LA DESPEDIDA

Aquel martes del mes de marzo había comenzado ventoso y gris, muy gris, desentonando completamente con el humor de Hermione Granger que estaba contenta pero nerviosa, al mismo tiempo. Faltaba poco para terminar su último día de trabajo para el ministerio; su idea de incorporar la tecnología muggle al mundo mágico, había tenido una excelente acogida. A esas alturas, la mayoría de los magos disfrutaba de la televisión mágica en sus casas, y tanto el teléfono como el internet mágicos también estaban empezando a arraigar entre los magos, que veían en estos unas excelentes ventajas, pues estaban empezando a comprobar que, en ciertas ocasiones, eran mucho más rápidos que el correo por lechuza. Hermione estaba satisfecha del trabajo realizado, y orgullosa de terminar su trabajo con tan buenos resultados.

-¿Señorita Granger? -preguntó una mujer de mediana edad, con el pelo entre cano y vestida con una túnica de color azul celeste, que entró en el despacho de Hermione, sacándola con un sobresalto de sus pensamientos-. Su prometido la espera fuera -anunció sonriente la mujer.

-Gracias, Alice. Enseguida voy -contestó Hermione a la mujer, que hasta ese momento había sido su secretaria, con una sonrisa-.

Cuando la mujer salió del despacho, Hermione se recostó sobre su silla cerrando los ojos y dando un suspiro. "Mi prometido", se repitió en voz baja riendo entre dientes. Habían pasado casi tres meses desde que Draco le pidiera matrimonio y aún no podía creer que fuera a pasar por todo lo que suponía una boda, de nuevo. El pánico volvió a hacer su aparición solo de pensar en lo cerca que estaba ese momento; no sabía si tendría fuerzas para dirigirse al altar, en el caso de que Draco no saliera huyendo al igual que había hecho Ron. Quizá le pasara lo mismo que cuando aceptó la proposición de matrimonio tres meses atrás; en su cabeza la respuesta era: "lo siento, Draco, pero creo que todavía es demasiado pronto, ¿porqué no pensamos en ello más adelante?". Sin embargo de su garganta salió una respuesta muy diferente. Hermione volvió a reírse nerviosamente, sentada en su silla, mordiéndose el labio inferior, mientras recordaba aquél momento.

"Sentada en la cama con las piernas cruzadas, miraba el anillo que Draco la mostraba. Era sencillo pero de una belleza impresionante. Pensó que estaba hecho especialmente para ella. Mientras observaba el rostro expectante de Draco, el pánico la invadió "¿Y si me vuelve a pasar lo mismo que con Ron?", pensaba mordiéndose fuertemente el labio inferior y sin dejar de mirar a Draco fijamente a los ojos, "No lo soportaría. No podría volver a levantar cabeza. Debo decirle que esperemos un poco. Si, creo que eso será lo mejor", se dijo para sí.

-¿Y bien? -la apremió Draco, que parecía estar conteniendo la respiración mientras esperaba la respuesta de Hermione.

-Por supuesto que sí, Draco. Me encantaría ser tu esposa -se sorprendió respondiendo Hermione.

-¿En serio? -la preguntó Draco con una sonrisa de oreja a oreja, llena de felicidad. Hermione no le había visto sonreír así en todo el tiempo que llevaba con él.

-Pues claro que sí -respondió ella entre sollozos, pues también para su sorpresa, las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Aquella mañana fue la mañana más extraña que pasó. Draco la agarró la cara con las manos y la besó apasionadamente, como no lo había hecho hasta el momento."

"¡Madre mía! ¿Desde cuando hago las cosas de forma tan impulsiva?", pensaba riendo de nuevo; su recién descubierta nueva personalidad la sorprendía hasta a ella misma. "¿O No es nueva? ¿Y si estaba escondida en algún lugar recóndito de mi interior... reprimida...?", se preguntaba Hermione, cuando una voz la sacó de sus pensamientos sobresaltándola un poco.

-¿Vienes, cielo? Nos esperan -dijo Draco con su voz grave y a la vez suave, pero con aquel tono de impaciencia que últimamente se apoderaba de él a la menor ocasión-. ¿O es que piensas quedarte a vivir aquí? -terminó con sarcasmo.

-Tranquilo, Draco. Ya voy -le respondió Hermione con tranquilidad y riendo-. Simplemente estaba despidiéndome de este lugar. He pasado mucho tiempo aquí -mintió finalmente Hermione.

-¡Por las barbas de Merlín! -exclamó Draco rodando los ojos y alzando las manos con impaciencia desde el umbral de la puerta-. Olvidaba esa costumbre tuya de encariñarte con los sitios... Está bien -concedió Draco finalmente, algo ceñudo-. Pero "despídete" rapidito de este lugar. Mi madre nos espera. Aunque, sinceramente, no creo que sea necesario. No perderás de vista este local por mucho tiempo, de todas formas... -gruñó Draco, mientras Hermione, sonriendo por la impaciencia de su prometido, recogía su bolso y la caja con sus cosas y se dirigía hacia la puerta.

-Vale... ya está. No hace falta que te pongas así... -replicó la chica cuando estuvo a su altura.

-Ya... bueno, deja que lleve yo la dichosa caja... yo podría haber hecho que te la recogieran mañana... -volvió a gruñir, mientras le quitaba la caja de las manos a Hermione, que ya no podía reprimir la risa ante aquella actitud. Realmente estaba nervioso-. ¿Te hace gracia que vayamos a llegar tarde? -la dijo ceñudo, volviéndose.

-No, cariño. Me hace gracia que estés tan nervioso. Como nunca te altera nada... -bromeó Hermione. Draco rodó los ojos y salió gruñendo, mientras ella echaba un último vistazo a su oficina y cerraba la puerta.

-Claro, te hace gracia. A la señorita le hace mucha gracia... -gruñía Draco, mientras cruzaban el pasillo-. No es que me agrade tener que ir a dar la "bienvenida" a mi padre, ¿sabes? No ha estado de vacaciones, precisamente. Y, por si no te habías dado cuenta, soy humano, Hermione. Claro que me afectan las cosas.

-Lo sé. Tranquilo. Solo era una broma. Perdona -le dijo mientras se agarraba a su brazo y tiraba de él para darle un beso en la mejilla, lo que pareció calmar un poco a Draco.

-Bueno... -vaciló un poco menos bruscamente, Draco-. Despídete rapidito de tus empleados mientras yo mando esto a casa, ¿de acuerdo?.

-Vale -aceptó Hermione con un suspiro de paciencia-. Pero, ¿tú no estarás conmigo? -añadió.

-Si. Estaré. Pero debo mandar esto a casa, ¿no querrás que lo llevemos con nosotros a todas partes, no? -refunfuñó Draco.

-¡Ay, Draco! Calmate ¿Quieres? Te pones insufrible cuando estás así -protestó con impaciencia Hermione. Realmente la estaba poniendo nerviosa aquella actitud. Al fin y al cabo, aún tenían veinte minutos de ventaja sobre la hora acordada con la señora Malfoy.

-Hummm... -gruñó Draco saliendo a la parte pública del local, en donde todos los empleados de Hermione la esperaban con una bonita tarta y bebidas.

-¡Genial! Si hasta han comprado tarta... ahora llegaremos tarde, fijo -se quejó Draco por lo bajo para que solo pudiera escucharle Hermione, que al oírle le dio disimuladamente un codazo en las costillas, haciendo que Draco se quejara por lo bajo y se doblara un poco hacia la izquierda-. Démonos prisa, ¿vale? No quiero llegar tarde -añadió entrecortadamente.

Los seis empleados de Hermione (tres mujeres y tres hombres) alzaron sus copas de hidromiel, sonrientes, y abrazaron y besaron a Hermione cuando ésta se acercó, emocionada, a ellos.

-La echaremos mucho de menos, señorita -dijo Alice, su secretaria, mientras se enjugaba las lágrimas con un pañuelo -Es la mejor jefa que he tenido en mis treinta años como secretaria.

-Si, Hermione -terció un joven brujo, de pelo rizado y rubio, y de ojos azules-. Es muy fácil trabajar contigo. Además eres una amiga estupenda -añadió mientras servia una copa a Hermione y alcanzaba otra a Draco, que se había acercado después de mandar mediante magia, los objetos personales de Hermione a su casa.

-Te llevas una gran mujer, Draco. Espero que lo sepas, muchacho. Porque nos dejas sin una gran jefa y amiga -terció un hombrecillo bajito, regordete y un poco calvo, el cual había sido el encargado de enseñar el uso de internet a los magos.

-Si. Lo sé -contestó amablemente Draco, aunque Hermione podía notar la impaciencia en su voz-. Pero bueno... la vida es así. Además, no la perdéis. Podréis sufrirla de nuevo cuando abramos el nuevo negocio, ¿no? -bromeó nerviosamente Draco.

Todos rieron y Draco se relajó un poco. Comieron un pedazo de tarta -que Draco prácticamente absorbió debido a la impaciencia que sentía-, junto a los empleados, hablaron y rieron junto a ellos y, quince minutos más tarde salían de la tienda, después de despedirse de los demás.

-¡Por fin! Creí que no saldríamos jamás... -protestó Draco una vez fuera.

Hermione se limitó a reír de nuevo,sin decir nada; cuando Draco se ponía en ese plan, ella prefería no decir nada, pues se ponía insoportable, se agarró de la mano con Draco y juntos se desaparecieron.