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Se sentía cansada, abatida, derrotada… su cuerpo cayó, presa del dolor por las múltiples heridas que teñían de sangre las escamas de su cuerpo, antes de un verde que solo podía simbolizar vida, ahora grises y opacas por la corrupción de la pesadilla esmeralda. Al fin su mente se liberó del control de Xavius; miró de reojo a Tyrande y otros elfos nocturnos que no supo identificar, pero por las togas que vestían solo podían ser protectores del templo de Elune, también vio al Adalid que la ayudó en la persecución de Malfurion, donde cayó en la trampa del sátiro.
Levantó el rostro al cielo, implorando un poco de piedad, que alguien diera fin a su sufrimiento. Pensó en su querida hermana Alexstrasza, ¿acaso no fue ella quien le dio el apodo cariñoso de "la soñadora"? soñaba con verla de nuevo y poder abrazarla… Estaba agradecida con esos mortales por no permitir que su locura trajera las mismas consecuencias que la de Neltharion, solo esperaba no haber hecho un caos sin remedio.
Algo llamó su atención, la luna eclipsó al sol y una voz tan dulce como los murmullos del bosque en el sueño esmeralda calmaron su dolor. Sintió la calidez de la noche a medio día, la gran diosa de los elfos le decía que todo estaría bien, solo tenía que cerrar los ojos para que dejara de sentir dolor. Ysera obedeció la efímera orden e inmediatamente su malestar dejó de aquejarla, la luna le tendió sus brazos y estrechó el espíritu del aspecto verde, elevándolo a los cielos frente a los varios ojos que miraban con asombro el hermoso espectáculo.
Ysera estaba frente a Elune, su belleza era algo que jamás había presenciado, más allá de los seres que vivían en Azeroth, más allá incluso de la hermosura de su propia dimensión. La tomó en sus brazos y besó las lágrimas que descendían por sus ojos, ya no estaba en su forma de dragón ni en el avatar que usaba para acercarse a los Kaldorei, no tenía una forma física y aun así sentía los besos y las caricias de la piadosa diosa; la misma voz que le ordenó cerrar los ojos le decía que todo estaría bien y que jamás olvidarían su sacrificio en el plano mortal, porque su dolor conmovió a la diosa de la noche y una lagrima suya cayó del cielo.
Tyrande sonrió a pesar del llanto por la pérdida del ser más bello que conoció, ver al espíritu de Ysera convertirse en un conjunto de brillantes estrellas por la gracia de Elune conmovió su corazón y en silencio agradeció a la diosa por acabar con el sufrimiento del dragón. El cuerpo corrupto del aspecto verde se fundió con la tierra y en su lugar emergió una hermosa flor que contenía el pilar que buscaban, la lagrima de Elune. A partir de ese momento, la constelación de la soñadora permanecería a lado de la luna, como si fuese su guardián.
