- "¿Camus?" –
El pueblo de Rodorio ese día gozaba de una gran afluencia de turistas, gente iba y venía, y de entre todas las personas, dos en particular caminaban entre las calles realizando sus compras rutinarias de la despensa.
- "¿Dónde estas Camus?" –
Los Santos de Acuario y Escorpión, ya un poco cansados de tanto barullo, habían optado por caminar por una calle poco transitada, que albergaba varios bazares antiguos.
- "¡Te he estado buscando!" –
Milo, curioso como de costumbre se había detenido ya muchas veces entre varios puestos callejeros, tomando siempre alguna pieza exótica, preguntando que era al vendedor, para inmediatamente perder todo interés y volver a dejar la pieza en su lugar. Esto siempre ante el fastidio de Acuario que a cada parada entornaba los ojos al cielo.
Hasta que fue su turno de encontrar algo que llamó su interés. Dejó a Milo de lado y caminó hasta la vitrina de una tienda, ahí muchas esculturas de bronce eran iluminadas tenuemente por una luz amarillenta, dándoles un tono aún mas antiguo de lo que en realidad podían ser. Los ojos azules de Acuario viajaron desde un caballo en bronce que daba la impresión de galopar contra el viento, pasando por un barco Griego antiguo, de aquellos en los que pudo estar el poderoso Odiseo, hasta figuras de lanzas y espadas.
Pero eso no fue lo que Camus más disfruto, a la altura de sus ojos, justo enfrente de él, había una escultura, no mayor a 30 cm, de dos hombres. Ambos vestidos como antiguos guerreros. Uno de ellos, posiblemente el mas extrovertido, pasaba su brazo derecho por los hombros del segundo, mientras que en su mano izquierda sostenía una jabalina. El segundo, mientras tanto, se mantenía serio, mirando siempre hacia el frente atento a todo, con su espada desenvainada, firmemente sujeta por su mano derecha
- "¡No me ignores Camus de Acuario!" –
- "No te estoy ignorando Milo" – Respondió tranquilamente sin apartar la vista de aquella escultura. Milo bufó descontento y siguiendo la mirada de su amigo, descubrió lo que tanto llamaba su atención –
- "No sabía que te gustaran este tipo de cosas" – Comentó cruzándose de brazos – "Como nunca he visto que colecciones algo" -
- "Que no lo haga, no significa que no me gusten" – Dijo mirando a su amigo –
- "¿Entonces por que no entras y lo compras en lugar de quedarte aquí mirando? -
- "Por que me gusta lo suficiente como para mirarlo, pero no lo suficiente como para comprarlo" – Contestó dando por terminada la conversación, caminando nuevamente por la calle –
Milo siguió con los brazos cruzados, desviando la mirada entre la escultura y su amigo, Milo conocía demasiado bien a su amigo, y podía percibir cuando él, le ocultaba algo.
Y este era el caso. Milo miró una vez más la escultura. ¿Qué podía haberle causado tal gusto en su amigo?. No era la gran cosa, solo dos soldados. No. Más bien dos guerreros. Uno más espontáneo que otro al parecer.
¿Y eso que?
Camus y él habían crecido rodeados de soldados y guerreros.
¡Ellos mismos eran soldados!
¡Justo como los de la estatua!
Milo abrió los ojos.
¡Eso era!
Se pegó más al vidrio, empañándolo sin querer, miró con más detalle al soldado de la espada. Su semblante era frío, podía decirse que distante, pero al mismo tiempo, estaba alerta a cualquier ataque, por eso tenía la espada desenvainada. Los ojos de Milo se movieron lentamente al otro soldado, este en cambio, sonreía imperceptiblemente, como si todo para él fuera un capricho, nada de que preocuparse.
Y aún así, el guerreo más frió aceptaba y confiaba en la cercanía de su compañero y por eso permitía que le pusiera el brazo encima. Por que confiaba en él. Y él, desenvuelto como siempre, sabía muy bien lo que su compañero pensaba, y lo que pensaba él, lo sabia también su amigo
Por eso se entendían y querían…
- "¡Milo!" – Le gritó Camus desde la esquina de la calle, molesto – "¡Apúrate o te dejo!" –
Escorpio sonrió. Camus siempre lo amenazaba con dejarlo cada vez que ambos bajaban al pueblo. Pero nunca lo había echo. Y nunca lo haría. Así como Milo, nunca abandonaría a su amigo
- "¡Voy¡Pero que impacientes eres cubito!" – Respondió dando un último vistazo a la escultura y alcanzando a su amigo con grandes zancadas –
- "¿Impaciente¡Tu me sacas de mis casillas!" –
- "¡Pero si tu empezaste!" –
- "¿Yo?" – Camus enarcó una de sus finas cejas – "¿Por qué yo?" – Milo desglosó una sonrisa enigmática y siguió caminando, seguido de Camus a su lado –
- "Por ser tan sentimental y filosófico, por eso" – Respondió el griego, aludiendo a la escultura –
- "¿Eh?" – Camus no entendió, pero no quiso preguntar, había veces que prefería no indagar en los pensamientos extraños de Milo –
Ambos siguieron su recorrido, aún les faltaba comprar muchas cosas de la despensa, y por que no, entretenerse con muchas cosas mas.
Ese día. Milo aprendió un poco mas de los pensamientos de su amigo. Y como Camus, frió y serio solo como él mismo podía ser, apreciaba y consentía la amistad de Milo, extrovertido y hablador.
Igual que los dos guerreros, donde uno se apoyaba del otro, y viceversa.
Milo y Camus. Acuario y Escorpio, se apoyaban y comprendían.
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Próxima Mini historia: Milo
-"¿Qué no puedo cambiar de opinión y venirte a visitar?" –
- "Creí que estabas molesto" –
- "Y lo sigo estando" –
