Presente. Pasado. Aclaraciones.

Este fanfic en realidad se compone de dos, una parte que un narrador omnisciente cuenta en el presente, y otra que Naruto cuenta en primera persona, en el pasado. Aunque parece que el presente carece de importancia, no es así.

Que disfrutéis la historia.

Capítulo 1. Encuentro.

11 de Abril de 1949.

Naruto caminaba apresurado por la calle para llegar a tiempo y entregar su artículo antes de la edición diaria del periódico local en el que trabajaba. Iba tan concentrado en llegar a tiempo que no se dio cuenta de que alguien salía en esos momentos de una tienda, con tanta prisa como él y se chocaban el uno con el otro cayendo al suelo.

Lo siento mucho –se disculpó Naruto frotándose el codo derecho que se había golpeado al chocar contra la acera, con los ojos cerrados por el inesperado impacto.

No pasa nada... –dijo un chico pelirrojo con marcadas ojeras, levantándose y sacudiéndose el polvo de la chaqueta y el pantalón. Vestía con un abrigo de cuero marrón con el cuello vuelto, unos pantalones color crema y botas militares por encima que le llegaba hasta medio muslo. Entonces miró al otro hombre y abrió desmesuradamente los ojos.– ¡Uzumaki Naruto!

¿Eh? –preguntó el otro confundido, levantándose–. ¿Gaara? ¿Eres Gaara de verdad? –volvió a preguntar maravillado–. ¡Cuánto tiempo sin verte!

¿Cómo te va, colega?

Bien, dentro de lo que cabe –contestó sonriendo vagamente–. No te veía desde que nos asignaron distintas bases militares. Veo que sigues con insomnio –rió.

Ya ves... No hay forma de curarme –sonrió el pelirrojo.

¿Dónde te habías metido? Traté de localizarte hace años. Te mandé una carta pero me contestó tu hermana diciendo que no se sabía nada de ti. Creía que habías muerto –contó Naruto con un deje de preocupación.

Volví de la guerra en el '45, pero he estado muy ocupado todos estos años.

¿Y por qué no volviste a casa?

Ese ya no es mi lugar. Les mandé una carta de despedida, y desaparecí del mapa buscando una nueva vida.

Oye, ¿te parece si vamos a tomar algo y seguimos hablando?

Claro... –contestó Gaara mirando su reloj de pulsera–. Pero sólo puedo quedarme media hora porque me voy a Nueva Orleáns. Ahora soy piloto de Correos.

¿En serio?

Sí, aprendí a pilotar en Europa –le contó comenzando a caminar hacia una bar cercano, que se llamaba Blue War Café.

Entraron, y Naruto se sentó al lado de la ventana, seguido de su amigo. Pidieron café y reanudaron su conversación.

La verdad es que yo iba con prisas –dijo Naruto–, pero ya da igual. Hacía tanto que no te veía...

Sí... ¿Desde el '42 ó '43?

'43... –murmuró el rubio con una mueca triste.

¿Pasa algo?

Bueno... Es una historia demasiado larga para contar en sólo veinte minutos.

Mándame una carta. Mira... esta es mi dirección –dijo Gaara sacando un papel y un lápiz del bolsillo y apuntando algo. Después se lo dio.– Escribe cuanto quieras y mándamela, por favor.

Es un poco...

No importa. Quiero saberlo. Y este verano te llevaré a volar –trató de sonreír.

Naruto se tapó la boca con una mano y lo miró asustado.

Lo... lo siento –se disculpó al ver la expresión que había puesto su amigo–. Es que... esa expresión me recuerda a alguien a quien quise mucho en... la guerra.

¿Una mujer? –preguntó Gaara con interés.

Naruto negó y lo miró triste.

Ya se que no está bien visto y tal vez tu tampoco lo veas bien... pero... Era un hombre. Un Kamikaze.

Vaya... –murmuró Gaara–. Cuéntamelo. Con todo lujo de detalles, si no es demasiado pedir. Quiero saberlo. A mí parece bien que dos personas se quieran, sean del sexo que sean –le sonrió. Al rubio esa sonrisa le reconfortó y trató de sonreír también.

Pasaron los pocos minutos que quedaban hablando de sus respectivos trabajos. Después se despidieron y cada uno se fue corriendo por su lado.

Una semana más tarde Naruto estaba sentado frente a una máquina de escribir, en su ático. Alargó una mano y empezó a teclear:

"Querido Gaara:

Tal y como me pediste, te contaré lo que me sucedió en la guerra. Ya ha pasado una semana desde que nos despedimos pero no me veía con ánimos de escribir. No se cuánto tiempo habrá pasado cuando acabe de redactar la historia, pero te ruego que me disculpes si es demasiado.

«Corría el año 1943 cuando me enteré de que mi base militar iba a firmar un acuerdo secreto con una base japonesa. Uno de mis superiores me dijo que yo era el encargado de la misión. Iría a Japón y allí me reuniría con un japonés, el otro encargado. Después volveríamos a Nueva York y conviviríamos durante dos semanas si todo iba a bien, y si las cosas se complicaban, durante más tiempo. Si el acuerdo no resultaba nos dejarían abandonar el ejército e irnos cada uno por nuestro lado a cambio de nuestro silencio, ya que si los gobernantes se llegan a enterar...

Aún no sé por qué tuve que convivir con él, supongo que para estrechar lazos entre ambas naciones. Será un misterio que nunca conseguiré resolver.

El 7 de Noviembre de aquel año, poco después de cumplir los 20 me subí al B-17F, rumbo a las islas niponas. Era la primera vez que me subía a un bombardero. Fui con uno de mis superiores y seis personas más.

El vuelo transcurrió de forma tranquila. Después de llegar a la pista de aterrizaje asiática viajamos en coche hasta el lugar donde íbamos a reunirnos con los japoneses. El otro encargado de la misión era un Kamikaze. Había oído hablar de ellos: los famosos suicidas japoneses; pero nunca había visto uno.

Tardamos varias horas en llegar. Tengo que reconocer que Japón es un país raro. Y los japoneses aún más. Cuando has vivido desde que naciste entre gente de diversos tamaños y colores te resulta extraño acostumbrarte a gente bastante baja (había excepciones), de pelo oscuro y con ojos rasgados. Y para mí, que era un ignorante de la vida, era aún más extraño.

Ya en la base comimos. La comida japonesa es horrible, no me gusta nada, menos una sopa de fideos que hacen, que más tarde aprendí que se llama Ramen. Después de comer nos llevaron a una sala llena de militares. Me dejaron solo y me pidieron que esperara unos minutos, así que decidí echar un vistazo. La gente me miraba con cara rara por ser extranjero. Lo cierto es que mi pelo resaltaba bastante. La mayoría de los que estaban allí eran jóvenes de más o menos mi edad. ¿Esos serían los Kamikazes?

Dejé de pasear y volví al lugar en el que me habían dicho que me quedase, prestando atención a las conversaciones ajenas. No me enteré de nada, por más que me esforcé. Entonces el japonés me pareció muy difícil, pero ahora que hablo bastante bien me resulta fácil comprenderlo. Mi superior llegó, hablando en el extraño idioma, con dos hombres. Uno era joven, más alto que yo y con unos rasgos finos y delicados pero a la vez masculinos y serios. Tenía el pelo algo largo, cosa que no era normal en los hombres, y menos si eran soldados, y unos ojos profundos y afilados. No era el típico japonés, sin duda. De hecho si no te fijabas bien ni siquiera parecía asiático. El otro era bajo, con bigote y arrugas, gafas y un uniforme que indicaba su rango.

–Uzumaki, éste es el comandante Fujimara –habló Baley, que así se llamaba mi superior, señalando al bajo–. Y este es Uchiha Sasuke, y será tu compañero –prosiguió mirando al más joven, el cual me observaba a mí con cara inexpresiva. Después dijo algo que no entendí en el idioma de los dos hombres y oí la grave e imponente voz de mi nuevo compañero hablar en un inglés perfecto.

–Hablo su idioma, señor Baley, y el comandante también.

–Oh, cierto. Entonces no habrá problema en que dejemos a los muchachos conversar un rato mientras decidimos la hora de su partida, Fujimara-san –se apresuró a decir Baley. El "-san" es en japonés. Viene a significar algo así como "señor".

Los dos hombres se fueron dejándome con Uchiha Sasuke, al que me quedé mirando embobado durante un rato. Tardé en darme cuenta de lo que estaba haciendo y de ver que él también me observaba a mí con ojo crítico. Claro, un muchacho perfecto en apariencia como el, comparado con alguien como yo, con el pelo revuelto y una mancha de salsa sobre mi uniforme, de la hora de la comida –cuando se me habían caído los palillos–, y quién sabe qué más imperfecciones que no debían estar ahí... Era lógico que me mirara de esa manera.

–¿Uzumaki, no? –me dijo.

–En realidad Uzumaki Naruto –lo corregí.

–Es igual, ven –murmuró comenzando a andar hacia la puerta por la que habíamos entrado mi superior y yo–. ¿Has volado alguna vez en un Caza Nocturno?

–Nunca he volado en un Caza –respondí siguiéndolo–. ¿A dónde vamos?

–A la pista –contestó girando la cabeza. Pude apreciar una sonrisita malvada dibujada en su cara.

–Pero, ellos han dicho...

–Me importa una mierda lo que hayan dicho –admitió riendo de forma un tanto despectiva–. ¡Corre! –exclamó comenzando a correr cuando ya estábamos fuera del edificio.

Aquello me pilló por sorpresa, pero eché a correr detrás de él y no paramos hasta llegar en frente de un avión negro con dos hélices delante, que tenía lugar para dos pasajeros en su interior. Debía de medir más de 10 metros de longitud, era tres veces más alto que yo, y en la cola tenía escrito en blanco J1N. Había visto fotografías de este tipo de Cazas. El Nakajima J1N. Era más impresionante verlo en la realidad que en fotografías.

–Tiene casi 5 toneladas y alcanza los 500 Km por hora –informó Uchiha. Yo sólo fui capaz de musitar un entrecortado "vaya".– Vamos –dijo. Y subimos al avión.– ¿Preparado?

–¿Vamos a volar?

–Hombre... ¿Para qué hemos venido si no? –preguntó con paciencia.

Yo me asusté. En los cinco minutos que llevaba con Uchiha había desobedecido más que en toda mi vida, y eso que nunca he sido de cumplir las normas. Comenzaba a pensar que me habían asignado a un loco por compañero. No entendía como podían confiar en alguien como él. Si era así siempre, una de dos: o le tenían mucho cariño, o los demás estaban locos de remate.

No tardamos en despegar e irnos. Volamos en línea recta durante un buen rato. Yo no paraba de mirar por la ventana cuando de repente sentí como me deslizaba un poco hacia un lado y casi sin darme cuenta colgábamos cabeza abajo. Empecé a insultar y maldecir y el bastardo de Uchiha no hacía más que reír. Empezó a hacer piruetas cogiendo cada vez más velocidad. En un principio me daba miedo y creía que iba a echar todo lo que había comido pero no tardé en acostumbrarme a aquella sensación. Me entró una euforia increíble, como la primera vez que subí a un avión.

–¿A dónde vamos, Uchiha? –logré preguntar cuando ya íbamos de nuevo en línea recta.

–A Tokio –me contestó volviendo la cabeza–. La capital.

–Ya lo se –le contesté ofendido. Me estaba tomando por tonto y eso no me gustaba.– Uchiha –lo llamé–, ¿por qué vamos a Tokio?

–Tengo que hacer una cosa ahí antes de irnos a tu país.

–¿Qué cosa?

–¿A ti que te importa?

–Qué borde –susurré. Gracias a Dios no me oyó por el ruido del motor.– Pues ya que me llevas podrías decírmelo. Además, vas a tener que aguantarme durante dos semanas como mínimo...

–Ya, ya... Otra distracción más... Voy porque tengo que recoger unas cosas y despedirme de una persona.

¿Distracción de qué?, me pregunté en aquél momento. Misterios de la vida que ya revelaré a su debido tiempo.

Yo pensaba que Uchiha iba a ser más hablador, pero era demasiado callado para mi gusto y yo no sabía ni qué decir, así que pregunté la primera tontería que me vino a la cabeza.

–¿Por qué eres Kamikaze?

Hubo unos minutos de silencio antes de que me contestara.

–Cualquiera te diría que por el honor de morir por la nación. –Silencio.– Pero yo tengo otras razones que no te incumben.

Claro que no iba a obligarle a que me las revelara. Sonaba antipático, pero tenía razón. La cosa no iba conmigo. En lo que me parecieron dos horas ninguno de los dos volvió a hablar. Hasta que Uchiha decidió romper el silencio.

–Llegaremos en una hora, más o menos.

Yo asentí, aunque no me vio, claro, porque iba detrás de él. Me parecía raro que habiendo pasado tanto tiempo nadie hubiese contactado con nosotros mediante la radio del avión.

–Uchiha...

–Señor Uchiha para ti –dijo en tono serio; fingido, claro.

Maldito payaso, pensé.

–Uchiha, ¿por qué nadie ha contactado con nosotros?

–Primero: para ti soy el señor Uchiha, tu superior –se autonombró–. Y segundo: Fujimara ya se imagina donde estoy, y confía en mí, sabe que no va a pasarme nada.

–¿Desde cuando eres tú mi superior? –protesté molesto.

–Desde que a mí me da la gana serlo. Soy mejor que tú, nunca lo dudes, así que soy superior a ti –me explicó volviendo la cabeza y sonriendo con una prepotencia que sólo podía ver en mis superiores. Los de verdad.

–Tú no eres mejor que yo en nada. Puede que sepas pilotar aviones y yo no, pero somos iguales. Seres humanos. No importa que seamos de diferentes países o razas, al fin y al cabo somos personas.

–Y no te lo niego, pero sigo siendo superior a ti –comenzó a carcajearse. Aquello me sentó mal, tremendamente mal. Así que le grité algo que no supe muy bien si le hizo daño o si le importó una mierda.

–¡TU NO ERES MEJOR QUE YO! ¡NO ERES MÁS QUE UN COBARDE SUICIDA! ¡ERES UN GILIPOLLAS!

Baka... –dijo riendo por lo bajo.

–¡No me hables en español porque lo entiendo! ¡Y no soy una vaca!(1)

Ante eso al muy bastardo no se le ocurrió otra cosa más que echarse a reír.

Baka significa idiota, en mi idioma. Es lógico que un baka como tú no lo sepa.

–¿Y te crees que yo se hablar tu maldito idioma? –musité–. En ese caso... ¡Aquí el baka eres tú! –le grité.

Y volvió a reír con esa risita prepotente y asquerosa. Ojalá hubiese tenido algo a mano para darle en toda la cabeza, al muy imbécil. Claro que eso habría tenido un inconveniente. Yo no sé pilotar aviones e íbamos a colisionar contra el suelo si lo hubiese pegado.

No volvimos a hablar hasta que yo divisé la capital por la ventana. No sabía que era Tokio, pero Uchiha lo dijo antes de que preguntara. Aterrizamos en una pista pequeña a las afueras y vi que un coche nos estaba esperando. El vehículo nos llevó a la ciudad, frente a una casa de dos pisos de color blanco con un porche con puerta de madera y arbustos. Entré al jardincito, precedido por el Uchiha.

–Espera aquí –me dijo.

Yo me paré y lo observé tocar con los nudillos la puerta. A los dos minutos asomó una cabecita. Un niño pequeño, de ojos grandes y brillantes y un pelo oscuro muy corto. Vestía con una chaqueta de punto fino, color cian, abrochada con botones grandes. Por debajo una camiseta blanca. Llevaba unos pantalones de pana gris oscuro e iba descalzo, sólo con unos calcetines blancos.

–¡Uchiha-san! –chilló con una vocecita cantarina e infantil.

El bastardo lo cogió en brazos y le sonrió, después le preguntó algo que no tuve forma de entender y lo dejó en el suelo. El chiquillo se fue gritando oka-san, que significa "madre".

Al minuto apareció una mujer esbelta, preciosa, con una piel blanca como las nubes de verano. Tenía el pelo negro ligeramente corto, con las patillas más largas y una cara aniñada, con expresión de sorpresa en aquel momento. Iba con un vestido que le llegaba hasta las rodillas, de color beige, y una chaqueta corta de un tono azul marino. En los pies calzaba unas sandalias de madera, típicas japonesas, y un delantal le colgaba del cuello. Era realmente preciosa, y no sólo en la cara, sino que toda ella era una hermosura. Después saltó sobre Uchiha y lo abrazó. Éste la apartó con suavidad y le dijo algo, mientras a ella se le empañaban los ojos.

–Ven –me dijo mi compañero dándose la vuelta para mirarme.

Yo avancé con paso inseguro hasta colocarme frente a la bella joven. Ésta se puso un poco roja, e hizo una reverencia tartamudeando algo que no comprendí, lógicamente.

–Ella es Hyuuga Hinata, Uzumaki –tradujo mi bastardo compañero.

–Hola... –dije yo sonriendo–. Me llamo Uzumaki Naruto.

Uchiha se lo tradujo y le dijo algo más, supongo, porque ella asintió y dijo hai, que viene a significar "sí", y después entró en la casa seguida de Uchiha, quien tiró de mi ropa para que los acompañara.

La casa era muy bonita, o por lo menos lo que vi de ella. Las paredes tenían un tono blanco limpio. El pasillo era de madera brillante y justo al lado de la entrada estaban las escaleras, también de madera. Oí ruidos que provenían de arriba y vi como el niño bajaba corriendo y se aferraba al vestido de su madre, quien le dijo algo, y el niño la soltó y se fue por el pasillo. Nosotros lo seguimos y llegamos a una cocina amplia que olía a Ramen.

Vi al pequeño sentado en una mesa al lado de una puerta de papel... Nunca logro acordarme cómo se llaman. La señorita Hinata se puso a hablar con Uchiha, mientras iba hacia la olla de la que salía el delicioso olor a Ramen. El bastardo se sentó y yo lo imité. Me puse al lado del crío, que no se estaba quieto en ningún momento y no paraba de examinar mi aspecto. Me dijo algo en japonés y yo le contesté:

–Lo siento, no hablo tu idioma.

–Él tampoco habla el tuyo, dobe –me dijo Uchiha. Ya empezaban los insultos. Después le dijo algo al niño y éste asintió embobado.

Su madre se volvió hacia nosotros y preguntó algo.

–¿Quieres comer, baka? –me preguntó el muy indeseable Uchiha.

–Sí... –contesté–. Uchiha-cabrón.

–¿Has probado el Ramen? –volvió a preguntar, ignorándome.

Asentí.

Le dijo algo a la señorita Hinata y ella rió, después me miró con una sonrisa tierna en la cara, cosa que daba a entender que el muy hijo de puta se había vuelto a meter conmigo.

–¿A ti qué te pasa, eh, Uchiha-bastardo? –le pregunté conteniendo la rabia.

–Aquí el temee eres tú. No estaba diciendo nada de ti. Mejor dicho, nada que no fuera cierto.

–¿Qué es eso de temee?

–Bastardo.

–Eres un Uchiha-temee. No sabes que mal me caes.

Y se empezó a reír, seguido de la señorita Hinata. Qué par...

Después de comer, Sasuke se fue con la madre del niño arriba y yo me tuve que quedar a vigilarlo.

–Ni se te ocurra hacer tonterías, niño baka –le dije yo.

Boku wa baka ja nai –me contestó él. Me acuerdo porque después le pregunté al temee el significado. En aquel momento no lo sabía pero supuse que había dicho que no era un baka.

Sólo sonreí con prepotencia. Realmente los niños no me gustan. Son tan pesados y lloricas... El renacuajo me sacó la lengua.

Al cabo de cinco minutos Uchiha y la señorita Hinata bajaron. El bastardo cargaba un saco de viaje al hombro.

–Uzumaki-san –me llamó la mujer. Yo la miré y ella añadió algo que no entendí. Uchiha le contestó por mi.

Qué malo es no saber lo que dicen, pensé yo. La joven miraba al temee preocupada, y no paraba de insistir en algo y parecía que él la consolaba, o tal vez le decía que no se preocupara por alguna cosa. Pero yo sólo podía suponer.

En fin, después de que tuviesen esa breve discusión nos despedimos de ella y nos fuimos.

–Uchiha, ¿qué me dijo la señorita Hinata? –le pregunté ya en el coche.

–Nada. Y llámame Sasuke –añadió.

–¿Sasuke-temee? –reí yo.

Él forzó una sonrisa, que más pareció una mueca cargada de odio. Se notaba que estaba molesto por la discusión que había tenido con la señorita Hinata.

No volvimos a hablar el resto del camino. El vuelo en avión fue rápido y aburrido, y al llegar a la base ni siquiera le hizo caso al tal Fujimara cuando éste empezó a chillarle preocupado, y después vino a preguntarme a mí por el viaje, y por lo que había pasado. Le conté lo de la señorita Hinata, y él me dijo que era la única familia que le quedaba en el mundo al bastardo, junto con un primo de ella, que estaba en el Pacífico. Después se fue a hablar con él y a los cinco minutos nos dijeron que al día siguiente partiríamos, a las 7:15 a.m., en el Caza de Sasuke."

Decidió dejarlo ahí por aquel día. Sakura debía estar por llegar. Guardó las cosas en un cajón del escritorio y cerró con llave.

1.Recordemos que Naruto es norteamericano, y en ingles "vaca" es "cow" y supuestamente escribe en inglés, pero claro, yo esto lo hago en español, así que tenía que improvisar para poner este momento, jaja.