¡¡Hola a todos :3!! volví con un fic con una historia que les parecerá familiar, pero por favor, no se dejen engañar, la trama no siempre será igual. Porque esta vez, juego con la fantasia y el terror (no mucho porque no se me da bienXD). Además de como siempre amor.

Fic:

Título: Luz en la oscuridad.

Autora: Chia-chan.

Llevara: Fantasia, Terror, amor, angustia, Drama. (zombis, naves, ect)

Parejas: Hetero. (ya decididas y en su momento)

Avisos 1: Lemon, Au, OOC, (y por ahora creo que no más n.n)

Avisos 2: Siento que se parezca algo a Resident Evil (quien no ha jugado a esos juegosXD), pero aunque no lo parezca, muchas películas de zombis tienen la misma temáticaXD. El caso es que necesitaba algo así y lo usé u.ù. De todas formas, como les dije arriba, no se dejen engañar n.n.

Se actualizará después de: Sangre sexo y tu.

Aviso: Si no tiene buena acogida, se borrara u.ù.

Resumen:

2027. La tierra es un caos reinado por zombis. Solo unos policias trabajan en esta, intentando encontrar las mujeres sobrevivientes antes de que estas terminen de extinguirse. ¿Dónde las llevarán? ¿Realmente el sexo femenino está extinguido? ¿Las usaran como concubinas? ¿Nacerá el amor en medio de la guerra? ¿la humanidad regresará sobre todas las cosas? ¿Qué el experimento 126?

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Prólogo.

Aquellos hombres que luchaban.

Año 2027.

"Una extraña guerra hizo desaparecer a la mitad de la población humana. Cada vez eran más los que desaparecían. Nadie lograba establecer contactos con ellos, ni saber las razones por las cuales podrían haber desaparecido. Los pocos humanos que quedaron, se fueron desplazando por orden de los gobiernos a pequeñas islas, ejerciendo en esos lugares sus vidas.

Mi familia era una de ellas. No podía quejarme demasiado, pero sí me sentía sola. Debido a problemas económicos, nos vimos obligados a mudarnos al exterior de la única ciudad que podría reinar en una isla pequeña. Mis padres estaban encantados con tal acto, pero yo no. ¿Cómo podía estar una adolescente de mi edad estar contenta?

No habían pensado en mis sentimientos. Abandoné a mis amigas y éstas no me lo perdonaron. Me dejaron olvidada. Como si nunca hubiera existido en sus vidas. Encima, debido a que el resto de la familia no aceptó tal mudanza, cada vez que nos uníamos en alguna extraña reunión, hacían hincapié en mi soledad, alegando que nunca encontraría novio a menos que fuera un paleto de pueblo.

Para más desastre a mi vida, la única persona que me había apoyado, desapareció. Mi abuela se marchó de la isla. Supongo y quiero creer que a otra, que por cualquier casualidad de la vida no puede llamar por teléfono para dar su paradero. Esa esperanza, no desaparece dentro de mí. Sé que está viva y en cualquier momento me llamará para sacarme de aquí. O eso espero. No quiero que sea otra de esas personas que no vuelven a aparecer nunca más.

Al menos, de una cosa estoy segura, nosotros no seremos una de esas personas que desaparecen. Seguro que tienen vidas realmente interesantes. Sé que es esperanzador, pero prefiero eso a pensar… que hayan muerto".

La gran casa se encontraba en silencio y comenzaba a ser oculta por las nubes que amenazaban la oscuridad final bajo un manto de estrellas. El silencio era lo único que podía reinar en el lugar, roto por alguna televisión que señalaba las noticias a las nueve de la noche.

Alzó su rostro hasta el cielo y entrecerró los ojos para acostumbrarlos al comienzo del anochecer, cada vez más cercano. Pese a que sus ojos fueran de un color carmín, podían ser heridos perfectamente por el sol que ya se dejaba de ver en la lejanía. Los brillos de el día habían desaparecido de sus cabellos castaños, largos y ondulados, cayendo de forma que terminaban cubriendo sus senos, ya cubiertos bajo el top blanquecino que portaba todos los veranos junto a los anchos pantalones de verano. Ya de por sí era morena, no ansiaba más. ¿Acaso deseaban que la compararan con las famosas mujeres que se bronceaban y maquillaban demasiado?

Suspiró cansada y terminó de cerrar la persiana que daba al salón. La figura extendida de sus dos progenitores señalaban que aún dormían desde las tres de la tarde, lo extraño 

es que no se movieran ni un ápice. Pero no los despertaría. La última vez casi se ganó una regañina tremenda por parte de su padre. Claro que estas habían desaparecido cuando cumplió los dieciocho. El ruido de la madera chocar una contra otra no evitó que, a sus pies, bajo la larga escalinata que guiaba a la piscina, el ruido de los ladridos, gimoteos de dolor y dentelladas de los perros, llegara a sus oídos. Cogió al único animal que sabía siempre a su lado en brazos, un pequeño Yorksai, para impedir que se acercara a la pelea.

-¿Por qué… se están peleando…?- preguntó temerosa.

No era normal. Tenían cuatro perros en casa. Uno de ellos desapareció tiempo atrás y no lo volvieron a ver. Sin embargo, ahora, podía distinguir leves toques de el pelaje del animal, que se afanaba en degollar a los otros dos. Guio sus manos hasta su boca, para evitar que el grito de terror que la ahogaba, estallara en sus labios. Sin embargo, el pequeño animal en sus manos, ladró atemorizado y con ansias de huir, alertando al animal que se encontraba degustando la carne de los perros que recién había matado.

Aún sin degustar la carne que escapaba de sus dientes, gruño, dispuesto a lanzarse contra ella. Aterrorizada, no podía desclavarse de su lugar. Los pies no le respondían y su mente negaba que aquello pasara. ¿Qué demonios le había sucedido a su perro para estar tan desfigurado y atacar a todo aquel que se le pusiera por delante? Las escaleras parecían más cercanas que nunca y que los animales que anteriormente habían muerto bajo las mandíbulas de el atacante, comenzaban a alzarse una vez más, igual de violentos que el primero y con la tentación de atacarla.

Cerró los ojos cuando los colmillos amenazaron con traspasar su cara. El sonido sordo chocó contra sus oídos y un golpeó de aire la hizo retroceder un poco. Su hombro sufrió el agarre de una fuerte mano y ante sus ojos, un arma se hizo presente, descargando la munición sobre los otros dos perros con un pulso firme y sin dudas.

-¿Te han mordido?- Preguntó una voz dura y fría.

Parpadeo sin comprender lo que estaba pasando, pero al menos, negó con la cabeza. Su mentón sufrió el agarre de una mano enguantada y sus ojos chocaron contra unos dorados, poseedores de amenazas y de esperar una respuesta negativa. No lograba ver más allá de sus ojos. Cubierto por un pasamontañas y ropas que claramente le hacían parecer un terrorista, escondía su identidad. Gruñó y la zarandeo.

-No… no…- negó finalmente.

-Bien.

La movió una vez más y miró al perro entre sus manos, abriéndole los ojos y dientes para observar su paladar y pupilas. Unos gemidos espantosos escaparon de el interior de la casa, alertándolo. Frunció los párpados y la sujetó de la muñeca con gran fuerza, mientras cambiaba el arma. De una escopeta semiautomática, pasó a una pistola BERETTA 92 F9mm PARABELLUM. Para ella, todo aquello era incompresible. Miró la puerta cerrada de su casa. Los gemidos provenían del interior.

-¡Mis padres!- Exclamó con miedo.

-Olvídalos- ordenó arrastrándola hasta el exterior-. Están muertos.

Se movió a la fuerza, con el perro entre sus brazos. Él suspiró y quitó el seguro al arma. Creía que la dispararía. Ya había matado a sus perros. ¿Por qué no hacerlo con ella? Giró la manilla de la puerta y al instante, los fuertes brazos de su padre, pálidos y tensos, la aferraron con fuerza. Los dientes se mostraron con claras ideas de morder, pero no llegaron. Un agujero en la cabeza lo echó atrás. Su madre no vio mejor salida. Chilló con fuerza, lo más que sus pulmones le permitieron y fue callada por la gran mano enguantada.

-Calla- ordenó- atraerás más.

Volvió a empujarla contra la salida, empujando de una patada la puerta de madera que se zarandeaba por la vejez. Una moto quedó ante sus ojos, llenos de lágrimas. No pudo distinguir la marca, ni nada por el estilo. Lo que sus ojos veían más atrás era lo suficiente como para aterrarla. Figuras dispares, tambaleantes, arrastrándose por el suelo, gimiendo con fuerza y anhelo hacia ellos. Él se montó tras chasquear con fastidio la lengua y la miró atentamente, para dar con el perro, que temblaba entre sus manos. Bufó y lo cogió, adentrándolo en su chaqueta.

-Monta.

Afirmó, no muy convencida. Sus anteriores encuentros con motos fueron nefastos y vergonzosos, cada vez que iba a montar en una, esta cedía y terminaba en el suelo. No sabía si el conductor lo hacía para reírse de ella, pero terminaba siendo algo verdaderamente vergonzoso y lo suficiente como para alejarla de un aparato con dos ruedas y motor. Alzó su pierna derecha y se agarró al chaleco que portaba el hombre. Con las piernas posicionadas a cada lado de la maquina, esperaba que ella ocupara su lugar como paquete y cuando lo logró, se sorprendió de no haber caído. Definitivamente, los demás lo hicieron para burlarse de su ingenuidad.

-Sujétate- ordeno de nuevo- Pero antes, tu nombre.

Parpadeo. Aquellas figuras cada vez estaban más cerca de ellos, algunos gritaban más ansiosos y miraban con ojos blanquecinos, otros sin ellos, con dientes sangrientos y cabellos cubiertos de sangre, arrancados por diversos bocados. Tragó saliva y se aferró a él como ordeno. Quizás con demasiada fuerza, pero él no se quejó.

-Ryuzaki…. Sakuno Ryuzaki- respondió.

-Bien.



Y el sonido de el motor al arrancar, la alivio. Aunque el aire parecía querer tirarla en cualquier momento y las manos enlazadas en la cintura del hombre amenazaban con soltarse en cualquier instante, sentía cierto alivio al dejar atrás a tantas personas extrañas. Abrió la boca con asombro, al ver que aquel camino no era el único. A medida que la moto se adentraba por diversas calles, estas aparecían de diversos lugares diferentes.

-¿Qué es… todo esto…?- Susurró asustada- ¿Qué… le pasan… a esas personas…?

Un sonido gutural de risa escapó de el hombre que conducía la moto a toda velocidad, esquivando las diversas figuras, incluso llevándose algunas de camino.

-Es un videojuego- respondió roncamente, como si hablar fuera un suplicio para él-…, Y los seres humanos, somos los pj.

No entendió aquella respuesta. ¿Un videojuego? Había jugado a algunos, pero en ninguno tenía gente persiguiéndola ansiando morderla y mucho menos, un pistolero al lado con el gatillo flojo. Todos los juegos trataban de cuidar a un perro, gato, o caballo, nada de esto tan sangriento. Cerró los ojos con fuerza y se abrazó más al cuerpo masculino ante ella, mientras el aire amenazaba con dejarla caer y esperaba que ninguna de aquellas personas la agarrara y tirara de la moto. No lo contaría seguro.

La moto se adentró en un callejón vacio para introducirse en uno de los muchos garajes que se encontraban ahí. Todos blindados y lo suficientemente acorazados como para defenderse del ataque mismo de dos tanques. Nada más entrar, el olor a gasolina le golpeo el rostro. La moto se detuvo entre medias de otras muchas más y en menos de un momento, varias miradas cayeron sobre ellos.

-Baja- gruñó una vez más la voz.

Aquel hombre realmente era un gruñón de pocas palabras. Desmontó y esperó a su lado mientras la imitaba. Su perro asomó los blancos hocicos y lamio sobre la tela del hombre, que lo miró confuso, suspirando y sacándolo de entre las ropas para entregárselo.

-¿Problemas?- Preguntó una tranquila voz tras ellos.

-Ninguno- respondió con frialdad su acompañante.

Lentamente, comenzó a quitarse el pasamontañas. Unos labios apuestos quedaron a su merced, seguidos de una nariz recta. Los dorados ojos parpadearon tras liberarse de la oscuridad que los acompañaba por el pasamontañas y finalmente, unos cortos cabellos verdosos se movieron libres de la prisión, seguidos de diferentes gotas de sudor que se había acomodado en ellos. Sin interés alguno en si era observado o no y con parsimonia, dejó el pasamontañas sobre uno de los mangos de la moto, para mirar al compañero que esperaba pacientemente. Suspiró cansado.

-Ryuzaki- dijo en aspecto de presentarla-. Misión… cumplida.

Guardó las manos dentro de sus pantalones y suspiró una vez más, alejándose hasta un rincón, donde descansaban colgadas veinte hamacas. No tardó en acostarse en una y con indiferencia, se acomodó sobre sus brazos, dispuesto a dormir.

-Este hombre no cambiara- suspiró su acompañante- Ryuzaki-san.

Se volvió para observar las facciones de el pálido rostro, cubiertos por unos anteojos cuadrados que poco dejaban ver el maravilloso color azulado bajo estos. Los oscuros mechones de cabellos parecían haber sido aplastados y degustaban de un perfecto equilibrio en toda la cabeza. Observó las manos que sujetaban un cuaderno verdoso, desgastado y de aspecto importante. Además de otro que descansaba bajo la axila izquierda. Murmuraba impaciente mientras escribía y miraba al sujeto durmiente, para, finalmente, cerrar el cuaderno y mirarla a ella con igual atención.

-Ryuzaki Sakuno, ¿verdad?- preguntó interesado. Afirmó- Bien. Hemos llegado justo a tiempo.

-¿Perdón…? No sé qué sucede… ese hombre- señaló de reojo hacia las hamacas.

-Ryoma Echizen- presentó él sonriendo-. El hombre más antipático, serio, dormilón, poco hablador, calculador, despistado, interesante, sexy, para las mujeres no para mí y que con etc. Etc. Etc. De pocas cualidades, atrajo a más de la mitad de mujeres cuando existían.

-¿Existían?-. Preguntó mientras su celebro estaba proceso de comprender la extraña presentación que habían hecho de el muchacho- ¿Es una broma?

-Me temo que no- suspiró el joven- Tú eres una de las cinco únicas formas femeninas que quedan con vida en la tierra. Ven conmigo. Te explicaré la situación, después, te presentaré al resto. Oh, perdón-. Interrumpió mirándola- Soy Inui Sadaharu.

-Encantada…- aunque estaba aterrada. ¿Cómo podía un hombre hablar tanto y tan rápido?

Abandonaron la estancia donde los vehículos parecían aparcar y se asombró de que aquel muchacho lograra dormir al lado de el olor a gasolina.

-Esas camas son supletorias, para cuando recién llegas de una misión. Nosotros dormimos de noche, mientras que los de "fuera" están despiertos de noche y duermen de día. Llegar hasta donde vivías supuso un reto, puesto que Ryoma, el encargado de traerte, se encontraba en Inglaterra. Es normal que esté hecho polvo.

-Los de fuera… ¿qué son?- Preguntó abrumada- mis padres… mis perros… ellos… quería morderme. Ese chico…

-Echizen- repitió, pese a que no le hacía falta. Tan solo no sabía cómo llamarlo.

-Sí, bueno… -tragó saliva- los… mató… sin inmutarse.

-Es un profesional- se encogió de hombros, incrédulo- te lo explicaré todo ahí.

Señaló una grandiosa mesa de hierro, lo suficiente pesada y larga como para soportar a millones de personas comiendo. Sobre esta, descansaban diversos mapas, extendidos y subrayados. Logró descubrir uno que marcaba el lugar donde se encontraban y su casa. Otros muchos, marcados con grandes equis rojas y otras, en círculos azules. Si bien logró distinguir y recordar sus cortas clases de geografía, eran puntos militares.

-Bien-. Comenzó el hombre extendiéndole una taza humeante de chocolate y un trozo de carne al perro- Comenzaré desde el principio. Esto que te contaré, no salió anunciado en ningún telediario ni periódico. Los ejecutivos no estaban tan locos como para hacer que toda la humanidad ansiara una salida de incendios- gruñó molesto y subió sus gafas-. Como sabrás, hace tres años que la guerra terminó alejando y haciendo desaparecer a muchas personas, ¿verdad? Nunca se conoce su paradero.

-Sí- afirmó con la esperanza de saber algo de su abuela.

- Bien. Esas personas, son los de "fuera". Esas personas que ansiaban morderte y Echizen ha matado a tan sangre fría. Son conocidos como Zombis. Seguramente los reconocerás por videojuegos, películas, etc. De cosas que se cuentan de ellos, todas historias fantásticas, hasta que se hicieron realidad.

-No…- confesó avergonzada. Parecía que aquello era algo que todo el mundo debería saber- lo siento.

-Está bien, no es necesario que te disculpes. Te lo explicaré. Ese es mi trabajo- y una sonrisa ilusionada se dibujó en el rostro de aquel hombre- Hace tres años se investigo sobre cierto caso. Un loco investigaba con los animales, añadiendo cabezas a un perro, cortando colas, experimentando con los corazones fuera de el cuerpo del animal. Obligando la reproducción de perros y gatos, etc. Todos fracasaron. Excepto uno. Resulto que, añadiendo cierta cantidad de sangre de roedor, ratas, a un mosquito, se lograba cierto nivel de sangre. Un virus. Mortal desgraciadamente para el ser humano- suspiró para darle tiempo a ingerir toda aquella información y continuo-. Un fracaso de un científico loco que ha terminado condenando a toda la humanidad. La tierra ya no es un planeta seguro, gracias ese nefasto virus.

-Los mosquitos… siguen picando y traspasando el virus.

-No- negó interesado por la pregunta indirecta- verás, aquel único mosquito fue diseccionado para encontrar un antivirus. El experimento que se usó para comprobar si el antivirus funcionaba, no era otro que el mismo doctor loco. Pero escapó. Seguramente, fue devorando humanos y estos humanos que mordió, terminaron contrayendo el virus en lugar de morir como Dios manda- Se inclinó hacia ella, como si de un gran secreto se tratara lo siguiente- pero hace medio año, fue derrotado- señaló a Echizen, que dormía finalmente a sus anchas-. Él lo mató. Sin embargo, sufrió una notable herida en su espalda.

-Ya… ya veo- susurró asombrada e inclinó la cabeza con respeto hacia el dormido hombre.

-A lo que iba- volvió a comenzar Sadaharu-. Cada vez que se muerden unos a otros, el que ha muerto, se vuelve a levantar. También los animales. Excepto las ratas. Creemos que es porque ellas llevaban en la sangre el virus y tienen alguna clase de inmunidad que no sirve al ser humano. No sabemos si las aves o mosquitos han sufrido el mismo castigo. Mejor no saberlo- murmuró entre dientes-. Por eso, tu perro te atacó. Es una suerte que ese que llevas en brazos no esté contaminado. Tus padres, posiblemente, fueron mordidos por el perro antes de abandonarlo como hicieron y, al mantener relaciones sexuales, se contagiaron uno a otro. Porque sí, es como el sida. Se contagia también mediante el contacto sexual, aparte de heridas.

-¿Cómo saben lo que…?

-Por partes- interrumpió alzando una mano y dejándola caer sobre los mapas- ¿Ves todas las zonas marcadas con una equis?

-Sí- afirmó.

-Todos zombis- Señaló- ni un solo superviviente. Los puntos marcados en azul son zonas militares. Algunas de ellas fueron difíciles de volver a conseguir, pues el virus comenzó a hacer efecto en ellas. Perdimos muchos hombres. Pero ahora las tenemos seguras. Te muestro esto, para que, si tienes un mapa en tus manos, decidas el lugar más seguro para ir, si te separas de nosotros- Frunció las cejas- cosa que esperamos que no hagas, pues eres nuestro trabajo. Y ahora, entro en lo que te interesa. ¿Cómo sabemos lo que hacían tus padres? ¿Cómo sabemos que estabas a punto de ser atacada y Echizen encontró tu casa tan fácilmente? ¿Por qué te han salvado de convertirte en uno de esas cosas? ¿Por qué han dicho que eres una de las últimas mujeres? Bien. Todo tiene respuestas.

Una sonrisa triunfante se dibujó en los labios. Lo miraba con asombro. Aquel hombre estaba exponiendo todas sus preguntas. Todas y cada una de ellas. ¿Acaso leía la mente? Meneo la cabeza negativamente. Aquello era algo imposible. Pero, entonces, ¿cómo? ¿Por qué?

-Sumire Ryuzaki.

Abrió los ojos y se puso en pie, asustando al perro que saltó de sus faldas para correr entre las demás personas y esconderse lo más cercano posible en un hueco. Pero regresó junto a ella cuando estas quisieron tocarle. Tanto hombre, quizás le asustaba.

-¿Mi… abuela?- Preguntó volviendo a acoger entre sus brazos al asustado animal- ¿Cómo es posible?

-Bueno, tu abuela pertenece a uno de los muchos seres adinerados que trabajaron en cierto proyecto secreto. No preguntes que no responderé- dijo rápidamente al verla 

mover los labios- no tengo la cualificación suficiente para revelarte tal proceso de importancia. Nosotros trabajamos para ellos. Bueno, el equipo "Seigaku". Como ya te he dicho, ya te los presentaré luego. Nos pidió que te rescatáramos y te lleváramos con ella. Está viva. Fingimos su desaparición para que no os preocuparais tanto por su vida. Pero las cosas se nos fueron de las manos en estos tres años. No contábamos con que la epidemia corriera tan deprisa y que los zombis crecieran en mayoría, superando la humanidad. Tal ha sido esto, que nos hemos quedado sin mujeres. Quizás por su debilidad, no lo sabemos, pero hasta en nuestras bases, empezaron a desaparecer. Solo contamos con una y es nuestra investigadora. Nanako meino. La prima de Echizen, por cierto. No la verás aquí, puesto que ya está a salvo. Donde nos encargaremos de llevarte a ti. Donde está tu abuela.

-Piensan… usarnos… como concubinas... ¿eh?- Preguntó temerosa.

Inui sonrió maliciosamente, para mover decaídamente los brazos.

-Esa fue mi idea principal, pero tu abuela me lo negó- arrugó las dejas con molestia- Y me golpeo por tal barbaridad. Así que esa idea descártala por completo. Que seáis las últimas mujeres no quiere decir que decidamos usaros como la "Eva".

Afirmó aliviada. Aquella idea la aterraba y le alegraba que su abuela impartiera tanta doctrina en ellos.

-Disculpe- Dijo llamando así su atención- Pero… ¿Aquí estaremos protegidos de…, esos seres?

-Por supuesto- Afirmó el hombre- Estas paredes están reforzadas. Las puertas soportan cargas de C-4, estamos armados hasta los dientes y tenemos salidas cubiertas por los acueductos, o cloacas, como desees llamarlos. Nosotros preferimos llamarlas vías de escape seguras.

-¡Qué me dejéis, tipos extraños!

Casi se cayó de la silla al escuchar aquel grito. Inui suspiró abriendo el cuaderno de notas y comenzando sus apuntes.

-De nuevo, Echizen fue más rápido-. Expresó- Dudo que con ese grito, no se haya despertado.

Miró el lugar donde el hombre se había apartado. Mantenía un ojo abierto mirando hacia unas rejas sobre el suyo. Suspiró y se sentó sobre la cama, bostezando de forma aburrida, para alzarse y acercarse hasta las rejas, abriéndolas de forma arrogante. Figuras vestidas como anteriormente el peli verde, se dejaron ver, cargando uno de ellos a una inquieta muchacha que al verse libre, no tardó en golpear al primero que encontró.

-Esos, son "Seigaku"- presentó Inui acercándose hasta el lugar- Llegan tarde, señores. Echizen les volvió a ganar-. Informó observando a la joven- Tomoka Osakada, espero.

-Sí- Respondió esta alzando el mentón- ¿¡Quién demonios sois!? ¡Habéis irrumpido en mi casa como si nada! ¡Esa no es forma de tratar a la hija de el gobernador!

Ahogó un gemido de asombro. ¡Con razón le resultaba familiar el nombre! Había escuchado demasiadas cosas de aquella jovencita de su misma edad. Los medios la calificaban como una jovencita mal criada y de carácter fuerte y rebelde. Pero en esos instantes, ella la veía más como otra mujer asustada entre tantos hombres. Era bonita para su gusto. Cabellos castaños claros atados en coletas infantiles, una de ellas demasiado caída, seguramente, ante algún agarre mal importunado. Sus ojos castaños también detonaban el brillo centelleante de su carácter y lo más destacable de su rostro, era su lunar. La figura era increíblemente voluminosa y no dudaría en pensar que tendría más pretendientes que joyas.

Sus miradas se encontraron por un instante y la recién llegada abrió la boca para señalarla desconcertada y caminar a paso firme hasta ella.

-¿¡A ti también te han raptado!?- exclamó.

-N… No- negó moviendo las manos- Me salv….

-¡ya veo!- Gritó una vez más la joven- ¡Pobre mía! ¡No te preocupes la hermana Tomoka cuidará de ti!

Pestañeo mientras que Osakada acariciaba su cabeza infantilmente, sonriendo con cariño.

-¿Cuántos años tienes, pequeña?

-Dieciocho-Respondió incrédula- Soy… mayor de edad…

-¡Bromeas!- Se asombró la chica- ¡Si pareces que tienes quince años o menos!

Arrugó la boca avergonzada. No era la primera vez que sucedía aquello. Siempre la habían confundido con infantes de aquella edad y ella los superaba. Muchas veces no sabía si sentirse elogiada o molesta, pero en aquel lugar, con tantos hombres, solo podía sentirse avergonzada y dolida. El sonido de la reja caer la hizo volver a la realidad y encontrarse con unos azulados ojos que la observaban con interés notable. Dio un paso atrás, asustada y miró a su alrededor. Inui se había alejado con Tomoka, dispuesto a contarle lo mismo que a ella, si es que la muchacha quería escucharle, y la había dejado sola ante tantos ojos que la observaban.

-Perdón…- se disculpó retrocediendo ante la cercanía de el muchacho.

-¡Qué bonita!- Exclamó sorprendiéndola- ¡Echizen es un suertudo! ¡Siempre le toca las chicas más hermosas!

Enrojeció notablemente y sintió deseos de huir, pero aquel hombre se las apañó para sujetarla de las manos y arrastrarla hasta el centro justo donde todos comenzaban a desprenderse de sus ropas.

-Ey, Ey, ¿cómo te llamas?- Le preguntó ya en medio de todos los apuestos hombres.

-Sa…Sakuno Ryuzaki- Se presentó con la mirada fija en el suelo.

-¿Ryuzaki?-Exclamaron los demás, menos Echizen, que bosteo distraído.

Uno de ellos, demasiado serio para lo apuesto que era, con los cabellos castaños y ojos por igual, se acercó hasta ella.

-Tezuka Kunimitsu- Se presentó con voz serena- El jefe del equipo.

-Mucho… gusto- Correspondió.

-¡Yo soy Eiji!- Exclamó el eufórico peli rojo de ojos azules- Él Fuji Shyusuke- Presentó.

Un joven hombre apuesto de ojos azulados que parecieron únicamente abiertos para observarla y cerrarse después, junto a unos apetecibles cabellos castaños, sonreía divertido desde un rincón, mientras terminaba de descargar todo su armamento a un lado seguro, siendo imitado por Tezuka. Mientras que Echizen decidió alejarse a las hamacas de nuevo, cuando la felicidad por ser el primero pareció ser truncada con su presencia. Eiji continuo con las presentaciones.

Señaló una figura amenazante, con cabellos negros húmedos, los cuales comenzaban a ser cubiertos por un pañuelo verdoso con toques blancos parecidos a lágrimas. Sus ojos oscuros eran igual de atemorizantes que su persona y sus labios dejaban algo de sensualidad atrayente. Un beso escondido, se atrevió a pensar antes de sonrojarse y escucharle sisear mientras se frotaba la mejilla. Aquel sujeto había sido quien recibió el golpeó de la importante Tomoka.

-¡Te dejaste pegar por una chica, serpiente!-. Gritó otro moreno de ojos lilas al lado de éste.

-Son Kaidoh y Momoshiro-. Presentó Fuji acercándose e interrumpiendo a un Eiji que se alejó para aumentar la pelea de los dos agentes- Siempre se suelen pelear. Es divertido.

-¡Cierra la boca!- Exclamó Kaidoh apresando un puño- ¿¡O es que quieres pelea, imbécil!?

En un momento, ambos se dispusieron a pegar al aire. Se asombró. Eran buenísimos en la lucha y no era de extrañar que todos sus golpes terminaran en el aire sin más. Sin embargo, aquella pelea absurda terminó con una de las miradas de Tezuka y comprendió que aquel hombre era respetado. Ella misma debía de respetarlo.

-Nos faltan dos de nuestros hombres, Oishi y Kawamura-. Explicó Fuji aún a su lado- Pero pronto los conocerás. Uhm… creo que nadie más de nuestro equipo.

-¿Por qué…. Solo vuestro equipo?-Preguntó.

-Porque estarás con nosotros siempre- Respondió Tezuka acercándose- Nosotros trabajamos para su abuela y es nuestra misión llevarla allí.

-Así como a todas las jovencitas- Añadió Fuji sonriendo.

-¿¡Eh!?

El grito provino de las gargantas de los dos boxeadores al aire. Ambos corrieron hasta Fuji, el cual parecía más divertido todavía por aquel gesto.

-¡Llevar a Ryuzaki pase, pero esa leona!-Exclamaron ambos a la vez.

Fue divertido, realmente, su reacción y ahogó una risita entre sus dientes para no ofender a los muchachos. Parecían buena gente y a su parecer, aquello podría ser más divertido que quedarse fuera con todos aquellos zombis dando vueltas. Cerró los ojos y suspiró, cansada.

-Deberías descansar- Aconsejó Inui apareciendo a su lado- Hasta que te acostumbres un poco a nuestro horario. Seguramente, estarás cansada por todo lo vivido.

-Sí…- Afirmó frotándose uno de sus ojos- Estoy cansada.

-Bien. Me aseguraré que te den algo de comer y te lleven al otro garaje. Allí podrás dormir con total seguridad. No te pasará nada.

Una sonrisa de muestra de confianza se dibujó en el hombre de datos. Al parecer, Tomoka había terminado hartándose de escucharle y decidió acercarse hasta las armas y poner nerviosos a los armeros. Aquella joven no parecía estar asustada, mientras que ella no podía reprimir algún que otro temblor en su cuerpo.

-Ten- Fuji mostró ante sus ojos una taza de manzanilla- Esto te relajará y podrás dormir. Son algo escandalosos- Señaló una de las altas ventanas, indicando a las "personas" del exterior- Pero no irás nada.

-Gracias- Agradeció tomando la taza entre sus manos.

Fuji negó con la cabeza e informó a los demás que la guiaría hasta su catre. A lo lejos, logró descubrir los dorados ojos, que observaban su marcha con aburrimiento. Echizen parecía muy misterioso. No. Todos los que se encontraban en el lugar lo eran. Hasta el antojoso peli rojo de ojos azules. Pero realmente, no podía evitar sentirse segura y gracias al calmante, consiguió dormir plácidamente.

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Pequeña, frágil. Temerosa, educada. Lo había notado. Estuvo un rato observándola mientras cerraba las persianas. Suspiraba cada dos por tres y miraba el cielo sin cesar. Por un momento, creyó que estaría al corriente de el proyecto 126, pero no fue así. O mentía muy bien, o realmente no sabía nada. Inui se había abastecido de contarle tantas cosas y en cierto modo, creía que la mujer no había entendido demasiado.

Suspiró y miró a su alrededor, apartando la mirada de las largas hebras que caían como cascada sobre una diminuta espalda. Llevaba tres largos meses sin dormir y defenderse de aquellas cosas se convirtió en algo primordial. Si no las matabas, ellas te matarían a ti, a mordiscos. Y si al menos murieras, todavía. Pero pensar que se volvería a levantar lo cabreaba rotundamente. Sin embargo, era algo que se había convertido en frecuente.

A sus veinticinco años había sido el mejor de todo su estado. América parecía quedársele pequeña y comenzó a conocer más y más contactos, entre ellos, a la vieja mujer Ryuzaki. Gracias a Nanako, su prima y especialista en genes humanos, entró en contacto con la anciana. Desde entonces, su vida fue de todo menos tranquila. Con lo que adoraba la tranquilidad. Fue así como comenzó a formar parte de aquel grupo tan ruidoso comandado por Tezuka y bajo las órdenes de Ryuzaki.

Nunca creyó que la absurda orden llegaría. Pero llego. ¿Rescatar a una única chica en medio de aquel caos? Casi se rio de aquella petición. Pero cuando la vio, comprendió lo fácil que sería asesinada. Si no hubiera reaccionado, aquel perro la hubiera matada. ¿A quién se le ocurriría quedarse quieta en aquel momento?

-¡Oh!- Exclamó una voz a su lado-. ¡Eres guapísimo!

Ladeo el rostro hasta la nueva figura femenina. Desde que había entrado tan solo le había parecido una chica gritona y demasiado ruidosa para su gusto. Si no se hubiera presentado como la hija de el gobernador, hubiera creído que era un de las tantas mujeres que trabajaban en camerinos para hombres y había tenido suerte de ser rescatada a tiempo. Seguramente, por su importancia política.

Arrugó los labios y volvió su rostro indiferente. La chica no pareció darse cuenta y continuo alagándolo, hasta casi escuchó que no le importaría tener un hijo suyo. Dios. ¿Tan necesitaba estaba esa adolescente? ¿Qué quería? ¿Qué le llamaran pederasta? No. Gracias.

-Echizen- Llamó Inui acercándose hasta las tumbonas- Ya comienza tu hora libre, así que puedes irte a dormir. Si hay algún aviso, se te informará.

-Wiz.

Se alzó de la litera, esquivando a la muchacha y caminó hasta la salida cercana que le llevaría hasta el garaje de los dormitorios. El sonido de los Zombis rodeaba la zona y aquello significaba que las luces serían restringidas y a partir de ese momento, el silencio era lo más recomendable.

-Espera- Detuvo Tezuka con seriedad común.

Lo observó con atención escondida. Admiraba de forma inconsciente a ese hombre. Era el jefe, alguien superior a él, pero bastante igualados. Si Oishi, el cual se encontraba en el experimento 126, no estuviera, seguramente él sería el siguiente al mando, cosa 

que realmente, no le interesaba. Disfrutaba de la libertad. Aunque no negaba que superar a según quienes, era divertido.

-¿Qué?- Preguntó mientras el castaño observaba a su alrededor.

-Kaidoh.

El moreno se acercó a regañadientes, dejando el plato de comida que recién le sirvieron y amenazando de muerte a su compañero hambrón. Y es que Momoshiro era realmente comilón. No importaba qué fuera. Todo se lo comía. Especialmente, si podía hacer de rabiar a Kaidoh.

-Vosotros dos os encargareis de proteger a las chicas- Informó el capitán- Es una orden. Elegir una cada uno.

-Ryuzaki- Respondió rápidamente.

Kaidoh lo fulminó con la mirada y él se encogió de hombros, alejándose. Se negaba rotundamente a cargar con una adolescente con las hormonas al cien por cien, gritona y que llamaba más la atención de los muertos que de los vivos. Al menos, la otra chica, había notado que era obediente y tranquila.

-Bien, entonces, Kaidoh, te ocuparás de Tomoka Osakada- Reflexionó Tezuka- Espero que comprendas su importancia. Es una de las más importantes mujeres que vamos a llevar. Las dos lo son- alegó, mirándole con el ceño fruncido- Que ninguna muera.

- Hai- Afirmaron ambos.

Aunque él no escuchaba. Una vez asegurado de que la chica correspondiente era Ryuzaki, abandonó el lugar, ansioso por caer sobre la cama. Fuji apareció a su lado, golpeándole suavemente el hombro como saludo.

-Qué suerte- Dijo sin borrar su sonrisa- Ryuzaki, ¿eh?

Se encogió de hombros y continuo su camino. Si en aquel lugar hubiera una mujer aún más tranquila que Ryuzaki, la cogería. Se dejó caer sobre su cama predilecta y cubrió torpemente su cuerpo con una de las sábanas. Dormir le haría bien. Le ayudaba a no pensar, a descansar y prepararse para lo que sucedería todos los días siguientes que eran marcados por el amanecer.

Una leve respiración le obligó a abrir los ojos. Casi nadie se atrevía a dormir a su lado por las noches. Especialmente, porque más de una vez golpeaba sin querer a los de su lado. Eran los signos de soñar hasta de lo que trabajaba.

-¿Eh…?

La joven castaña dormía a su lado. En el catre cercano. Los cabellos castaños caían a un lado de la almohada, sobre la sábana que la cubría y algún que otro por su rostro, moviéndose con su respiración. Ligeras lágrimas caían de sus ojos cerrados, movidos 

por la ligereza de el sueño. Alargó su mano hasta ella, pero se detuvo, encontrándose con unos hocicos blancos que mostraban dientes por igual. El perro. Detuvo la mano, dándole tiempo a olerle y finalmente, el animal hizo intento de lamerle la mano, la cual apartó, mirándosela desconcertado. ¿Desde cuándo se dedicaba a quitar lágrimas de las mujeres? Había visto demasiadas llorando como para compadecerse de una sola. Gruñó y decidió que lo mejor era dormir.

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La alocada joven lo miraba de arriba abajo. Tan incesante, que sintió deseos de marcharse avergonzado. Apretó los dientes y siseó como costumbre en él.

-¿Entendiste?- Gruñó hastiado.

Ella sonrió, afirmando con la cabeza mientras continuaba mirando hacia la puerta donde Echizen había desaparecido. Ese también se las pagaría. Había respondido más rápidamente de lo común y cogido a la chica tranquila, mientras que él tendría que quedarse con la mujer alocada. Encima, tenía que soportar las burlas de Momoshiro a un lado de el garaje, tirado sobre una de las hamacas junto a Eiji.

Él, que era serio y tranquilo, que se concentraba expresamente en su entrenamiento corporal, era educado y le había costado lo suyo estar ahí, se veía relegado al cuidado de una mocosa que era siete años menor que él, gritona y que se creía la mandamás tan solo por ser hija de el gobernador. Y encima, se había encaprichado de Echizen.

-Ey- bramó de nuevo sujetándola de el brazo- ¿Entiendes o no?

-¡Qué sí, que sí!- Exclamó molesta- Pero, Oye, ¿no tendrías que buscar a tu compañero? Se fue por esa puerta y no ha vuelto.

-Fue a dormir. Donde irás tu- Espetó cansado.

La aferró de uno de los delgados brazos, arrastrándola hasta los dormitorios. Por suerte, nadie impidió que lo hiciera, por mucho que gritara. Le señaló una de las camas a su lado, tal y como Tezuka le indicó. Si iba a ser su protegida, tenía que serlo totalmente a todas horas. Hasta durmiendo.

Ella pareció atisbar al dormido Echizen, que extrañamente, tenía alguien a su lado, en otro catre. Era increíble que la jovencita todavía ocupara su lugar en la cama. No porque el chico fuera pervertido, eran sus pesadillas que le llevaban a defenderse exteriormente mientras dormía. Entregó una manta a la castaña, lanzándosela justamente contra el rostro al no estar atenta y cubrió a tiempo su boca, mirándola amenazante.

-Cierra el pico- Ordenó- Aquí la gente duerme y si la despiertas, no se contendrán en dispararte, confundiéndote con un Zombi.

Ella afirmó incrédula, asustada por su ferocidad y se contuvo. Apartó la mano suspirando y se dejó caer sobre el catre, tumbándose aburrido. Ella le imitó en silencio y 

seguramente, no sabría nada ella hasta el siguiente día. Solo el movimiento en el exterior, lo alertó. Se asomó al tiempo de ver a Momoshiro y Eiji enfundarse una vez más dentro de sus ropas de ataque y descender por las alcantarillas. Otra noche movidita.

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Jadeante, cerró la puerta con llave. Aquel lugar no era el más seguro, pero al menos su hermano no conseguiría entrar. Había estado cuidándole por unas fuertes fiebres y estás, al parecer, le habían hecho volverse loco. Había matado a su madre, mordiéndolos hasta la saciedad y ahora, iba a por ella. Apretó los dientes con fuerza y miró el aparato que su padre le había dado como protección. Era un científico de gran élite que siempre viajaba y prometió que si algún día lo necesitaba, le ayudaría. Pero su padre estaba muerto por culpa de uno de sus experimentos, según dijeron los militares. ¿Quién podría ayudarla antes de que la puerta de el servicio cediera a los empujes de su extraño hermano?

-¡Ayuda!- Gritó finalmente, aferrando el aparato- ¡por favor!

Ahora… Solo quedaba rezar. Que su grito fuera escuchado por alguien. Que realmente lograran llegar hasta ella. Para su sorpresa, cuando la puerta ya comenzaba a ceder tras media hora de aguante, sonidos extraños escaparon del inferior de el lugar donde se encontraba y una capa de humo, quedó extendida en todo el lugar. Tosió necesitadamente, mientras la puerta que la separaba de su hermano, cayó a un lado. La palidez inundó su rostro por completo. Los blancos ojos ensangrentados, se posaron sobre ella y alargó las manos para sujetarla y mostrar sus sangrientos dientes.

-Eh, imbécil- Llamó una voz masculina- Muerde esto un rato.

Fueron cuestión de segundos. Sus azulados ojos se entrecerraron al sentir la salpicadura de sangre, la cual fue arrebatada de su rostro rápidamente y unas expertas manos bajo guantes, la revisaban. Había caído. Su cuerpo ya no la aguantaba más. Las voces llegaban demasiado lejanas.

-Está bien…. Debemos llevarla cuanto antes.

-¿Seguro? ¿Nya?- Preguntó otra melosa voz-. Parece estar demasiado pálida.

-Señor, si usted no tuviera armas y su familiar ansiara morderle, también estaría así- La defendió aquel sujeto sarcásticamente- En fin, vámonos, que tengo hambre.

-¿¡Cómo puedes comer después de haber matado a tantos!?- Exclamó la estridente voz.

-Mi estómago ruge- Se disculpó el hombre que la cargaba con cuidado- Échele a él las culpas. De todas formas, con el ruido que hemos hecho, esta zona se inundará- Maldijo entre dientes- Tendremos que aumentar la zona de seguridad antes de que entren.

-Avisaré a Inui- Prometió el de voz felina- ¡Seguro que en un momento, tenemos hombres aquí!

-Eso espero.

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Afirmó ante el preocupado Inui y caminó hasta los dormitorios.

-¡Echizen, Kaidoh!- Exclamó.

Ambos saltaron sobre la cama, mirándole expectantes. Dos de los mejores. Estaban cansados, pero se les necesitaban. No esperaba aquellas noticias. La muchacha tenía que estar encerrada en un baño, no en un dormitorio o cualquier otro lugar, no. Un maldito baño.

-¡En marcha!

Los dos se acercaron corriendo y tal y como esperaba de dos de sus hombres, no dudaron en lanzarse por las alcantarillas. Los siguió, como siempre. Solía participar en todos los actos. Se lo habían negado debido al nivel que tenía, pero, ¿Qué demonios sería de él si no tocaba el terreno? ¿Abandonar a sus hombres? Ni hablar. Eso era algo que jamás haría. Como capitán lo tenía bien asumido.

Inui era el experto en tácticas después de él. Especialista en crear las barreras de seguridad y cuando llegaron al terreno, donde Momoshiro pasó rápidamente hacia atrás con una joven en brazos, se unieron a Eiji y otros hombres más a la hora de detener la oleada que comenzaba a llegar. Por suerte, no eran demasiados. Peores los había visto.

-¡Atrás!- Exclamó Inui al tiempo que golpeaba con una mina en el suelo.

Instintivamente, todos se lanzaron al suelo. Echizen gruñó limpiando el resto de sangre esparcida de la ropa. Agarró un cuchillo de su chaleco antibalas y lo lanzó contra el último zombi vivo.

-¡La próxima vez avisa!- Exclamó Eiji jadeante-¡Entre tú y este que lanza cuchillos sin avisar! ¡Nos mataremos nosotros mismos!

-Disculpa, Eiji- Se excusó falsamente Inui-. ¿Fuji, está colocado?

-Listo- Respondió éste apareciendo- Ya puedes hacerlo.

-Bien- aceptó el hombre de datos- Entonces,- agudizó el oído ante los gemidos de los cadáveres andantes- 1, 2…. 3… ya.

Un fuerte estruendo se repitió, solo que esta vez, en la zona superior. La casa había caído por completo sobre la obertura, llevándose zombis y demás cosas por delante. Inui sonrió satisfecho.

-Tampoco aguantan que los aplastes.

-¡Nadie lo soportaría!- Exclamó el resto incrédulo.

Y como siempre, comenzaron a discutir la probabilidad de la verdad y no. Cansado de sus absurdeces, se volvió sobre sus pies, seguido de Echizen, que bostezaba molesto por haber sido sacado de su sueño para nada. El muchacho se detuvo.

-Ah… mi cuchillo- Bramó entre dientes.

Y volvió a por él, arrancándolo de el cuerpo inerte sin más, limpiándolo asqueado. De todos, la realidad es que Echizen era el que más le atraía. Frio y calculador. Fuji también lo era, tenía que reconocerlo, pero debido al interés de superación del Echizen, tenía más prontos que el otro.

-¡Señor!- Exclamó la voz de Momoshiro por el intercomunicador- Debería de venir. Es urgente…

Todos se miraron entre ellos y rápidos pasos, corrieron hasta el lugar. Momoshiro estaba pálido por completo, mientras sostenía entre sus manos un carnet de biblioteca escolar. Nada más verle, le extendió el documento de identificación, el cual observó.

-Ann… Tachibana- Expresó con los dientes apretados el ojos lilas- La hija… de… Toburo Tachibana…

-¿¡Nya!?- Exclamó Eiji asustado- ¿¡La hija de… Tachibana…!?

Apretó los labios, mirando el cuerpo tendido de la muchacha sobre una de las hamacas.

-De todas maneras, la llevaremos con nosotros- Ordenó- Takeshi.

-Ni hablar- Interrumpió éste, sorprendiendo a todos- No pienso hacerme cargo de la hija de aquel tío. Ese doctor estaba loco. ¡Hizo todo esto! ¡Por su culpa tuvimos que adelantar el proyecto 126!

-Momoshiro- Interrumpió con firmeza- Más te vale obedecer. Es una orden que no acepta negación. Ella estará a tu cargo y punto.

Se volvió sobre sus pies y caminó hasta el dormitorio. Aquella noche, hasta que no se recibiera alguna otra llamada de auxilio primordial, no se movería de su cama. Estaba cansado, ansioso de algo que no tenía en aquellas noches. Un cuerpo de mujer. El de su esposa. Maldecía haberse casado con alguien de la familia Echizen, pero no renegaría nunca que amaba a Nanako. Lo que sí se quejaría, es no poder tenerla cuando más la necesitaba. Miró el anillo de casado y suspiró antes de dormirse, frustrado.

¿Qué cosas más tendrían que pasar antes de que pudiera atraparla entre sus brazos?

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Notas autora:

Bueno, hasta aquí el primer capítulo. Es larguito, pero espero que interesante n.n.

Consejo: No os perdais detalle de lo que dice Inui. Es importante en la trama aunque sea mucho XD.

Os explico algo:

Pj: Personaje de alguna serie, videojuego o demás. (es importante esto que dice Ryoma en adelante)

"Eva": Se refiere a la mujer afamada de las creencias religiosas que se dice Dios vida a todos los hombres y mujeres. Inui quería usar a todas las que encontrara siguiendo esta creencia.

El doctor loco: Es el padre de Tachibana, como bien ha dicho Momo. La historia es real. Salio por la televisión sobre un hombre que hacía tales barbaridades con los animales.

Y creo que no tengo nada más que explicar o.o En todo caso, si tienen dudas, por favor, pregunten y si no desvela nada de la trama, os lo diré n.n

Nos vemos si así lo desean n.n