía visitas, sí. Pero eran fugases.

No obstante, aunque nunca hubiesen mantenido una conversación con ella, ni tampoco supiesen su nombre, todos se referían a la chiquilla por igual: A la pelirroja del quinto piso.

En el interior de aquel pequeño departamento, de puerta amarillenta y pintura desquebrajada, la chica observaba un álbum de fotografías. Tenía el cabello desaliñado, la piel pálida, y andaba descalza; Su ropa era vieja y sucia. Sobre un viejo sillón cuyo tapiz era rasgado por gruesos resortes, ella pegaba unas pequeñas imágenes en movimiento con una barra de pegamento muggle.

Era mediados de Julio, pleno verano, y el calor se podía masticar. El sol entraba por el enrejado de las ventanas y entre las cortinas dibujando una luz amarillenta, haciendo que se notara aún más la suciedad y el polvo flotante.

La chica suspiraba aburrida cada vez que pegaba una fotografía, giraba la página y se sacaba el cabello húmedo de la cara. Llevaba puesta una ancha camisa y unos pantaloncillos viejos y desteñidos; el cabello lo llevaba amarrado con un elástico, y sus uñas estaban mordidas y deformes.

Como siempre, un ruido similar a una patada golpeó en la puerta. Ella se levantó como si fuese una orden. Fue a la cocina con calma, abrió el refrigerador y de su interior sacó un pan con jamón de dudoso color.

Fue hacia la puerta y la abrió un poco dejándola atascada con una cadena. Al otro lado estaba el guardia del edificio, que la observaba con desconfianza. Le entregó el pan y el hombre a cambio le entregó un paquete. No alcanzó a cerrar la puerta cuando desde las escaleras escuchó las mordidas que el temible sujeto le daba a su recompensa.

Suspiró. Era lo de siempre.

Cerró la puerta tras ella y se sentó en el suelo para abrir la caja con emoción. El corazón le latía tan agitado como siempre. Se apresuró en quitar la tapa que venía amarrada con una cinta. Sus ojos brillaron soñadores al ver miles de fotografías con bellos paisajes mágicos dentro de ella. Sonrió con tristeza al encontrar una carta doblada sobre una de las imágenes. Suspiró nuevamente con una sonrisa triste, se secó la transpiración de su frente y desdobló el papel:

"Querida Ginny, espero que te encuentres bien, aquí te envío el quinto paquete. No sabes lo que me costó sacar estas fotografías. En los alrededores del monte Farenhord había una manada de dragones silvestres ¡casi me comen! Tenías razón, hay que saber acercárseles.

¡Oh, sí! Te tengo buenas noticias: estoy realizando los contactos para sacarte de ahí.
Cuídate, Nos veremos el domingo.
Oswald
"

Ginny dejó la caja a un lado sin soltar la carta y escondió la cabeza entre sus piernas. Se imaginó a aquellos magníficos dragones silvestres y trató de recordar como era la libertad. Sentir la brisa fresca, correr por senderos como los que había cerca de su antiguo hogar, vivir sin temor porque que le hicieran daño como a otras mujeres. Porque, eso era lo que querían justamente, hacerle daño.
Unas lágrimas rodaron por sus mejillas, pero eran secas y negras producto de la tierra acumulada en sus parpados. Se pasó la mano por los ojos para secarlas, pero éstas ya habían desaparecido poco antes de llegar a su boca.
Había llorado tanto los últimos seis años que ya no le quedaban lágrimas para derramar, sólo pensaba en que si nunca hubiera sabido nada, tal vez no estaría pasando por eso. O bien, de cualquier modo como hubiesen ocurrido las cosas, seguramente habría terminado de una forma similar: escondida y muerta de miedo.

Se levantó lentamente junto con la caja y la dejó sobre el sillón donde estaba el álbum. Se sentó en él recordando a su familia. Trató de dibujar en su mente los rostros adultos de los gemelos, la silueta ancha y tenaz de Bill, la cara regordeta de su madre, y el cabello cano de su padre, pero no podía hacerlo, sus caras se habían borrado con el tiempo y ahora era difícil imaginárselos. Solamente cabía preguntarse cuanto habrían cambiado todos en esos últimos años, o si seguirían igual. Cerró los ojos por un instante mientras dibujaba sus siluetas, que no eran más que manchas borrosas. Apenada, sacudió la cabeza y se levantó, dirigiéndose sin saber por qué hacia un espejo desquebrajado que tenía colgado en la amarillenta pared. Se entristeció aún más al verse en él. Poco quedaba de la chica risueña y pecosa de hacía tantos años. Ahora, le horrorizaba pensar que pudiera parecer un monstruo ambulante, ya que de cierto modo, su apariencia era tétrica. Los habitantes del edificio murmuraban cosas, inventaban historias sobre la chica que nadie veía, y era por eso que ninguno se atrevía a acercársele. El labio inferior le tembló. Lamentablemente, quien había sido alguna vez una bella niña, ahora ya no se miraba al espejo, ni se preocupaba por su apariencia.

Le costó mucho dejar que Oswald Mcclay se le acercara, no quería amigos, no podía tenerlos. Al Principio creyó que él quería reírse de ella, burlarse, usarla como todos los hombres que había conocido. Sin embargo, una vez que hablaron, comprendió que a esas alturas después de haber estado tanto tiempo sola, necesitaba un amigo con el cual contar.

Oswald, era un chico irlandés un poco mayor que ella, y trabajaba antes de conocerla vendiendo artículos mágicos en el Callejón Diagon. Vestía de una forma muggle muy corriente, por lo que pasaba desapercibido entre ellos, aunque no dejaba de ser un imán para las jovencitas. Era un chico apuesto, de cabello claro y desordenado, y cuyos ojos solían confundirse con un celeste muy bonito. Era hijo de una importante embajadora bruja nacida en Suiza, la cual trabajaba para el gobierno de Londres, estableciendo relaciones para el mundo muggle y mágico.
No era un deportista nato, aunque le sorprendió saber que le gustaba jugar Quidditch, y que su equipo favorito eran los Kenmare Kestrels, el popular de Irlanda.
A simple vista, si a Oswald se le hubiera teñido el cabello y cambiado el color de ojos, además de tatuarle una que otra cicatriz en la frente, hubiera sido el gemelo perfecto de Harry Potter. Ginny no lo aceptaba, pero parte del cariño que le tenía a Oswald claramente era por la similitud que tenía con su héroe favorito, aunque de él, no había sabido nada en años.

Aun así, fuera de cualquier especulación, Oswald era un amigo ideal, fiel, increíble y muy bondadoso, la menor de los Weasley lo adoraba. Agradecía a Merlín el haberlo encontrado antes de haber cometido cualquier locura. Sin embargo, le costaba entender cómo era que un chico de su altura se hubiese fijado en una andrajosa y piojosa como ella. Por suerte, todo tenía su explicación: él había visto en ella algo más que la chica flacucha y fea a la que todos temían.

A no ser que estuviera con ella por otros intereses, y eso era lo que más la desconsolaba.

Siempre se veían los domingos en la tarde, cuando él venía a dejarle algo de mercadería para su pequeño departamento. Siempre se le pasaba la oportunidad. Llevaba de conocerlo casi tres años y aún no se atrevía a preguntarle de una vez por todas, su gran duda.

Nuevamente se instaló en el viejo sillón que rechinaba cada vez que se acostaba en él, y encendió un televisor que tenía la antena pegada con cinta adhesiva.

Instaló el álbum entre sus piernas y a su lado la caja, y comenzó a pegar las nuevas fotografías mientras veía las noticias. Siempre era lo mismo: asaltos, atropellos, subían las inversiones, bajaban las inversiones, un nuevo alcalde reelecto, que Elisa Parkerville anunciaba compromiso, siempre igual, siempre era lo mismo. Giró su cabeza para ver a través de la rendijas de la ventana y se preguntó si en el mundo mágico las cosas serían igual de monótonas que en el mundo muggle. Sabía que no lo era, pero esperaba poder enterarse al menos de algo, ¡Cuánto extrañaba poder leer El Profeta y contemplar sus fotografías mágicas!

Repentinamente, una chispa cruzó por sus ojos, y suavemente deslizo su mirada debajo de una escuálida camilla que se encontraba frente a ella. Se quedó contemplándola unos segundos, como debatiendo consigo misma, hasta que finalmente dejó la caja de lado junto con el álbum y se agachó para mirar bajo el mueble. Extendió su brazo y extrajo de ahí un cofre de metal. Se quitó una orquilla del cabello para abrir el candado de la caja, lo que le tomó unos minutos. Al cabo de un instante, cuando ya creía haber perdido la esperanza, un "clic" hizo eco en el pequeño departamento. Entusiasmada, levantó la tapa. Sus ojos brillaron de emoción al encontrar en el interior un trapo de terciopelo rojo. Lo tomó con suavidad como si tuviera en sus manos un arma muy poderosa o una joya invaluable. Con cuidado, lo desenvolvió. Del trapo salió rodando un torcido palo de madera. Lo tomó con sus delgados dedos, contemplándolo emocionada mientras sus ojos se inundaban de lágrimas. Se levantó despacio del suelo cuidando de que no le pasara nada a la varita. Su expresión de asombro y de emoción denotaba que no parecía creer lo que veía, era como si tuviese el mayor tesoro del mundo en sus manos. Una sonrisa temblorosa se dibujó en su rostro al recordar la primera vez que la tuvo en sus manos, hacía años que no experimentaba esa sensación.

Miró hacia todos lados y procuró dejar bien cerrada las cortinas para que no se filtrara nada. Se instaló frente al televisor y lo apuntó con la varita. Abrió la boca para decir el conjuro, y entonces la puerta del departamento se abrió repentinamente.

-¿Qué crees qué haces? ¡Guarda eso! –Un chico saltó sobre una silla y le quitó la varita de las manos. Inmediatamente la guardó en su caja y la selló con un hechizo.

Ginny quedó mirando fijamente a su visitante y cayó de golpe sobre el sillón, no dijo nada. Desvió nuevamente sus ojos al televisor, como si nunca hubiese encontrado la varita, y volvió al álbum junto con la caja de fotos.

Oswald recogió las bolsas que había arrojado al suelo y las depositó sobre una mesa pequeña. Contempló preocupado a la chiquilla temblorosa sobre el sofá, y se arrodilló frente a ella.

-Ginny, ¿me escuchas?-Murmuró, pero la chica no contestó y siguió por inercia pegando las fotografías.- ¿Ginny?

Él miró la televisión dónde en esos momentos comenzaba una novela muggle con una música anticuada, se inclinó hacia el aparato y lo apagó, luego, volvió a dirigirse a Ginny.

-¿Ginny? –Murmuró nuevamente. Los ojos de la chica comenzaron a emanar grandes lágrimas, él la tomó por los brazos y la comenzó a sacudir con lentitud.-Ginny, mírame.- Le ordenó, pero ella comenzó a ponerse tensa y a pegar las fotografías con mucha brusquedad- ¡Ginny!

Ella empezó a respirar rápido y a tirar las fotografías hacia todos lados, las arrugó y forcejeó con Oswald durante un buen rato desesperadamente.

-¡Ginny, escúchame! ¡Ginevra!

La pelirroja le comenzó a dar golpes al álbum y las fotografías cayeron al suelo. Oswald trató de detenerla atrayéndola hacia él, pero aún así ella no reaccionaba, estaba fuera de sí. Lloraba haciendo ruidos raros, como si se ahogara, se rasguñaba los brazos y hasta le lanzó algunos arañazos al chico.

-¡GINNY DETENTE AHORA!

El chico la sacudió tan fuerte por los brazos, que Ginny se detuvo enseguida. Se miraron unos segundos a los ojos, y ella se abrazó fuerza a él.

-¿Por qué Oswald? Dime sólo por qué, una razón… sólo quiero una explicación…

Oswald la abrazó con fuerza. La chica sollozaba en sus brazos con convulsiones ahogadas, aunque curiosamente la camisa que llevaba puesta no acabó empapándose. Era como si sus lágrimas ya no fueran de agua, por el contrario, eran de pura sal.

A la pequeña hermana de Ronald Weasley ya no le quedaban fuerzas, ni lágrimas, ni nada que derramar.
Enterró su cabeza en el pecho de él como si no le quedara otro lugar en el mundo dónde ocultarse. Se sentía dolorida, avergonzada, perdida.

-Ginny, escúchame… -El irlandés le acarició el cabello con suavidad, murmurándole en su oído:-. Debes calmarte, has aguantado seis años, debes poder aguantarte un poco más, sólo un poco más…

Ginny se levantó con lentitud, y quedó frente a frente con Oswald, "debo parecer un monstruo" pensó. Se secó los ojos y suspiró, cerrándolos por un momento.

-¿Qué quieres decir con "sólo un poco más"? –Preguntó con la voz entrecortada.

-Bueno –Comenzó él acariciándole el rostro, más tranquilo al verla a ella interesada- Como te dije en la carta que te envié, he estado en contacto con un amigo que vive en Carminabel, el pueblo cercano a Diagon. Dice que puede recibirte por un tiempo en su casa hasta que las cosas se hayan calmado, ya sabes, después de que encontraron muerta a la hija de Mademoiselle Shaw, el ministerio se ha revolucionado un poco y quiere interceptar a las otras.

-¿Eso quiere decir que me están buscando? –Preguntó Ginny con la voz algo temblorosa. Oswald hizo un gesto de inseguridad con la cabeza.

-No sabría responderte a eso. En mi opinión, no creo que el ministerio sepa sobre ti… Sólo tú lo sabes, yo…y ya sabes quienes. – Le acarició el rostro con una fuerza algo exagerada al notar que volvía a ponerse tensa-. Lo siento…- Agregó.

-Descuida –murmuró relajándose- A estas alturas no debería afectarme tanto hablar de ello, pero aún me cuesta aceptarlo.

Oswald le sonrió con ternura, sin embargo, ella sólo pudo devolverle una mueca.
Él apretó los labios ante su inútil intento por tranquilizarla, e intentó concentrarse en algo más para ayudarla. Reparó en las bolsas de mercadería y sonrió animado.

-¿Te parece si almorzamos?-Le ofreció levantándose del suelo. La pelirroja mantuvo la sonrisa forzada mientras veía la caja donde estaba su varita y que Oswald había sellado y dejado sobre la cama. Le costó volver a calmarse, hasta que repentinamente se sorprendió consigo misma. Parpadeó un par de veces y se volteó con rapidez a ver a su amigo.

-¿Qué haces aquí? –Le preguntó en una reacción tardía.

-¿Qué quieres decir? Tenía el día libre y pensé en acompañarte a almorzar, ¿no lo vez? –Le contestó mientras colocaba una lasaña congelada en un viejo microondas.

-Oh, es que hace media hora me llegó este paquete con unas nuevas fotografías, ¿para qué me lo enviaste si venías a verme? –Ginny se levantó del suelo para recoger la caja del sillón y mostrársela. La cara del chico repentinamente se ensombreció, y la miró preocupado, ella detectó esa mirada y tan asustada como él, dejó la caja a un lado y se le acercó.

-¿Qué pasa? –Le preguntó.

-La caja te la mandé el lunes, debería haber llegado el Miércoles, y hoy es Viernes –le dijo tragando saliva duramente.

-¿Y qué tiene eso? Los del correo se atrasaron, el sistema muggle es tan lento como malo. –Dijo Ginny sonriéndole, sin embargo, a Oswald no pareció causarle gracia.

Inmediatamente el chico apagó el microondas, sacó de debajo de la camilla una mochila vieja y metió la poca ropa que ella tenía en el interior, incluyendo la caja de plata y el álbum de fotografías. Ginny se quedó quieta mirando como su amigo corría hacia todos lados desesperadamente, sin entender absolutamente nada.

-¿Qué te sucede? –Preguntó asustada mientras Oswald iba y venía, espiando cada cierto tiempo por las ventanas. -¿Oswald? –Insistió.

-Guarda tus cosas que nos vamos de aquí –Le ordenó. Ginny se quedo quieta, asustada, viendo como él guardaba todo manualmente.

-¿Por qué no usas tu…?

-¡No! –Le Gritó Oswald lanzándole una peluca de color arena llena de polvo que estaba bajo la camilla- Recuerda que no puede haber ningún indicio de magia cerca de ti, menos ahora... ¡Ponte la peluca!

-Oswald, ¿qué es lo que está pasando? ¿Para qué quieres que me ponga esto? ¡Te puedes quedar quieto un segundo! –Le gritó agarrándolo por el brazo.

-Te están vigilando Ginny, no sé quien, no sé desde cuándo, pero si alguien sabe que te estoy mandando cosas, es porque sabe que tu vives en este lugar. ¡Tenemos que irnos de aquí cuanto antes! –Oswald seguía guardando cosas en el viejo bolso de Ginny, el que curiosamente no parecía verse muy lleno a pesar de todas las cosas que el chico había metido en él.

-¡Estás paranoico! ¡Nadie ha sabido de mí en años! ¿Por qué habrían de estar vigilándome? ¡Mira, ni siquiera me parezco a como era cuando niña!

-¡Da lo mismo como te veas Ginny! ¡Ellos te están buscando desde que eras una bebé! ¡No sabemos si saben o no de ti, pero ante cualquier peligro mejor mantenernos al margen y huir!

-¿De qué hablas? ¿Quienes me buscan? ¿No había parado la cacería?

Oswald se quedo un momento quieto frente a ella y la tomó por los hombros, los ojos de la chica habían comenzado a brillar, pero de pánico.

-Ginny, aunque todavía parezcas no haber procesado la información, durante estos seis años has sido un misterio para el mundo mágico, ningún rastro de ti, ni viva ni muerta.- El silencio se hizo abrumador por un momento. Suspiró.- A Brunela Shaw la asesinaron Ginny, apareció con el estomago abierto. Aún no estaba lo suficientemente maduro el hechizo, sin embargo, la encontraron y la asesinaron porque parte de lo que ella poseía era importante, no quiero que a ti te pase lo mismo.

Ginny comenzó a temblar sigilosamente de pies a cabeza. Oswald detectó eso y la abrazo con fuerza.

-¡Creí que nadie sabía de mi existencia! –Chilló asustada sacando conclusiones- ¡Y aún no me respondes quienes me están buscando! ¡Contéstame!-Exigió.

Oswald le acarició la cabeza y la separó un poco de él. Fue una extraña sensación que mezclaba muchas emociones. Por primera vez, Ginny vio en su amigo un semblante que nunca había visto en el, miedo.

-Ginny, no sé quien te busca, - Confesó intentando sonar sincero- pero esos monstruos andan sueltos. Hay aurores que los han buscado y estudiado durante mucho tiempo para poder detenerlos. Lamentablemente aún no se sabe quién los controla. Y para acabarlos, hay que destruir primero a la fuente.

-¿Monstruos? –Preguntó temblando- ¿Qué clase de monstruos?

El semblante del chico se oscureció, y ella sólo atinó a agarrarse con fuerza contra su pecho.

-No quiero que me maten Oswald… Morir así es peor que el Avada Kadavra, o una tortura con Cruciatus –Susurró agarrándose con más fuerza.

-Por eso tengo que sacarte de aquí –La separó para poder mirarla con fuerza a los ojos- Tenemos que partir ahora, y llegar a Carminabel antes que anochezca.

-¿Quién está en Carminabel? –Preguntó observando cómo Oswald se alejaba para guardar sus últimas pertenencias en el bolso.

-¿Recuerdas cuándo te hable de mi gran amigo Vincent Floy y su hermana Maggie? –Preguntó mientras cerraba el bolso con un cordón y le entregaba a ella un sombrero, unas gafas de sol y un vestido viejo.

-Sí, sí lo recuerdo, ¿por qué me pasas estas cosas? –Inquirió curiosa al recibir las cosas con torpeza. Él se colocó el bolso en el hombro y la quedó viendo divertido.

-Colócate todo eso y la peluca. Recuerda que no debes parecer tú, tienes que pasar desapercibida –Le dijo con un tono de voz que parecía ser más una orden que una sugerencia.

Ginny parpadeó un par de veces. Colocó los ojos en blanco y se fue a cambiar arrastrando los pies tras un biombo pequeño que tenía para ocultar un agujero en la pared. Él contemplaba por sobre su hombro como Ginny colgaba la ropa que había estado usando en la mampara, y un calor cosquilloso sofocó sus mejillas.

-¿Estás lista? –Preguntó nervioso.

-Sí, un segundo, no me cruza el vestido –Dijo con la voz exhausta. Él rió, la sombra que se proyectaba en la pared se veía muy graciosa.

Oswald sonrió para sí mismo y se acercó al biombo cautelosamente. Ginny al otro lado parecía que estuviera haciendo algún tipo de contorción, le costaba un gran esfuerzo cerrar el vestido, más aún con la peluca que le tapaba la vista.

-¿Te ayudo? –Ofreció amablemente con una voz burlona.

-Está... está bien –contestó no muy segura.

Ginny salió de atrás del biombo. Un ruidito sofocado indicó que el chico aguantaba una carcajada. El vestido que llevaba puesto era color café oscuro. Horrible. Era el atuendo perfecto para cualquier persona que quisiera disfrazarse de una bruja abominable en el Halloween de los muggles.

Ginny se acercó al chico sonrojada, y se dio vuelta tirando de la peluca hacia delante.

-Creo que no es de mi talla –Dijo aguantando la respiración mientras Oswald trataba de subirle el cierre.

-No, es que has engordado un poco –Le dijo él haciendo fuerza para subirle el cierre.

-¡Hey! –Ginny se volteó para mirarlo de frente. El flequillo de la peluca le caía sobre los ojos tapándoselos casi por completo.- Batalló con él molesta hasta que finalmente logró sacárselo de la cara- ¡No estoy gorda! –Gritó roja, entre el calor, la rabia y la vergüenza. Oswald sólo rió

-Eres muy especial Ginny Weasley- Le murmuró acercándose por la espalda a su oído. Ginny sintió un escalofrío que no sentía hacía muchos años, pero el chico se apartó casi en seguida, como si nunca hubiese sucedido nada- Listo. Es lo mejor que se puede hacer. –Le dijo resueltamente.

Algo muy extraño le golpeó en su estomago, similar a un sentimiento de desilusión. Oswald le sonreía amigablemente, pero ella sólo lo miraba con curiosidad.
El cierre del vestido le había quedado hasta la mitad, ya que las costuras habían comenzado a deshacerse, así que le entregó un chal oscuro para que se cubriera la espalda. Enseguida, a penas estuvo con la espalda cubierta, Ginny se colocó las gafas oscuras, y tomó un pequeño bolso que tenía sobre la mesa.

-¿Lista? –Preguntó el chico al ver que Ginny miraba el departamento con lástima.

-Es verdad que no vivo en el mejor lugar del mundo, y también es cierto que no he sido muy feliz aquí, pero… Ha sido mi hogar por casi seis años, me va a costar abandonarlo.

-Ginny, pequeña, hay que hacerlo –Le dijo Oswald en un murmullo, mientras se acomodaba el bolso con la ropa de la chica.

-¡No me digas pequeña! –Le dijo ella volteándose sonriente y fingiendo estar molesta –Bien sabes que no lo soy.

Ambos se dirigieron hacia la puerta riendo, pero ella se detuvo en el umbral para observar por última vez el pequeño departamento. Oswald le colocó una mano en el hombro y le susurró con cuidado:

- Es hora…

Ella asintió con tristeza y salió de ahí sin voltearse para mirar hacia atrás. Aquel pasado horroroso había quedado en el olvido al momento de pisar la escalera de caracol.


Notas de la Autora:

Bueno este es el primer capitulo de "Las portadoras del Destino".
Tengo que recordar que es un fic que no tiene relación con Deadly Hallows. Puesto que lo comencé a escribir antes de leerme el libro.
No es una historia simple, es bastante complicada y me estoy esforzando mucho por intentar que suene interesante.
Espero que me tengan paciencia y comprensión.
Muchas Gracias a todos quienes han comenzado a leer esta historia y se han quedado con ella.

Les dejo un adelanto del próximo capitulo:

Camino a Carminabell: Donde los Floy
Ginny y Oswald no lo pasaran nada bien en su camino hacia Carminabell, los problemas nunca dejaran de acechar a la pequeña Weasley.
Una conversación muy especial hará que Oswald comience a ver en Ginny a la verdadera persona que se esconde tras esa frágil y tiste personalidad.

Pueden enviarme consultas, dudas, tomatazos, críticas constructivas y todo tipo de opinión al mail: anya. Naivea (arroba) gmail. Com (junten los espacios). O bien, me pueden dejar un review.

Un abrazo.

Anya Naivea.