"Rómpeme"

Por Zury Himura

Corrección por Sele

(SyE)


Basado en la vida de dos personas que amo y aprecio mucho, claro, excepto lo mágico.

Disclaimer: los personajes no me pertenecen.


Capítulo I: Un amor de manga.

I

Abrió sus ojos azules una vez más, contemplando con sumo detalle los destellos y reflejos causados por el cristal alrededor del techo de su cuarto. Acercó el dorso de su mano izquierda hasta sus labios y pasó la muy costosa piedra sobre sus tersos labios. Una vez más, separó su mano y estudió la claridad el corte de la joya. Era lo que más había deseado desde niña: el costoso Tiffany Novo de 2.5 quilates que cargaría con ella toda su vida. Aunque claro, cuando era pequeña no sabía nada sobre costos y quilates, solo se había dejado llevar por la apariencia del accesorio y lo que significaría para ella cuando encontrara a «el indicado».

Suspiró por segunda vez y frunció el ceño. No era lo que había esperado sentir al comprometerse o al ver dicha joya magnificente adornando su dedo. Había un sentimiento de vacío en ella, que simplemente no la dejaba disfrutar de dicho regalo y momento. En cambio, no podía dejar de mirar aquel anillo de compromiso como un gasto innecesario y algo que simplemente su dedo no merecía. Sí, la pieza era hermosa pero eso era todo en lo que podía pensar desde el compromiso. Hasta había pensado regresarlo a la tienda, donde se le embolsarían los casi setenta mil dólares que se habían gastado en esa pequeña joya, y con ello donar el dinero a los necesitados. Pero sabía muy bien que aquello era una locura que jamás llegaría a concretar.

Cansada, se sentó en la suavidad de su cama y contempló su mano por última vez, después se sacó el anillo y al considerarlo nuevamente se lo volvió a poner. Luego caminó hacia su tocador, tambaleante en sus altos tacones plateados, abrió el estuche del costoso maquillaje que reposaba en uno de sus cajones de madera. Lo aplicó en sus mejillas pálidas para ocultar el rastro de las lágrimas que había derramado solo minutos atrás. Se detuvo tras palpar su rostro un par de veces y estudió fijamente su reflejo, minutos después sacó la fina fragancia que tanto la gustaba.

No, ya era demasiado así que dejó el frasco de cristal en su lugar y siguió mirando su apariencia.

Resopló y con sus blancas manos enderezó y arregló su cabello que estaba atado en un moño elegante que colgaba sobre su hombro derecho. Confirmó que su vestido entallado estuviera en perfectas condiciones, ajustó sus aretes y su gargantilla antes de salir de la habitación y volvió a la recepción de su mansión.

Cerró los ojos al llegar a las escaleras del segundo piso y al ver en la base de madera a su recién prometido hablando regocijante con su madre. Dio unos pasos hacia atrás para no ser advertida y se recargó en la pared. ¿Por qué tenía tantas inseguridades? Alzó los hombros y rendida ante la situación que enfrentaba los dejó caer, ahogando un lamento al avistar a alguien caminando hacia su dirección.

No era que no quisiera a su novio, quería decir… a su prometido. Lo quería, y en un punto de su vida lo había llegado a amar como una loca, pero en esos momentos su corazón no paraba de decirle que todo estaba mal. Y se odiaba por eso; a decir verdad se maldecía ya que había tenido que esperar hasta ver el anillo en su mano para darse cuenta que ese romance no era lo que ella quería. Entonces, había sido ese momento en el que había querido parar todo aquello y despertar de una pasión que ya parecía aletargada por bastante tiempo.

Talló sus ojos ligeramente maquillados, de su cartera sacó una toallita desmaquilladora y comenzó a remover el escaso maquillaje de su cara. Lo odiaba, ese no era su rostro pero sobre todo esa no era su sonrisa... miró el labial rosado, sorprendida.

¿Sonrisa?

Negó fanáticamente, mirando hacia su vestido oscuro con detalles grises. ¡Esa no era ella! Bueno… sí era pero ya no quería serlo. No era la vida que ella quería, ansiaba romper esa piel y entrar en otra. Deseaba simplemente algo diferente… quería…

—¿Kaoru?

Escuchó la amable y dulce voz del hombre que le había entregado el corazón en esa noche junto con el anillo de compromiso que su dedo cargaba con dificultad, dado a su peso y valor. Ella alzó su mirada esperando que sus ojos temblorosos no delataran sus temores.

—Pero, amor… ¿qué ha ocurrido? ¿Estás bien? —preguntó el chico preocupado al darse cuenta que la mirada que tanto le gustaba estaba opacada por el rojo e irritación en sus pupilas; probablemente había llorado por alguna razón y él no era de aquellos que se quedaba con los brazos cruzados—. Kaoru, me preocupas.

La pelinegra alzó su rostro nuevamente y sonrió. Ese hombre no se merecía lo que ella sentía y seguía opinando de su aburrida vida. Ella era una chica que siempre lo había tenido todo y que a pesar de sobrevivir una operación de alto riesgo en el pasado su familia nunca la había dejado de tratar como una inútil que no podía hacer nada. Pero tampoco era la culpa de ellos, ella había disfrutado de esos tratos y esas atenciones tan solo meses atrás y hasta la fecha nunca se había quejado.

Nunca había sufrido, ni económicamente ni por amor. Y cuando había pensado que estaba herida, mágicamente había aparecido él, curando su corazón con su sonrisa dulce y sus cálidos labios. Se había enamorado como una loca, había hecho lo imposible por estar con él y sabía que había sido correspondida en todo aspecto. Su corazón había sido suyo y le había pertenecido a esos ojos lavanda que parecían acogerse dentro de sus pupilas azules, perdiéndose y fundiéndose con cada suspiro, con cada unión en la intimidad y con cada te amo que se profesaban. Sabía que él era suyo y que ella… había sido de él.

—Nada. —Kaoru se limpió los parpados con su dedo, solo en caso de que hubiera quedado exceso de agua—. De hecho, había estado llorando de alegría, simplemente no puedo creer que esté comprometida contigo —mintió sobre lo que sentía.

Era la verdad, estaba feliz pero al mismo tiempo se sentía sola y miserable. Ese no era el tipo de amor que ella buscaba. Ella quería algo que la llenara, que la hiciera gritar de alegría. Quería un amor como aquellos que describían en las novelas y en los mangas. No quería al chico sobreprotector que la trataba como si fuera un infante que necesitaba ayuda con cada paso que daba. Quería un amor apasionado y arrebatador, no a alguien que esperaba hasta estar a solas para besarla, tocarla y tomarla de la mano porque en público no podía, era incorrecto acercarse a ella en cualquiera de esas circunstancias.

Quería un amor que la consumiera, una aventura y agresividad dentro del romance.

Sí, como los chicos posesivos esos de fanfiction, los celosos de mangas y los sexies de las novelas. Y al pensar en eso se preguntaba… si algún día su Kenshin podría ser así. Deseaba que dejara de preguntar si estaba bien cada cinco segundos en un encuentro sexual y que la mimara y empalagara en el acto. Ella quería ser tomada con una intensa pasión por alguien que la amara, quería gritar de placer y no por la consistencia y similitud de cada encuentro. Sino algo nuevo, ya no quería la rutina. Tal vez... Si hablaba con él… y le proponía nuevamente, por decimocuarta vez, cosas nuevas, él la escucharía.

Alzó la barbilla, animada, y cogió ambas manos del chico de cabello corto y las colocó sobre sus caderas, animándolo a tocarla íntimamente. Miró desde su cabello carmín hasta esos ojos violetas solitarios que la reconocían y parecían alumbrarse cada vez que le veían el rostro.

—Kenshin —resopló la pelinegra esperando obtener una respuesta positiva esta vez—. Bésame... —demandó apretando su agarre sobre sus manos al sentirse rechazada.

—¿Qu...qué? —tartamudeó el de ojos violeta, su cuerpo comenzaba a producir pequeñas gotas de sudor que con rapidez comenzaban a bajar hacia su camisa de vestir. El chico trató de zafar sus manos y alejarse de la mujer lo más que podía. Pues había jurado nunca faltarle al respeto y cuidarla, justamente como no lo había podido hacer con Tomoe, su ex esposa.

Había pasado tanto desde la última vez que se había sentido con las ganas de arrojar a una mujer contra la pared y hacerla suya en ese instante. Pero la verdad era que, desde la muerte de Tomoe nunca más podría tratar de la misma forma a otra persona. Mucho menos a Kaoru, su Kaoru. A ella la amaba de diferente forma, sentía que su mundo era ella y que sin ella simplemente dejaría de respirar. No era que a Tomoe no la hubiese amado, al contrario...

La había amado…

Pero en una diferente época de su vida, cuando él era un chico problemático y sin remedio. Ella le había ayudado a descubrirse a él mismo hasta lograr un equilibrio en su mundo. Al casarse todo había marchado bien, él comenzaba a construir el imperio que ahora lo respaldaba y lo hacia el más poderoso del país. Había invertido tanto tiempo, queriendo dar lo mejor para construir un futuro con Yukishiro, su esposa, hasta que una extraña enfermedad había a Tomoe de sus brazos.

Desde ese día, había prometido nunca más ser el mismo, cuidar a todos hasta inclusive entregarles su vida y así había hecho hasta ese momento. Con mayor propósito con Kaoru porque ella era su amor, era su vida y nunca dejaría que el tiempo o el destino se la llevaran de su lado. Era por eso que la cuidaba con tanta devoción y delicadeza. La amaba como nunca y se aseguraba de mostrárselo en cada momento. Ella era lo único que importaba para él, y por esa razón la respetaría hasta su muerte.

Kenshin agachó su cabeza y tristemente negó. Su corazón se estremeció al sentir las suaves manos de su prometida abandonando las suyas, permitiéndole de esta manera soltar las curvas de su cuerpo y dejar caer sus brazos hacia los lados.

El pelirrojo recogió algunos mechones rojos de sus ojos para poder observarla mejor. Luego, llevó su mano hacia el rostro blanco de su amada y lo acarició. Estaba tan atento masajeando su mejilla para confortarla y hacerle entender cuanto la amaba, que se descolocó al escucharla hablar nuevamente.

—Tómame, Kenshin.

Él abrió los ojos sin lograr procesar en su mente lo que ella le pedía. ¡Simplemente había perdido la razón! La volvió a mirar hacia aquellos mares desbordándose con ansiedad y agachó la cabeza nuevamente, dejando que los mechones de su cabello corto rosaran sus mejillas con pena.

—¡Tómame! No soy una delicada flor a la que temas desojar si la tomas con fuerza... —repitió ella, logrando solo que su corazón se parara al verlo girar sobre sus talones y caminar hacia la escalara.

Él… la estaba rechazando.

—Te respeto mucho como para tratarte de esa forma —ladeó su rostro masculino para mirarle con sus ojos pálidos de sorpresa y colocó una de sus finas manos sobre el barandal de madera de la escalera—. Tú deberías saber lo mucho que vales antes de pedir que te traten de esa forma en un lugar público —se giró nuevamente desistiendo si debía o no dejarla a solas. Luego de meditarlo, dio el primer paso para bajar hacia el primer nivel—. Los invitados están a punto de retirarse, y ya que es tu cumpleaños creo que deberías darles algo de pastel antes de que se vayan.

Kaoru lo observó bajar con calma. ¿Pastel? ¿Ella se humillaba y él hablaba de pastel? Sabía que había sido muy atrevida y hasta cierto punto agresiva pero solo quería ver su reacción… y ahí la tenía, la misma de siempre. Quería que se la llevara al cuarto y olvidaran a los dichosos invitados... O que la tomara de la mano y salieran huyendo de ahí. Pero no había sido así. Él había dado la vuelta sin siquiera tocarla, ni un abrazo, ni una caricia… ni siquiera un golpe en la cabeza para alivianar su estupidez y atrevimiento. Había nada… y siempre era así. Una pared fría que por más que había querido escalar había fracasado en pasar. Y ni que decir de su vida… todo era un asco.

Miró el enorme reloj de mármol en la pared. Faltaban ocho minutos para las doce, y si en algo Kenshin Himura tenía la razón era que tenía que echar de casa a toda esa bola de gente aburrida que había venido a criticarse entre ellos. Así que comenzó a bajar hasta llegar a la mesa donde todos la esperaban. Tomó el cuchillo y la palilla plateada para poder coger el pastel. Observó a Kenshin haciéndole señas; debía apagar las estúpidas velas rosas y pedir un estúpido deseo. ¡Ni siquiera le gustaba el rosa!

Los gritos y aplausos de los demás la obligaban de cierta forma a cumplir con sus demandas. Alzó la vista, mirando nuevamente al enorme y costoso reloj y frunció el ceño; eran casi las doce… ¡Y ese reloj no dejaba de ser una exageración y un lujo innecesario!

Se inclinó y sintió la mirada de todos sobre ella. Cerró los ojos y dijo por sus adentros: —.Tonto deseo, fingiré que lo estoy pidiendo. Bueno… ya que estoy aquí... Me gustaría cambiar muchas cosas, que mi vida fuera diferente de lo aburrida e insípida que es ahora. Que mi novio y familia también me vean diferente. No quiero cambiar de novio, solo de relación. Quiero sentirme viva, llorar, gritar enojarme y reír. Desearía experimentar un amor que me consuma, que me destrocé y desbarate por su intensidad. Quiero volverme loca al sentirlo y quiero que esa relación me rompa...

Tic tac, tic, tac.

Abrió los ojos y regresó su atención al enorme reloj, ya eran las doce y aunque no había terminado de especificar su deseo sabía que si existían los milagros seguramente entenderían lo que había querido decir. Dejó caer los hombros, sintiendo que debía haber cambiado las palabras de su deseo para que no se malinterpretara, pero después rio para ella misma; estaba preocupada con un deseo, asumiendo y temiendo que se haría realidad. Sin embargo, sabía que no sería así.

Ella había deseado un montón de cosas antes y ninguna se había vuelto realidad. Así que era una boba por pensar… que ese día sería la excepción. Abrió los ojos de par en par al sentir el apretado abrazo halándola hacia otra figura y plantando un casto beso en sus labios. Conmovida por el gesto, cerró los ojos y en su rostro se dibujó una sonrisa al divisar los mechones escarlatas que chocaban contra su flequillo oscuro.

Alegre y animada, envolvió a su prometido en su abrazo colocando su mejilla contra la de él.

—Esta es la única forma en la que te puedo tomar, Kaoru Kamiya —le susurró acariciando la enorme piedra de compromiso que adornada el dedo de su prometida y señalándole de esa forma a lo que se refería—. Tú mereces mucho más de lo que pides así que recuérdalo siempre: no te conformes con poco, sueña más, ambiciona más y lucha por más.

Lego de aquellas palabras que le habían llegado hasta el alma, se separó de él y asintió más tranquila. Cubrió nuevamente sus pupilas azules con la cortina de sus parpados al sentir su boca ser tomada por la suave de él.

Ya no le importaba, bueno si, un poco. Pero se imaginaba que si hablaba con Kenshin el entendería más lo que ella quería y esperaba de esa relación. Pues era joven y no comenzaría un matrimonio a sus 20 años con dudas.

II

Al fin todos se habían ido a sus casas, y como era de costumbre sus padres se habían retirado junto con Kenshin al verla entrar a su habitación sana y a salvo, gruñó y terminó de acomodar su camisón de noche sobre su sutil figura. Acomodó su cabello en dos coletas y observó nuevamente el anillo de setenta mil dólares que Kenshin le había regalado al proponerle matrimonio al inicio de la noche.

Se dormiría con él, aunque la actitud de Kenshin no fuera lo que ella esperaba… aquel Novo sería la única esperanza para que su sueño algún día se hiciera realidad. Ya que no quería cambiar de novio, solo su relación. Entró a su armario después de sonreír como por cinco minutos, palpando una de las paredes para encontrar la lámpara. Una vez que el techo se iluminó, atravesó el resto del closet hasta profundizarse en él.

Hacía frio esa noche así que tendría que cambiar las cobijas de su cama. Una vez llegó al gran armario donde guardaba las cosas de invierno, su cuerpo se estremeció de pies a cabeza al sentir una ráfaga de aire frio contra su espalda. Giró rápidamente el rostro, pero la luz se había ido del cuarto, haciéndole imposible ver con claridad aquello que le había recorrido el cuerpo. Velozmente, jaló las cobijas sin importarle lo que caía detrás de ella y así con el corazón agitado y el alma saliéndosele del cuerpo salió corriendo hasta estar del otro lado de la puerta. Una vez que su respiración se normalizó y confirmó que todo había sido solo un susto, se dedicó a acomodar la vestimenta de su cama.

Miró su joya antes de cerrar los ojos y cobijarse con las mantas gruesas para protegerse contra el frio de la noche de invierno. Sonrió, sabía que pronto algo tenía que cambiar en su vida inconforme… y probablemente mañana en la mañana tendría que llamar a un exterminador de plagas para lo que fuera que estuviera en su armario.

Estaba segura… que algo cambiaria.

III

Sus parpados se abrieron al sentir los rayos de sol sobre su cara. Enrolló sus manos entre los costados de las mantas y las colocó sobre su cabeza para bloquear la luz de la mañana. Las yemas de sus dedos acariciaron las cobijas que la cubrían con curiosidad y en seguida la sorpresa no se hizo esperar. Se puso de pie bostezando y tallando sus ojos al no tener otro remedio más que levantarse y averiguar lo que le había pasado a sus mantas de invierno.

Abrió sus ojos lentamente, adaptando su vista a la luz que el sol ofrecía a través de su… pequeña ventana. Su ceño se profundizo al notar la alarma digital que estaba sonando repetitivamente y que marcaba las siete de la mañana. Sorprendida, arrojó las sabanas delgadas con las que había estado envuelta y se puso de pie al observar las paredes de madera vieja que la rodeaban, la alfombra verde con manchas de algunas sustancias desconocidas, muy bien penetradas en ella, el pequeño espacio de la cama y la habitación que contenía con un montón de cajas con ropa y electrodomésticos tirados sobre el piso.

¿Qué demonios pasaba?

Asustada, llevó algunos de sus dedos hacia su cabeza masajeando sus sienes y tratando de despertar de lo que sea que fuera: pesadilla o sueño, quería despertar. Se giró en sus talones para desactivar la alarma, pero fue ahí cuando pequeñas piezas en la pared captaron su atención; sus iris azulados fueron atraídos hacia el pizarrón adornado con docenas de fotos. Caminó confundida hacia esa dirección y alzó su mano titubeante, al darse cuenta que en la mayoría de esas fotos se encontraba ella con un montón de personas que no conocía.

Se llevó algunos dedos hacia sus labios al notar la enorme sonrisa de la chica de aquellas imágenes. Esa no era ella, estaba segura que no conocía a nadie de ahí. Sin embargo ahí estaba su reflejo junto a una chica de trenza y otro joven de cabello plateado bajo la torre de parís, sonriendo y abrazándose como un grupo de amigos felices. En otra, ella estaba con un niño de cabellera puntiaguda comiendo un helado, más bien… limpiando el helado de su cara mientras el niño reía.

Sus labios se curvaron ante la impresión, parecía que esa mujer era feliz, y algo en su corazón no hizo más que regocijarse con esos recuerdos en la pared. Después de estudiar cada foto, pudo deducir que la chica era humilde, siempre estaba sola con un montón de amigos y siempre sonriente. Había fotos de su graduación y hasta de lo que parecía ser una escuela superior. Parecía que aquello enviaba un mensaje, o había sido organizado de esa forma para que cualquiera que lo viera supiera enseguida sobre su personalidad y sus planes de vida.

Pero todo era confuso, comenzó a caminar al rededor del cuarto al ver los pantaloncillos cortos con los que había despertado. Esa no era su habitación, y… ¿cómo había otra persona tan parecida a ella? ¿Acaso la había secuestrado?
Con rapidez, encontró un par de pantalones que extrañamente eran de su talla, tomó los zapatos que casualmente también le habían quedado, y recogió su cabello con una pequeña liga que había encontrado por ahí botada en el piso. Al bajar su mano sobre su cuello sintió una fina cadena que adornaba su cuello y lo recorrió hasta encontrar una K colgando de ella. Frunció el ceño y sin pensárselo otra vez salió disparada del cuarto donde estaba.

—¡Pequeña, Kaoru!

Volteó al escuchar su nombre en la boca de otra mujer. Era una anciana que traía consigo una canasta de pan.

—¿Dónde estoy? —Se aventuró a preguntarle a la viejecita, alarmada por su paradero. Aquello parecía un edificio y de donde había salido un departamento sucio y viejo.

La señora la miró sospechosa y luego contesto: —. Parece que todavía no te adaptas mi niña… oh, veo que estas usando lo que Azumi te envió ayer —dijo señalando la cadena que colgaba de su cuello.

¿Azumi? ¿Estaba hablado de su mamá?

—¿Como la conoce? —atacó sospechando que se trataba de un grupo de secuestradores muy bien organizados como para dejar a una viejecita a cargo.

—Kaoru, te lo conté cuando llegaste aquí a rentar. Kojiro, tu padre, es mi primo lejano y cuando supieron que te mudarías a la ciudad me pidieron darte un lugar en lo que conseguías trabajo —replicó la señora con un semblante de preocupaciones su rostro. La chica parecía otra.

Kaoru negó fanáticamente y se talló la cara con ambas manos mientras la anciana atendía su celular al recibir una llamada. No entendía lo que estaba pasando, pero tenía que averiguarlo y salir de ahí cuanto antes.

—Kaoru, mi niña mira es tu madre…

Kaoru tomó el teléfono sin esperar a que le dijeran dos veces.

—¿Mamá?

—Sí, cariño… ¿cómo has estado? Okami dice que actúas extraño… ¿la cuidad te ha sentado mal?

Kaoru cerró los ojos derrotada, era la voz de su madre y a su lado se podía escuchar a su padre gritando algo sobre los pagos de cierta universidad a la que atendía y de la que ella no había hecho a tiempo.

—Y dice tu padre, Kojiro, que tienes que ponerte al día con los pagos de la universidad. Tienes que buscar un empleo y pagar tu estadía ahí, si no lo logras en tres meses tendrás que regresar al campo y ordeñar las vacas junto a tu padre.

¡¿Vacas?! ¿Sus padres con una granja? ¡¿Qué?!

—Mamá, por favor dime cuando nací, mi comida favorita, mi apellido... ¡Lo que sea! —Conforme las respuestas se le eran dadas, Kaoru iba cayendo en cuenta que aquella no podía ser su vida… ¡pero lo era! Su madre le hablaba sobre el complejo de un lunar sobre su muñeca y sí, tenía el dichoso lunar ¡ahora!… siendo que tan solo una noche atrás ese lunar ni siquiera existía.

—O también puedes vender ese lujoso anillo que te encontraste en el taxi y pagar parte de tus estudios con ello y si no quieres bueno... Podrías ayudar a tu padre a…

¿Anillo? Sacó la mano de su bolso y miró con esperanza el Tiffany Novo de dos punto cinco quilates que adornaba su dedo anular.

Pero entonces al girar la muñeca y ver el pequeño lunar en forma de triángulo que tenía, corrió hasta la ventana pegando su cuerpo entero en el vidrio y observando lo cambiado del barrio donde vivía ahora.

—¿Dónde demonios estoy…?

Continuará…


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