Sinopsis: La Orden Negra Religiosa ordena a Kanda, uno de los mejores Exorcistas, proteger el posible Corazón de la Inocencia: un bebé llamado Lenalee. Kanda debe llevarla desde Central hasta la Orden General en Inglaterra, pero en su camino se interponen un chico de brazo deforme y ojo maldito cuyas intención es matar al bebé, y un conejo rojo con complejo de madre que en algún momento se le pegó como una lapa con el pretexto de registrar la historia. Los tres acaban haciendo de niñera de la pequeña Lenalee que, para colmo, crece muy rápido y debe aprender a hacer las cosas básicas de la vida.

Advertencias: Es Universo Alterno, pero mantengo la Inocencia y la guerra contra el Conde, sólo que los papeles que desempeñan cada uno están cambiados, por lo que algunos personajes estarán bastante OOC al principio, aunque luego irán tomando su cauce. Puede que haya yaoi en un futuro, aun no lo sé. La idea la saqué al ver Ice Age (La edad de hielo) de Disney y no sé por qué lo relacioné con D. Gray-Man, pero es que Seth me recordaba tanto a Lavi y Many tenía cosas de Kanda a veces que... simplemente no pude resistirme xD. Diego y Allen no es que se parezcan, pero alguien tenía que hacer de él.

Disclaimer: Si yo fuera Katsura Hoshino, enfermaría menos y trabajaría más (además de que no necesitaría hacer fics).


CORAZÓN ACORAZADO.


Noche 1: Las tres niñeras.

El Exorcista comprobó de nuevo la dirección que tenía escrita en ese trozo de papel, el cual debía haber quemado nada más leerlo, pero estaba perdido en medio de ninguna parte (ya que ese pueblo ni siquiera figuraba en el mapa) y la dirección era un nombre en otro idioma que ni siquiera estaba seguro de poder pronunciar.

Tsk. Chistó la lengua en desagrado. No le hacía ninguna gracia esta misión, pero se la habían impuesto como castigo por haber agredido a sus compañeros, los inútiles Buscadores que se echan continuamente el mérito de las misiones completadas por los Exorcistas. Aquellos que se interponían en su trabajo y a los que debía estar salvando el pellejo en cada misión por su incompetencia. Le sacaban de quicio: no eran más que simples humanos, fáciles de reemplazar. Kanda simplemente les recordaba cual era su posición en la Orden. Pero al parecer sus modos no eran tolerados -tampoco es que fueran a hacerle nada ya que como Exorcista le necesitaban-, así que la única forma de castigarle era mandándole a misiones como esa.

Le habían llamado a mitad de su anterior misión para cancelarla y darle esta nueva. ¿Acaso tenía él cara de niñera? Mejor que nadie respondiese esa pregunta o hiciese mención a su figura andrógena, porque sentirían su rabia a través de Mugen, su espada e Inocencia. Komui, su superior, había insistido en que recibiera un curso rápido de pre-mamá, a lo que él se había negado completamente y había insistido en que cuidaría de ella hasta que cualquier otro Exorcista volviese de su misión para ocuparse de ésta y así poder él volver a la suya. Aun podía oír como el Supervisor accedía y le pedía una simple cosa: trae sana y salva a mi querida hermana, por favor. Tsk, en primer lugar no debería haber permitido que experimentasen con ella como les diese la gana. Kanda había soltado un hmp y se había puesto en marcha.

Pasaba el mediodía cuando encontró el dichoso bar donde debía reunirse con el enviado de Central que debía llevarle hasta Lenalee. Agarró a Mugen y entró con determinación, pero sin llamar la atención. La taberna estaba repleta de ociosos caballeros y damas de dudosa dignidad. Nadie se había girado a mirarle, a pesar de lo llamativo de su traje de Exorcista. Ojeó el lugar sin encontrar al representante de Central, así que fue a sentarse en una mesa lejana. Una camarera se acercó a tomarle nota en seguida. Pidió soba e ignoró el tono empalagoso de la muchacha. Se cruzó de brazos y cerró los ojos.

A un par de mesas de donde se había sentado, un chico de su misma edad, pelirrojo, con un parche cubriéndole un ojo y el otro visible de color verde, utilizaba sus mejores dotes de seducción con dos atractivas señoritas, que le reían cada gracia que hacía.

–Así que le dije: ¡eh tú, si sabes lo que te conviene será mejor que desaparezcas! –contaba en ese momento, dándose aires.

–¡Oh Lavi-kun, eres tan varonil! –exclamaba una de las chicas.

–Sí, y tan apuesto –le secundaba la otra.

–Vamos chicas, no es para tanto, aunque he de admitir que algo de razón lleváis, pero no puedo compararme con dos señoritas como vosotras, de tan alta distinción y porte elegante.

Las dos mujeres rieron halagadas y sus ojos se elevaron a las dos figuras que acaban de aparecer tras Lavi.

–Oh cariño, este es Lavi, nos estaba contando sus hazañas por Oriente –le comentó una de las mujeres a uno de los dos fuertes hombres que miraban de mala forma a Lavi.

–Sí, eso parece, ¿por qué no comprobamos cuánta verdad llevan tus historias, eh Lavi? –le propuso el hombre que vestía como marinero, crujiéndose los nudillos.

Lavi comenzó a sudar frío, se levantó de la mesa y se alejó todo lo que pudo de esos dos hombres, en dirección a la mesa de Kanda, sin saberlo.

–Vamos, ¿no eres tan valiente? Demuéstralo –insistía el otro hombre, que estaba rapado.

–Bueno muchachos, no hay por qué armar un escándalo e interrumpir la cena de los caballeros y damiselas...

–¡Estabas filtreando con nuestras chicas! –gritó el marinero y tiró por los aires la mesa más cerca, comenzando un gran revuelo. Todo el mundo miraba la escena, excepto el japonés que disfrutaba de su soba.

–¡No, no, no es así! Es que las vi solas y pensé en hacerles compañía...

–Claro, que gentil. Pues no estaban solas.

–Eso puedo verlo –murmuró Lavi, aun con las manos en alto y retrocediendo. De pronto distinguió a un portador de la cruz rosada y vio en él su salvación. Se puso en una posición estratégica para que la silla que iban a lanzarle se dirigiese al japonés cuando él se apartase. Ocurrió tal y como planeó.

Todo el mundo quedó sorprendido cuando el tipo se levantó con una velocidad anormal y rompió la silla en el aire con una espada. Nadie respiró durante varios segundos. Lavi vio como su plan había surtido efecto y corrió a protegerse tras el japonés.

–¡Sálvame, quiero vivir! –exclamó Lavi, colocándose tras Kanda.

–Quita –se zafó Kanda de su agarre.

–Eh, sólo queremos coger a ese tipo y largarnos, si no te importa, claro –le dijo el bonachón con pintas de marinero.

–Si no te dan una paliza hoy, te la darán mañana –le dijo Kanda, mirándole de reojo.

–Pues yo preferiría mañana, ¿vale? –contestó Lavi, aun escondiéndose tras Kanda.

–Oye, te romperemos el cuello para que no sientas nada, ¿qué dices? –le dijo el rapado.

–¿Dos tíos contra un inútil? –se preguntó Kanda.

–Excelente observación –comentó Lavi, sin ofenderse en lo más mínimo.

–¡Ese inútil estaba filtreando con nuestras chicas! –estalló el marinero.

–Me da igual lo que hiciera, pero no me gusta que me interrumpan cuando como –dijo, alzando a Mugen.

–¡Cuéntaselo a quien le importe! –exclamó el rapado.

–¡Pues a mí me importa! –respondió Lavi, que parecía tener incontinencia verbal.

–Cállate –le dijo Kanda, malhumorado.

Los dos tipos grandes sacaron sus respectivas armas: el primero una espada y el otro una pistola. En un rápido movimiento, Kanda cortó en dos la pistola y frenó el ataque directo del de la espada. Lavi se quedó admirado por su destreza, luego su cara pasó a ser una de dolor al ver la paliza que el Exorcista les propinó. Pero en algún momento de la pelea, el resto de marineros que habían en la taberna sacaron sus armas y atacaron también, haciendo que la pelea saliese a la calle. Lavi seguía escudándose en Kanda, quien repartía ostias por todos lados. Cuando terminó, a Lavi le invadió tal júbilo, que se tiró literalmente encima de Kanda con un sonoro: ¡yujuuu, lo conseguimos!

Cuando se dio cuenta de la postura en la que habían quedado, miles de gotitas le cayeron por la cabeza ante la mala aura que desprendía el cuerpo de su salvador.

–Que ojos tan preciosos... –le dijo, en un intento de calmar su furia.

–Quítate de encima –le susurró amenazadoramente Kanda, entornando los ojos de una forma que le puso los pelos de punta.

Lavi obedeció y miró a su alrededor para seccionarse de que todos estaban inconscientes.

–Jo, tú y yo somos un equipo sensacional, ¿qué tal si...?

–No –se le adelantó Kanda, guardando a Mugen al tiempo que echaba a andar.

Pero Lavi no se iba a rendir a la primera negativa.

–Eres un Exorcista, ¿no? ¿Estás en una misión?

Kanda se limitó a ignorarle.

–Supongo que esa espada es tu Inocencia, parece que estás muy bien sincronizado con ella –seguía diciendo Lavi, con las manos tras la nuca.

La paciencia de Kanda empezaba a llegar a su límite.

–¿Sabes? Yo también podría ser compatible, ¿por qué no me llevas contigo por si encuentras una Inocencia que me valga?

–No creo que un inútil como tú sea compatible –dijo Kanda, sin contención alguna–. Lo único que quieres es que alguien te salve el culo cuando te metas en líos.

–Veo que eres muy hábil –Kanda rodó los ojos, ¿es que nunca iba a callarse?–. De acuerdo, tú abre camino señor... ehm... no pillé tu nombre...

–Kanda –dijo secamente, aunque no supo muy bien por qué le contestó. Debería haberle ignorado.

–¿Kanda? ¿Kanda Yuu, el Exorcista japonés? ¡Buah tío! ¿Qué clase de nombre es Kanda? Deberías llamarte Yuu el mimoso, o Yuu el melancólico, o Yuu el... ¡Ah!

Kanda se había girado con muy malas pulgas, Lavi se quedó paralizado protegiéndose la cara de un más que seguro ataque del japonés, pero era una visión tan patética que ni siquiera merecía la pena darle.

–No me sigas más –dijo entre dientes finalmente y retomó su camino.

–Vaya, vaya... –suspiró Lavi, mirando como se marchaba–, un tipo solitario, ¿eh?... –murmuró para sí–. Si buscas al tipo de Central, yo puedo decirte por donde se fue.

Kanda no se detuvo.

–¿Qué va a saber un conejo idiota como tú?

Lavi se quedó un momento paralizado por el apodo... ¿conejo?

–Bueno, sé que llevaba un bebé y que se marchó perseguido por Akumas de nivel 2 –dejó caer como si nada, mientras volvía a colocar sus manos tras la nuca y miraba hacia otro lado despistado.

–¿Cómo dices? –se giró Kanda.

–¿Quieres que te guíe? –le insinuó Lavi.

Finalmente, Kanda no tuvo más remedio que seguir al tipo del parche, cuya incontinencia verbal le estaba dando fuertes dolores de cabeza. Se preguntaba cómo es que sabía tanto acerca de la Inocencia y los Exorcistas, pero ya le preguntaría luego cuando se hubiese asegurado de que Lenalee estaba bien. Barajó las opciones de que fuese una trampa, pero no percibía de Lavi ninguna vibración Akuma, aunque bien podría tratarse de uno de esos humanos que colaboraban con el Conde a cambio de dinero; sí, tenía toda la pinta, pero así iría más rápido que si buscara por su cuenta.

Le condujo hacia el bosque mientras le hablaba de un sin fin de cosas que le entraban por un oído y le salían por el otro. En algún momento había aprendido a no escucharle, convirtiéndose en un continuo zumbido en su oído al que trataba de ignorar por encima de todo. Se concentró en su alrededor para estar alerta por la posible trampa.

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Contemplaban como los humanos luchaban contra los Akumas que ellos mismos habían enviado. Observaban desde una posición alta, sobre la copa del árbol más cercano y a la vez, el más alto. Ella estaba montada sobre un paraguas cuya punta era una calavera y él descansaba con mirada vacía sobre la rama.

–Míralos Allen, son tan patéticos tratando de proteger al bebé.

–¿Por qué no han mandado a los Exorcistas? –preguntó él, sin mucha emoción.

–El bebé está protegido por una tropa entera de Central, los Exorcistas aun no han llegado, por eso hemos atacado. Deja que los Akuma hagan el trabajo sucio primero.

–¿Por qué tanta protección por un bebé, Road?

–Quien sabe, por eso estás aquí Allen, para averiguarlo –la muchacha se tiró a su cuello–, el Conde tiene muchas esperanzas en ti, así que no le falles.

–No lo haré –aseguró el muchacho de vacíos orbes grises.

–Yo también espero mucho de ti... Allen –le susurróRoad y, tras darle un beso en la mejilla, desapareció.

–¡Será mejor que lo hagas bien, lero! –exclamó el paraguas, antes de desaparecer con Road.

El llamado Allen continuó mirando cómo esos humanos eran atacados por los Akumas, sin ningún tipo de emoción en el rostro.

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–...y entonces descubrió que tenía pintalabios en el cuello de la camisa, de un rosado muy diferente al que ella estaba usando –Lavi rió ante el recuerdo–, se puso echa una furia, pero al final... –el monólogo de Lavi se interrumpió cuando chocó contra la espalda de Kanda, quien se había parado de pronto.

El japonés le hubiera mirado mal como mínimo por ese acto, pero estaba demasiado aturdido como para hacerlo. Acababan de encontrar los restos de la escolta que portaban al bebé. La mayoría estaban muertos y convertidos en polvo, pero también habían cadáveres mutilados repartidos por el lugar. A Lavi se le pasaron las ganas de bromear cuando vio la escena. Kanda encontró a alguien desangrándose, pero vivo.

Corrió hacia él y lo jaló del cuello de la camisa.

–¡¿Dónde está?! –rugió.

–Exorcista...

–¿Dónde está el bebé? ¡Responde! –lo zarandeó un poco, motivado por la ira.

–Allí... Akumas... –levantó débilmente el brazo y señaló hacia el bosque.

Kanda le soltó de mala manera y comenzó a correr hacia allí, sujetando a Mugen que aun iba envainada.

–Espera Kanda, ¿no vas a ayudarle? Aun puede salvarse si cortamos las hemorragias –le dijo Lavi.

Pero Kanda no perdió tiempo en responderle.

–Ayuda... le... Bookman... –le dijo el soldado a duras penas.

Lavi le miró con impotencia durante unos segundo, luego cerró los puños y se obligó a sí mismo a borrar toda expresión en su rostro. Cogió el pequeño martillo que llevaba oculto y siguió los pasos de Kanda.

No era muy difícil seguir el rastro de los Akumas: todo estaba destruido a su paso. Encontró sangre por el camino, si resultaba ser del bebé no tendría ninguna compasión con los Akuma (no iba a tenerla de todos modos).

Visualizó al primer Akuma cerca del lago con la cascada, cuya agua al caer llevaba un rato escuchando. Lo destruyó al momento. Mugen vibraba, conteniendo su furia. El resto se detuvieron y comenzaron a disparar cerca de la orilla del lago. Kanda vio como uno de los Akuma llevaba al bebé, así que se apresuró en acabar con ellos mientras maldecía a los inútiles de Central. Debía cogerla y marcharse de ahí antes de que apareciese un Noé. Ciertamente, había sido muy estúpido enviar una tropa entera de soldados para protegerla: lo hubieran hecho mejor si hubiesen enviado una mujer, así habría pasado desapercibida.

Kanda luchó contra ellos pero le superaban considerablemente en número y en cualquier momento podrían usar al bebé como escudo, dejándole en una delicada situación. Tal y como había previsto, el Akuma que sujetaba a Lenalee le amenazó con hacerle daño si seguía luchando contra ellos. Justo en ese momento, el Akuma recibió un martillazo en la cabeza que le hizo explotar y el bebé, llorando fuertemente, cayó en los brazos de Lavi. Kanda le miró con los ojos entornados.

–Te dije que a lo mejor era usuario de Inocencia –le sacó la lengua.

Kanda rodó los ojos y terminó con el resto de Akumas sin contención alguna.

–Tranquilo, parece estar bien –le dijo Lavi refiriéndose a Lenalee, después de que no quedase vivo ningún Akuma–, has sido muy valiente –le habló al bebé.

–¿Quién eres? –le preguntó sin rodeos Kanda, mientras envainaba a Mugen.

–Lavi, sucesor de Bookman. Mi deber es registrar si este bebé es el Corazón o no, por eso estoy aquí –le reveló el pelirrojo–, aunque no tenía que interferir, pero no me quedó otra.

–Tsk –desvió la mirada Kanda, mientras comprobaba los alrededores.

–En estas situaciones se suele decir gracias –le puso morros Lavi. Kanda le ignoró–. Está bien, te ayudaré a llevarla hasta la Orden.

–Ni hablar –contestó tajante.

–Tú y yo la protegeremos mejor...

–Entérate, nunca ha existido un tú y yo, ni existirá un tú y yo, es más, si no fuera por mí no existirías tú.

Lavi tragó saliva intimidado.

–¿Sólo hasta Inglaterra?

–Abre las orejas conejo: no vas a venir –dijo Kanda, deletreando cada sílaba de las cuatro últimas palabras.

–Vale, eres un borde –volvió a ponerle morros Lavi a la vez que se le ocurría una idea–, pero ¿sabes algo sobre bebés? Porque no creo que estés muy puesto en el tema.

–¿Y tú sí? –alzó un ceja Kanda, cruzándose de brazos.

–Es lo mejor a la hora de ligar –le sonrió confiado. Se puso en pie aun con Lenalee en los brazos–. Será mejor que eche un vistazo, por si aun quedasen Akumas –dijo, y acto seguido hizo ascender a su martillo.

–Muy inteligente conejo, expón al bebé a la vista de todos –le dijo Kanda, comenzando a latirle la sien ante la estupidez del Bookman.

Lenalee iba envuelta en unas mantas de las que, sin que Lavi se diese cuenta, se estaba escurriendo.

–¡Kanda! –gritó, cuando se percató de ello, aunque un poco tarde ya que el bebé caía.

–¡Maldito conejo! –exclamó Kanda echando a correr para coger a Lenalee al aire.

Justo en ese momento algo se interpuso y la cogió al vuelo, pero Kanda se lo quitó inmediatamente que aterrizó en la hierba, dándole tiempo además a desenvainar a Mugen.

La persona que se había interpuesto desprendía un aura oscura que le había puesto en alerta, pero en seguida se aclaró la garganta y serenó el rostro, convirtiéndolo en una expresión de absoluta amabilidad.

–Esa bolita es mía –le dijo en un tono muy amable, señalando al bebé.

–Mmm no, porque esa bolita es nuestra –contestó Lavi, haciendo que su martillo descendiese. Kanda seguía mirando desconfiado al desconocido. Su llamativa cicatriz en el ojo o sus cabellos blancos delataban que no era una persona normal.

–¿Nuestra? –repitió el recién llegado, que en seguida puso cara de siniestra sospecha–, pues formáis una extraña pareja.

–No hay un nuestra –dijo Kanda, con un susurro que ponía los pelos de punta.

–Entiendo... no podéis tener hijos y queréis adoptar –seguía montándose su película el albino, quien ahora se pasaba el dedo por la barbilla de forma deductora.

–¡Exacto! –exclamó felizmente Lavi, y olvidando que debía estar atento al albino de la cicatriz en el ojo, desenvainó a Mugen y se la puso en el cuello a Lavi, a la vez que un aura de los más peligrosa le rodeaba.

–Una broma más y te mato.

La verdad es que era una escena bastante divertida, sobretodo teniendo en cuenta que Kanda seguía con Lenalee en brazos.

–No podréis salir de aquí –les dijo de repente el otro muchacho. Su ojo izquierdo, el que tenía la cicatriz, se había vuelto negro y parecía estar viendo algo muy lejos–, los Akuma están rodeando la zona. Los nivel 3 se están acercando; tendríais una posibilidad si no llevaseis el bebé con vosotros.

–¿Cómo puedes saber si están concentrándose o no? –le preguntó Lavi, alzando una ceja.

–Porque mi ojo maldito puede verlos en un radio de 20 km.

–Que bicho raro... -le murmuró Lavi a Lenalee, intentando ser disimulado sin conseguirlo. El bebé rió antes su gesto.

–Puedo ayudaros a salir de aquí –les dijo el muchacho–. Me llamo Allen Walker, amigo –se dirigió al japonés.

–No soy tu amigo –dejó bien claro Kanda–. Si no hay camino, lo abriremos. Vamos conejo –declaró el Exorcista, cambiando de postura a Lenalee y echando a caminar.

A Lavi le sorprendió que ahora sí le dejase ir con él. Dio varios pasos siguiéndole.

–Si vais por ahí, moriréis antes de que oscurezca –les dijo tranquilamente Allen–. Los que habéis derrotado antes no eran más que una pequeña avanzadilla que el Conde ha mandado para explorar los alrededores y... posiblemente haya algún Noé cerca –su rostro se tornó siniestro durante un momento que ninguno de los otros dos hombres llegaron a ver.

–Kanda... eso tiene sentido –le dijo Lavi, muy a su pesar. Kanda se detuvo, muy a su pesar también.

–Confiad en mí, conozco una ruta que os sacará de aquí sin ser descubiertos –les reveló Allen.

–Y además sólo te mueve tu instinto solidario, ¿no? –ironizó Kanda, girándose a encararle. Allen frunció el ceño, cualquiera hubiera dejado de sospechar de él al verle en su faceta amable; ese Exorcista era más duro de lo previsto.

–Por algún motivo, ese bebé es importante, sino no habría tantos Akumas en la zona. Haré todo cuanto pueda por interferir en los planes del Conde –dijo muy serio.

–¿Quién eres tú exactamente? –le preguntó Lavi, poniéndose profesional.

–Allen Walker. Lo único que quiero es frenar al Conde –lo decía con una absoluta determinación, que hasta Kanda tuvo que admitir que parecía sincero.

Durante unos tensos minutos nadie dijo nada. Kanda se quedó mirando fijamente a Allen, evaluándolo, y este le sostuvo la mirada. Lavi los miraba muy nervioso, sin atreverse por primera vez a romper el silencio.

–Cógela –le dijo finalmente Kanda a Lavi, tendiéndole a Lenalee, quien jugueteaba con sus manitas–. Si quieres acompañarme la llevarás tú.

Lavi la cogió son sumo cuidado.

–Está bien. Una pena señor Allen Walker, pero Yuu me ha elegido a mí –le restregó por la cara el pelirrojo, mientras que Allen le miraba con las dos cejas alzadas.

–El Moyashi nos guiará –sentenció Kanda, echando a andar.

Allen sonrió con superioridad ahora, mientras que a Lavi comenzaron a caerle gotas de sudor.

–Kanda, ¿puedo hablar contigo un momentito? –le preguntó el sucesor de Bookman, mientras se alejaba del albino con nerviosismo.

–No –contestó tajante.

–¿Te has fijado en ese ojo maldito? Me da mala espina, y su mano izquierda está deforme –se decía en un tono confidente que para nada lo era.

–Cuanto antes salga de aquí, antes llegaré a la Orden y antes me desharé del baboso insoportable... y del bebé –declaró Kanda, continuando su camino.

Lavi tragó saliva ruidosamente, sin haberse percatado de que lo de baboso insoportable iba para él. Allen echó a caminar tras Kanda; cuando llegó a la altura de Lavi le susurró de forma amenazante:

–No siempre estará el gatito para protegerte, y cuando ese momento llegue, te sugiero que te eches una ojeada... estarás cortado en dos.

A Lavi le recorrió un escalofrío por la espalda y volvió a tragar saliva. Miró a Lenalee quien le sonrió inocentemente.

–Eh Moyashi, aquí delante donde pueda verte –escuchó que llamaba Kanda.

–Va a ser un viaje muy largo, ¿verdad? –le preguntó Lavi a Lenalee, quien colocó una de sus manitas en su mejilla como queriendo tranquilizarle.


¡Y recuerda!: por cada Review recibido, un pequeño Kanda recibe su dósis diaria de soba, ¿vas a privarle de su comida favorita? Mira que después está echo una furia todo el día u.ú...