Las mil y un voces de aquel salón, los sonidos, cascos yendo y viniendo, nobles riéndose jocosos de alguna cosa, no conseguían apartar su atormentada mente de lo que estaba a punto de hacer, no le había importado antes, ¿Por qué ahora su consciencia no se acallaba?, ¿No era esto lo correcto?, ella se lo había explicado, y tras escucharla atentamente, no hizo otra cosa que volverse un peón en un intricado juego de magia y esquemas de poder, un juego que llevaba en desarrollo mucho antes de que el naciera, y ahora se encontraba en el, como una de las piezas más desechables del tablero.
Aun así, ¿Qué otra opción tenia?, y aunque la tuviese, el no era una persona inocente que pudiese volver a casa sin consecuencias, desde hacía ya seis años sus manos estaban manchadas. Edonia, Tall Oaks, el había contribuido, quizá no directamente, pero lo había hecho, había ayudado, sin saberlo, a que un montón de personas inocentes muriesen.
Y ahora, aquí estaba, a punto de repetir las mismas atrocidades por su misma mano, en este punto, su propia persona le generaba un buen grado de repugnancia.
Se abrió paso entre la multitud en aquel acto, como de costumbre, no faltaban las miradas curiosas y algo prejuiciadas, lo normal ante una nueva especie de la que nadie tenía constancia, aunque agradecía que la mayoría en este salón elegían el ignorarle, casi todo el mundo tenía alguien con quien hablar, o a algún punto del salón al que ir, no era una gran gala por nada.
Aun, sus propias acciones le provocaban asco, pero trataba hacer pasajero aquel auto desprecio con las palabras de su actual patrona.
"Míralo como el primer y retorcido paso hacia un futuro brillante"
Dejo el maletín debajo de una de las mesas, se fijo en que todas las portadores estuviesen ocupadas, y procedió a retirarse lo más discretamente posible de la gala.
Sentia la ansiedad treparle por la espalda mientras se aproximaba mas a la salida, ninguna de las portadoras, ni siquiera aquella tan enérgica, se percataron de que se estaba marchando, y daba las gracias por eso, no quería verlas a sus inocentes ojos antes de que ocurriese todo.
Finalmente, salió, ya estaba fuera de aquel gran salón, necesitaba salir del palacio para pulsar el detonador, no paraba de carcomerle la consciencia, por supuesto, pero seguía tratando de encontrar paz en lo que se le había dicho.
Saco el detonador, estaba ya a medio camino de salir del castillo, y lo único que tenia que hacer era pulsar un botón, para lanzar un descabellado y enfermizo grito de revolución.
Su consciencia se rindió, pero su raciocinio no, y este solo le hizo plantearse una pregunta muy simple: ¿Cómo había llegado a esto?
