¡Oh por Dios! Tenía tanto tiempo que no entraba aquí y estoy tan apenada por aquellos que leen y siguen mi otra historia que no sé cómo responder por ella. He entrado en u ataque de pánico y un bloqueo emocional muy elevado. Vivo en Venezuela, creo que describir la situación estaría de más, aquí de por sí todo es difícil.
No les mentiré, esta historia no es nueva, ni siquiera sé cuánto tiempo tiene guardada pero sólo encontré éste capítulo y quise ver si les gustaba. Podría hacer el intento de algo corto mientras la motivación de la anterior (La otra, se llama), vuelve.
Espero les guste y contar con sus lindos comentarios. ¡Abrazos para todos!
Capítulo uno.
Hacía más de un año que Sasuke y yo habíamos terminado. Habíamos terminado cuando nos faltaban 6 días para cumplir tres años juntos.
Triste, ¿verdad?
En mis 24 años nunca antes había sido tan feliz. La relación era casi perfecta. Casi.
El único problema eran sus papas. Me odiaban. No les caí bien al no ser de la alta sociedad, como ellos. Y aunque a Sasuke eso era lo último que le importaba, aún así me lastimaban sus miradas de odio.
Fue peor la cosa cuando empezaron a meterse en la relación. Tratando de llenarle la cabeza a Sasuke con cosas horribles de mí y me vi llorando en su regazo, justo después de tratar de terminar con él –nunca me dejó romper la relación- hasta que él me consolaba y me decía que me quería y que no nos íbamos a separar nunca.
Pero a pesar de todo, fui feliz. Fui realmente feliz, hasta que encontré a mi novio teniendo sexo con una pelirroja exuberante y asquerosa, de clase alta. De esas a las que sí les gustaba a mis queridos ex suegros.
Él intentó hablar conmigo al día siguiente y explicarme que estaba drogado y que no estaba consiente de lo que estaba haciendo. No le creí. Le voltee la cara dos veces con bofetadas y le grité que lo odiaba, que no me buscara nunca más y que no lo quería volver a ver.
Eso fue 6 días antes de cumplir tres años, ese día terminamos. Duró 4 días más tratando de hablar conmigo, en sus intento fallidos, y me enteré al quinto que se había ido de viaje para no volver más.
Claro, entendí todo cuando al mes me cuentan que en realidad su papá lo había obligado a irse y no podía volver sin un permiso firmado por él. No sé a donde fue y tampoco sé como es que pudieran retener a un mayor de edad en un país del cual no es nacionalizado. Sasuke era un año mayor que yo.
Al mes siguiente tuve una visita. De esas visitas que te caen mal desde antes de abrir la puerta. Cuando vi que era la asquerosa pelirroja que se estaba cogiendo a mi novio, no dudé en abofetearla… sólo que ella no corrió con tanta suerte y le di más de 5 bofetadas en un intento por matarla y sacar la rabia de mí.
Cuando acabé en un arranque de llanto por la frustración, la oí gritarme que todo era mentira, que lo lamentaba y que en realidad, Sasuke sí estaba drogado y que fue obra de su madre –la de él-
Está de más decir que se me calló el alma a los pies y la boté de mi casa, se salvó de que no la empujé por las escaleras del dolor que tenía encima.
Naruto era el mejor amigo de Sasuke e Itachi el mejor cuñado que he tenido en mi vida, pero ninguno de los dos me dio el número de Sasuke o tan siquiera el correo. Se me partió el corazón al enterarme por boca de Hinata, la novia de Naruto, que el mismo Sasuke pidió no saber nada de mí.
Entendí su dolor, su rabia, pero pensé que quizás él entendería la mía. Quizás su padre sí había logrado terminar de pudrirle la mente con cosas sobre mí.
Duré más de un mes sin salir de mi casa y partí la guitarra que le había comprado de aniversario.
Empecé a salir a los dos meses, sí, pero al psiquiatra. No comía, no bebía y no quería hablar con nadie. La depresión estaba consumiendo cada parte de mi alma. No fue nada fácil, no estuvimos juntos pequeños meses, sino prácticamente tres años.
Tres meses estuve en ese proceso, hasta que por fin logré convencer al médico de que podría estar sola sin ser una amenaza personal para mí misma.
Y aquí estoy, justo ahora, en mi casa, comiendo un tazón de helado de chocolate y tragándome las emociones.
Sasuke iba a volver.
Y no lo supe porque me lo dijeran, no, sino porque había escuchado a Itachi contárselo a Ino, mi mejor amiga. Y no supe si emocionarme o correr a llorar. No hice ninguna de esas dos, de todos modos.
Ya debería estar aquí.
Sé que Naruto quería decírmelo e Itachi estaba inquieto parloteando a mí alrededor, entendía que estuvieran preocupados, ellos dos eran los que estaban atrás de mí para ir a las consultas y tratar de subir de peso.
No sé qué me costó más: si luchar con mi depresión emocional o conmigo misma.
No volví a ver a sus papás, Itachi tampoco mencionaba nada, pero no pude evitar espiarlo dos veces cuando le oía hablar con Sasuke por Skype. Una de esas veces logré ver su rostro y supe que estaba feliz por allá. Eso me costó muchas bocanadas de aire y mucha calma.
Sasuke había vuelto… estaba aquí y no quería saber nada de mí.
Apreté los párpados y dejé a un lado el tazón vacío. Me levanté del suelo y apagué la televisión. Salí al pequeño balcón de mi apartamento y tomé aire. Vivíamos todos en la misma residencia, o bueno, menos Hinata. Ino vivía conmigo y Naruto junto a Itachi un piso más abajo.
Me maldije internamente al verlos aparecer y corrí a apagar la luz y agacharme para que no me vieran. Pero yo sí lograba verlos y se me anudó la respiración al ver a Sasuke bajarse del auto tomado de la mano de una morena que había visto en una revista hace tres meses. Aguanté el sollozo y aparté la vista. No era momento de caer en un coma emocional o de morir en el intento. Era momento de ser una adulta y superarlo.
Era momento de superar, de una vez por todas, a Sasuke Uchiha.
Xxx
-Sasuke, ¿dónde estás? –Tenía unos quince minutos dando vueltas por el muelle en el cual Sasuke me había citado, sólo que no lo veía por ningún lado y no era precisamente temprano.
La brisa me estaba helando, traía puesto un vestidito veraniego y eran más de las 7:00 de la noche. ¿Dónde estaría?
Seguí caminando, respirando el agua salada y evitando tirarme al mar. Caminé hasta el final del muelle, donde las olas rompían y mis píes se mojaban. Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, en un intento por absorber todo eso que tenía al frente. Sofoqué un chillido cuando unas manos fuertes y varoniles me habían alzado un poco por detrás, con las manos en mi cintura y su nariz enterrada en mi cuello.
-Hola. –Susurró con voz emocionada y me di cuenta de lo mucho que lo había extrañado. Hacia días que no lo veía. La universidad lo tenía enrollado y mi tiempo era reducido al estar en finales. Me giré aún en sus brazos, le tomé la cara con las manos y le besé los labios con lentitud. Tan sólo un pequeño roce.
-Hola. -Susurré de vuelta sobre sus labios. A esas alturas ya había abierto los ojos y vi que estaba sonriendo. Los ojos cerrados, la sonrisa ladina, el cabello alborotado. Todo en él era precioso. Sus brazos me habían quitado el frío y lo abracé muy fuerte por el cuello.
-Te extrañé. –Le oí decir. Sonreí más ampliamente y empecé a repartir besos por todo su rostro, mientras susurraba cada palabra entre cada beso.
-También… te… extrañé. –Escuché su risa sofocada entre sus dientes y terminó alzando mis píes del suelo. Reí al sentir sus músculos en mis costillas y sus dedos en mi espalda. -¿A dónde vamos?
-A la luna. –Reí más fuerte sin poder controlarlo y sentí que mi alma se elevaba junto a mis píes.
Dios, amaba a este loco.
¿Y? ¿Qué tal? ¡Espero les haya agradado!
